miércoles, 2 de junio de 2021

MI SHIVAGUITO

 

Junio del 69, si no me equivoco, días de fiesta patronal en Pallasca. Iba yo con mi padre hacia la plaza de armas y, cuando ya ingresamos, de pronto, un joven se nos acerca medio sonriente y al dirigirse al maestro Rafa le dice esto: "¡Hola!". Decir "hola", en Pallasca, no se acostumbraba; era una expresión de saludo propia de los "costeños" y, creíamos, que solo podía ser usada entre amigos de más confianza y, digamos, de la misma edad; nosotros, para saludar a una persona mayor, lo que hacíamos era simplemente decir "Buenos días, don Pancho"; "Buenas tardes doña (o "ña") Candelaria". Por ello, escuchar lo dicho por el joven a mi padre, a mí me sorprendió realmente, ya que -lo confieso- me pareció una suerte de osadía, casi una malcriadez. Pero no, no había nada impropio ni reprobable: era una expresión de verdadero respeto y de afecto. Mi padre se alegró, se sintió feliz: era su exalumno -y al toque lo había reconocido- de la prevocacional 293, que estaba en ese momento frente a él, después de un buen número de años. "Te decíamos 'el doctor' -le recordó-, por tus anteojos". "Cierto, profesor", contestó el joven, siempre con la sonrisa radiante, y le dijo que nunca lo había olvidado. "Menos yo, Pedrito", le dijo, alegre, mi padre. Yo también me sentí regocijado, por ser testigo de ese lindo reencuentro de maestro y alumno, en la esquina de nuestra plaza de armas, junto a la Iglesia de San Juan Bautista. Pedro se llamaba el joven y, efectivamente, "Doctor" era el apodo con que prácticamente todos lo conocían pero, claro, yo nunca -mientras vivía en Pallasca- lo traté así, porque él era varios años mayor y yo era tímido y vergonzoso. Aquel año, o quizás el siguiente (no lo recuerdo muy bien), al regresar al pueblo, a un grupo de alumnos del Mixto, el colegio secundario de "educación común" (el otro era el Agropecuario), nos alcanzó unos papeles, impresos en mimeógrafo, con textos referidos a aquello que era tendencia entonces y a nosotros nos ayudaba a estimular los sueños y la esperanza: informaciones y reflexiones sobre la revolución mundial y acerca del argentino que entonces admirábamos: el Che. Éramos adolescentes, pues. Pedro estudiaba ingeniería en la UNI, y también soñaba con un mundo nuevo, diferente, más justo. No volví a verlo sino hasta cuando yo ya estaba en Lima (años 70). A lo de "doctor", en el trato que se le venía dando desde la primaria, los pallasquinos universitarios más cercanos a él le agregaron –zamarros, ¡cómo no!- lo de "Shivago", en alusión, naturalmente, al personaje principal de la bellísima y conmovedora novela del ruso Boris Pasternak, hecha película por David Lean con la magistral actuación de Omar Sharif y Geraldine Chaplin. "El doctor Shivago". Andando el tiempo, solo se le decía "Shivago". Un hombre de gran corazón, dispuesto a ayudar -en la medida de sus posibilidades- a cualquiera. Mi amigo del alma, a pesar de la diferencia de edades. Su casa, en Lima, estaba ubicaba en el centro mismo de la ciudad: la Plaza San Martín, y en muchas oportunidades nos encontrábamos por allí cerca, y conversábamos sobre Pallasca y los pallasquinos, sobre asuntos de política y otras cosas, y jamás dejábamos de reír, de bromearnos. Con otros paisanos, en más de una reunión, discutíamos acerca de la problemática de nuestro pueblo y hacíamos planes; lástima: donde había la necesidad de encontrar oídos, todo era sordera. Lamentable. En los últimos tiempos, Pedro trabajaba para el SIS (Seguro Integral de Salud), y es allí a donde muchos amigos acudían a buscarlo, convencidos de su nobleza. Hoy ya no lo encontrarán. Acaba de fallecer, atacado por el maldito virus, ¡sin haber podido encontrar una cama UCI! Y esto es doloroso, señor ministro de salud. Yo, los amigos y los familiares de Pedro, estamos desolados, carajo. Pedro Ninaquispe, paisano inolvidable, hijo de don Shalo, te has ido pero no te desprenderás de nuestros corazones y allí continuarás con tu terca sonrisa. Nosotros seguiremos -te lo prometo- soñando, como tú soñabas, con un mundo más justo y siempre libre. ¡Descansa en paz, hermano, mi lindo y querido Shivaguito!