martes, 6 de diciembre de 2011

LOS ESCRITORES Y LA ORTOGRAFÍA


Hay una verdad. La lengua no la crean los académicos ni los escritores, sino el pueblo; y es el pueblo también quien la modifica y, eventualmente, puede hacer que desaparezca. Yo siempre he estado convencido de que la lengua es acaso lo más democrático que existe; en ella no se dan imposiciones verticales, desde arriba, sino todo lo contrario. La Academia recoge, asimila y -digamos- "consagra" (solo es un decir, claro) expresiones que los hablantes van, cotidianamente, aceptando como útiles para la comunicación. Y es cierto, lo que hoy es visto como un error mañana puede dejar de serlo debido a que se convierte en algo aceptado convencionalmente y se legitima.

Pero los errores -mientras no sean aceptados por el mayoritario consenso seguirán siendo eso, errores. Y quien -gran escritor o no- los use en su escritura estará simple y llanamente cometiendo un error (por decir lo menos), o estará demostrando, también simple y llanamente, que, a pesar de ser un gran escritor, desconoce aspectos importantes de gramática u ortografía. Así de simple. Roberto Arlt fue un gran escritor: y lo fue por la calidad de sus obras, de su estilo, por lo descarnado de su realismo. Pero Roberto Arlt cometía garrafales errores ortográficos. Pues el hecho de que un escritor tenga altas calidades literarias (repito, literarias) no significa que sus metidas de pata gramaticales u ortográficas tengan que ser aceptadas como aciertos. No confundamos, pues. Y la verdad es que no solo él tuvo errores. Pero como decía Borges, refiriéndose a otro escritor, “Podemos corregirlo, ponerlo en línea, pero jamás podremos imitarlo, es inimitable”.

Hay escritores en nuestro país que probablemente dentro de poco o de mucho lleguen o sobrepasen a la calidad de Arlt, pero que -si no lo toman a mal- debieran acudir de vez en cuando a un diccionario. Creo que es bueno recordar que un escritor no solo es el genio, o 'medio genio", que nos deslumbra con su estilo o con su extraordinaria capacidad de retratar, recrear, o crear realidades (a la manera de un deicida), sino también es una suerte de maestro que debe enseñarnos a escribir bien. Naturalmente estoy hablando de quienes escriben en prosa. No hablo de los poetas, o de la escritura de poesía; porque (esta también es una realidad), la poesía, felizmente para los que odian a los diccionarios, otorga el salvoconducto para expresiones disparatadas como "hubieron", "medias locas" y "testigas" (que he leído en textos escritos por numerosos escritores y poetas peruanos); ese salvoconducto son las "licencias", es decir, la libertad, que tiene y debe tener siempre un poeta.

Tulio Mora preguntaba por qué referirse a una excepción literaria para tratar de explicar o justificar los errores. Es la verdad: de ese modo no se justifica nada. Y voy a mencionar algo que es, me parece, paradigmático: El Diccionario de Dudas y Dificultades, escrito por Manuel Seco, de la Real Academia Española. No obstante lo esclarecedor que es en casi todas las sombras que uno puede tener respecto del idioma español, allí encuentro algo que me parece jalado de los cabellos, absurdo. Al explicar acerca de "acaso", cita una frase contenida en "La ciudad y los perros", para decirnos que en nuestro país este adverbio se usa "coloquialmente" como conjunción, con el valor de "si", lo cual es simple y llanamente falso (cf. Diccionario de...Madrid, 2002. Pág. 11): no es un uso coloquial, es un uso -probablemente también equivocado por el autor o por los tipógrafos- que solo aparece en una novela. Es decir, el autor del Diccionario puso como ejemplo una expresión "excepcional" (porque solo aparece en la novela mencionada) que no corresponde al uso coloquial que según él se da en nuestro país. Es un desacierto, pues, el que comete don Manuel Seco.