miércoles, 7 de diciembre de 2011

RESPUESTA A UNA AMIGA QUE ME LLAMÓ REACCIONARIO (Y ME RECOMENDÓ QUE LEYERA A MAO)

Leí a Mao hace muchos años y aún conservo sus libros. Como a casi todos los jóvenes, a mí también me encandiló. Luego me di cuenta de que, salvo lo extraordinario de aquello que se conoció como “La Gran Marcha” y también sus lecciones de estrategia militar, nada bueno se encontraba allí. No soy revolucionario, claro que no lo soy; decir que lo soy sería un exceso de audacia e inmodestia (revolucionario no es quien se autodefine así, sino quien hace la revolución). Pero no me opongo a los cambios revolucionarios. He crecido (desde la secundaria) abrazando esa causa que me parece noble. Pero la realidad me ha mostrado, como a muchos, una verdad abominable: el aprovechamiento malsano de los ideales por parte de -prácticamente todos- los que llegaron a entronizarse en el poder y lo convirtieron en un virtual y real botín, desempeñando ellos -amparados en la esperanza de los pueblos y haciendo uso de discursos conmovedores, persuasivos y convincentes, y también de las armas y en algunos casos del poder económico como el petróleo- un reprobable y asqueroso papel de dictadores (que, repito, gracias a Dios, ya son pocos) en pueblos que solo ganaron empobrecimiento. Es decir, la realidad desmintió a la ideología. Si tú quieres (como es evidente) seguir insultándome con aquello de "reaccionario" (porque realmente es un insulto), hazlo y serás seguramente feliz. Yo soy dueño de mis ideas e ideales, es decir, soy libre. Nunca he actuado ni actuaré movido por consignas, pautas, dogmas, directivas u órdenes. Y es posible que pueda estar equivocado y que la razón indiscutible, inamovible y absolutamente válida, esté en quienes piensan distinto a como pienso yo; pero, al menos, mi presunta torpeza tiene y tendrá siempre un amparo, que es más valioso que cualquier cosa, eso que ya mencioné: la insobornable libertad. Yo puedo estar en desacuerdo con las opiniones de mis amigos, pero no jamás las atacaré ni menos les lanzaré insultos, y tampoco pondré en entredicho su calidad personal. Y nadie "se me cae" por pensar diferente de como pienso yo; al contrario, me parecen personas admirables, respetables y dignas. La diversidad enseña, enriquece (no sé si a todos, pero a mí sí). ¿Sabes qué es lo que les hace falta a algunos? La humildad y la tolerancia. Tú tienes todo lo bueno; pero a mí tal vez me sobra todo lo malo. ¡Un abrazo!