Junio del 69, si no me
equivoco, días de fiesta patronal en Pallasca. Iba yo con mi padre hacia la
plaza de armas y, cuando ya ingresamos, de pronto, un joven se nos acerca medio
sonriente y al dirigirse al maestro Rafa le dice esto: "¡Hola!".
Decir "hola", en Pallasca, no se acostumbraba; era una expresión de
saludo propia de los "costeños" y, creíamos, que solo podía ser usada
entre amigos de más confianza y, digamos, de la misma edad; nosotros, para
saludar a una persona mayor, lo que hacíamos era simplemente decir "Buenos
días, don Pancho"; "Buenas tardes doña (o "ña")
Candelaria". Por ello, escuchar lo dicho por el joven a mi padre, a mí me
sorprendió realmente, ya que -lo confieso- me pareció una suerte de osadía,
casi una malcriadez. Pero no, no había nada impropio ni reprobable: era una
expresión de verdadero respeto y de afecto. Mi padre se alegró, se sintió
feliz: era su exalumno -y al toque lo había reconocido- de la prevocacional
293, que estaba en ese momento frente a él, después de un buen número de años.
"Te decíamos 'el doctor' -le recordó-, por tus anteojos".
"Cierto, profesor", contestó el joven, siempre con la sonrisa
radiante, y le dijo que nunca lo había olvidado. "Menos yo, Pedrito",
le dijo, alegre, mi padre. Yo también me sentí regocijado, por ser testigo de
ese lindo reencuentro de maestro y alumno, en la esquina de nuestra plaza de
armas, junto a la Iglesia de San Juan Bautista. Pedro se llamaba el joven y,
efectivamente, "Doctor" era el apodo con que prácticamente todos lo
conocían pero, claro, yo nunca -mientras vivía en Pallasca- lo traté así,
porque él era varios años mayor y yo era tímido y vergonzoso. Aquel año, o quizás
el siguiente (no lo recuerdo muy bien), al regresar al pueblo, a un grupo de
alumnos del Mixto, el colegio secundario de "educación común" (el
otro era el Agropecuario), nos alcanzó unos papeles, impresos en mimeógrafo,
con textos referidos a aquello que era tendencia entonces y a nosotros nos
ayudaba a estimular los sueños y la esperanza: informaciones y reflexiones
sobre la revolución mundial y acerca del argentino que entonces admirábamos: el Che.
Éramos adolescentes, pues. Pedro estudiaba ingeniería en la UNI, y también
soñaba con un mundo nuevo, diferente, más justo. No volví a verlo sino hasta cuando
yo ya estaba en Lima (años 70). A lo de "doctor", en el trato que se
le venía dando desde la primaria, los pallasquinos universitarios más cercanos
a él le agregaron –zamarros, ¡cómo no!- lo de "Shivago", en alusión,
naturalmente, al personaje principal de la bellísima y conmovedora novela del
ruso Boris Pasternak, hecha película por David Lean con la magistral actuación
de Omar Sharif y Geraldine Chaplin. "El doctor Shivago". Andando el
tiempo, solo se le decía "Shivago". Un hombre de gran corazón, dispuesto
a ayudar -en la medida de sus posibilidades- a cualquiera. Mi amigo del alma, a
pesar de la diferencia de edades. Su casa, en Lima, estaba ubicaba en el centro
mismo de la ciudad: la Plaza San Martín, y en muchas oportunidades nos
encontrábamos por allí cerca, y conversábamos sobre Pallasca y los
pallasquinos, sobre asuntos de política y otras cosas, y jamás dejábamos de
reír, de bromearnos. Con otros paisanos, en más de una reunión, discutíamos
acerca de la problemática de nuestro pueblo y hacíamos planes; lástima: donde
había la necesidad de encontrar oídos, todo era sordera. Lamentable. En los
últimos tiempos, Pedro trabajaba para el SIS (Seguro Integral de Salud), y es
allí a donde muchos amigos acudían a buscarlo, convencidos de su nobleza. Hoy
ya no lo encontrarán. Acaba de fallecer, atacado por el maldito virus, ¡sin
haber podido encontrar una cama UCI! Y esto es doloroso, señor ministro de
salud. Yo, los amigos y los familiares de Pedro, estamos desolados, carajo.
Pedro Ninaquispe, paisano inolvidable, hijo de don Shalo, te has ido pero no te
desprenderás de nuestros corazones y allí continuarás con tu terca sonrisa.
Nosotros seguiremos -te lo prometo- soñando, como tú soñabas, con un mundo más
justo y siempre libre. ¡Descansa en paz, hermano, mi lindo y querido
Shivaguito!