miércoles, 13 de noviembre de 2019

NUEVAS JODAS ELEMENTALES (CRONWELL JARA: BARROQUISMO DE NUEVO CUÑO) *

"Antinovela”. O lapidario (tratado mineralógico, generalmente relacionado con la magia y la astrología), o bestiario (compendio de animales fabulosos; libro sobre bestias).

A la manera de aquellos tratados medievales, pero, digamos, "a la inversa" (por lo de la jodienda, pues; porque de lo que menos puede ufanarse es de la adustez, y -además- porque no habla de grifos o dragones, ni de piedras misteriosas).

Es un rompeesquemas sin pudor ni piedad. Y unas ganas irremediables de no respetar las "normas de urbanidad" de Antonio Carreño. Incorregible, sin remedio. Contra la corriente. Contra los “buenos modales”. 

Estoy hablando, naturalmente, de un libro que me ha sorprendido tremendamente: Manifiesto de las jodas, publicado hace solo unos días (Ediciones
 Piratas Unidos, noviembre 2019), de Cronwell Jara Jiménez. ¿De qué otra cosa podría ser, a estas alturas?


Apenas le di un rapidísimo, violento y creo que decisivo vistazo, me di cuenta de eso que he dicho. Unos minutos antes había estado hojeando y ojeando otro libro, que me alcanzó mi amiga la poeta Lu Zúñiga Palomino (qué casualidad: precisamente un "bestiario"), y al toque pude advertir la extraña  y medio contrahecha familiaridad  o parentesco (exacto: contrahecha, esa es la palabra; porque no estamos ante semejanzas o derivaciones "patronímicas" o sucesorias, ni mucho menos) con este tipo de curiosos textos del Medioevo, especialmente por lo -digamos- heteróclito e inesperado de su construcción literaria. Eso es Manifiesto de las jodas, pues.

Es, en verdad, una suerte de lapo desacralizador, una bofetada; desborde legítimo de desenfado; apología y celebración irreverente de la joda y, claro, de la libertad, que es condición esencial en la literatura, en el trabajo creativo.

Y (¡agárrense! y báñense en agua bendita, cucufatos y castos, y celosos doctores "benedictinos", que aún existen)  esta, la de Cronwell Jara -aunque haya quienes quieran negarlo-, es alta literatura. Lo digo, pese a quien le pese.

La calidad -como resulta obvio con esta publicación- del trabajo literario de Jara no es reciente: viene desde aquellos maravillosos setentas (este “manifiesto” es un trabajo, precisamente, de esa década, de 1973; la publicación es de ahora). Y no huele a naftalina; es tan fresca como una carajeada a las tres de la madrugada, en pleno descubrimiento de una infidelidad.

Ah -ojito, ojito- para evitar dudas o murmuraciones, debo decir esto: Por si acaso -entiéndase bien-, alta literatura no es, no tiene que ser (nunca ha sido), solamente esa de la solemne seriedad, de las “nobles causas” o cosas por el estilo, ni solo aquella de “las caídas hondas de los Cristos del alma”; también, y sobre todo, la alegría está en las venas abiertas de la gran literatura, la carcajada. Y la de Cronwell Jara tiene de todo eso: Montacerdos, Patíbulo para un caballo, Hueso duro y, ahora… Manifiesto de las jodas (¿Para qué más?).

Cronwell Jara es, desde hace mucho rato, el hacedor (me atrevería a decir, sin equivocarme: el fundador) de la nueva narrativa peruana. Innovador, recontra innovador. ¿Alguien escribe, alguien ha escrito, como Cronwell Jara? No lo sé, pero de lo que estoy convencido es de que él no escribe como nuestros más celebrados narradores; manda al diablo -como debe ser- las normas, todas (incluso las "morales"). Porque eso es la literatura: el ejercicio impenitente, insobornable e insolente, de la libertad. Y esta, la de Cronwell, es libérrima. En ella vale el qué pero, también y sobre todo, el cómo. Decapita deidades, como Dios manda. Porque no solo es cosa de escribir bien (todo el mundo lo hace), sino de crear, no solo historias distintas sino formas diferentes de contarlas: el cabal deicidio de que hablaba Vargas Llosa. Eso es Manifiesto de las jodas: un matar a Dios (literariamente hablando, digo) y poner al diablo de gerente.

"¿Para qué más?", pregunté dentro de un paréntesis, ¿no es cierto? Bueno, la  verdad es que -contra todo pronóstico- viene mucho más. Hace muy poco fue anunciado (no precisamente por su autor: y tampoco con bombos y platillos, sino con tomatazos y casi plantones "revolucionarios") Patio de Letras, una novela que probablemente causará más de un dolor de cabeza y rabietas. A ajustarse los cinturones, entonces, porque todo indica que va a haber turbulencia, más de la que ya hubo con la entrega, hace poco, de apenas un pedazo de uno de sus capítulos.

[Ah, y a propósito, hablando de desubicados “tomatazos y plantones” contra la ficción literaria, pregunto: ¿Deberíamos, los profesionales del Derecho, reclamar, tal vez, un desagravio por aquello que está dicho en Manifiesto de las jodas: que –a diferencia de los buitres- los abogados, después de sangrarlos, terminamos comiendo vivos a los clientes? ¡Qué tal lisura, caracho! No, naturalmente que no; sería absurdo, sería estúpido, hacerlo, reclamar o exigir desagravios. Ficción es ficción; y quien no lo entiende, pues que se frote con Charcot, y punto. (Ya estamos grandecitos, ¿no?). Una novela es, fundamentalmente, ficción aunque tenga como referentes circunstancias reales; y no podemos pedir que "retrate" la realidad y menos indignarnos cuando, dizque, "falsea los hechos". No es una "hoja informativa" ni noticia periodística destinada a dar cuenta de determinado acontecimiento, y tampoco es un atestado policial ni nada por el estilo.]

¡Salud, Cronwell!, por este libro que es (creo que debí decirlo antes) una sólida muestra de la escritura cronweliana a la que, tal vez, podría caracterizarla como expresión de un barroquismo de nuevo cuño: literatura hecha aquicito nomás, en este Perú al que García Lorca -no sé por qué diablos- nombró como "de metal y melancolía".

                                                                                                        © Bernardo Rafael Álvarez