Alguien, en el Facebook, puso esto, aparentemente refiriéndose a los que están a favor del “SÍ”, o sea que quieren revocar a Susana Villarán: “Confío en que el pueblo sabrá despertar de su estupidez o tendrá que lamentarla y asumirla...” (Sócrates Zuzunaga). En respuesta, yo puse lo siguiente en mi “muro”:
Perdónenme, amigos, pero me siento indignado.
Yo no me atrevería, no me atrevo en realidad, a decir que las opciones por las que se votará el 17 de marzo son la inteligencia y la estupidez; o que quienes van a votar se dividen entre una mayoría estúpida y una minoría inteligente. Vargas Llosa soltó una infeliz afirmación respecto de la gente de Uchuraccay que participó en el asesinato de ocho periodistas hace treinta años; dijo que eran "salvajes". Todo el mundo, como era lo justo, se soliviantó, se enardeció, por tal calificativo que agraviaba a un pueblo numéricamente pequeño. Ahora -con todo respeto-, en enero del 2013, yo me enardezco al leer que se llama estúpidos a los pobladores de Lima (no decenas, no cientos, no miles, sino millones), solo porque -según se puede adivinar- van a votar por una opción con la que muchos no coinciden. Si votar a favor de la revocación de alguna autoridad municipal es algo estúpido, lo es no porque democráticamente una masa electoral lo decida, sino porque legalmente está admitida tal posibilidad, y, por ello, si de adjudicar algún adjetivo duro se trata, ese adjetivo sería atribuible a quienes propusieron y aprobaron la norma legal correspondiente. No al pueblo.
Al menos, si no lo hacen otros, yo sí rechazo un adjetivo tan duro e insultante.
Nuestro pueblo no es estúpido.
Yo no me atrevería, no me atrevo en realidad, a decir que las opciones por las que se votará el 17 de marzo son la inteligencia y la estupidez; o que quienes van a votar se dividen entre una mayoría estúpida y una minoría inteligente. Vargas Llosa soltó una infeliz afirmación respecto de la gente de Uchuraccay que participó en el asesinato de ocho periodistas hace treinta años; dijo que eran "salvajes". Todo el mundo, como era lo justo, se soliviantó, se enardeció, por tal calificativo que agraviaba a un pueblo numéricamente pequeño. Ahora -con todo respeto-, en enero del 2013, yo me enardezco al leer que se llama estúpidos a los pobladores de Lima (no decenas, no cientos, no miles, sino millones), solo porque -según se puede adivinar- van a votar por una opción con la que muchos no coinciden. Si votar a favor de la revocación de alguna autoridad municipal es algo estúpido, lo es no porque democráticamente una masa electoral lo decida, sino porque legalmente está admitida tal posibilidad, y, por ello, si de adjudicar algún adjetivo duro se trata, ese adjetivo sería atribuible a quienes propusieron y aprobaron la norma legal correspondiente. No al pueblo.
Al menos, si no lo hacen otros, yo sí rechazo un adjetivo tan duro e insultante.
Nuestro pueblo no es estúpido.
Lo que recibí, de un amigo es esto: “No sabemos qué esta sugiriendo Bernardo. En otro muro ha dicho lo mismo pero ahora agrega "indignación", calificativo usado por un revocador y no por un contrario. Y curiosamente hay un coro que lo aplaude. ¿Por qué? No lo entiendo, si no ha dicho SÍ ni NO. Por eso y para evitarle más indignación que tome la actitud más equilibrada, y los que están aquí también: voten en blanco o viciado. Sería consecuente. Por allí alguien muy ligera dijo que la revocatoria fue cosa de los amigos de SV. Debería informarse mejor: esa propuesta de ley del año 92 fue alterada por el fujimorismo el 95 y puesta en práctica el 97. Desde entonces funciona como una vendetta, pero para eso no hay indignación. ¿Tanto cuesta tener una posición y defenderla sin ambigüedades?” (Tulio Mora). Aquí mi respuesta:
Tú sabes a qué me refiero, Tulio. Alguien había dicho que el pueblo "deberá despertar de su estupidez".
Bien. ¿Qué es ser equilibrado? Si de equilibrio mental se trata, tengo que decir que optar por cualquiera de estas tres opciones, SÍ, NO o Blanco (o viciado), puede ser absolutamente equilibrado o no serlo. Así de simple.
Desde el principio yo he marcado mi posición. He dicho que, al margen de personas, me parece que la norma que aprueba el proceso revocatorio municipal no debió existir, por inconveniente. Pero que al existir la ley, caballero nomás, tiene que aplicarse y si hay alcaldes que deben ser revocados, pues lo serán legal y democráticamente. Esto -se entiende fácilmente- no significa que esté en contra de Susana Villarán. Sin embargo, cuando alguien del JNE expresó que la alcaldesa no podía inaugurar obras ni hacer campaña por el NO, yo dije que no había razón para prohibirle tales cosas, porque lo que estaba en cuestión y sometido a escrutinio no era una candidata sino una gestión y -porque era lo justo- ella debía tratar, frente al riesgo que significaba sacarla, de demostrar que su gestión era buena. Y esto -también se entiende fácilmente- no era muestra de que yo estuviera a favor de Susana.
He tratado, como se ve (si es que hay voluntad de ver bien) de ser objetiva y absolutamente equilibrado, pues.
Pero si quieren saber qué es lo que pienso de la actual alcaldesa, voy a decirlo. Susana me parece moral o éticamente una persona idónea, respetable, valiosa; pero -aquí está la cosa- políticamente con falencias (falencias suicidas, como puede apreciarse). Y como sabemos la calidad política no se ve, no se mide, en el discurso, en las actitudes y ni siquiera en cómo una persona desarrolla su gestión en la institución pública, sino en su llegada a las masas, al pueblo, a los electores y -sobre todo- en cómo se mantiene en esa relación y, más aún, si logra mantenerse. Susana ganó las elecciones porque lo logró, y en gran medida lo logró por ella misma (y no por el presunto trabajo de la Izquierda), por su sonrisa tierna y maternal que impactó. Pero esa sonrisa se convirtió de tierna en medio agresiva apenas ocupó el cargo, y allí comenzó el descenso: declaraciones cuestionando a casi todo el mundo, etc. A eso se sumó el querer mostrarse como humilde y no poner letreros o afiches que dieran a conocer lo poco o mucho que hacía (asunto de imagen o de comunicación). Ahora (ya, lamentablemente, parece tarde) ha recuperado las actitudes políticamente convenientes (que podrían convencer), pero imprudentemente mezcladas con desatinos (como eso de que la gente de SJL va a lavar ropa a La Molina o esto último que ha dicho y no debió hacerlo- en su cuenta de Facebook reconociendo que su futuro político está en la cuerda floja; quien le aconseja le está aconsejando mal, pues ningún político debe presentarse como perdedor). Y ya vemos las consecuencias, pues.
Esperemos a ver qué pasa en marzo. Pero la cosa está difícil, bien difícil. Iba a concluir diciendo que "gane Lima", pero pensé que podían decirme que eso es expresión de los revocadores, porque -según veo- hay algunas palabras que son "patrimonio" de algunos sectores, grupos sociales o personas, como el término "indignado" que, a nivel mundial, es de los que protestan contra la crisis del Capitalismo y sus consecuencias negativas y aquí en Perú (Lima, concretamente) está siendo considerado presuntamente como de uso intransferible de los "revocadores".
Bueno, lo que sí puedo decir rotundamente es que no hay ambigüedad en mis palabras. Solo coherencia. Una "extraña" e incomprendida coherencia que, según algunos buenos amigos me lo han dicho -alentándome-, saca de quicio a más de uno.
Un abrazo!