Cuando digo que estoy solo no quiero decir que la soledad me acompañe. Digo solo porque actúo y pienso sin sectas ni partidos. Libre. Sin dogmas, consignas, pautas, mandatos, ni recetas. Libre. Libre de aquello que Ortega y Gasset llamaba el "impulso de adhesión, de secuacidad".
Carecer de impulso o espíritu "de secuacidad" nos otorga lucidez y nos hace capaces de ver las cosas sin apasionamiento. Por ello, por ejemplo, puedo decir -sin temor a equivocarme- que soy el único que pudo darse cuenta de lo que era Humala y debido a ello es que, ahora, no me siento decepcionado por lo que hace, pues supe hacia dónde apuntaba. Y, como ustedes saben, amigos, yo no voté por él esperanzado en que su gobierno iba a llevar a Palacio el "poder popular"; lo hice solo para evitar que saliese elegida la señora Fujimori. Mientras muchos, prácticamente todos los amigos izquierdistas, se rasgan las vestiduras y se lamentan por su ingenuidad y asumen que el comandante "ha cambiado", yo digo que no es eso lo que ha pasado; que Humala sigue siendo el mismo: lo que ha quedado atrás es el discurso, nada más. Y, como bien sabemos, el discurso es solo un recurso y, en este caso, cumplió su fin y por eso ya fue: convencer y ganar votos. Lo que dije el 2006 y durante la última campaña ahora solo se ha ratificado. Es que, ¿saben una cosa?, los militares no han sido formados para hacer la revolución; mucho menos quien se ha educado en un hogar con tendencias "étnicas".
Pensar sin espíritu de secuacidad es, repito, pensar en libertad y, eso, racionalmente; no porque las fórmulas teóricas del "comité central" lo mandan o porque la simpatía o la antipatía de la persona respecto de quien se piensa nos enceguece. Repito lo que dije hace algunas semanas: Ni izquierda ni derecha. Inteligencia, inteligencia. Eso es lo que nos hace falta.
Aquí lo que puse en mi muro días atrás: "Ver donde otros no ven, o lo que otros no ven, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente, así de fácil; ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros. Ser decentes. Respetar."