Desde que tiró al tacho la casaca castrista,
después de haber ocurrido, en 1971, el caso Padilla, Vargas Llosa, el celebrado
autor de Los cachorros, La ciudad y los perros y La Casa Verde, por haberse
pronunciado en favor de la libertad, se fregó: comenzó a recibir ataques a
diestra y siniestra. Pasaron los años y la cosa seguía; ni siquiera el Premio
Nobel recibido hizo que sus detractores cambiaran de opinión, sino -al
contrario- se volvieron más implacables ("ese premio, amañado",
decían). Unos años antes de haber recibido el más alto galardón planetario,
publicó el acaso más lúcido, mesurado y justo ensayo acerca de José María
Arguedas, un libro en que (como lo dije en un ensayo), a pesar de expresar, de
entrada, su simpatía por el novelista andahuaylino, además de reconocer
lúcidamente sus aciertos señaló puntillosamente sus deficiencias y defectos y,
claro, puso de manifiesto también sus discrepancias; es decir, hizo “como debe
hacerse cuando se está en la posición del crítico, una lectura desapasionada y
serena, sin sentimientos adversos pero, también, exenta de actitudes
complacientes, sin que por ello buscara atentar contra la validez de las obras
de Arguedas sino, como el mismo Vargas Llosa lo dice al final de su libro, conferirles
'una naturaleza literaria', realzar ‘lo que hay en ellas de invención’ y
consagrarlas en su verdadero carácter: como ficciones que son y con las cuales
su autor –sentencia, definitivamente, que logró fue ‘edificar un sueño’.”. Pero
le dijeron de todo, hasta “envidioso”. Ah, y antes de este libro acerca de
Arguedas, se le ocurrió meterse a Vargas Llosa en la política y postuló como
candidato a la presidencia de la República; fracasó, y el ganador fue Alberto Fujimori, que el 5 de abril de 1992 dio un autogolpe y convirtió a su
gobierno en una dictadura. Vargas Llosa se convirtió en uno de los más
implacables opositores de esa dictadura. Vargas Llosa, desde su “divorcio” con
Cuba, se ha expresado siempre contra todo tipo de dictaduras (sean de derecha o
de izquierda) y en eso no ha abdicado. Pero ahora, año 2021, decidió dar su
apoyo, no velado, sino directo, sin ambages e incluso con gran publicidad, a una
candidatura representada justamente por la hija del dictador de los noventas.
Las reacciones de sus adversarios ya tienen ribetes apocalípticos, ahora. Unos
le dicen corrupto, otros –convertidos de la noche a la mañana en “psiquiatras”-
le diagnostican “demencia senil", hay quienes hablan de “incoherencia”,
otros afirman que el apoyo es por interés (¿querrá un puestito de portapliegos
en algún ministerio?). “Está apoyando a la corrupción”, dicen prácticamente
todos, en esta ciudad que pareciera ahora Hadleyburg; “quiere avalar una
dictadura”, alucinan otros presuntamente “libertarios”. Y hasta insinúan, mórbidamente, que es "fascista". ¿Por qué Vargas Llosa
decidió apoyar la candidatura de Keiko Fujimori? ¿Por corrupta y porque
seguramente quiere imponer una dictadura? No. Lo hace porque cree –equivocado,
tal vez- que el contendor de esta candidata, de llegar al poder, convertiría a
la sociedad peruana -repito sus palabras- con “todas las características de una sociedad comunista,
en una época en la que –los peruanos que votaron por él no parecen haberse dado
cuenta todavía- el comunismo ha desaparecido del planeta, con las excepciones
más horripilantes, es decir Cuba, Venezuela, Nicaragua y Corea del Norte”, y
porque –según afirma- está convencido “de que si Castillo, con semejantes ideas,
llega a tomar el poder en la segunda vuelta electoral, dentro de un par de
meses, no volverá a haber elecciones limpias en el Perú, donde, en el futuro,
aquellas serán una parodia, como las que organiza de tanto en tanto Nicolás
Maduro en Venezuela para justificar su régimen impopular”. Por esas sospechas
–repito, probablemente equivocadas- el escritor prefiere la candidatura de la señora
Fujimori de la que, no obstante, afirma que “hasta ahora ha defendido a su
padre, el exdictador, de quien estuvo provisionalmente distanciada, pero ya no,
pues ha prometido indultarlo si llega al poder” y que “además, de manera muy
directa, beneficiándose de la dictadura, y está acusada por el Poder judicial
de haberse lucrado con la Operación Lava Jato, de la que habría recibido
dinero, por lo cual el Poder Judicial ha pedido para ella treinta años de
cárcel”. Es decir, sabe de quién se trata, sabe a quién está apoyando (y sabe de que está hablando); ergo,
hablar de “demencia senil” es simplemente estúpido. Ahora, esto: ¿es coherente
o no? Veamos lo que dice a continuación: “Pese a ello, como saben de sobra
quienes leen esta columna y reconocen que, desde que, violentando las leyes que
lo habían llevado al poder, Fujimori instaló una dictadura, he combatido al
fujimorismo de manera sistemática, como lo he hecho con todas las dictaduras de
izquierda o de derecha”. ¿Miente? Quien diga que sí, desconoce lo que hizo el
escritor entonces o lo ha olvidado (olvido que, naturalmente nada tiene que ver
con una presunta “demencia senil”, ¿verdad?). Y ahora, veamos por qué precisamente es la
señora Fujimori la candidata por la que se inclina el Nobel. Es por esto: porque
cree que “representa el mal menor”. (Esto del “mal menor”, dicho sea de paso,
casi siempre ha sido una opción engañosa, pero su motivación no deja de tener
una dosis de esperanza y de buena fe). Vargas Llosa cree que con la hija del
exdictador hay “más posibilidades de salvar nuestra democracia”, siempre que
ella cumpla con una condición ineludible: “se comprometa, en nombre de estas
libertades públicas que dice defender ahora, a respetar la libertad de
expresión, a no indultar a Vladimiro Montesinos, responsable de los peores
crímenes y robos de la dictadura, a no expulsar ni cambiar a los jueces y
fiscales del Poder Judicial, que han tenido en los últimos tiempos una actitud
tan gallarda en defensa de la democracia y los derechos humanos, y, sobre todo,
a convocar a elecciones al término de su mandato, dentro de cinco años”. Esas
son las razones por las que Mario Vargas Llosa decidió apoyar la candidatura de
Keiko Fujimori, hija del condenado exdictador peruano. Probablemente su
decisión sea una de las más equivocadas que ha escogido en su vida y es la que
le ha generado los más atroces insultos (incluso -en el colmo del desbarrancamiento intelectual, el razonamiento más descabellado) le han dicho que por esa
lisura, todos sus libros, desde los primeros, ahora son malísimos, mediocres,
son una cochinada; es decir, por culpa de su posición en estas elecciones –año
2021- su producción literaria se ha convertido en víctima de una suerte de
“metamorfosis inversa”: una inapelable condena hacia atrás, retroactiva. ¡Cosa
más grande en la vida, chico!, exclamaría Tres Patines). Bueno, aquí solo he
querido decir que en la decisión –libre y legítima, por lo demás, y antipática-
del escritor peruano no hay un problema de “demencia senil”, no hay propósito
de apoyo a la corrupción, no quiere que vuelva la dictadura fujimontesinista, y
no tiene nada de incoherente, pues se condice completamente con sus principios;
pero, claro, esto no significa -repito- que lo que ha hecho sea lo correcto y,
naturalmente, nadie está obligado (¿u "obligade") a pensar como
piensa él, y menos a seguirlo: cada uno es dueño de sus ideas, sus aciertos y sus equivocaciones.
Sin embargo, tampoco es motivo, creo yo, para insultarlo, pero bien que muchos
lo hayan hecho, porque se han desfogado y seguramente ahora se sienten muy bien
(insultar a personajes, a los que no les llegamos ni a la altura de su
pantorrilla es a veces terapéutico y compensa algunas carencias personales y frustraciones, claro que de mentirita, pero algo es algo, ¿no?); lo malo para nuestros indgnados es que los insultos al escritor
creo que "le llegan". Yo me quedo no con sus opiniones o posiciones
políticas, sino con lo admirable de su magnífica obra narrativa y sus ensayos
("La orgía perpetua", "Historia de un Deicidio", "La
utopía arcaica"); lo demás es solo anécdota perecible, con fecha de vencimiento. ¡Un fuerte abrazo
cariñoso, amigos keikistas y amigos castillistas! Espero que nadie se sienta
enojado. ("Confiemos, como en el Evangelio de San Lucas, en que podamos
andar juntos sin reprensión y que en ese alto plano de la amistad podamos
convertir los corazones de los rebeldes a la prudencia de los
justos".-Raúl Porras Barrenechea). ¡Cuídense mucho!
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* Texto bajado de mi muro del Facebook.
© Bernardo Rafael Álvarez
8 de junio del 2021