miércoles, 29 de agosto de 2012

DELITO DE NEGACIONISMO, ABSURDO Y PELIGROSO PROYECTO DE LEY.


1:  Modestia aparte, fui el primero que se opuso a este absurdo proyecto de ley, cuando fue anunciado por primera vez, el pasado mes de marzo. Esto es lo que escribí y publiqué en La Mula, entonces (http://lamula.pe/2012/03/14/delito-de-negacionismo/doelarez):

“Según el Ministro de Justicia, el Ejecutivo propondrá la incorporación del negacionismo como delito.
El negacionismo sería, así, una figura penal caracterizada por la negación de los crímenes cometidos por grupos terroristas. Esta medida se daría en vista de que el delito de apología del terrorismo no dio lugar, en la práctica, a sanciones reales y efectivas. Es innegable que la propuesta en mención va a dar pie a más de una opinión (de apoyo y de discrepancia). En algunos países, como Alemania, el negacionismo es considerado un delito. Pero, sinceramente, aún a pesar de las respetables razones que sustentan tal cosa (y de las justificaciones que se pretenderían dar en nuestro país), creo que que se trata de una norma absurda, descabellada. El negar los crímenes, como los perpetrados por Sendero Luminoso, por ejemplo, no es una conducta que pueda -en un sano juicio- tipificarse como delito, pues corresponde simple y llanamente a una percepción, a una opinión, a un criterio, respecto de algo ocurrido y no respecto de lo que pudiera ocurrir en adelante. Nadie comete un crimen retroactivamente. Si yo dijera que la muerte de Edwin Elmore no fue un crimen, ¿acaso me convertiría en culpable de lo que hizo Chocano y debiera, por ello, ser perseguido? No. Esto solo correspondería a una visión distorsionada, equivocada y estúpida acerca de ese hecho. Y, como sabemos, la estupidez no es condenable. El negacionismo es, simplemente, eso: estupidez, ceguera histórica, nada más. Como dije en otro momento, el Estado tiene derecho a defenderse y a defender a la sociedad y por eso tiene en sus manos la facultad punitiva. Pero la defensa debe efectuarse bien, sin deficiencias ni excesos, y, sobre todo, con inteligencia. Sin atentar contra derechos básicos, respetándolos. La apología puede -con justa razón- ser un delito, porque no solo se comporta como defensa, sino como aliento, como apoyo a aquello que es dañino. En cambio, una interpretación de los hechos ocurridos a través de la historia, es solo el ejercicio (inteligente o -repito, y disculpen el exceso- estúpido) del derecho a pensar.”

2:  Aquí el pequeño monstruo que estaría por nacer: Proyecto de “Ley que incorpora el Artículño 316º-A al Código Penal”.

Dice: “Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de ocho años al que públicamente apruebe, justifique, niegue o minimice los delitos cometidos por integrantes de organizaciones terroristas, previstos en el artículo 2º del decreto Ley 25475 y establecidos en una sentencia judicial firme, de modo tal que el contenido de esas expresiones resulte idóneo y suficiente para cualquiera de los siguientes fines: a) Menospreciar, hostilizar u ofender gravemente a un colectivo social; b) Enaltecer a los responsables de dichos delitos; c) Propiciar o estimular la violencia terrorista; d) Servir como medio para adoctrinar con fines terroristas.” ¿Delito de “negacionismo” o de “apología del terrorismo”).

3:  Este es mi comentario actual, después de haber leído el Proyecto de Ley:

Es evidente que se están mezclando dos conceptos, dos delitos en uno. Aprobar o justificar un delito corresponde propiamente a lo que sería apología; el negacionismo se encontraría en negar o minimizarlo. Repito: dos conceptos jurídicos en uno.

Si el propósito de penalizar las opiniones enmarcadas en el “negacionismo” es en sí mismo algo absurdo e inconstitucional, establecer un vínculo, una especie de “maridaje” indisoluble (que se advierte en el artículo que se pretende agregar al Código Penal), entre negacionismo y apología, ya significa otra cosa: proponer un Estado policial, de persecución.

¿Cómo va a establecerse si una opinión propicia o no “la violencia terrorista” o si sirve o no “como medio para adoctrinar” con esos fines? Sin duda, quien determine tal cosa será la policía que, claro, responderá a los intereses del gobierno de turno.

Peligroso. Muy peligroso.

domingo, 19 de agosto de 2012

"Haikú"


"HAIKÚ"



Quise escribir un poema

que envolviera a los tres,
que hablara de sus virtudes
y travesuras
y probablemente de sus defectos que no veo
(no hay peor ciego que el que no quiere ver)
y, sin duda, del amor
que les tengo.
Sería, vamos a ver, un poema
con nombre propio
o nombres,
escrito contra la ley de mi universo
(hecha la ley, hecha la trampa).
Omar diría, entre paréntesis: "Igochicho
de miércoles,
Choncholí Chuvi, Chuvi",
Helder imitaría mi silbo: "Fidiú, fidiú...";
finalmente Igor, ajeno a todo
o dueño de todo,
ensuciaría pañales
con venerable insolencia.
Los tres iluminándome,
cual manojo de heliotropos.
La distancia hecha un espejo en pedazos
y mi corazón desconcertado
en medio del siniestro.

Pero, egoísta al fin, solo
pude escribir este pobre lamento:

"Oh hijos míos,
tonto y descalabrado
es... etcétera".

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De: "Toro de trapo y algunas otras deudas", 2003.)

domingo, 12 de agosto de 2012

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS



Puse en  mi “muro del Facebook lo siguiente:

Ayer (el jueves 9 de agosto) fue el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Parafraseando, inexactamente, a Pablo Guevara (a lo que en una oportunidad le dijo a Armando Arteaga), debo decir lo siguiente: Cuando los pueblos originarios hablen con su propia voz y no sean otros los que hablen por ellos o asuman oficiosamente -en actitud sobreprotectora y paternalista, es decir, mirándolos como de segunda clase, como minusválidos, como niños de cristal y, más aún, como si se tratara de su patrimonio particular-, ese día se habrá hecho realidad la inclusión tantas veces pregonada y lo que realmente significa empodramiento, y podremos decir que, por fin, su dignidad es plenamente respetada. El Indigenismo procuraba rescatar y resaltar los valores espirituales y materiales de los pueblos indígenas. Hoy (porque en verdad todavía hay indigenismo) lo que hace también -involuntariamente, por cierto, y con las mejores intenciones- es arrinconarlos y mantenerlos como simples objetos de admiración y curiosidad turística y de estudio antropológico y lingüístico y -en nombre de una suerte de protección excesivamente paternalista y hasta echando mano de razones ecológicas; también, repito, sin mala intención- negar su derecho a decidir sobre sí mismos y a evolucionar. Flaco favor el que les hacen.

Mi amiga “Sauria Rex”  me preguntó, qué les falta para ser más locuaces. Respondí:

No son locuaces simplemente porque están y se sienten arrinconados, como objetos de curiosidad, a los que se mira como los "hermanos menores" y, así, se les acompleja, se les asusta. Y, claro, el hablar no es precisamente una virtud, es simplemente una facultad, una capacidad, una cualidad; pero ser locuaces sí lo es. La locuacidad (mientras no se trate de un desborde verbal irrefrenable motivado por algún desorden mental o emocional) es signo de seguridad y libertad, de "empoderamiento". Y carece de locuacidad aquel por quien otro es el que habla. Eso pasa con todos o casi todos los pueblos llamados indígenas (y, ojo, esto no es una abstracción).

Intervino mi amigo Alex y, entre otras cosas, me dijo esto: “Sigo viendo en tu comentario la idea de la locuacidad como una obligación: "todo pueblo libre está OBLIGADO a ser locuaz, y si no es locuaz, no es libre" (…)Creo, querido amigo, que sería conveniente monitorear tu producción de endorfinas, no vayas a tener una sobredosis de bondad.” Yo respondí:

¿He dicho lo contrario a lo que afirmas, es decir, que "que todo pueblo libre tiene el derecho de serlo como le venga en gana"? Eso es algo que lo repito insistentemente desde hace mucho tiempo. Quienes se oponen a eso (insisto, sin mala intención, sino con las mejores intenciones -esas que cubren el camino al Infierno) son quienes se empeñan en "museificarlos", en mantenerlos como objetos de estudio y curiosidad, aquellos que hablan -con la lucidez de la ciudad, es decir, desde lejos y como tal, impropiamente- de no "tocarlos", de no dañarlos, de no contaminarlos, de conservarlos como una especie rara. Y, por otro lado, yo no he dicho, ni lo diría jamás, que los pueblos están "obligados" a ser locuaces; afirmar eso sería caer en aquello a lo que me opongo: tomar decisiones por ellos o a darles pautas o mandatos. No se trata de obligarlos a nada, sino de tratarlos de igual a igual. ¿Cuando vemos a una persona retraída, debemos obligarlo a hablar? No, lo que corresponde es darle confianza, hacerle comprender que no estamos por encima de él, que somos iguales. Y eso se logra sin actitudes ni comportamientos paternalistas o de sobreprotección, cosa que sí hacen las ONG que hablan de "inclusión" y de "empoderamiento" y, en la práctica, lo que logran es todo lo contrario o, mejor dicho, ellos son las que se empoderan o se hacen poderosas en nombre de la "bondad revolucionaria". Contra lo que estoy es precisamente contra eso que tu mirada -según parece, con necesidad de oculista- aparentemente ve en mí: la sobredosis de bondad. Y sobredosis de bondad es lo que veo en la insistencia enfermiza que muestran algunos medios que le dan duro y duro al tema del "reality" chileno, buscándole tres pies al gato, escudriñando con vehemencia y ansiedad morbosa en cada uno de los movimientos o sonidos emitidos por la boca de los protagonistas del programa del país del sur, con el fin de descubrir ofensas en lo que solo es un juego estúpido y de mal gusto.

sábado, 11 de agosto de 2012

CASI AL MODO DE MANUEL MORALES (CON PRÉSTAMOS INVOLUNTARIOS DE A. CISNEROS)

Amable y sabio era el viejo.

Y acertó.

La achuntó.

La partera de la historia. Efectivamente.

 

Y, como sabemos, la historia es el cuento

falso o verdadero

de lo que ocurrió

y no de lo que ha de ocurrir; no es futurología ni adivinación

azarosa.

Y Karl, el viejo amable y sabio, no era

futurólogo

ni adivino.

El pasado que vino después de él

lo traicionó,

feliz o lamentablemente 

no lo sé

pero ya no fue lo que había sido. Y no se dejó seducir 

por aquella vieja que de partera

pasó a ser comadrona abortera de barrio lumpen

haciendo que lo afirmado por el viejo Karl

se transformara en macabra teoría. Y nosotros

tontamente

nos quedamos tocando el tambor

o nuestro cuerno de hojalata

desnudos

al otro lado del mundo


sin saber decidir entre

la violencia

o la inteligencia.

       

(11 de agosto 2012/ 12:28 M.)