miércoles, 14 de marzo de 2012

¿DELITO DE NEGACIONISMO?

Según el Ministro de Justicia, el Ejecutivo propondrá la incorporación del negacionismo como delito. El negacionismo sería, así, una figura penal caracterizada por la negación de los crímenes cometidos por grupos terroristas. Esta medida se daría en vista de que el delito de apología del terrorismo no dio lugar -en la práctica- a sanciones reales y efectivas. Es innegable que la propuesta en mención va a dar pie a más de una opinión (de apoyo y de discrepancia). En algunos países, como Alemania, el negacionismo es considerado un delito. Pero, sinceramente, aún a pesar de las respetables razones que sustentan tal cosa (y de las justificaciones que se pretenderían dar en nuestro país), creo que se trata de una norma absurda, descabellada. El negar los crímenes, como los perpetrados por Sendero Luminoso, por ejemplo, no es una conducta que pueda -en un sano juicio- tipificarse como delito, pues corresponde simple y llanamente a una percepción, a una opinión, a un criterio, respecto de algo ocurrido y no respecto de lo que pudiera ocurrir en adelante. Nadie comete un crimen retroactivamente. Si yo dijera que la muerte de Edwin Elmore no fue un crimen, ¿acaso me convertiría en culpable de lo que hizo Chocano y debiera, por ello, ser perseguido y condenado? No. Esto solo correspondería a una visión distorsionada, equivocada y desafortunada acerca de ese hecho. Y, como sabemos, la estupidez no es condenable. El negacionismo es, simplemente, eso: estupidez, ceguera histórica, nada más. Como dije en otro momento, el Estado tiene derecho a defenderse y a defender a la sociedad y por eso tiene en sus manos la facultad punitiva. Pero la defensa debe efectuarse bien, sin deficiencias ni excesos, y, sobre todo, con inteligencia. Sin atentar contra derechos básicos, respetándolos. La apología sí puede -con justa razón- ser un delito, porque no solo se comporta como defensa y alabanza, sino como aliento, como apoyo a aquello que es dañino. En cambio, una interpretación de los hechos ocurridos a través de la historia, es solo el ejercicio (inteligente o -repito, y disculpen el exceso- estúpido) del derecho a pensar. Esperemos que se imponga el buen juicio.