domingo, 3 de diciembre de 2023

"SOLO DAMOS PROTECCION": UN BREVE ACERCAMIENTO A LA NARRATIVA DE FRANSILES GALLARDO

Lo narré a través del Facebook y hoy lo vuelvo a contar, aquí. Hace algún tiempo (concretamente, a fines de setiembre del 2021: lo recuerdo porque justamente fue entonces cuando lo conté), en el bus en que regresaba desde La Molina, después de ver unos asuntos en la Fiscalía Provincial Penal, compartí asiento con un arquitecto y empresario de la construcción, con quien me puse a conversar durante un largo rato. Me habló de algunos importantes proyectos en los que había intervenido y de las dificultades y peligros que tuvo que sortear debido, especialmente, al asedio de delincuentes extorsionadores que, obviamente con amenazas, exigían cupos; fueron, pues terribles las circunstancias que vivió. “Y supongo que usted hizo algo para protegerse y no terminar siendo víctima fatal de esos malandrines”, le dije. Así fue. Contrató a una persona que durante algún tiempo le proporcionó la seguridad que necesitaba, con gente experta en esos menesteres, que (creo que es obvio) eran "maleados", gente del hampa. Me dio el nombre del sujeto. “¿Caracho, qué chico es el mundo -le dije-, ¡yo conozco a ese tipo!”. El arquitecto, que era un hombre de edad avanzada, me corrigió: "No lo conoce; más bien, lo conoció". Efectivamente, debí haber hablado en pasado. El tipo que le dio seguridad solía presentarse como un bondadoso “hermano evangélico” y hasta llegó a fungir de empresario televisivo, dirigiendo un canal de televisión por Internet y relacionándose con personajes conocidos de la farándula local, y era "muy respetado". 

Yo lo conocí hace, más o menos, unos veinte años; cuando un amigo mío me pidió que lo acompañara a una oficina en un edificio de cuatro pisos frente a una dependencia del Poder Judicial, en La Molina; y, según me enteré después, el tipo se había adueñado de ese edificio, sabe Dios cómo, arrebatándole a una señora de edad avanzada. Mi amigo me dijo que aquel hombre era una persona preocupada por trabajar en favor de la gente desocupada de Manchay y que le había pedido que formara parte del “sindicato” que estaba organizando. Y, bueno, llegamos a su oficina y lo conocí. 

Después de presentármelo, mi amigo le comentó que yo era poeta. “Ah, qué interesante”, dijo el tipo. “¿Y por qué no se anima usted a colaborar con nosotros en asuntos culturales?”, y agregó que mi amigo había aceptado darle apoyo en el “rubro de deportes”. Le contesté que iba a pensarlo y que pronto tomaría una decisión al respecto. Finalmente, nos despedimos. 

Cuando bajamos, de frente y sin anestesia, le dije a mi amigo: “¿Y cómo diablos has terminado relacionándote con este tipo? Este es un delincuente. ¡Lo que él llama 'sindicato' no es más que una organización criminal de extorsionadores!”. Lo dije con plena seguridad, porque -mientras conversábamos- el personaje afirmó que el mentado "sindicato de desocupados", con el cual habrían de “gestionar” trabajo para sus asociados no iba a tener “pierde”, porque “contamos con una batería brava”, agregó; y al mencionar los nombres de los integrantes de esa “batería brava”, ¡bingo!, saltó -como era casi previsible- un nombre que resultó clave: el “loco Aldo” (que era un prontuariado delincuente peruano, integrante de “los destructores”, una de las más peligrosas bandas chalacas). Sorprendido, mi amigo comprendió todo y, felizmente, resolvió romper contacto definitivo con aquel pintoresco personaje dizque organizador de "sindicatos", "seguidor" de Jehová, y que aparentaba ser una mansa paloma); yo, naturalmente, tampoco supe más de él hasta el día ese, del 2021, cuando conversé con el arquitecto y empresario, en el bus que nos traía desde La Molina. 

¿Por qué he recordado esto? Pues, porque acabo de leer unos bellos y también conmovedores relatos en los cuales se aborda precisamente el asunto de las extorsiones en la construcción civil, que es una terrible situación a la que tienen que enfrentarse, casi cotidianamente, en Lima y provincias, los empresarios, ingenieros y trabajadores, dedicados a la hechura de puentes, edificios, colegios, carreteras, etc. 

Relatos, cada uno de ellos con título propio y, en cierto modo, con autonomía propia, que -sin embargo- en conjunto conforman una verdadera novela, elaborada como una suerte de homenaje a aquellos hombres que usan casco blanco y que, como solemos decir coloquialmente y con acierto, “se la juegan” por el bienestar de los demás: los ingenieros, hombres preocupados “del estar bien”, como se dice en este libro). ¿Cómo se llama el conjunto de textos al que me refiero? Precisamente CASCOS BLANCOS Extorsiones en construcción civil. Un libro que realmente hacía falta. Su autor: el poeta e ingeniero cajamarquino Fransiles Gallardo; autor, también, de los trabajos narrativos Aguas arriba, Puka Yaku: Río de Sangre y Entre dos fuegos: Historias de ingenieros; en poesía: 9 Nueves, Estremecido gato montés, Arco Iris de Magdalena y Ventisca tu (des) amor; y el nutrido, meticuloso e integral estudio, acerca de la primera obra de ingeniería hidráulica en el Perú, Kumpy Mayu, construida hace 3500 años. 

Estos relatos están escritos con un lenguaje sencillo, directo, conversacional y ameno, en el rico e impuro castellano del Perú. A pesar de las situaciones dramáticas y extremadamente peligrosas de las que se ocupan y nos cuentan, no dejan de poner de manifiesto el oportuno y saludable toque de ironía y buen humor, que no se encuentra en la árida seriedad académica de otros autores. Es que se trata de literatura, pues; y, como sabemos, la literatura es el ejercicio de la libertad y, como tal, goza de la licencia, inalienable e insobornable, de -incluso- ponerle al mundo patas arriba; quiero decir, darle vuelta a todo: poner belleza donde hay fealdad, del dolor hacer brotar una sonrisa, darle una luz de esperanza al desfallecimiento, hacer que la vida sea más llevadera, darnos felicidad, y más, mucho más. 

Y la escritura de Fransiles Gallardo es esto, sin lugar a dudas: literatura del optimismo, que nos dice que, a pesar de las peripecias y el caminar al filo de la navaja (es decir, los peligros), el trabajo de los ingenieros es y será exultante y siempre valioso. “Los temporales, las ventiscas, las inclemencias, la incertidumbre, nada conmina, nada detiene”, afirma el autor en una de las primeras páginas, como un canto de fe; y no hay error en tal afirmación. 

Castellano impuro del Perú, dije, y lo reafirmo. Aquí unas muestras. Esta que es una expresión trujilllana: "Nos aprimeraron esos pendejos"; o sea, "nos adelantaron". Díganme si no es un verbo lindo. O esta, muy nuestra: "Lo lornearon", cuyo significado es, dicho también popularmente, "le hicieron el zonzo". Y esta que, aunque no es nuestra, es muy significativa y en gran medida se relaciona con el mundo del hampa: "Por los alrededores han abierto bares y puticlubes al paso" (antros nocturnos donde frecuentan mujeres de "la vida alegre"). O la que sigue: "Mis chalecos están atentos ante cualquier agresivo movimiento"; es decir, "mis guardaespaldas". “Fierros cortos y largos para parar y pechar las broncas”: enfrentar y devolver las agresiones. “Caminar rengo, rengo”; o sea, cojeando. Bello y sugestivo el castellano nuestro, sin duda. 

La literatura no es ni tiene que ser, precisamente, un testimonio, digamos, "fotográfico", no es la constancia periodística ni menos sociológica destinada a ofrecernos información fehaciente de la realidad; sin embargo, tiene la virtud de ayudarnos a conocerla en sus más increíbles, pintorescos y, también, sórdidos intersticios, a pesar de que su finalidad es estrictamente estética. Es lo que, precisamente, constatamos en este libro. No solo estamos ante una suerte de denuncia y puesta en alerta respecto de hechos que deberían, si se quiere, escarapelarnos (la criminalidad cada vez más desalmada en nuestro medio, y los empresarios, profesionales y trabajadores expuestos diariamente al peligro); es, igualmente (y yo lo resalto de modo especial), un documento lingüístico de gran valor para investigadores interesados en lexicología. 

Hablé del sentido del humor. Claro. En uno de los primeros relatos encontramos a un malandro (quiero decir, un delincuente), que "por coincidencias de la vida", los policías -que no conocían su nombre real- le pusieron el apodo de "Malocho". ¿Se imaginan a qué "coincidencias de la vida" se hace referencia? A estas: "... cuando lo redujeron, le sacaron la mierda a golpes y le quebraron ocho huesos; estuvo ocho semanas hospitalizado y lo sentenciaron a ocho años de cárcel por agresión a ocho policías...". Casi todo se junta allí: delincuencia, abuso policial, drama, hilarante imaginación. 

Pero el libro también da cuenta del humor cínico que brota de la creatividad perversa de la gente de los bajos fondos, como esta desbarrancada explicación que da un delincuente: "Dicen que extorsionamos, ingeniero; eso no es cierto. Solo damos protección". 

Desvergonzada y cruel protección. ¿Protección frente a qué peligros? A los que los mismos "protectores" generan; en otras palabras: "Si no cumples con lo que exigimos, te atienes a las consecuencias". Amedrentamiento sin asco. Lo dice un personaje, en el libro: "Amedrentar a los ingenieros es fácil, los llamas por teléfono y les dices que conoces a su mujer, a sus hijos, dónde estudian, qué hacen, etc., etc."; “a los gerentes, igual: les metes miedo y si se ponen machos, les dejas una corona de flores con una tarjeta en la puerta de su casa, y asunto arreglado”. Tenebroso, realmente. 

Pero el crimen no solo atenta contra la integridad de los demás: también convierte en víctimas a la gente de su propio mundo; casi siempre, a través de lo que se conoce como "ajuste de cuentas", que son asesinatos por venganza, debido al incumplimiento de algún compromiso o una deuda o porque, como se dice en el mundo del hampa, “lo cerraron con un billete”; o en enfrentamientos entre bandas, como ocurrió con el evangélico extorsionador que en el libro aparece como fundador del grupo sindical llamado “los desocupados de Villa El Salvador”: “… hace dos días se enfrentó a balazos, pedradas y palazos con los integrantes del sindicato de construcción civil de Pachacámac” y, como era de esperarse, terminó muerto. Es que “El crimen no perdona, dicen. Dios tampoco…”. 

No sé si el tipo del que hablé al principio de esta nota -aquel que hablaba de la “batería brava” con que contaba su “sindicato”- sabía que “el crimen no perdona”, pero lo cierto es que, como el evangélico de la narración, también terminó asesinado, aparentemente en un “ajuste de cuentas”. Es lo que me contó el arquitecto y empresario con el que conversé después de haber salido de la Fiscalía Provincial Penal de La Molina (y eso es por lo que me indicó que, al referirme al personaje mencionado, debía hablar en pasado); su muerte, según me dijo, ocurrió el año 2018, y su cadáver, con uno de los brazos seccionado, apareció abandonado cerca del río Lurín, en Pachacámac: sin duda, sus victimarios se encarnizaron con él. 

Las historias de los veintitrés relatos que conforman este libro corresponden a hechos más o menos similares al que acabo de referir, y son contadas con el encanto de la rudeza y la belleza de lo hosco; es decir, directamente, con el lenguaje de la calle, para ser leídas con fruición, deleite y asombro. 

Estoy convencido de que esta, la de CASCOS BLANCOS Extorsiones en construcción civil, que es, prácticamente, una novela, es literatura indispensable, valiosa y saludable, que yo celebro sin reservas y con entusiasmo y placer. Repito: un libro que hacía falta, realmente. 

© Bernardo Rafael Álvarez

 2 de mayo del 2023

sábado, 11 de noviembre de 2023

¡KACHKANIRAQMI, EUGENIO!

EL POEMA OLVIDADO QUE YEVTUSHENKO ESCRIBIÓ EN HOMENAJE A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

El 2 de abril del 2017, es decir, un día después del fallecimiento del poeta, mi queridísima amiga Rosina Valcárcel publicó un sentido artículo en el que, como “coda”, puso lo siguiente: «El poeta Bernardo Rafael Álvarez cuenta: Hace más de cuarenta años, aquí en Lima escribió un bello y conmovedor poema a José María Arguedas que, lamentablemente, nadie recuerda. Yo lo tuve guardado (fue publicado en un diario de la época), pero, uf, no sé qué pasó». Efectivamente: nadie lo recordaba, salvo yo.  

Bueno, después de que, hace poquísimos meses, el 19 de agosto de este 2023, Eduardo González Viaña contara, también en un artículo, que a principios de los setentas acompañó al poeta en su visita a la tumba del autor de «Los ríos profundos», yo volví a recordar aquello que le conté a Rosina y me propuse, a como dé lugar, encontrar el poema aludido y, ¿saben una cosa? Otra vez -hasta hace, prácticamente, unas horas- volví a preguntar a un gran número de intelectuales peruanos, mientras, naturalmente, yo ya había empezado la búsqueda en la Biblioteca Nacional. Creí encontrar, tras la pregunta, la respuesta buscada, pero no: para todos seguía siendo un misterio aquello del poema que yo leí cuando cursaba el quinto año de secundaria, en el San Juan de Trujillo.  

Pero ya, ¡por fin!, tras varias y perseverantes sesiones en los archivos de la Biblioteca Nacional, logré -después de cincuenta y dos años- lo que esperaba: ¡encontré el bendito y entrañable poema! Y, ¿saben una cosa?, me sentí no solo aliviado, sino feliz, y comencé a llamar a mis amigos para darles la noticia.  

Se trataba, repito, de un poema dedicado al taita, y su título -directo- era este: «A LA MEMORIA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS»; fue (como aparece dicho al pie del texto) escrito, exactamente, el 19 de mayo de 1971, en Machu Picchu (y no en Lima como erradamente yo recordaba); y lo hizo después de haber recorrido, más o menos durante un mes, algunos lugares importantes del Perú.  

¿De quién estoy hablando? Pues, de uno de los poetas rusos más queridos, que yo más quiero y admiro; aquel que, a pesar de todo (o, aunque parezca increíble), le rendía un culto sin límites a la libertad, como lo demuestran estos versos rotundos, escritos el año 2004: «Ni siquiera en la muerte confiaré en ningún ismo” / yo, otra vez joven y siempre libre, / arriesgando la vida, sonriente y fuerte, / volveré a caminar por el tejado, / o de lo contrario, no soy un poeta» (del poema: «Caminando sobre el tejado»). Un poeta cuyo nombre, en 1994, fue asignado al planeta 4234, que fuera descubierto en 1978. 

Este poeta amó la memoria de José María Arguedas. Por ello, cuando en 1971 llegó al Perú, casi un año y medio después de haber muerto el taita, le dedicó un poema escrito directamente en castellano, en el que le dice, significativamente, en unos primeros versos, lo siguiente: «Entre las flores pálidas, / dentro del muro tú te hundes. / Tú has nacido aquí, / y aquí te quedas, / como la roca cansada / por encima de los ríos profundos”. Aquí, como es evidente, hay una referencia a César Vallejo (por lo de la «piedra cansada», digo) y también a la más bella novela del narrador andahuaylino que falleció el 2 de diciembre de 1969. Luego -obviamente, en alusión al muy celebrado poema arguediano «Llamado a algunos doctores»- dice que el viento «en quechua canta» y agrega: «Para el viento es difícil / el castellano de las oficinas». Posteriormente -fiel a sus convicciones libertarias, y a despecho de las circunstancias que le tocó vivir: ser ciudadano soviético-, como un alegato a la libertad, dice: «Pero el globo de la tierra / todavía está lleno de cuarteles / y de cárceles / que son las casas de descanso / de los mejores poetas del mundo». Versos más abajo, el poeta habla de «luchar» y también de «guerrillas», pero, no como apología a enfrentamientos de violencia, sangre y muerte, sino todo lo contrario; leamos: «La bondad que no es gritona / es una guerrilla más grande», y antes había dicho: «Pero las armas de hierro / no siempre son la salida» y, además, agrega este contundente reconocimiento: «Tú fuiste simplemente bondadoso / José María, / wayqey amado».  

El poema, de noventa y dos versos, culmina, inapelablemente, así: «Y yo te prometo con toda mi alma, José María, yo te juro / que el futuro / no está más allá del futuro!». Su autor, el hijo de Zinaída Yermolaievna Yevtushenko, mujer rusa que le dio su apellido, fue -ya es tiempo de decirlo-  el gran poeta Yevgeni (o Eugenio, para nosotros) Yevtushenko, nacido el 18 de julio de 1932 y muerto (aunque, realmente sigue vivo) el 1 de abril del 2017.  

(De este poeta, que -emocionado, vigorosamente y lleno de ternura, como me contaba Jorge Pimentel, el fundador de Hora Zero-, leyó su poesía en lo que fue el cine Colón, en la Plaza San Martín, todo el mundo solo recordaba aquel medio romanticón poema llamado «La peruana», o «Mi peruanita» que -también en castellano- fue escrito, si no me equivoco, en 1984, en Argentina; pero, lo digo una vez más, nadie sabía -o nadie se acordaba- del valioso poema dedicado al taita José María Arguedas y que apareció publicado en el diario Expreso, el domingo 30 de mayo de 1971).                                         

                                                  11/11/2023

© Bernardo Rafael Álvarez

 

                              ***

 

Aquí el poema reencontrado de Yevtushenko:

 

       A LA MEMORIA DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

 

ESTE poema a ti, José María Arguedas.

Entre las flores pálidas,

                                          dentro del muro tú te hundes

Tú has nacido aquí,

                                      y aquí tú te quedas,

como la roca cansada,

                                 por encima de los ríos profundos.

Tú estás como siempre, sano.

                                                   Es mejor que parecer un santo.

¿Tú estás de acuerdo conmigo?

                                                  Si estás, tu cabeza inclina.

José María, ¿tú oyes?

                                  El viento en quechua, canta.

Para el viento es difícil

                                    el castellano de las oficinas.

Yo te veo,

                       te siento,

                                            te respiro.

                                                              Tú, como la tierra amarga, hueles.

Tú supieras como las sierras

                                                  que amparan a cualquier vagabundo.

Pero el globo de la tierra

                                           todavía está lleno de cuarteles y de cárceles,

                                         que son las casas de descanso 

                     de los mejores poetas del mundo.

El futuro se hace con las manos,

                                                        pero sin guantes.

Sí el pasado es un río profundo,

                                                       el futuro es más profundo río.

Yo desprecio la gente

                                     que muy bien acomodada

                                                                                   en los restaurantes

con sus armas de vidrio

                                      grita

                                              “¡Arriba! ¡Arriba!”.

Pero las armas de hierro

                                         no siempre son la salida.

Hay que profundizarnos.

                                        Hay que crearnos

                                                                     a nosotros mismos.

 

Tú sabes, José María,

                                     José María querido,

cómo sufre la tierra

                                 durante los sismos.

¿Qué hacer? Yo estoy buscando,

                                                     como busca el fusil, un verbo.

Hay un verbo un poco banal,

                                                pero si es sincero,

 este verbo es fresco,

                                    como la sangre,

                                                              como la yerba,

           este verbo es LUCHAR.

                                                  Este verbo es un guerrillero.

Tú fuiste un guerrillero,

                                       guerrillero que estuvo desarmado

                   en la selva de las mentiras, en la selva del odio con su cata de farsante.

Tú fuiste simplemente bondadoso,

                                                            José María,

                                                                          wayqey, amado.

La bondad que no es gritona

                                                es una guerrilla más grande.

Y gritones de los restaurantes

                                                   con cabezas de chirimoya,

acomodándose

                           en su agradable niebla,

no entienden

                      que los Pizarros no robaron

                                                                    solamente la única joya.

Esta joya

              es el corazón de la tierra inca,

                                                                el corazón del pueblo.

¡Menos palabrería!

                               Todo esto es una basura.

Hay que servir al futuro,

                                        o ruso, o peruano.

Pero tal vez el futuro

                                  con toda su hermosura

se resbala de nuestras manos

                                                como una asustada rana.

Y cada uno de nosotros

                                       debe ser un río,

                                                                un profundo río

para unirnos en el océano

                                          que nos llama,

                                                                         nos llama.

Y yo te prometo con toda mi alma,

                                                             José María, yo te juro

que el futuro

                       no está más allá

                                                    del futuro!

 

 

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Escrito en castellano, el 19 de mayo de 1971, en Machu Picchu

 


sábado, 14 de octubre de 2023

CENTRO PALLASCA: ANIVERSARIO (UNAS CUANTAS PALABRAS)

Es –si no la más antigua- una de las instituciones provincianas con mayor edad en Lima. Nació, como todas, con un propósito noble: mantener vivas la tradición y las costumbres del terruño amado en la mente y el corazón de los residentes en la Capital y, además y sobre todo, fomentar y fortalecer el acercamiento, la unidad y los buenos sentimientos entre todos los paisanos.

Creo que no hay forma de demostrarlo documentalmente, debido a que el acta correspondiente solo ha llegado hasta nuestros días solo fragmentariamente (por culpa del tiempo, obviamente), es decir, en forma incompleta y es, en concreto, la parte aquella con la fecha lo que nos falta. Sin embargo, todo indica, y no hay duda al respecto (gracias a testimonios fidedignos, veraces), que nuestra Institución fue fundada el 18 de octubre de 1922. Fue un grupo relativamente pequeño de Pallasquinos el que lo hizo.  

Esta agrupación primigenia tuvo esta significativa y muy simbólica denominación: “Unión Fraternal de Pallasca”, y estuvo presidida (provisionalmente) por el señor Jacinto Robles. En sesión efectuada aquel ya lejano día, los allí presentes acordaron, en primer lugar, darle un nombre a la asociación en ciernes, y ese nombre fue el propuesto por quien diez días después sería elegido como el primer presidente oficial de la institución; era un poeta: don Manuel Pizarro Hidalgo.  

Hubo, según se deduce de la lectura del documento incompleto que ya mencioné (el acta), muchísimo entusiasmo y –como no podía ser de otra forma- muy buena voluntad; esto, por cierto, debido, indudablemente, a lo que es inherente a los pallasquinos: los buenos sentimientos, el amor por nuestra tierra. Es que los pallasquinos han sido, y felizmente siguen siendo, gente dispuesta a estar unida alrededor del cariño por nuestro pueblo, el culto a nuestro santo patrón, San Juan Bautista, y porque –hay que decirlo sin ambages- somos incomparablemente nostálgicos, lo cual no significa precisamente que seamos gente triste: la alegría es, en verdad, el sello inalienable de los pallasquinos, además de su bondad.  

Los fundadores de nuestra Institución fueron, en buena cuenta: Jacinto Robles (que presidió la primera reunión que hizo posible la constitución), Manuel Pizarro Hidalgo (el primer presidente elegido), y los señores Santiago Bocanegra, Juan Huerta, Amadeo Miranda, Dionicio Quiñones, Celso Celestino, Fidel Castro, Corpus Blas, Lorenzo Castro, Daniel Álvarez Barreto, Leoncio Quiñones, Nicanor Miranda, Fausto Salvador, Ricardo Monzón, Teodosio Brun y Cipriano Quiñones. Así, con ellos, nació el Centro Pallasca, el 18 de octubre de 1922; y la elección de la primera junta directiva se efectuó diez días después. Ellos -según información muy confiable a que he tenido acceso- solían reunirse en lo que es la cuadra seis del jirón Cañete, del centro de Lima: en el domicilio de nuestro paisano, el sastre Obdulio Valverde Orué.  

Y, desde entonces ya ha transcurrido un siglo, señores. El Centro Pallasca tiene la edad de Trilce, la obra cumbre de César Vallejo que, justamente, salió de la imprenta también en octubre de 1922 (el mismo mes en que fue fundada nuestra institución). Y, de verdad, hay razón para sentirnos felices de saber que el espíritu se mantiene igual: cariño, entusiasmo, cohesión, buenos deseos y esperanza, siempre.  

Gracias a Dios, a la inspiración de nuestro San Juan Bautista y a la perseverancia de entusiastas pallasquinos, dignos seguidores de don Manuel Pizarro Hidalgo y de Jacinto Robles y, naturalmente, de quienes los acompañaron durante aquella gesta para nosotros histórica, creo que podemos decir que –a pesar de los tropiezos, desencuentros y algunos paréntesis explicables- el Centro Pallasca sigue siendo el imprescindible punto de convergencia de los “chupabarros” en Lima y, en muchos momentos, un importante impulsor también del desarrollo de nuestro distrito. No podemos dejar de reconocer, sin embargo, porque es lo justo, la importancia y significación de las otras organizaciones pallasquinas en Lima, como la Orden de Caballeros de San Juan, la Asociación de Unificación Pallasquina (ADUPA), la Hermandad de San Juan Bautista, la Asociación de Damas de San Juan Bautista y una que, aunque ya no continúa en funciones, tuvo importante presencia hace algunos lustros: la Asociación de Damas de Santa Lucía. Mención especial merecen también nuestro paisano Leoncio Marcelo y su familia que, año tras año, organizan en San Juan de Lurigancho la festividad del Toro de Trapo. No podemos olvidar, tampoco, al Centro Social y Cultural Pallasca que en Chimbote también realiza obra importante. Y tampoco debemos dejar de recordar a las personas que, de distinta forma, aportaron también su cuota de estímulo realmente decisivo, y mencionaré solo algunos nombres, pidiendo disculpas por algunas involuntarias omisiones: Orestes Rodríguez, Wilfredo Alvarado, Ismael Gallarday, Wenseslao Villanueva, Corpus Blas, Alberto Ríos, Milciades Álvarez, Olinda Gálvez, Saúl Chacón, Orlando Álvarez, César Alvarado Araujo, Luis Rodríguez, Agustín Ninaquispe, Julio Pizarro López. Todos ellos –por su afán de hacer que la nostalgia por la tierra amada sea una suerte de motor de integración de la familia pallasquina en Lima- merecen, creo yo, un homenaje de reconocimiento y gratitud. 

Si algo, entre otras cosas, puede considerarse como una cualidad o característica del Centro Pallasca, además de sus preocupaciones estrictamente institucionales y de acercamiento entre los paisanos y amor por nuestra tierra, es el interés por la cultura y la información que puso de manifiesto a través de sus publicaciones. Esto comenzó, con gran entusiasmo, el 24 de junio de 1956, es decir, en la fecha jubilar de Pallasca. Aquel fue el día en que se puso en circulación –impreso en mimeógrafo- el primer número del llamado “Boletín Informativo del Centro Pallasca”, que tuvo como director a don Wenceslao Villanueva. La institución, entonces, estuvo presidida por nuestro inolvidable Orestes Rodríguez Campos.  

Años después, ya en 1977, gracias –especialmente- a la entusiasta iniciativa y estímulo de nuestros paisanos Milciades Álvarez, Saúl Chacón y Olinda Gálvez, se publicó “Actividades Pallasquinas”, revista que -según se lee en su portada- primigeniamente habría salido a la luz cuatro décadas antes: el 22 de junio de 1935. Lamentablemente, no hay forma de confirmar tal afirmación; pero es razonable creer que así fue, efectivamente.  

Vale recordar, también, que, durante aquellos días de la década de 1970, el Centro Pallasca logró materializar algo sumamente valioso y de gran significación: fue entonces (específicamente, el primero de abril de 1978, fecha de la entrega) cuando se adquirió una sede institucional amplia y bien ubicada, para los encuentros festivos de junio y otras actividades de carácter social: el local -en Santa Clara, distrito de Ate- al que se le dio, acertadamente, el nombre de “Tierra Pallasquina”. Esta adquisición, lamentablemente, no llegó a ser saneada como correspondía, y, por ello, hace varios años tuvo que interponerse una demanda judicial de prescripción adquisitiva de dominio que ojalá pronto (seamos optimistas, a pesar de las dificultades) tenga resultados satisfactorios; hagamos votos porque así sea. 

Hice referencia al primer boletín informativo del Centro Pallasca, aparecido en 1956. Bien. Creo que merece resaltarse que, en esa primera publicación institucional, se rindió un justo y merecido homenaje -como correspondía- a la memoria del presidente fundador, don Manuel Pizarro Hidalgo que fue, como ya lo dije antes, poeta. Se publicó uno de sus bellos poemas, el titulado “Los venados”, que fue escrito en julio de 1923, y cuyos primeros cuatro versos dicen esto, que es de una belleza extraordinaria: “De las cumbres más altivas vino el viento / y pasó por la llanura / desbocado, como loco de contento / desgreñando las melenas de la ubérrima espesura”. Muchos de los poemas de don Manuel fueron firmados con un seudónimo que podría hacer creer que se trataba de una alusión al filólogo e historiador español Ramón Menéndez Pidal: don Manuel firmaba como “Ramón Phidal” (claro, usando una “h” antes de la “i”); pero, no: en realidad, el “apellido” que inventó era solo la unión de la “P” de Pizarro, con las primeras dos sílabas de Hidalgo. Muy ingenioso, por cierto.  

En olor de poesía, pues, y con alegría y esperanza, además de gratitud por quienes nos precedieron -todos ellos pallasquinos de buena fe- cada 18 de octubre celebremos, amigos, los aniversarios de nuestro Centro Pallasca, la institución fraterna y solidaria que es de todos los pallasquinos, sin ninguna distinción, y nos une y seguirá uniéndonos en un ineludible propósito: mantener vivo el sentimiento de amor por nuestro bello terruño, y firme la voluntad por su bienestar permanente.

© Bernardo Rafael Álvarez

 


lunes, 25 de septiembre de 2023

COMO ERIZO

 

Había tocado su tallo

Y sentí sus hojas 

humedecidas por las lágrimas tiernas del rocío

Y la amé

como quien comete una imprudencia 

o una travesura

y fui torpe

La amé como a una copa de vino

aquella noche de intriga y temeridad

de oscuridad ingenua 

y resplandeciente 

con aroma de albahaca

en una ensalada capresse

y media luz


Sus hojas

como de parra incandescente

propiciaron el pecado más exultante

que se deslizó acezante y temeroso en su piel


Era real

Ya no

Hoy es luz de amanecer indeciso

que me inunda

y calma la sed

Tal vez la representación fatal 

de un olmo que ofrece fe

y también desesperanza 

y sueños frustrados que a regañadientes 

se alimentan de terquedad


¿Podré pedirle peras a ese olmo

que me quitó su sombra

y sólo monosílabos me regala

como un soplo de alma

libre de embustes?


Pera 

alta inalcanzable

sutil elevación de la indiferencia y el fuego apagado

del que solo han quedado cenizas

y sal al gusto en la llaga que propicia ausencias y lamentos

a pesar de que solo es un rostro 

una sonrisa

y el escamoteo medio infantil

del encuentro inesperado 

en estos días de temor y confinamiento


El tocar su tallo me enseñó a amar la soledad

como una resignación 

y a no escucharla ahora 

como antes

cuando amé como un ave con el ala dislocada


El camino continúa

y no ha de dejar de caminar Quien ha de detenerse soy yo 

siempre 

a despecho del rugido de los vientos alisios

como un girasol marchito y cabizbajo


como un erizo acobardado

                      ***                                                                                      

                                                   (Bernardo Rafael Álvarez)

                                                                            (11/11/2020)

                                                     

                                                                                           

jueves, 10 de agosto de 2023

VOYAGER 1

(Y yo, ¡dale y dale con mi poesía!)


Acaso este poema sea 

-aunque jamás ha de llegar tan lejos- 

como aquel disco de oro (Sound of Earth

que viaja dentro de una sonda espacial -Voyager 1- lanzada en 1977 

y que lleva saludos grabados en más de cincuenta idiomas, 

incluidos el español y el quechua, 

a ver si alguna vez cae en manos de alguna remota raza

allende el espacio interestelar.

No, mi poema no llegará tan lejos. Pero 

acaso como aquella sonda, 

este poema, disparado al aire, 

se extravíe, ebrio de sentimiento, 

en el universo abismal de la indiferencia

después de estrellarse ante la sonrisa complaciente, pero forzada, 

de alguien que sin duda lo expulsará 

como papel o trapo sucio al tacho de la basura. 

Así ha de ser, estoy convencido.

Pero yo, ¡dale otra vez con mi poesía! 

Terco como una mula. 

Solo porque una mirada bella 

y desconcertante 

me atrapó con su miel de luz y mentira, y me inspiró. 

Sonrisa desconcertante, sí,

pero congelada en una fotografía, y que jamás, lo juro, 

jamás he de ver de cerca, real. 

Sonrisa de mujer, de carne y hueso, y de sentimientos;

pero no aquí, frente a mis ojos, con su respiración y su piel, 

sino al otro lado del mundo, de mi mundo,

más allá de la pantalla incitante del celular. 

Con existencia inexistente. Virtual y borrosa, 

como los sueños de amaneceres imaginados, 

pero que aun así me hace feliz, tan solo por saberla 

y poder dibujarla en mis parpadeos,

en mis latidos

y en mis desvelos.

Y no, no es extravío ni precipicio,

tampoco las radiantes, esperanzadas y vertiginosas palabras 

-Kay pachamanta niytapas maytapas rimapallasta runa simipi

que lleva aquel disco en el Voyager 1;

pero sí es mi camino en laberinto y mi tardía ebriedad.

Y tiene un nombre. Y 

aunque sé que he de resignarme

a tener solo su nombre -bendición entre pesadillas- 

me quedaré estupefacto y extraviado,

con su ausencia que me eriza y cuartea la piel

como orgasmo de ángeles. Oh culto placer,

placer oculto.

 

(Y aquí yo, sin remedio ni brújula,

¡dale y dale con mi poesía, caracho!).

***

© Bernardo Rafael Álvarez

9/6/2021