viernes, 23 de diciembre de 2011

UN GOBERNANTE DEBE SER PRUDENTE

El Presidente Humala en declaraciones a un periodista boliviano ha dicho que respecto del tema referido a un posible indulto a Fujimori él no puede pronunciarse mientras no haya un pedido en ese sentido; ha dicho que solo puede hablar "de hechos concretos".

He leído por ahí que califican de dubititativa a esta respuesta. No es dubitativa. Un presidente debe ser responsable en lo que dice públicamente y, sobre todo, cuando se trate de tomar una decisión, basarse en hechos reales. Eso es lo que ha dicho, con claridad, Humala. Que haya metidas de pata o acciones que nos disgusten no significa que no debamos o no podamos reconocer los aciertos: esta respuesta es acertada.

Ojo: como ya se habrán dado cuenta, yo no soy precisamente un simpatizante ni menos seguidor de este gobierno. Pero, aparentemente, hay quienes están predispuestos (creo que hasta con oráculo incorporado) para encontrar motivos de indignación o, eventualmente, de aplauso anticipado. Ah las anteojeras!

Alguien ha dicho que Humala, en este asunto, no es "proactivo". En temas como este del indulto, amigos, ser proactivo no es anticiparse irresponsablemente a un fallo, a una decisión, que debe darse, sí o sí, solo si hay una solicitud de por medio. Ser proactivo es, básicamente, tener capacidad de iniciativa para hacer las cosas y, sobre todo, hacerlas bien. La respuesta de un presidente, en casos como este se da, se debe dar, con un sí o con un no, no ante la pregunta anticipada de un periodista, sino ante la solicitud de la parte interesada. Y esta respuesta, es decir, la decisión que se tome tiene que ocurrir rotundamente pero a partir de una muy cuidadosa reflexión: analizar las razones del pedido, asegurarse de que las condiciones que el beneficiario potencial presenta son convincentes, compulsar incluso los "pros" y los "contras" en el aspecto político (en otras palabras: "le conviene o no le conviene a mi gobierno y a la estabilidad democrática del país"). Y, sobre todo, es una decisión constitucional y moralmente propia del presidente como individuo. Y no tiene que haber precisamente, como equivocadamente se afirma por todas partes, razones de carácter humanitario o de otra índole para que el presidente estampe su firma en el documento correspondiente. Es decir, nos guste o no, incluso podría darse, tras admitir una solicitud, por simple "capricho" presidencial. La Constitución Política le da esa facultad, esa potestad; es su derecho.

A muchos les parece, a mí también, algo arbitrario, inadmisible, pero es así, pues. Lo demás es un tema hepático, de indignación, etc., etc. No de Derecho.

"Ah, pero este no es cualquier caso; se trata de un reo condenado por crímenes de lesa humanidad", agregan. La calidad o laya del reo o de sus delitos, por más graves que sean, no puede ser motivo para que un presidente meta la pata con declaraciones irresponsables dadas con una innecesaria e imprudente anticipación.

Es la decisión que en su momento tome, la que debe ser cuestionada. Querer aplaudir o cuestionar a un presidente anticipadamente es, como ya lo dije, estar predispuestos a la indignación o el aplauso cuando la actuación aún no ha comenzado: "Ya sé lo que vas a hacer, so desgraciado, por eso te maldigo!" o, de otro modo: "Qué bueno, te felicito hermano, porque estoy seguro de que tu gobierno va a ser bueno."

Mirar donde no hay y encontrar lo que no existe, es adivinación. Y negarse a aceptar lo que es evidente, es tener anteojeras.