jueves, 22 de septiembre de 2016

MI COMENTARIO IMPOPULAR: César Acuña: tesis de maestría con plagios.

Dice la Universidad de Lima*: "Ante la consulta de la opinión pública sobre EL RETIRO DEL GRADO ACADÉMICO, informamos que se trata de un PROCEDIMIENTO NO REGULADO POR LA LEY UNIVERSITARIA. Se necesitaría recurrir a fuentes supletorias del derecho y en este caso específico esperar el resultado de las investigaciones que realiza el Ministerio Público."

El grado (Maestro en Administración de la Educación) le fue otorgado a Acuña el 12 de marzo de 1997, es decir, hace cerca de veinte años.

El delito de plagio es reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de ocho años y noventa a ciento días multa" (Art. 219 del Código Penal).

"La acción penal prescribe en un tiempo igual al máximo de la pena fijada por la ley para el delito, si es privativa de libertad" (Código Penal, Art. 80).

En este caso, repito, han pasado cerca de veinte años. El asunto ya prescribió. Sería ilegal iniciar una acción penal al respecto.

Respecto del eventual "retiro del grado académico", no existe, como dice la Universidad, una norma que lo regule (ni menos que lo disponga o autorice). En derecho hay un principio básico: la legalidad. Todo acto debe estar sustentado y amparado por la ley. Sería una aberración -es mi opinión- recurrir a fuentes supletorias del derecho para ejercitar una acción sancionadora. Tampoco se puede actuar siguiendo el criterio de la analogía.

Al no existir una norma pertinente, la situación se tornaría favorable al personaje cuestionado. En latín se dice "Indubio pro reo".

Salvo mejor parecer, claro. 

Si hay alguien mejor ilustrado y con una opinión mejor fundamentada que pueda contradecir lo aquí afirmado, ¡adelante! Soy todo oídos.
 
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martes, 13 de septiembre de 2016

¿QUE LOS CURAS SE QUITEN LAS SOTANAS SI QUIEREN OPINAR?





Es evidente que, cuando se trata del tema del "Estado laico", hay gentes que quisieran que solo nosotros, "los de a pie" (abogados, médicos, obreros de construcción civil, amas de casa, empresarios, zapateros, etc.) debamos meternos y opinar en temas de política o en cualquier otra cosa (como, por ejemplo, los polémicos asuntos de los abortos, de las violaciones, de la unión civil o matrimonio homosexual), y los curas no. ¿Debemos obligarles a que se quiten la sotana si es que quieren ocuparse de estas cosas "que son ajenas a la religión"? Y, ahora, si -por ejemplo- los curas quisieran atreverse a opinar, ya directamente, sobre temas femeninos, ¿tendríamos (como una chiquilla deslenguada, virtualmente lo sugirió hace poco, y por ello hubo quienes la aplaudieron a rabiar) que obligarlos a que vayan a un hospital para que les implanten en el vientre un útero? ¿Qué está pasando, señores, en este siglo XXI en que -debemos suponer, ¿no?- la inteligencia debería estar alcanzando su mayor esplendor? ¿Nos estamos volviendo estúpidos? ¿No habrá por allí (como van las cosas, ya no sorprendería) alguien a quien se le ocurra recomendar que se les quite el derecho de hablar a los negros y a las mujeres, porque, tal vez, estén reinventando la teoría de que hay dos clases de humanos: inferiores y superiores? Y, bueno, siguiendo la corriente de la tontería o, mejor dicho, del chiste idiota, ¿no sería conveniente una ley que disponga cosas como estas: que los médicos hablen solo de medicina, que los abogados se ocupen únicamente de temas forenses, que las amas de casa, solo de lechugas y camotes, que los empresarios solo de sus cuentas en Panamá y que los zapateros (como un brillante abogado me lo espetó) se ocupen de medias suelas, es decir, tal como reza la frase ya proverbial: "zapatero a tus zapatos"? Ah, me olvidaba de algo. Cuando la opinión de los curas coincide con las de los "anticlericales", "agnósticos". "ateos", o como quieran autodefinirse, ahí sí la cosa cambia: bendita la palabra venida desde el púlpito y quien la dijo es visto hasta casi como un héroe de la revolución. Se han dado varios casos, aquí y en el extranjero (cosas del palo cilíndrico, llamado rasero :) ). Uff! Tenía razón Cantinflas cuando decía: "¡De que los hay, los hay!", y también Cervantes (a través del Quijote): "¡Cosas veredes, amigo Sancho!" :)

domingo, 11 de septiembre de 2016

¿REFERÉNDUM PARA EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL?

Es lo que propone el cardenal Cipriani.


No, señor. Qué dice la Constitución en su Art. 32°: "No pueden someterse a referéndum la supresión o la disminución de los derechos fundamentales de la persona..." Aunque no está escrito (no todos los derechos tienen que estar escritos en una ley), el derecho a buscar la felicidad es inherente a la persona humana, y si esa felicidad puede lograrse con la unión civil o matrimonio de personas del mismo sexo, de lo que se trata, entonces, es de -simple y llanamente- que el Congreso y el Poder Ejecutivo (que tienen la suficiente autoridad constitucional, legal y legítima para hacerlo) aprueben la norma pertinente. Y punto. No es moralmente justo que se nos consulte a los heterosexuales si las personas del sector conocido como LGBT deben ingresar en "nuestro paraíso". Veo que el Cardenal dice esto: "Que le pregunten al pueblo si quiere eso". Propuesta perversa y ofensiva. ¿Nosotros, los heterosexuales, somos el pueblo, y los demás no? ¿Quiénes somos nosotros para decidir por ellos, para darles "luz verde" o salvoconducto para ingresar, sin cortapisas al mundo que creemos es solo de nosotros? Someter este tema a referéndum puede generar una respuesta favorable, pero también puede ser adversa y, claro; si resultara adversa, estaríamos tirando al tacho la prohibición constitucional ya mencionada: se suprimiría de plano un derecho, el derecho a ser felices. Es tiempo que, de una vez por todas, entendamos o entiendan quienes aún siguen anclados en un pasado oscurantista y digamos medieval, que no podemos dividir a los seres humanos en gratos e indeseables. El mundo y sus maravillas (la felicidad es lo más maravilloso) es de todos, para todos. El matrimonio -entiéndanlo de una vez por todas- no es una creación divina ni de la naturaleza; es una construcción social. El matrimonio es un acto jurídico. Lo natural (y, si se quiere, lo divino) es esa capacidad o instinto humano de atraernos y de generar, alimentar y fortalecer afectos. El erotismo es natural. Y no es un pecado. ¿A quién diablos se le ocurrió, en el remoto pasado, pensar que el placer sexual es pecaminoso, que hay que esconderlo como si de algo sucio se tratara? ¿Quién, en su sano juicio, puede seguir pensando tal cosa? ¿Quién, con un milímetro de sentido común, puede, además, afirmar que la unión de dos personas del mismo sexo, sea como "unión civil" o matrimonio (no por capricho, sino por el impulso y manifestación de su propia naturaleza; porque la homosexualidad no es un invento cultural) va a contribuir a la destrucción de la familia? No, señores. Pensar eso es descabellado. El matrimonio homosexual no atenta contra ninguna institución ya establecida; solo es (donde existe), y sería aquí, (si se aprobara) una nueva institución. Nada más. (Solo hace falta una cosa nada más: que se modifique el artículo 234 del Código Civil, y punto). Abran la mente y los ojos, señores; quítense las anteojeras, libérense de la maldita ojeriza. Piensen con las neuronas, no con el hígado. No conviertan sus propias vergüenzas en una epidemia.