Leí a Mao hace
muchos años y aún conservo sus libros. Como a casi todos los jóvenes, a mí
también me encandiló. Luego me di cuenta de que, salvo lo extraordinario de
aquello que se conoció como “La Gran Marcha” y también sus lecciones de
estrategia militar, nada bueno se encontraba allí. No soy revolucionario, claro
que no lo soy; decir que lo soy sería un exceso de audacia e inmodestia
(revolucionario no es quien se autodefine así, sino quien hace la revolución).
Pero no me opongo a los cambios revolucionarios. He crecido (desde la secundaria)
abrazando esa causa que me parece noble. Pero la realidad me ha mostrado, como
a muchos, una verdad abominable: el aprovechamiento malsano de los ideales por
parte de -prácticamente todos- los que llegaron a entronizarse en el poder y lo
convirtieron en un virtual y real botín, desempeñando ellos -amparados en la
esperanza de los pueblos y haciendo uso de discursos conmovedores, persuasivos
y convincentes, y también de las armas y en algunos casos del poder económico
como el petróleo- un reprobable y asqueroso papel de dictadores (que, repito,
gracias a Dios, ya son pocos) en pueblos que solo ganaron empobrecimiento. Es
decir, la realidad desmintió a la ideología. Si tú quieres (como es evidente)
seguir insultándome con aquello de "reaccionario" (porque realmente
es un insulto), hazlo y serás seguramente feliz. Yo soy dueño de mis ideas e
ideales, es decir, soy libre. Nunca he actuado ni actuaré movido por consignas,
pautas, dogmas, directivas u órdenes. Y es posible que pueda estar equivocado y
que la razón indiscutible, inamovible y absolutamente válida, esté en quienes
piensan distinto a como pienso yo; pero, al menos, mi presunta torpeza tiene y
tendrá siempre un amparo, que es más valioso que cualquier cosa, eso que ya
mencioné: la insobornable libertad. Yo puedo estar en desacuerdo con las
opiniones de mis amigos, pero no jamás las atacaré ni menos les lanzaré insultos,
y tampoco pondré en entredicho su calidad personal. Y nadie "se me
cae" por pensar diferente de como pienso yo; al contrario, me parecen
personas admirables, respetables y dignas. La diversidad enseña, enriquece (no
sé si a todos, pero a mí sí). ¿Sabes qué es lo que les hace falta a algunos? La
humildad y la tolerancia. Tú tienes todo lo bueno; pero a mí tal vez me sobra
todo lo malo. ¡Un abrazo!
Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.