sábado, 14 de octubre de 2023

CENTRO PALLASCA: ANIVERSARIO (UNAS CUANTAS PALABRAS)

Es –si no la más antigua- una de las instituciones provincianas con mayor edad en Lima. Nació, como todas, con un propósito noble: mantener vivas la tradición y las costumbres del terruño amado en la mente y el corazón de los residentes en la Capital y, además y sobre todo, fomentar y fortalecer el acercamiento, la unidad y los buenos sentimientos entre todos los paisanos.

Creo que no hay forma de demostrarlo documentalmente, debido a que el acta correspondiente solo ha llegado hasta nuestros días solo fragmentariamente (por culpa del tiempo, obviamente), es decir, en forma incompleta y es, en concreto, la parte aquella con la fecha lo que nos falta. Sin embargo, todo indica, y no hay duda al respecto (gracias a testimonios fidedignos, veraces), que nuestra Institución fue fundada el 18 de octubre de 1922. Fue un grupo relativamente pequeño de Pallasquinos el que lo hizo.  

Esta agrupación primigenia tuvo esta significativa y muy simbólica denominación: “Unión Fraternal de Pallasca”, y estuvo presidida (provisionalmente) por el señor Jacinto Robles. En sesión efectuada aquel ya lejano día, los allí presentes acordaron, en primer lugar, darle un nombre a la asociación en ciernes, y ese nombre fue el propuesto por quien diez días después sería elegido como el primer presidente oficial de la institución; era un poeta: don Manuel Pizarro Hidalgo.  

Hubo, según se deduce de la lectura del documento incompleto que ya mencioné (el acta), muchísimo entusiasmo y –como no podía ser de otra forma- muy buena voluntad; esto, por cierto, debido, indudablemente, a lo que es inherente a los pallasquinos: los buenos sentimientos, el amor por nuestra tierra. Es que los pallasquinos han sido, y felizmente siguen siendo, gente dispuesta a estar unida alrededor del cariño por nuestro pueblo, el culto a nuestro santo patrón, San Juan Bautista, y porque –hay que decirlo sin ambages- somos incomparablemente nostálgicos, lo cual no significa precisamente que seamos gente triste: la alegría es, en verdad, el sello inalienable de los pallasquinos, además de su bondad.  

Los fundadores de nuestra Institución fueron, en buena cuenta: Jacinto Robles (que presidió la primera reunión que hizo posible la constitución), Manuel Pizarro Hidalgo (el primer presidente elegido), y los señores Santiago Bocanegra, Juan Huerta, Amadeo Miranda, Dionicio Quiñones, Celso Celestino, Fidel Castro, Corpus Blas, Lorenzo Castro, Daniel Álvarez Barreto, Leoncio Quiñones, Nicanor Miranda, Fausto Salvador, Ricardo Monzón, Teodosio Brun y Cipriano Quiñones. Así, con ellos, nació el Centro Pallasca, el 18 de octubre de 1922; y la elección de la primera junta directiva se efectuó diez días después. Ellos -según información muy confiable a que he tenido acceso- solían reunirse en lo que es la cuadra seis del jirón Cañete, del centro de Lima: en el domicilio de nuestro paisano, el sastre Obdulio Valverde Orué.  

Y, desde entonces ya ha transcurrido un siglo, señores. El Centro Pallasca tiene la edad de Trilce, la obra cumbre de César Vallejo que, justamente, salió de la imprenta también en octubre de 1922 (el mismo mes en que fue fundada nuestra institución). Y, de verdad, hay razón para sentirnos felices de saber que el espíritu se mantiene igual: cariño, entusiasmo, cohesión, buenos deseos y esperanza, siempre.  

Gracias a Dios, a la inspiración de nuestro San Juan Bautista y a la perseverancia de entusiastas pallasquinos, dignos seguidores de don Manuel Pizarro Hidalgo y de Jacinto Robles y, naturalmente, de quienes los acompañaron durante aquella gesta para nosotros histórica, creo que podemos decir que –a pesar de los tropiezos, desencuentros y algunos paréntesis explicables- el Centro Pallasca sigue siendo el imprescindible punto de convergencia de los “chupabarros” en Lima y, en muchos momentos, un importante impulsor también del desarrollo de nuestro distrito. No podemos dejar de reconocer, sin embargo, porque es lo justo, la importancia y significación de las otras organizaciones pallasquinas en Lima, como la Orden de Caballeros de San Juan, la Asociación de Unificación Pallasquina (ADUPA), la Hermandad de San Juan Bautista, la Asociación de Damas de San Juan Bautista y una que, aunque ya no continúa en funciones, tuvo importante presencia hace algunos lustros: la Asociación de Damas de Santa Lucía. Mención especial merecen también nuestro paisano Leoncio Marcelo y su familia que, año tras año, organizan en San Juan de Lurigancho la festividad del Toro de Trapo. No podemos olvidar, tampoco, al Centro Social y Cultural Pallasca que en Chimbote también realiza obra importante. Y tampoco debemos dejar de recordar a las personas que, de distinta forma, aportaron también su cuota de estímulo realmente decisivo, y mencionaré solo algunos nombres, pidiendo disculpas por algunas involuntarias omisiones: Orestes Rodríguez, Wilfredo Alvarado, Ismael Gallarday, Wenseslao Villanueva, Corpus Blas, Alberto Ríos, Milciades Álvarez, Olinda Gálvez, Saúl Chacón, Orlando Álvarez, César Alvarado Araujo, Luis Rodríguez, Agustín Ninaquispe, Julio Pizarro López. Todos ellos –por su afán de hacer que la nostalgia por la tierra amada sea una suerte de motor de integración de la familia pallasquina en Lima- merecen, creo yo, un homenaje de reconocimiento y gratitud. 

Si algo, entre otras cosas, puede considerarse como una cualidad o característica del Centro Pallasca, además de sus preocupaciones estrictamente institucionales y de acercamiento entre los paisanos y amor por nuestra tierra, es el interés por la cultura y la información que puso de manifiesto a través de sus publicaciones. Esto comenzó, con gran entusiasmo, el 24 de junio de 1956, es decir, en la fecha jubilar de Pallasca. Aquel fue el día en que se puso en circulación –impreso en mimeógrafo- el primer número del llamado “Boletín Informativo del Centro Pallasca”, que tuvo como director a don Wenceslao Villanueva. La institución, entonces, estuvo presidida por nuestro inolvidable Orestes Rodríguez Campos.  

Años después, ya en 1977, gracias –especialmente- a la entusiasta iniciativa y estímulo de nuestros paisanos Milciades Álvarez, Saúl Chacón y Olinda Gálvez, se publicó “Actividades Pallasquinas”, revista que -según se lee en su portada- primigeniamente habría salido a la luz cuatro décadas antes: el 22 de junio de 1935. Lamentablemente, no hay forma de confirmar tal afirmación; pero es razonable creer que así fue, efectivamente.  

Vale recordar, también, que, durante aquellos días de la década de 1970, el Centro Pallasca logró materializar algo sumamente valioso y de gran significación: fue entonces (específicamente, el primero de abril de 1978, fecha de la entrega) cuando se adquirió una sede institucional amplia y bien ubicada, para los encuentros festivos de junio y otras actividades de carácter social: el local -en Santa Clara, distrito de Ate- al que se le dio, acertadamente, el nombre de “Tierra Pallasquina”. Esta adquisición, lamentablemente, no llegó a ser saneada como correspondía, y, por ello, hace varios años tuvo que interponerse una demanda judicial de prescripción adquisitiva de dominio que ojalá pronto (seamos optimistas, a pesar de las dificultades) tenga resultados satisfactorios; hagamos votos porque así sea. 

Hice referencia al primer boletín informativo del Centro Pallasca, aparecido en 1956. Bien. Creo que merece resaltarse que, en esa primera publicación institucional, se rindió un justo y merecido homenaje -como correspondía- a la memoria del presidente fundador, don Manuel Pizarro Hidalgo que fue, como ya lo dije antes, poeta. Se publicó uno de sus bellos poemas, el titulado “Los venados”, que fue escrito en julio de 1923, y cuyos primeros cuatro versos dicen esto, que es de una belleza extraordinaria: “De las cumbres más altivas vino el viento / y pasó por la llanura / desbocado, como loco de contento / desgreñando las melenas de la ubérrima espesura”. Muchos de los poemas de don Manuel fueron firmados con un seudónimo que podría hacer creer que se trataba de una alusión al filólogo e historiador español Ramón Menéndez Pidal: don Manuel firmaba como “Ramón Phidal” (claro, usando una “h” antes de la “i”); pero, no: en realidad, el “apellido” que inventó era solo la unión de la “P” de Pizarro, con las primeras dos sílabas de Hidalgo. Muy ingenioso, por cierto.  

En olor de poesía, pues, y con alegría y esperanza, además de gratitud por quienes nos precedieron -todos ellos pallasquinos de buena fe- cada 18 de octubre celebremos, amigos, los aniversarios de nuestro Centro Pallasca, la institución fraterna y solidaria que es de todos los pallasquinos, sin ninguna distinción, y nos une y seguirá uniéndonos en un ineludible propósito: mantener vivo el sentimiento de amor por nuestro bello terruño, y firme la voluntad por su bienestar permanente.

© Bernardo Rafael Álvarez