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Un delito no es lo que a
nosotros -peatones comunes y corrientes- se nos ocurre llamar así, sino aquello
que la ley penal ha tipificado como tal y, obvio, le ha asignado la
denominación correspondiente. El terrorismo en el Perú es considerado un delito
a partir de 1981 (cuando se dio el Decreto Legislativo 046), pero cuando
comenzaron las acciones irracionales de Sendero en Ayacucho (con la quema de
ánforas electorales en Chuschi) y en Lima (con perros colgados en postes de la
avenida Tacna) ya estábamos frente a hechos que fueron promovidos para infundir
terror. Y eso -con ley que lo tipifique o sin ella- no es otra cosa que
terrorismo. Así de claro.
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Nadie prohíbe las
opiniones de nadie. Y nosotros -usted, yo, cualquiera- también tenemos derecho a
opinar acerca de las opiniones de los demás. Puede uno, con todo derecho, decir
no estoy de acuerdo o decir algo o mucho más. Una opinión como la de Reynoso no
solo es deplorable, en opinión mía y de otros, porque no estemos de acuerdo con
ella, sino porque viene de una persona cuya obra literaria admiramos y
queremos. Oswaldo es, con esto y a pesar de esto, un escritor valioso y por eso
lo admiramos y lo queremos. Pero no todo lo que él diga merece aprobación o un
simple “no estoy de acuerdo”. Esta opinión que él ha expresado es grave;
coincidente, en gran medida con lo que piensa el abogado Crespo y el otro
abogado de Movadef, Fajardo.
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Un escritor, por otra
parte, por más admirado y querido que sea no puede ser colocado en el pedestal
de los intocables, porque no es sagrado y tampoco frágil, como un niño de
cristal. Si suelta, desenfadada, imprudente u osadamente un razonamiento que
choca contra la sensibilidad de un pueblo que sufrió por la demencia y
perversidad de una agrupación que -según se desprende de las palabras del
escritor- debieran tal vez ser considerados inocentes, como los personajes de
esa colección tan entrañable de cuentos que él escribió, pues si ello pasa
-caballero nomás- se convierte en pasible de cuestionamientos. Y Reynoso, guste
o no a algunos, lo es. Así de simple.