jueves, 10 de enero de 2013

LIBERAL NO, LIBERTARIO.


Hace unos años, en una entrevista dije lo siguiente: "Un poeta convertido en agente vendedor de doctrinas genera en mí sentimientos de conmiseración y lástima". No ha cambiado ese sentimiento y lo que pienso sigue igual. Allá ellos, diría Vallejo, el poeta de veras comprometido con la libertad –eso sí-, aun en medio del fragor de la batalla. Si alguna influencia ejerció en mí la poesía fue fortalecer la actitud -hasta ahora felizmente insobornable- de aprecio y culto por la libertad y de rechazo a todo lo que sea o parezca o quiera ser sometimiento, sojuzgamiento. Las personas pueden ser admirables, ejemplares, grandes (por lo que hacen), pero no dioses; endiosar, mitificar, es -me parece- una aberración indigna e indignante, y que alguien -por su propia voluntad, obviamente afiebrada- quiera endiosarse, convertirse en mito (diva o divo) es ridículo, peligroso y lamentable. Someter es inadmisible, someterse es reprobable. Si, además de "vendedor de doctrinas" un poeta se porta como agente publicitario (propagandista acérrimo de candidatos) o áulico de personajes o de intereses políticos y, además, agita incienso ante el poder, es su derecho hacerlo porque es legítimo, pero yo jamás lo haría; la historia antigua y reciente nos demuestra que muchos lo han hecho y que hacerlo en nada ha influido, ni positiva ni negativamente, en su poesía, porque -felizmente- entre la escritura y los aciertos o errores existenciales solo hay una simple vecindad. Pero, repito, yo no lo haría. La poesía a mí me ha ayudado a fortalecer mi vocación libertaria (a otros, tal vez, a someterse). Quizás desde mi juventud en muchas cosas he cambiado, pero en eso, gracias a Dios, aún no. Libertario y no liberal, porque –aunque el diccionario diga que son lo mismo- la verdad es que liberal es, casi siempre, el que rinde culto -mejor dicho, se somete- a una ideología (porque las ideologías someten, pues), aquella que, como sabemos, es sinónimo de "derecha", en este juego -que parece guerra- de "derechas" e "izquierdas". Y las ideologías, que no son precisa o estrictamente pensamiento filosófico, se comportan siempre como instrumento de dominación y engaño. Por eso prefiero ser libertario, porque serlo me permite ver y mirar sin anteojeras ni ojeriza, con objetividad, y reconocer -donde hay que reconocer- méritos, y señalar -donde los haya- defectos, sin tener que pedirle permiso ni rendirle cuentas a nadie, salvo a mi conciencia. Soy y siempre he sido de izquierda, pero de lo que yo llamo "izquierda libertaria" (que, naturalmente, nada tiene que ver con la "izquierda marxista"; es decir, sin sometimiento a partido, camarilla o líder, ni a dogma, doctrina, directiva o consigna. Izquierda como sinónimo de inconformismo, pero cuando el inconformismo tenga razón de ser y no por quítame estas pajas; no por simples ganas de jorobar, ni menos como una patología. Repito, no tengo que rendirle cuentas (ni pedirle permiso) a nadie, salvo a mi conciencia. Y, así, seguiré en mis trece.