viernes, 31 de julio de 2020

LA PALABRA BUSCADA, EL POEMA

LA PALABRA BUSCADA, EL POEMA

Ofrecí escribir un poema.
Pero no voy a hacerlo.
Es tarea difícil,
en estos días de abismos,
extravíos
y arenas movedizas.

No soy el poeta esperado.
Soy, apenas -como pordiosero
en festín de miradas desvaídas-
el pobre buscador de palabras
que trata de encontrar la única, insustituible,
la que brille con el resplandor
de rocío que hay en tu sonrisa almibarada,
y sea el eco luminoso, como relámpago
y trueno, de los latidos que en tu pecho
son himno de fe y alegría.
Esa es la palabra que quiero encontrar,
¿dónde?

Ni en parques ni avenidas.
Ni en roperos ni bibliotecas.
Tampoco en las constelaciones
que las nubes ocultan.

¿Dónde? Donde buscar yo no puedo:
¡En ti!

¿Escribir un poema? No.
Está en ti, dentro de ti.
En tu nombre y tu alma.
En tu respiración y tu voz.
En tus silencios y sueños.
En tu mirar despejado y en el futuro que miras.
En el fluir de tu sangre y en tus emociones.

En tus deseos,
Ingrid.

Esa es la palabra,
el poema buscado:
¡tu nombre!


___________
11/7/2020

¿"SOLO" o "SÓLO"?



 

Alguien que habla fuerte y bien. Javier Marías: "Los creadores no podemos tener la última palabra, pero solo faltaría que nosotros no pudiéramos escribir lo que nos diera la gana". "Yo mantengo la tilde en 'guión" y en 'sólo', entre otras. No voy a hacer caso de lo que diga un filólogo, con todo mis respetos". Y está en lo cierto. 

1. Respecto de guión: La verdad es que nadie (salvo que se esfuerce, apretando tal vez el fundillo, para quedar bien con los académicos quisquillosos), nadie -repito- pronuncia esta palabra en un solo golpe de voz, como monosílabo; todos ( no algunos) decimos [gui.ón] (dos golpes de voz, con la mayor fuerza en el segundo), y por ello resulta válido ponerle tilde a la "o"; "guión" proviene de "guía" ([guí.a]), no de "guia" (que es una palabra inexistente en nuestra lengua). Cosa distinta es lo que ocurre, por ejemplo, con "kion" (nombre peruano del jengibre), que sí es indiscutiblemente un monosílabo; también "dio" (verbo dar), "vio" (verbo ver). ¿El pollo pio, o pi.ó? Pio no, sino "pió" (de "pi.ar"). ¿Juan lio o li.ó el costal con dos sogas? Lió (de "li.ar"). Prueben ustedes mismos, o pidan a cualquier otra persona que pronuncie estas palabras y verán si están ante monosílabos o bisílabos. 

2. En cuanto a solo, la cosa podría ser discutible, digo por el tema del llamado "acento diacrítico": Cuando entendemos, o nos parece que puede haber "ambigüedad". Bueno, cuando ocurre tal cosa nadie tiene autoridad para prohibirnos el uso de la tilde, y podemos usarla para establecer las respectivas diferencias. Y, en efecto, nadie lo prohíbe, nadie puede prohibirlo.

En la anterior Ortografía publicada por la Real Academia Española (1999) se decía que "llevará acento ortográfico en su uso adverbial" cuando la persona al escribir percibiese "riesgo de ambigüedad". Después de la nueva Ortografía -la de 2010- lo que la RAE dice es que "a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde (...) incluso en casos de ambigüedad". "Se podrá". No dispone ni ordena (no dice que no deba ponerse). Repito: No hay prohibición. 

Ni siquiera en aras del llamado "principio de unidad ortográfica" es válido proponer, por ejemplo, que algunas palabras que realmente son pronunciadas como bisílabas sean consideradas, "gramaticalmente", como monosílabas y que, en tal sentido, tengan que escribirse sin tilde. Eso es absurdo. Si se tratara de eso, entonces simplemente debiera eliminarse el acento diacrítico. Y esto, como es obvio, resultaría completamente descabellado. 

Otra cosa. El que haya gente, incluso académicos, o miembros de la RAE, que siguen usando la tilde en "sólo" (o en "guión") no es un asunto de "insumisión" como absurdamente titula su nota el diario El País, de España. La Academia no tiene súbditos, y hace mucho rato que ella asumió que la lengua la manejan -como realmente corresponde- los usuarios; es probable que algunos académicos piensen lo contrario, pero eso (que corresponde a su derecho a opinar) ¿qué puede importarnos? Nada. 

Bueno, para concluir bien vale leer lo que dice el Diccionario Panhispánico de Dudas. Aquí está: “No obstante, es admisible acentuar gráficamente estas palabras, por ser agudas acabadas en -n, -s o vocal, si quien escribe articula nítidamente como hiatos las secuencias vocálicas que contienen y, en consecuencia, las considera bisílabas: fié, huí, riáis, guión, truhán, etc.” Clarísimo. Exacto: es la escritura la que debe tratar de ser la representación gráfica del habla, y no es el habla (la expresión oral) lo que debe someterse a la escritura. 

 

martes, 28 de julio de 2020

ENTRE VEROSÍMIL Y VERÍDICO*



¡Ay, Arango, Aranguito! Es comprensible tu indignación, pero lamentable tu análisis. Vargas Llosa no ha atacado ni menos ofendido al gran Gabo (después de aquel puñetazo del 12 de febrero de 1976, solo ha habido distanciamiento). Resaltar la condición de artista que tuvo García Márquez (porque, efectivamente, lo fue) no es nada reprobable, pues solo es el reconocimiento de las elevadas bondades creativas del Nobel colombiano, de su extraordinario talento puesto de manifiesto en obras grandiosas cuyo pico más elevado (a pesar de que él mismo estaba prácticamente  en desacuerdo, porque su preferencia, más bien, se inclinaba hacia otra novela) es "Cien años de soledad". Otra cosa: Decir que una obra, como "El otoño del patriarca", "no es creíble" es, como bien dices, Arango, "pedir verosimilitud". Pero parece que no te has dado cuenta de que eso no es nada incorrecto ni menos descabellado. Ser algo verosímil no es lo mismo que ser verídico. Vargas Llosa no está sugiriendo que las obras narrativas tengan que ser verídicas, es decir, que cuenten "la verdad"; decir eso sería de torpes (la literatura no es una disciplina de las ciencias sociales). Vargas Llosa no lo ha dicho y estoy seguro que no lo diría jamás, porque él mismo (y en repetidas ocasiones) ha afirmado que la novela no es un retrato de la realidad que nos envuelve, sino otra realidad. "Creíble" y "verosímil", repito, no son lo mismo que "verídico", entiéndelo bien: verídico es verdadero; en cambio, verosímil es lo que parece verdadero. Y, además, llamar "artista" a un novelista no es nada peyorativo, ni mucho menos ofensivo; es únicamente el justo reconocimiento de una verdad. Un narrador, repito, es un artista. Pero si ese narrador también se dedica a escribir ensayos, y a efectuar análisis e interpretaciones y a reflexionar, entender y ayudar a entender, sobre hechos o asuntos de la cultura, por ejemplo, lo que hace -además de su labor propiamente de artista, es decir, de creador- es desempeñarse como intelectual; es un intelectual. Así de simple. Un narrador, vuelvo a decirlo, es un artista, porque crea y lo hace con propósitos estéticos, y su recurso es la ficción. ¿No recuerdas, Arango, "Historia de un deicidio"? Allí el Novelista peruano explica esto que digo, y lo hace desde el título: que un novelista es un deicida no precisamente porque, en rigor, "mate a Dios", sino porque es un creador de realidades, de nuevas realidades (digamos, familiarmente, para que se entienda: "le hace la competencia a Dios"). Y esas realidades que nos presentan las novelas son eso, pues, inventadas, son ficticias. Pueden ser o no verosímiles. Pueden ser o no creíbles. Pero no tienen por qué contarnos la "verdad" (al leerlas no tenemos que confrontar lo que ellas dicen, con sucesos que realmente ocurrieron, para corroborar o cuestionar su veracidad); no están obligadas a hacerlo.  Ah, volviendo a "García Márquez artista": ¿Qué ha producido el Gabo? Novelas, cuentos, crónicas, teatro, guiones cinematográficos, ha hecho talleres de cine. ¿Ha escrito otro tipo de cosas, como libros de ensayo, por ejemplo, como sí lo hizo Octavio Paz? No. ¡García Márquez fue artista, pues! Mario Vargas Llosa, a diferencia del Nobel colombiano, sí es un intelectual. Ay, Arango, Aranguito. ¿Quiénes son los que te aconsejan?** 



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* Esto lo escribí el 2017 (hoy solo lo he editado), como comentario al enlace que aparecía en el muro de un poeta que vive en USA. Me lo trajo el "recuerdo de Facebook". Pero, ¡oh, sorpresa!, acabo de darme cuenta de que, al verse etiquetado el poeta, lo que ha hecho es bloquearme. Debe ser amigo de Arango. ¡Ay, caracho!

viernes, 17 de julio de 2020

MERCEDARIO


Fue -así lo llamo yo- mercedario, pues. El primero que experimenté, que gocé, y que, claro, me niego a olvidar. Fue mercedario porque -explico- ocurrió dentro de un recinto cerrado y con la puerta asegurada (¡travesura de una medio "celestina" amiga  nuestra!) con candado, y convertido, por ello, en una suerte de ocasional y, digamos, liberador reclusorio de impulsos que -obvio, ¿verdad?- ahora lo evoco candorosamente con esta canción: "Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos...". También lo fue, porque el mes en que ocurrió aquello fue uno especialmente significativo, por primaveral, pero -en este caso- también porque es dedicado a la Virgen de la que habla la canción mencionada: el mes de setiembre. Algo más: porque el recinto -al que sin querer lo convertimos en escenario asustadizo de nuestro balbuciente y candoroso amor de garabato- si bien no era propiamente un templo y, por cierto, tampoco estaba inundado de santidad conventual, sí tenía, en cambio -creo yo-, algo de místico, una pisca, ya que no no se trataba de un lugar cualquiera, sino de una casa parroquial, ¡la casa parroquial de mi pueblo!, aquella a la que esporádicamente llegaban curas y obispos, con catecismos, crucifijos y rosarios luminosos, y palabras pronunciadas en latín. Pero, sobre todo y principalmente, fue mercedario debido a esto: por el nombre de la chica (sonrosada, y medio asustada), cuyo corazón colegial logró -dudoso y arriesgado- que la timidez y la torpeza (que eran y, aunque en menor medida, siguen siendo -creo- mi medio indiscreto sello de identidad) se diesen un necesario e impostergable contrasuelazo en el piso empedrado del patio que nos albergó fugazmente en aquel instante ya remoto de nuestra pubertad (que, ¡gloria a Dios!, me abrió al mundo de las nobles y bellas emociones sensuales) y permitió -gracias al candor de sus almibarados sentimientos y a su mirada que, como una invitación, se ocultaba debajo de los párpados- que yo pudiese depositar sobre los suyos, que eran dóciles, dulces y tiernos, la aspereza cuarteada de mis labios serranos. Sí, repito, fue mercedario por el nombre de aquella linda compañera mía de colegio. Se llamaba... Para qué decirlo si ya lo adivinaron. Ella fue a quien di el primer beso de hombre, húmedo y tembloroso, allá arriba, en Pallasca, mi pueblo natal. En la tierra de los chupabarros. Fue un beso mercedario, pues: sin malicia, con mucho de inocencia, con buena fe, con amor y sueños borroneados. Lindo. Inolvidable.

miércoles, 15 de julio de 2020

RESISTIR

Estos días, de dolor y desconcierto,
somos, seámoslo siempre: el mundo
y la esperanza.

¡Arriba los ánimos, hermanos!
Que no se pierda la alegría.
Que los sueños no se vayan al demonio.
Que aquellas personas amadas
que se han convertido en víctimas letales de esto que está pasando,
y se han ido,
y nuestros bellos seres queridos
que felizmente nos acompañan, dándonos fuerza,
que ellos, todos,
sean nuestra exigencia
para sobrevivir y resistir.


Cuidemos nuestras manos y rostros, protejámonos de este maldito bicho invisible,
pero también, y muy especialmente, evitemos que nuestras emociones se hundan:
¡Nada de deprimirnos, carajo!
Adelante.
Aunque cuesta hacerlo, hagámoslo: sonriamos,
que sonreír es, ahora,
un muy eficaz remedio
ante cualquier amenaza.
Conversemos, leamos, escribamos, que nos cuenten chistes...

(Sonreír, en estos momentos de drama,
no es burla perversa
-entiéndanlo, por favor-;
solo es un recurso de sanación en salud: para fortalecernos,
no debilitar nuestras defensas,
y no ser presa fácil de ese peligroso enemigo).

¿Todo extremo es inconveniente?
¡No!
Extremar, exagerar en el cuidado
de la vida, de la nuestra,
de nuestros seres queridos,
de todos,
es lo mejor y más conveniente que podemos hacer, ahora.

Yo, mientras, haré lo poco que me es posible:
¡Entregarles mi corazón multiplicado,
a todos, todos, todos ustedes,
hermanos queridos!
¡Ustedes son útiles, valiosos!
Nos hacen falta, siempre nos harán falta, muchísima falta.

Que ya nadie más,
ni siquiera uno, se vaya.

Los queremos a todos aquí.
Los necesitamos a todos


                                              ©Bernardo Rafael Álvarez

martes, 14 de julio de 2020

Y MIELES SILVESTRES

                          
Un poema quise escribir para ti
.
Como ventarrón
o imprudente insolencia
en horas de la madrugada.
Y que golpee, desconsiderado, las frágiles puertas de tu corazón,
aquellas, hechas con alas de mariposa. Y que,
sin preguntar quién llama,
me reciba tu verdad incandescente
como abrazo de caricias luminosas.

Un poema, sí.
Es lo que quise escribir.
Y que sea como un ramillete de geranios
o un puñado de pétalos de azahar,
O un canto de latidos
alabando la alborada que brota
en tu sonrisa de cielo en primavera.

Un poema, sí.
Pero un poema, no. Sino un ave,
con una rama de laurel en el pico.
Una luz como pesadilla atada a una estaca del establo falaz
que es esta pantalla que me aturde
y desconcierta,
y me regala, como pan recién horneado, tu nombre
y la certeza de que no eres una mentira
sino el parpadeo indeciso,
el brillo fugaz de un relámpago.

Un poema, sí.
En este día
de amor y nacimiento,
para ti,
domadora de los minutos y los vientos que polinizan,
hacedora de madrugadas,
arrullo de horas nocturnas,
canto nuevo del mediodía y su fuego.

Un poema, sí.
Y lo hubiese escrito
en la piel carnosa de una penca
como los enamorados hacían
en los parajes solitarios de algún pueblo olvidadizo,
o en el parabrisas de un camión que
incontenible traga caminos y polvaredas.

Un poema, sí.
Aun dudando si eres real o solo el dulce embuste de aves migrantes,
o acaso un espejismo.
Qué importa:
Fuiste el horno y su rescoldo,
y soplo hacedor que insufla días nuevos. 
Un tintineo de cristal en selva virgen. 
Un himno de esperanza y de sueños,
y su alimento de poemas ingenuamente garabateados.

Y este es mi regalo, pues.
Solo palabras
porque solo palabras tengo,
afónicas, dislocadas, contrahechas.
Pero untadas de fe y de verdad.


(Para ti,
como un corazón hecho con pan de la Sierra
y miel de tábano).


                                                                                                                 © Bernardo Rafael Álvarez

                                                                                                                                        14/02/2020


viernes, 10 de julio de 2020

TU CANTO, MAYITA



MARÍA SÁNEZ
(Foto: Esteban Huamán)

TU CANTO

(Para María Sánez, artista)

 

¿Un sonido puede ser miel?

Sí, creo que sí.

Pero, para no empalagar nunca.

Música, como rumor de aladas alegrías

que circundan en derredor

con la más dulce amenaza de estos días:

Traernos como mensaje y regalo

la felicidad que retorna

y ha de quedarse para alimentarnos

con pedacitos de pan y sonrisas,

en cena alborotada de niños que sueñan.

Sí, es miel. 

Pero no cualquier sonido,

sino el que brota de un manantial

como agua fresca y clara;

o como lava, no incandescente, sino tibia

de un volcán que da vida y no destruye.

¿De dónde? De tus labios, que son

la puerta divina del cielo,

de ese cielo que llevas como bendición,

o atadito de monedas y buena fe,

o como flor de naranjo que da paz,

a donde quiera que vayas: diosa

que reparte buenas nuevas

y certezas, y no ilusiones.

Y eso, eso es la música que amo:

canto, poesía, esperanza.

Vida que renace

como flor de cactus o de retama

en retoño vigoroso y perpetuo.

Canto de almíbar y de polen.

Voz azucarada. 

Miel de tábano.

 

Tu canto, pues.

El canto que es nuestro canto:

anuncio esplendoroso de los nuevos días

y de la libertad ya nunca más lastimada.

 

¡Canta, siempre canta,

Mayita!

Tu canto ha de ser néctar,

Siempre.

 


                                                                                                                   © Bernardo Rafael Álvarez
                                                                                                                                     
                                                                                                                                      (7 de Julio, 2020)

jueves, 9 de julio de 2020

PRIMER DECÁLOGO LIBERTARIO PARA ESCRIBIR UN POEMA



1: Lee, al menos un poema (soneto, romance, verso libre, o lo que encuentres, y de quien sea: famoso, desconocido o cualquier hijo de vecino, incluso si es medio analfabeto). Para qué: Solo para que tengas la más mínima idea de lo que es -elementalmente- un poema: escritura en versos; pero no necesariamente para escribir así. Un poema puede ser escrito en versos, o no (hasta puedes trazar figuras, como en los caligramas); puede tener ritmo, o no. Se escribe sin reglas ni formas "preestablecidas". Todo eso lo manejas tú, y solo tú (salvo que, por ejemplo, quieras escribir sonetos o décimas). Ah, y después, puedes continuar leyendo, a poetas consagrados o no y todo lo que encuentres en bibliotecas o librerías (leer hace mucho bien).

2: Camina, si quieres, en medio de la gente, a ver si -al poner atención en los rostros disímiles, tal vez caricaturescos, pero "inspiradores", o en el drama del mundo, o en tus propios silencios o gritos- se te ocurre algo fuera de lo común. Cuando esto sucede, es muy posible que algo poético se esté gestando, ¡albricias! 

3: En tu casa, o donde quiera que estés, cuando adviertas que algo extraño ocurre en tu mente, en tus emociones, y sientes que reclama por salir en forma de palabras, en frases quizás medio contrahechas, lo que deberías hacer es coger una hoja de papel y un lápiz o lapicero ("bolígrafo" le dicen los cultos), o tu cel o tu laptop, y enseguida escribir. Ah, y no tienes que preocuparte por aquello que todos llaman “perfección”: tú eres quien debe crear tu propia perfección poética (en otras palabras: escribe como solo a ti se te venga en gana  y no hagas caso a los tontos que creen que la poesía es oficio solo de "iluminados": cualquiera puede ser poeta, y nadie tiene que impedirlo). Cuando lo hagas (¡albricias!, otra vez) habrás escrito tu primer poema.

4: Nunca pienses que un poema es únicamente la expresión "excelsa" del idioma. No. Nada que ver. (Excelsa solo es el nombre de la "muchacha" argentina en la "Familia P. Luche" ☺). Un poema es solo una manera diferente de expresarnos que, aunque parezca increíble, puede ser como la de todos: con alegrías, penas, rabias, desilusión, fe, amor, odio, indiferencia, etc. También con palabras "vulgares" y hasta malsonantes, puede escribirse un poema; incluso la coprolalia tiene cabida en un poema. No solo los “poetas” (esos seres medio extraños, "divinizados" por algunos incautos, e incluso por ellos mismos) pueden escribir poemas; cualquiera, repito, cualquiera puede hacerlo. Y, ¿sabes una cosa?, de hecho, hasta en las expresiones más cotidianas hay poesía (cuando un vendedor de mercado, un cobrador de microbús, un delincuente, un pastrulo del barrio, etc., dicen cosas “torciendo” el idioma, están haciendo poesía sin querer). Poesía no es solo aquello que muchos creen que es.

5: Si quieres corregir lo que has escrito, está bien, hazlo; si no, ni te preocupes. Los errores, en poesía, tienen un protector medio paternal que es infalible (algo así como un Roma locuta, causa finita): las licencias, las habidas y las por haber, que todo lo perdonan. Ah, pero ten presente una cosa, esto que tal vez sea medio difícil de entender y que puede parecer algo absurdo: procura que tus errores no sean metidas de pata, sino producto de tu voluntad: en ellos pon también tus ganas. Es bueno que sepas esto: no hay capataces en la poesía; así que ni te preocupes por el "qué dirán"..

6: ¿Querrás publicar? Hazlo donde, como y cuando quieras: con una editorial, en libro o revista, o en las redes sociales (y despreocúpate de aquellos a quienes se les alborota el hígado y la panza cuando ven poemas en Facebook o Twitter, que han sido publicados en busca de "likes"; hacer esto no está ni tiene por qué estar vedado); o -si quieres- difúnde tus poemas recitándolos en los carros, o solo mostrándoselos a tus amigos; y hazlo cuando te de la gana: ahora o mañana (o nunca).

7: ¿Sobre qué, o -para que se entienda mejor- acerca de qué escribir? De lo que fuere. Nada ni nadie puede obligarte a escribir sobre determinado asunto. Puedes escribir poemas de amor (maternal, filial, fraternal, patriótico, etc.); o de odio: indignación política, de instigación a la violencia "revolucionaria", o lo que sea; de alabanzas, a héroes, líderes de barrio o dizque revolucionarios; o -si te parece- cuenta tus más tiernas o más escabrosas e inconfesables experiencias. Y de todo, todo, todo lo que a ti, solo a ti, se te venga en gana. Hay grandes asuntos de qué ocuparse, y hay, también, los más simples, domésticos, intrascendentes, vulgares: todos son "poetizables". Puedes, incluso, también escribir "de nada" (incoherencias, sinsentidos, tonterías; recuerda, todo es válido).  Repito: como poeta no estás obligado a nada (deberes y derechos, como ciudadano, son otra cosa).

8: ¿Tiene que ser bello un poema (digo, en el sentido en que entendemos lo bello: aquello que nos genera un "deleite espiritual") para tener derecho a ese nombre? No. Un poema también puede ocasionarnos disgusto, rabia, carcajadas y hasta asco. Si genera alguno de esos efectos u otros, quiere decir que es un poema perfecto; su perfección es un asunto subjetivo y nada tiene que ver en ello alguna ciencia o ley, ni parámetro alguno (antes sí, porque había reglas; hoy solo hay libertad).  ¡Sí, señor!

9: ¿Qué, si a nadie le gusta tu poema, o si te dicen que "no vale nada"? Alégrate. Habrás logrado uno de los más valiosos y convenientes efectos estéticos: el rechazo. Lo terrible y lamentable es la indiferencia. Si ocurre eso (el rechazo), repito, alégrate; y nunca dejes de escribir por culpa ajena sino por tu propia y absoluta voluntad. Que el rechazo sea tu estímulo, y no la causa de tu frustración. La crítica, como en todo, suele ser conveniente; pero el poeta no está obligado a someterse a ella.

 10: ¿Sabes qué es la poesía? No es precisamente (ni únicamente) la expresión de "belleza" o de sentimientos o emociones "estéticas"; no se escribe solo para lograr un "¡Oh, qué lindo!". No es un asunto sagrado, ni de castidad carnal o de perfección espiritual (el poeta no es un asceta en busca del Nirvana, ni mucho menos alguien que lo haya alcanzado; no es "un ser alado, ligero y sagrado", como lo definía Sócrates -¿en su época los poetas habrán sido así?-). Tampoco es ni tiene que ser -necesaria ni menos obligatoriamente- una actividad u oficio a tiempo completo, mucho menos una suerte de apostolado, de "entrega total”, por el que tengas que inmolarte (pero, claro, si quieres inmolarte, hazlo: nadie te lo va a impedir). Puedes ser poeta hasta que mueras, o –cuando se te ocurra- puedes matar al poeta que hay en ti, y tú seguir viviendo: La calidad de la poesía que escribas no dependerá del mayor o menor tiempo que le dediques. (¿Sabes cuánto de su vida dedicó a la poesía el gran Arthur Rimbaud?). ¿Estás obligado a llevar una vida miserable, con carencias económicas, para ser poeta? No. La poesía no es, necesariamente, producto del hambre o de las épocas difíciles o de crisis; el vivir con comodidades no impide que se escriba buena poesía. Quienes dicen lo contrario, mienten. Finalmente, ¿debes estar comprometido con alguna causa noble, y ser, moralmente, una persona limpia, pura y buena, casi un santo? No, no hay un código deontológico ni se han establecido requisitos para que alguien pueda ejercer el oficio de la poesía. Ha habido poetas y artistas moralmente hediondos que, sin embargo -por ser poéticamente libres-  han producido obras valiosas e inmortales. Recuérdalo: como poeta no estás sometido a ningún mandato imperativo. Poesía es, sobre todo, el desborde verbal y emocional, pleno y cabal, de la libertad creadora. Sé libre, pues; es decir, sé tú mismo (pues así tendrás el mundo a tu alcance).*

 © Bernardo Rafael Álvarez

 

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* Ah, y una más, por si acaso: Recuerda que -por principio- no hay decálogo (o sea, un conjunto de normas o consejos, o de mandamientos) que valga, o que sea de obligatorio cumplimiento, en cuestiones de poesía. Lo que vale en poesía, insisto, es la libertad del poeta: libertad para escribir poemas y hacerlo como quieras. Nadie puede mandar sobre ti.  No tienes que pedirle permiso a nadie. ¡Un abrazo!

 


                                                                                                                                                           

miércoles, 8 de julio de 2020

LITERATURA Y PECADO


PECADORES. William Burroughs, mató a su mujer (claro, sin querer), y fue un drogo que estaba casi siempre "duro" (hasta se dio el menudo trabajito de venirse al Perú, y llegar a Pucallpa en busca de la famosa Ayahuasca; escribió "Naked Lunch" y "Expresso Nova", dos novelones. Francois Villón (apellidado realmente Montcorbier, y autor de "La balada de los ahorcados"), fue un asaltante sin cura y mató a un cura (bueno, un religioso), y hasta fue condenado a la horca, pena que fue conmutada y lo mandaron al destierro. Louis Althousser, el gran pensador marxista (autor de "Maquiavelo y nosotros"), extranguló a su mujer. Paul Verlaine (especialmente recordado por este par de versos: "Llora mi corazón / como llueve en la ciudad" -de "Romanzas sin palabras"-) estuvo a punto (lo impidió la mala puntería) de darle muerte a Arthur Rimbaud, y lo condenaron a dos años de cárcel. Álvaro Mutis, el de los "Relatos del mar y la tierra", también fue condenado a prisión, pero por delito de malversación. Fiodor Dostoyevsky -autor de "Crimen y Castigo"- también fue condenado (a muerte, pero se salvó en el último minuto y fue enviado a la Siberia), por el delito de conspiración contra el Zar. Gabriele D'annunzio, el tuerto, autor de "Canto Novo", condecorado a instancias de Mussolini como "príncipe de Montenevoso", fue el precursor de una de las más asquerosas ideologías: el Fascismo. Otro Fascista (y antisemita), seguidor sin remedio de Mussolini y que arengaba desde la radio a los soldados norteamericanos para que desertaran y pasaran a las filas nazis, también fue un escritor, un poeta: Ezra Pound, el del monumental "Cantares". ¿Y el poeta de "Canto general"? Bueno, hace poco nos enteramos de que en la biografía de Neruda también había algo abominable: se avergonzaba de su hijita de dos años (Malva Marina) y la nombraba como "un ser perfectamente ridículo" y "vampiresa de tres kilos", y terminó abandonándola, sin misericordia. Ah, y también hay pecadores estrictamente literarios (los plagiarios), como Arturo Pérez-Reverte, condenado a pagar 80 mil euros por usar, sin asco, guión ajeno. Pregunto: ¿A todos ellos les lanzamos diatribas, los condenamos "moralmente" -a estas alturas de la vida y la historia- y echamos al fuego sus libros? ¿O es que alguno de ellos sí merece el rescate y la presea de la eternidad? ¿Tal vez el afortunado pudiera ser el ruso porque quiso tumbar a Nicolás I, es decir, hacer una "buena obra" ("revolucionaria"), y los demás no? ¿Y quizás también Althousser, por ser marxista o porque su crimen lo cometió en un estado de desequilibrio mental? ¿Ah? Creo adivinar la muy "serena", "racional", "desapasionada" y masiva respuesta de la comarca letrada de Lima (algo así como un "ni pa' mí, ni pa' ti): Todos ellos se salvan -dirán-; el que se jode (aunque no haya cometido delito alguno) es Vargas Llosa, ¡por neoliberal! Les apuesto, paisitas; esa sería la unanimidad. 😅 Bueno, la verdad es que, en estas cosas, nada tiene que ver lo extraliterario, por más reprobable que sea. El escritor puede, personalmente, ser una reverenda cochinada, pero eso no incide -no tiene por qué incidir- negativamente en la calidad de su obra.

 

© Bernardo Rafael Álvarez


martes, 7 de julio de 2020

¿"AJUSTICIAMIENTO" CONTRA ARGUEDAS?

En la Introducción a un libro dedicado a la interpretación de Los ríos profundos -la gran novela de José María Arguedas-  la francesa Isabelle Tauzin-Castellanos, después de  afirmar que "La utopía arcaica configura un panfleto parricida", dice esto que, igual, también me parece una tontería: "El ajusticiamiento sufrido en el libro por Arguedas cumple con borrar la extroversión afectiva mostrada treinta años atrás, en 1965, y recordada por el etnólogo Alejandro Ortiz Rascaniere".  [1]

(Este es el recuerdo aludido, que hace Ortiz Rascaniere de lo que ocurrió en 1965, en París: "Nos sentamos en un café de Saint Germain (...) Mario Vargas Llosa no dejó de hablar, estaba muy locuaz y entusiasmado, pero solo se dirigía a Arguedas").[2]

En la nota introductoria de La utopía arcaica, Vargas Llosa escribió esto: "Entre mis autores favoritos, esos que uno lee y relee y llegan a constituir una familia espiritual, casi no figuran peruanos, ni siquiera los más grandes, como el Inca Garcilaso de la Vega o el poeta César Vallejo. Con una excepción: José María Arguedas. Entre los escritores nacidos en el Perú es el único con el que he llegado a tener una relación entrañable (...) En 1955 lo entrevisté para un periódico y su atormentada personalidad y su limpieza moral me sedujeron..." (págs. 9-10).

El 7 de diciembre del 2010, El autor de Conversación en la catedral, dijo -ante todo el mundo- esto, al recibir el premio Nobel, en Suecia: "Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de "todas las sangres". No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso lo llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no".


Unos meses después, el 17 de enero del 2011, nuestro Nobel declaró: "José María Arguedas es uno de los grandes escritores peruanos. Y es muy justo que se le haga un homenaje en este centenario. Creo que su obra tiene una significación múltiple, primero por su calidad y porque es una obra integradora".

¡Qué manera tan peculiar de odiar la del "escribidor", caracho!

O sea, según el análisis (¿podríamos, quizás, llamarlo "diagnóstico"?) efectuado por  la desubicada francesa, Mario Vargas Llosa solo sintió el afecto -del que él habla- por Arguedas, hasta 1965, concretamente: hasta aquella noche en que, locuaz y entusiasmado, en un café parisino, no dejaba de conversar con el taita, a quien admiraba y quería desde que lo conoció (en 1955). Y que hoy "lo odia", y por eso es que escribió ese libro "parricida" con el cual se atreve a  "ajusticiar" al novelista andahuaylino. ¡Ay, caracho! No cabe duda de que la escritora francesa ya es una más en el desafinado coro de hepáticos "científicos" literarios, que dicen amar a Arguedas, pero aparentemente lo hacen con una alta dosis de conmiseración y con un absurdo ánimo sobreproteccionista ("¡No lo toquen, no lo toquen!", parecen gritar a una sola voz).

Es evidente que, según la escritora europea, admirar o sentir afecto por un escritor obliga a solo encontrar virtudes en su obra y a dejar de ser justo y objetivo. No, señora, la crítica literaria (el estudio de la literatura) no tiene que ser solo complaciente. Eso se puede hacer en un prólogo, tal vez (muchos lo hacen, yo nunca lo he hecho; en los prólogos que he escrito siempre he tratado de ser objetivo), pero no en un ensayo. En estas cosas, los buenos sentimientos no deben manifestarse como paños de agua tibia, como edulcorante. Se debe actuar con inteligencia y no con impulsos pasionales: ni odio ni simpatía, solo con la razón.

¿Qué le dijeron los estudiosos que participaron en la Mesa Redonda del 23 junio de 1965, a José María Arguedas, respecto de Todas las sangres? Eran siete, y de ellos solo dos no eran precisamente amigos del novelista. ¿Le abrumaron con ramos de flores y chocolates? No. Por el contrario, le dijeron cosas prácticamente más duras (para la sensibilidad tan frágil del narrador) que aquellas que también se encuentran en el ensayo de Vargas Llosa. Arguedas era un convencido de que la literatura era un medio para "describir, casi podría decir, denunciar"[3] la realidad (del hombre, el pueblo, el paisaje), y creyó que eso lo había logrado con su novela; los intelectuales presentes en la Mesa Redonda lo desmintieron. Y él se sintió derrumbado, al punto de terminar interpretando la crítica -desapasionada y directa, pero en muchos casos acertada, que le habían hecho- como una estocada insalvable y letal, y hasta llegó a entender -equivocadamente, por cierto- que habían afirmado (lo que nunca ocurrió, realmente) que su novela era un libro "negativo para el país". Cosas así nadie dijo ni insinuó entonces, y tampoco, nunca, fueron dichas por Vargas Llosa (todo lo contrario: él siempre lo ha alabado).

¿Es, realmente, reprobable, repudiable, La utopía arcaica, José María Arguedas y las ficciones del Indigenismo? No. Lo dije en un ensayo hace cerca de diez años (12 de noviembre del 2010) y hoy lo repito y me reafirmo en lo dicho: Este libro "es, a la vez, una apología de la ficción y de la libertad en la literatura y un homenaje, rudo pero ecuánime, es decir justo, que Mario Vargas Llosa tributa al novelista de Los ríos profundos".


[Ah, pero, claro, no voy a demostrar que soy ciego, porque no lo soy. Y diré, como todo el mundo, que "La utopía arcaica" no es un libro perfecto. Y sería recomendable que su autor lo corrigiera. Veamos: Las palabras con que empieza el capítulo primero son estas: "El novelista peruano José María Arguedas se disparó un balazo en la sien -frente a un espejo para no errar el tiro- el 28 de noviembre de 1969..." ¡No, pues, don Mario! Eso es absurdo. Eso es lo que debe corregir. ¿Cómo se le ocurrió poner semejante barbaridad?][4]
                                                                                                                                        



[1] Tauzin-Castellanos, Isabelle: El otro curso del tiempo: una interpretación de Los Ríos Profundos.
[2] Ortiz Rescanieri, Alejandro: José María Arguedas-: Los recuerdos de una amistad. OUCO, Lima, 1996.
[3]Arguedas, José María: La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú. En: Mar del Sur, Año III, No. 9, enero-febrero, 1950.

[4] ¿Se entendió qué es lo que quiero decir? Pues que es absurdo afirmar que Arguedas se disparó el balazo en la sien frente a un espejo, "para no errar el tiro".



                                         ©Bernardo  Rafael Álvarez

                                                  (7 de julio, 2020)

sábado, 4 de julio de 2020

ZUMBA QUE TE ZUMBA, ZUMBAYLLU

"La terminación quechua yllu es una onomatopeya. Yllu representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo, música que surge del movimiento de objetos leves”.

Eso, lo transcrito, es lo que aparece dicho por José María Arguedas en lo que es una suerte de introducción explicativa en el Capítulo 6 de la bella novela “Los ríos profundos”. Para él, el sufijo “yllu” es una “onomatopeya”.

Pero, no. No es cierto que sea una onomatopeya; y tampoco puede representar (salvo en una imaginación desbordadamente poética y “mágica”) la “música que producen las pequeñas alas en vuelo”. El movimiento de alas (grandes o pequeñas) no produce, digamos el sonido “illu", ni nada parecido; si las alas son grandes (de un gallo, por ejemplo) podrían sonar así: “plac, plac, plac”; si, por el contrario, se tratara de las alas de un pajarillo, el sonido lo representaríamos quizás así: “brrrrrrrr”; y, tratándose de “pequeñas en vuelo”, de un moscardón, por ejemplo, sería “zummm”. Pero, en ningún caso: “illu, illu, illu…”. No es onomatopeya, pues (digo, no lo es respecto del tema motivo de esta nota; ya veremos en adelante algún caso en que sí podría ser). 

En el vocablo zumbayllu (creo que inventado por el novelista Arguedas, pues según mis indagaciones, no es y, creo, tampoco ha sido usado antes en pueblos como Andahuaylas y Puquio; y a cuyo sufijo -“yllu”- se refiere), lo que sí corresponde, estrictamente, a una onomatopeya, o es onomatopéyico su origen, es la raíz de la palabra: “zumba”, de “zumbar”; el zumbido del tábano, la avispa, la abeja, un moscardón (¿han escuchado la composición de Rimsky-Korsacov, “El vuelo del moscardón”?) al volar o, más exactamente (lo digo, para situarnos en la novela arguediana: Los ríos profundos), el sonido del trompo al girar, después de ser lanzado con la pita o “guaraca”: “Zummmm…”

        (Aunque, la verdad, también resulta muy forzado asumirlo como tal, el "illu, illu, illu...", como onomatopeya, quizás sí podríamos identificarlo con el sonido de una campanilla en misa, pero no con la vibración de alas de un moscardón en vuelo). 

¿“Zumbyallu” es quechua? Mi respuesta, enfática: no. Otras palabras que he escuchado y que tienen similar terminación, son estas: Chancayllo, una ex hacienda al norte de Lima, en Huaral; Carabayllo (un distrito, aquicito nomás, después de Comas) y también esta otra, muy antigua (la he leído, no escuchado): “tamkayllo”. “Tamkayllo” es, según González Holguín, “mosquito grande que pica”, es decir, un tábano, una avispa. Esto, lo que aparece en el Vocabulario de la Lengua Quechua (del año 1608)[1], podría hacernos pensar que, definitivamente, se trata de un vocablo completamente quechua. Pero –aquí el “pero”-, nada hay absoluto, incluso en estas cosas. No debemos olvidar que, a pesar de su antigüedad, el repertorio lexicográfico reunido por el religioso español contiene no solo vocablos o expresiones auténtica o puramente quechuas; aparecen en él, también, voces con origen castellano ya quechuizadas, como algunas de uso clerical, por ejemplo. “Tamkayllo” es, sin duda, de origen quechua, pero, ¿podemos asegurar que su terminación, o sufijo, también lo es? Habría que efectuar las pesquisas pertinentes, para encontrar una respuesta certera.

El lingüista Rodolfo Cerrón Palomino tiene un texto en el que se ocupa precisamente del sufijo “-illo” en la toponimia andina, y se centra en el nombre de uno de los distritos de Lima, el que he mencionado: Carabayllo. A pesar de que hace referencia a algunos estudios que tratan de darle explicaciones históricas y de otra índole (por ejemplo, doña María Rostworowski, que afirma que provendría de “qarwayllu”), él considera (y yo pienso igual, porque, además, es obvio) que debió haber sido “Carabailla” [“Carabaílla”], es decir Carabaya chica: el “illo”, pues, como sufijo generador de diminutivo. Y este sufijo no es, pues, quechua, sino castellano proveniente del latín (chiquillo, librillo, platillo…); un sufijo diminutivo “de rancia estirpe latina”, dice el estudioso.[2] 

¿Con “tamkayllo”, habría ocurrido lo mismo? No es fácil dar una respuesta. Pero, al menos, hasta donde sé (salvo en casos de nombres familiares –clanes- o topónimos quechuas remotos, en que se enlazaba la raíz con el término “ayllu”, cuyo significado todos conocemos; pero que nada tiene que ver con zumbidos u otras onomatopeyas), no existe establecido un significado atribuible a “yllu” o “yllo”, en la lengua quechua, que podría servirnos para explicar ni mucho menos para justificar aquello del sufijo “onomatopéyico", referido por el escritor andahuaylino. “Ylla” o “illa” sí existe, pero es otra cosa, y tampoco viene al caso, pues no es onomatopeya; significa “luz sagrada” (el mismo Arguedas la define así: “cierta especie de luz”).

Y, ahora, pasando a otro aspecto del asunto: ¿La palabra “Zumbayllu”, es un vocablo de uso en Andahuaylas y Puquio (lugares donde nació y vivió, respectivamente, José María Arguedas)? El año 2011 (con motivo de la realización de un simposio, por el centenario del taita) estuve en Puquio, y pregunté, especialmente a algunos niños: nadie me dio razón de la palabrita; conocían, sí, el trompo, pero solo con su nombre en castellano. Hace unos cuatro o cinco años, llevé un caso judicial por el cual acudí a una entidad policial en Collique, donde conocí a una chica policía nacida en Andahuaylas, y no perdí la ocasión de preguntarle: tampoco sabía nada al respecto. En estos días, siempre con la inquietud, he retomado el tema y he buscado y rebuscado de cabo a rabo en la Web, y lo que he logrado ver es que en todas las entradas en que aparece la muy curiosa y, por muchos, celebrada palabrita, solo se encuentra relacionada con el taita y su famosa novela; por ninguna parte aparece dicho, ni insinuado, que sea una voz perteneciente al quechua de la zona, nada de eso. Medio desfalleciente, ayer volví a preguntarle a la suboficial andahuaylina: enfática y tajante, repitió la respuesta que antes me había dado. Finalmente, ya a punto de “tirar la toalla”, he recurrido a algunos amigos ayacuchanos: con lo cual, ya casi logré redondear el asunto: no han escuchado el término, no lo han usado, “pero –insinuaron- hace muuuuchos años existió” (en buen “cristiano”: tal vez existió, pero, ¿cuándo? Hasta en la novela -1958- hay esta pregunta de desconcierto y desconocimiento, en el referido capítulo 6, dicha por el narrador que es Ernesto, el personaje principal: "¿Qué podía ser el zumbayllu? ¿Qué podía nombrar esta palabra cuya terminación me recordaba bellos y misteriosos objetos?"); tampoco la conocía, nunca antes la había escuchado. 

Bueno, la cosas no se redondearon hoy, 4 de julio (día de la Independencia norteamericana y cumpleaños de mi hermana Carmen) sino antier, cuando al preguntarle a una señora de Puquio -lugar donde vivió el escritor, y en que se sitúa otra de sus novelas, Yawar Fiesta- recibí un rotundo no (“no he escuchado esa palabra”), más esta interrogante: “¿qué significa?”, con cuya respuesta solo corroboró lo que dijo antes; ah, pero cuando le dije que Arguedas la usaba en su novela, como empujada por un resorte de juguete-sorpresa, saltó nuevamente la respuesta -pero  esta vez, increíblemente invertida-:  “¡Sí! Todos los niños la usan cuando van a jugar al trompo”, me dijo. Obvio: se trató de una respuesta literariamente complaciente, pero sin apoyo en la realidad; en otras palabras, se trató de una piadosa pero innecesaria mentira.

 ¿Qué debería decir yo, a estas alturas? Solo esto: que hasta ahora no he logrado encontrar nada, ni a nadie, que pueda tirar por los suelos, derribar (o desplomar, como ocurrió con aquel puente del famoso “¡usted no va a entenderme porque es periodista!”), derribar, repito, la sospecha, la hipótesis que tengo formada respecto de esta curiosa palabrita arguediana, “zumbayllu”. 
       Bien. Mi hipótesis o sospecha (hasta ahora con firmeza de tesis) es que zumbayllu no es ni tiene nada de quechua. Es una bella palabra inventada por el novelista José María Arguedas, con la unión de estas dos partículas castellanas: la raíz o lexema zumba (de origen onomatopéyico: de zumbar) y el morfema Illo (sufijo diminutivo castellano, de origen latino, al que el escritor decidió modificar levemente, cambiando la segunda vocal: "o" por "u"). 

¿Lo dicho aquí qué significa? Pues que una narración literaria -en el presente caso, una novela- lo que hace es -lo digo con palabras del mismo Arguedas- "bajo un falso lenguaje" mostrar "un mundo como inventado".[3] Es lo que el novelista andahuaylino reprobaba, lo que no hubiera querido hacer; pero, es lo que hizo, y lo hizo muy bien: "ficcionar".  Inventó  un mundo desencantado, sí, pero también con encantos, como el del mágico zumbayllu “que parecía traer al patio el canto de todos los insectos alados que zumban musicalmente entre los arbustos floridos”[4]).

© Bernardo Rafael Álvarez

(4 de julio del 2020)



[1] Diego González Holguín: Vocabulario de la Lengua General de todo el Perú llamada Lengua Quichua o del Inca. 1608. Nueva edición con un prólogo de Raúl Porras Barrenechea. Edición del Instituto de Historia, Lima, 1952.

[2] Lexis Vol. XXXVII (2) 2013: 383-401

[3] José María Arguedas: La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú. Mar del Sur, vol. III, Nro. 9, enero-febrero, 1950. 

[4] Arguedas: Los Ríos Profundos. Retablo de Papel Ediciones, Lima, 1972. Pág. 130.