sábado, 26 de abril de 2014

LA MEMORIA Y SUS MORADAS. Homenaje a Octavio Paz [Testimonio de Roger Santiváñez]


       La primera vez que supe sobre Octavio Paz fue a través del nombre de la columna dominical Las peras del olmo que el crítico José Miguel Oviedo tenía en el diario El Comercio de Lima. Esto ha sido circa 1972 cuando yo estaba en el último año de la secundaria en mi natal Piura. Poco después llegó a mis manos la
famosa antología de la poesía hispanoamericana contemporánea de José Olivio Jiménez, en la que descubrí la poesía del gran mexicano. En efecto, quedé deslumbrado por la magia verbal y la profundidad humana de Piedra de sol, varias de cuyas estancias aparecían en dicho libro. Hasta hoy recuerdo que subrayé estos versos: “los dos se desnudaron y se amaron / por defender nuestra porción eterna, / nuestra ración de tiempo y paraíso”. Y éstos otros: “no hay ni tú ni yo, mañana, ayer ni nombres, / verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,/oh ser total”.

       A partir de entonces me di a la búsqueda de cuanto material o texto de Paz pudiera conseguir. Se convirtió en una especie de guía spiritual para mí. En un ejemplar de la revista Textual que por esa época publicaba el Instituto Nacional de Cultura del Perú, encontré una foto del poeta y la puse en la cabecera de mi solitario cuarto de poeta adolescente. Esos fueron –como se dice- años maravillosos. Paz era citado –en mi país- frecuentemente por lo mejor de su intelligentzia, ya fuera Julio Ortega –brillante poeta y crítico- Enrique Verástegui –notable joven poeta- o Rodolfo Hinostroza, quien acababa de ganar –con su libro Contra Natura- el premio internacional de poesía Maldoror convocado por Barral Editores de Barcelona, con un jurado presidido justamente por Octavio Paz.

       Los más jovencitos poetas de aquellos días –entre ellos mi amigo Armando Arteaga- eran devotos del autor de Salamandra y con ellos aprendí a amarlo cuando llegué a Lima en el ardiente verano de 1974. Recuerdo que en la casa de Luis La Hoz –adonde llegué guiado por Arteaga- leíamos en grupo Renga el famoso libro colectivo de Paz. Igualmente Juan Carlos Lázaro –no se cómo- se consiguió unos poemas del gran Ocatavio cuando era adolescente y los publicó en la carátula de su revista Cronopio 1 en Julio de 1974. Armando Arteaga citaba todo el tiempo Los signos en rotación y yo recien pude encontrar esta recopilación de artículos pacianos en 1976 y fue mi biblia durante –por lo menos- tres inolvidables años. Pero antes –en 1975- había hallado en la librería ‘Epoca’ de Lima Las peras del olmo donde ahondé mi conocimiento de la poesía mexicana iniciado con la lectura de algunos de los “Contemporáneos” que figuran en el libro de Olivio Jiménez. Y –of course- proseguida en Poesía en movimiento. México, 1915-1966 debida a Paz, Alí Chumacero, Homero Aridjis y José Emilio Pacheco, insuperada muestra del proceso de la poesía mexicana durante gran parte del siglo XX.

       Cuando ingresé a la Universidad de San Marcos en 1975 me tocó el increíble azar de ser estudiante de Antonio Cisneros, catedrático de poesía hispanoamericana. El gran Toño –como a él le gustaba que lo llamáramos- dedicó una clase completa al estudio y análisis de Piedra de sol de Octavio Paz, sobre el cual trazó un diagrama concéntrico en la pizarrra del Repertorio Bibliográfico,
escenario de aquellas horas irrepetibles. Hacia 1977-78 se generó una fértil amistad poética entre los jóvenes poetas de San Marcos y de la Universidad Católica, dando orígen al grupo-revista La Sagrada Familia. Para el segundo número de nuestro vocero –cuando ya nos habíamos declarado marxistas- escogimos un verso de Octavio Paz como emblema: ‘Algo se prepara’ aludiendo a la inminencia de la Revolución para los pueblos de América Latina.

       Por los días del Movimiento Kloaka (1982-1984) colectivo de neo-vanguardia que contribuí a fundar junto a Mariela Dreyfus, me hice de un libro paciano que me acompañaba por bares, playas y parques donde realizábamos los aquelarres kloakistas. Se trataba de La centena (Poemas: 1935-1968) editado por Barral en 1972. Una preciosa antología –preparada por el propio Paz- donde descubrí textos tan intensos e importantes como Noche en claro notable re-creación de una reunión nocturna de nuestro poeta con André Bretón y Benjamín Peret en París. Es un poema que principia con un tono conversacional “A las diez de la noche en el Café de Inglaterra / Salvo nosotros tres / No había nadie / Se oía afuera el paso húmedo del otoño” y que prosigue: “Una prostituta bella como una papisa / Cruzó la calle y desapareció en un muro verdusco” para desarrollar luego una reflexión metafísica: “Nadie tenía sangre nadie tenía nombre / No teníamos cuerpo ni espíritu / No teníamos cara / El tiempo daba vueltas y vueltas y no pasaba / No pasaba nada sino el tiempo que pasa y regresa y no pasa”. Y también otros como Viento entero que hasta hoy mismo no deja de estremecerme cuando leo en voz alta: “El presente es perpetuo / Los montes son de hueso y son de nieve”. Qué tal música! Me digo para mis adentros. Y luego: “El presente es perpetuo / 21 de junio / Hoy comienza el verano / Dos o tres pájaros / Inventan un jardín / Tú lees y comes un durazno / Sobre la colcha roja / Desnuda / Como el vino en el cántaro de vidrio”. Maestría del ritmo y de la elipsis.

       Un libro de Paz que no puedo dejar de mencionar es Versiones y diversiones que –extrañamente-  llegó al páramo cultural que era mi ciudad natal Piura en la desértica costa norte del Perú. Dulce verano juvenil de 1974. Allí descubrí a a Pessoa, Hart Crane, WC Williams, leí por vez primera un Canto de Pound, el extra-ordinario soneto de Nerval El desdichado y poesía nórdica, china y japonesa. Un absoluto deleite. También quisiera recordar que –por 1975- todos los meses entraba a ‘Epoca’ sita junto al Wony –el café bar de los poetas en la Lima de los 70s- para comprar Plural –sin duda la mejor revista cultural  del mundo hispánico cuando la dirigía su fundador: Octavio Paz. Después Vuelta llegaba intermitentemente.


       En 2001 me trasladé a los Estados Unidos. Luego de un tiempo hube de releer El arco y la lira y Los hijos del limo para los exámenes del doctorado, libros que configuraron nuevas revelaciones para mí. Y en uno de mis cumpleaños aquí mi esposa Kathy tuvo la feliz idea de sorprenderme con el obsequio de A draft of shadows con versiones into English de Elizabeth Bishop y Mark Strand editado por
New Directions, el famoso sello de la mejor poesía gringa. Pero me gustaría cerrar este testimonio de mi amor y adhesión por la poesía paciana con una historia reciente: Un día chateando en Facebook con mi amigo el poeta mexicano Víctor Toledo, no sé cómo llegamos a hablar de Paz. Y él me cita Arbol adentro. Yo le respondo: “Ese libro de Octavio  no lo he leído”. “Ah, tienes que leerlo” me replica Víctor. Al día siguiente lo encontré en la biblioteca de Temple University y me entregué durante dos días a paladearlo.Recordé que cuando aquel libro llegó a Lima, lo vi en librerías; pero mi vida era demasiado salvaje en esa temporada en el infierno. Así que no pude leerlo hasta la primavera pasada en Temple. Y fue una suerte de re-encuentro con la grandeza del genio mexicano: En un cuaderno moleskine que tengo, leo lo que apunté: “Y fui por un instante diáfano / viento que se detiene. / gira sobre sí mismo y se disipa”. Para qué más. [Roger Santiváñez, 26 de abril de 20014. A 100 años del Nacimiento. New Jersey South]

viernes, 18 de abril de 2014

ACERCA DE LA LLAMADA “UNIÓN CIVIL”. UNA PALABRAS.

Hace un par de días volví a poner en mi “muro” del Facebook estos comentarios que unas semanas antes había dado a conocer a través del mismo medio:


“UNIÓN CIVIL. He escuchado que el Defensor del Pueblo y algunas otras personas entendidas afirman que temas como este de la unión civil entre personas del mismo sexo no puede ser sometido a referéndum. Con todo respeto, debo decir que el señor Vega y quienes coinciden con él están equivocados. Este tema sí puede ser sometido a referéndum, claro, si es que se cumplen los requisitos correspondientes (básicamente la adhesión de un número de ciudadanos equivalente al 10% de la población electoral). Me explico. Puede ser sometido a referéndum porque lo permite el Artículo 32º, Inc. 2, de la Constitución Política ("aprobación de normas con rango de ley"). Pero, insisto, aunque legalmente es posible hacerlo, creo que no debe hacerse, porque sería injusto y, digamos, inmoral. El derecho a la igualdad de las personas no puede ser sometido a consulta, porque hacerlo sería absurdo, primitivo y estúpido. La propuesta (tan discutida y rechazada por algunas personas e instituciones) de la llamada unión civil es dable y válida, y apunta al fortalecimiento y realización plena de uno de los más vulnerados derechos de los seres humanos: la igualdad ante la ley. Dicen (qué idea más descabellada) que pondría en riesgo a la familia. No, señores. El respeto a los derechos humanos de todos (la igualdad es uno de ellos) contribuye al fortalecimiento de las instituciones y, sobre todo, le hace bien a la humanidad.”


Esto también escribí hace algunas semanas cuando vi en La República una nota sobre la declaración de un grupo de obispos: "OBISPOS EN CONTRA DE LA UNION CIVIL.-"En un extenso comunicado, los obispos peruanos señalaron que la propuesta, presentado por el parlamentario Carlos Bruce y que esta semana se discutirá en el Congreso, es “contraría al orden natural y distorsiona la verdadera identidad de la familia”. No, señores purpurados. La llamada "unión civil" no atenta contra nada; al contrario: favorece la consolidación de los derechos, el justo reconocimiento a las minorías, y en nada distorsiona la identidad de la familia. Lo que va contra el orden natural son los crímenes contra la vida y la integridad física y moral: el aborto, la pedofilia. Ustedes, como todo el mundo, tienen derecho a opinar y a que sus opiniones puedan ser (como en este caso) distintas y contrarias a las de otras personas o instituciones, y tienen, además, derecho de emitir pronunciamientos en cualquier sentido, lo cual es legítimo (y nada tiene que ver con el tema del laicismo en el Estado o cosa parecida). Pero en estas cosas, que son de carácter estrictamente legal, lo que importa finalmente es lo que los órganos correspondientes puedan decidir (el Poder Legislativo, por ejemplo) y ni siquiera hace falta (porque, a pesar de que formalmente es posible hacerlo, sería moralmente absurdo) que el proyecto de ley sea sometido a referéndum. De lo que se trata es de hacer el esfuerzo de mirar las cosas con amplitud de criterio, con mente abierta, sin sentimientos de vergüenza o de culpa que son malos consejeros. De aprobarse en nuestro país eventualmente la propuesta de "unión civil" o si en el futuro llegara a darse, como en algunos otros países, el "matrimonio gay", no nos escandalicemos, no nos rasguemos las vestiduras o sotanas; la moral no se envilecerá, solo seremos testigos de que habrá sobre la tierra más personas felices. Nada más."


Un amigo mío intervino con este breve comentario:


“Después de eso, van a querer adoptar niños, quizá, si son niños los que adoptan, los conviertan en niñas o viceversa, existen casos. De todas formas a mí no me importa ni mi heterosexualidad.”


Y luego otro, con más extensión:


“Para salvar cualquier posible escollo frente a la "igualdad", en nuestra legislación civil, existen los contratos innominados; quien quiera estar unido a otro del mismo sexo puede celebrar el contrato que quiera y poner en él las cláusulas que más le o les convengan; quieren seguridad social que se la paguen, quieren heredar que lo hagan en un testamento o que donen o vendan, quieren tener hijos que lo intenten a ver si pueden, pero para ello no es necesaria una ley que equipare esas prácticas difíciles de aceptar; pero no, enarbolando la hipócrita bandera de la defensa de dizque ciertos derechos se siga el mal ejemplo de sociedades en donde hay que estar con el último grito de la moda en dizque "derechos humanos", Esos obispos sí que son valientes.”


Enseguida respondí:


No se trata de "esas prácticas difíciles de aceptar". Este concepto es una aberración que, lamentablemente, muchos obispos aún siguen agitando como bandera homofóbica (felizmente el papa Francisco, no). Los derechos reclamados por las minorías (como esta, la de los gays, lesbianas y bisexuales) son exigencias hechas al Estado, no a las "otras personas". Porque "las otras personas", es decir, nosotros los heterosexuales, no somos los sujetos llamados a atender o rechazar lo que ellos piden, porque simplemente no somos los dueños absolutos de esa facultad, no somos los dueños del Estado, y porque, más concretamente, no es que nosotros seamos los dueños del mundo y esas minorías sean algo así como comunidades advenedizas, bárbaras, de otra especie que, como tales, deban mantenerse, por decisión nuestra, segregados, marginados, expatriados, escondidos como si de una peste se tratara, y prohibidos de entrar en "nuestro mundo" y de acogerse a las leyes de "nuestro Estado". ¿Saben una cosa?: el rechazo que estos obispos y muchas otras personas e instituciones ejercen contra las reclamaciones de las minorías como esta de los gays, lesbianas y bisexuales, no es muestra de valentía; es, más bien, demostración de irracional e infundada cobardía.


Y recibí, como réplica, esta cortante y medio intolerante reflexión:


“No hay que olvidar que no somos el Estado ni dueños de él, pero sí somos parte del mismo; lo demás es un discurso que ni los mismos interesados entienden; y con posiciones permisivas entiendo que sólo se hace deleznable la moral social y por eso transitamos por los caminos en que hoy nos encontramos, y luego vamos quejándonos de no saber por qué hay tanta DESCOMPOSICIÓN en nuestra sociedad contemporánea. Finalmente, para muchos, esos obispos ojalá sigan FUNDANDO su "cobardía" de defender al género humano en sus naturales dimensiones. Punto final.”


Aunque este amigo resolvió, sin acuerdo de por medio, ponerle “punto final” al tema, me permití agregar, a manera de coda, lo siguiente, apenas una pregunta al aire:


¿Posiciones permisivas? Ufff!


Pero luego apareció una noticia en que se hablaba del resultado de una encuesta hecha acerca del tema y que, en cifras, era poco alentador. Hice este breve comentario que, en gran medida repite lo que ya había dicho:



"Unión civil" en los ojos de la encuesta: Pero no se trata de encuestas, creo yo. Y tampoco de referéndum. Es legítimo que se hagan encuestas y sería legal (constitucional) si se consultara vía referéndum. Pero me parece que no es el camino, por inmoral. Lo que corresponde es que los órganos llamados a resolver lo hagan: básicamente el Congreso. Derechos como el que reclaman minorías como esta de los gays, lesbianas y bisexuales, no tienen por qué ser consultados a "los demás" (nosotros los heterosexuales), porque nosotros no somos dueños de la facultad de "aceptarlos" o rechazarlos; esto sería lo inmoral y también injusto.

martes, 8 de abril de 2014

¿El delito es una conducta? Breves reflexiones personales


Existen distintas definiciones dadas al delito, pero básicamente todas coinciden en que se trata de la acción u omisión dolosa o culposa penada por la ley, y es así como lo define nuestro Código Penal (Art. 11º): “Son delitos y faltas las acciones u omisiones dolosas o culposas penadas por la ley”. Hay quienes afirman que el delito es una conducta. He reflexionado al respecto y por ello quiero, brevemente, exponer mi opinión personal.

El delito no es una conducta; es, más bien, el resultado (infractor de la ley, obviamente) de determinada conducta: es el hecho consumado que se da como quebrantamiento de la norma, pero que debe estar tipificado como tal y previsto su sanción en la ley penal.

Conducta, como sabemos, es la manera como se comportan las personas, y las personas se comportan bien o mal, con arreglo a las normas o infringiéndolas; y la conducta puede, digamos, ser premiada o eventualmente castigada, pero no por merecer –en caso de ser contraria a la ley- una sanción, debe ser tipificada como delito. Y, efectivamente, hay conductas o comportamientos que son castigados penalmente. Por ejemplo, la persona que en estado de ebriedad o drogadicción, en lugar público perturba la tranquilidad de los demás, según el Código Penal, “será reprimido hasta con sesenta días-multa”; el que, en espacios públicos “hace a un tercero proposiciones inmorales o deshonestas” será castigado con prestación de servicio comunitario de diez a treinta jornadas”. Los ejemplos dados corresponden precisamente a conductas ilícitas y por eso el Código las considera como punibles y establece para ellas las respectivas sanciones; pero no las incluye entre los delitos, pues solo las tipifica como faltas (Arts. 449º y 450º).

Respecto de los delitos, debemos decir que la conducta sería, más bien, uno de sus elementos (el elemento básico, su soporte): definido como el comportamiento humano voluntario, positivo o negativo (acción u omisión), encaminado a un propósito, pero no la ejecución de ese propósito.

Ni siquiera la acción, como “ejercicio de la posibilidad de hacer” (DRAE), es un delito. Esto, en buena cuenta equivale a “tratar de hacer algo”. Y ateniéndonos (como efectivamente debe ser) a lo que señala el Código penal, tenemos que decir que el “tratar de hacer algo”, si es que de cometer un delito se trata, puede ser castigado, pero al no haber llegado a la consumación, queda, penalmente, considerado solo como tentativa, y la tentativa es punible (naturalmente, si es que queda demostrado que es materialmente era posible la consumación del propósito; cf.: Arts. 16º y 17º del Código Penal), pero, repito, no es un delito (“En la tentativa el agente comienza la ejecución de un delito, que decidió cometer, sin consumarlo”. Código Penal, Art. 16º).

Tal como señala nuestro Código Penal y muchos autores conceptúan, el delito se configura como una acción, pero considerando, obviamente, la segunda acepción que posee este término: “Resultado de hacer”. (DRAE). Tiene, repito, que haberse dado el resultado real, para poder hablar con propiedad de la existencia de delito.

Veamos el tema referido al delito de Homicidio Simple. El Art. 106º del Código dice textualmente: “El que mata a otro será reprimido con pena privativa de libertad…”. Se hace, con meridiana claridad, referencia al resultado real de un “hacer”, y tal resultado, en este caso, es la muerte de una persona ocasionada por un semejante.

Igual situación, pero con una particularidad que lo distingue, ocurre con lo que se lee en al Art. 111 del mismo Código: “El que por culpa ocasiona la muerte de una persona, será reprimido con pena privativa de libertad…”. Se sanciona al agente por haber ocasionado la muerte de una persona, pero mientras en el caso anterior la norma es genérica, en este pone de manifiesto una precisión particular: habla de la muerte ocasionada por culpa, es decir sin propósito o intención. De esto podemos colegir lo siguiente. Si, por ejemplo, en una reunión festiva una persona abraza a su amigo y le aprieta el cuello, juguetonamente, parodiando a algún personaje del cine, y luego lo suelta y siguen conversando y divirtiéndose, ¿estamos frente a un delito? No, definitivamente no. Simplemente estamos frente a una acción o, si se quiere, una conducta, que no ha ocasionado ninguna consecuencia lamentable porque, obviamente, no fue ese el propósito de quien la ejecutó. Pero si en ese juego, de abrazos y bromas, la persona involuntariamente ocasiona un accidente y su amigo cae por las escaleras y pierde la vida, la situación es diferente: se produjo una muerte, es decir un delito que, como es de advertirse, se encuadra en el Artículo mencionado: Homicidio culposo.

Como se ve, en ambas situaciones la conducta es la misma, pero las consecuencias son distintas. Y la sanción solo procede en el caso del segundo ejemplo, porque se dio un resultado que es penado por  la ley.


En resumen: una conducta puede ser ilícita y ser castigada, pero no es un delito; una acción, entendida como “ejercicio de la posibilidad de hacer”, si no llega a su resultado, puede ser castigada como tentativa de delito, pero no como delito propiamente dicho.