En una crónica que escribí y publiqué en marzo del
2008, dije, respecto de César Vallejo, que es uno de los picos más elevados de
la poesía en lengua española.[1] Sin
embargo, trece años después, en el muro de Facebook de un amigo -el 11 o 12 de
marzo del 2021- afirmé como comentario que, en realidad, se trataba del
"más grande en lengua castellana”. Hoy -con absoluta convicción- me
ratifico en lo dicho y, a diferencia de muchos, me atrevo a expresar que,
verdaderamente, Vallejo es el pico más elevado, el poeta más completo (y uno de
los más grandes entre los poetas de todas las lenguas). Y, entiéndase, mi
afirmación tiene que ver, básica y principalmente, con la consideración
especial, o preeminencia, que en cuanto se refiere a poesía (y al arte, en
general) le doy a la libertad de crear: estoy completamente convencido de que
la poesía (como el arte, en general), no tiene por qué estar sometida,
ineludiblemente, a reglas o condiciones. A continuación expondré algunas
razones con las que trato de sustentar mi afirmación.
Algo que suele decirse casi permanentemente y hasta
el cansancio -y a manera de frase hecha- es que César Vallejo es el “poeta del
dolor humano”. Con esa expresión, que más parece un estigma, lo que se hace es
apenas tomar en cuenta solo un aspecto de su poesía. Y no dudaría que fue a
partir de esa equivocada y reduccionista caracterización, que a alguien -según
tengo entendido- se le ocurrió esto que es un disparate: decir que Vallejo es
“un poeta llorón”. No, señores. La poesía del santiaguino universal no es
expresión de llanto, no es melodramática. Es humana, sí, y en grado sumo; pero,
sobre todo, es la expresión más cabal, y acaso única, de libertad en la poesía
y, claro, es, también, la creación de un nuevo lenguaje, de una manera
diferente de sentir y decir las cosas; poesía lírica que a veces roza las
fronteras de la épica.
Es usual en los críticos encasillar a los
poetas a partir de ciertas características individuales de su trabajo creativo
(como hacen también con los pintores), y así, por ejemplo, a algunos los ubican
en el modernismo, a otros en el surrealismo, el ultraísmo, el dadaísmo, etc.
Vallejo -su poesía- está por encima de esas clasificaciones; es todo eso y
muchísimo más: no es una individualidad encerrada en una parcela; Vallejo, su
poesía, es múltiple. Voy a mencionar solo unas cuantas cosas al respecto. Un
poema dadaísta en Vallejo sería el LXXVI, de Trilce (“De la
noche a la mañana voy / sacando lengua a la más muda equis…”); surrealista,
sería el XXV, del mismo poemario (“Alfan alfiles a adherirse / a las junturas,
al fondo, a los testuces, / al sobrelecho de los numeradores a pie…”), y
también de ese mismo libro, ultraísta sería el XX (“Al ras de batiente nata
blindada / de piedra ideal. Pues apenas / acerco el 1 al 1 para no caer…”). Y,
bueno, también los hay poemas para ser leídos de un modo completamente
diferente, que son muestra de lo que en pintura se conoce como expresionismo
abstracto. Con lo expresado, sin embargo, no quiero dar a entender que a
nuestro poeta se le hubiera ocurrido incursionar en diferentes escuelas o
corrientes, para asimilar estilos o maneras, pues no lo hizo; fue él quien creó
-sin deberle a nadie- su particular estética. Recuérdese, por ejemplo, que
antes de la aparición del Surrealismo, en Trilce ya se
pusieron de manifiesto, como acabamos de ver, características realmente
surrealistas. Es que, con ese libro, Vallejo se adelantó, realmente, como lo
reconoció José Bergamín, en el prólogo a la edición española que se hizo en
1930: "y adelantándose tanto, que hoy mismo nos sería difícil encontrarle
superación entre nosotros"; y su lenguaje fue -como bien afirma Ricardo
González Vigil- "más radical que el de cualquier grupo vanguardista de
Europa".[2] La
poesía de Vallejo, hay que decirlo, goza de plena autonomía y absoluta
libertad.
Al leer los poemas de nuestro ilimitado compatriota
podemos reaccionar de distinto modo (es la magia de la buena poesía, pues:
puede generar efectos inesperados). Podemos quedar estupefactos si nos ponemos
frente a textos crípticos, que los tiene varios, en los que –como bien señala
Américo Ferrari- “ya no describe nada, sino que se limita a inscribir
sensaciones febriles, recuerdos alucinados, impulsos psíquicos elementales,
sueños, dentro de formas poéticas libres de sujeción, de toda intención de
halagar el ‘buen gusto’ del lector”[3];
podríamos conmovernos, incluso hasta las lágrimas, por ejemplo con el poema que
comienza así: “He almorzado solo ahora y no he tenido / madre, ni suplica, ni
sírvete, ni agua…” (XXVIII, de Trilce); hasta podríamos, incluso, aprender cosas que tal vez desconocíamos, con Fosforescencia y Transpiración vegetal, por ejemplo, dos de los primeros poemas que escribió y que son
didácticos. Nos causará gracia y podríamos terminar riendo con versos como los
del último poema de Terceto autóctono (de Los heraldos
Negros), en que habla de un ebrio que al andar “traza mil garabatos” y “el
río anda borracho”; o, en fin, El alma que sufrió de ser su cuerpo,
de Poemas Humanos en que encontramos esto: “¡Dame la pata!...
No. La mano, he dicho. / ¡Salud! ¡Y sufre!”. Pero también, con su poesía,
podremos sentir paz, alivio, enternecernos, y, claro, también soliviantarnos; o
quedarnos simplemente estupefactos al chocarnos con frases en las que de pronto
aparece alguna palabra inventada por el mismo poeta, como estas, en Trilce:
“… alguna / vez hallaría para el hifalto poder.”[4] (VIII);
“Cómo arzonamos, cara a monótonas ancas” (X); “Carilla en
nudo, fabrida…”; o poemas como el XXXII, también de Trilce,
que no tiene nada de conceptual y pareciera haber sido escrito, como otros
textos, no precisamente para generar algún tipo de emoción "poética",
sino para arrancarnos una sonrisa con aquello de la "Serpentínica u del
bizcochero" o la "gran cachaza" del "firmamento
gringo" ("realizaciones imprevistas y cómicas", dijo el mismo
Vallejo aludiendo a versos como estos, de su segundo libro[5]); y, por
cierto, el poema Hojas de ébano (de Los heraldos
negros) con aquel gerundio que puso de vuelta y media a todo el mundo:
“Tahuashando”. Ah, y nunca dejaremos de reflexionar, con el poeta, acerca del
destino de la humanidad y sus esperanzas.
Vallejo tiene poemas escritos con palabras
majestuosas, pero también y sobre todo con una profusión de expresiones
extremadamente comunes -coloquialismo puro, poesía conversacional- a la manera
de Santiago de Chuco, o como hablamos en Pallasca, con una simplicidad propia
de la gente sencilla, como esto que parece la noticia dada por un poblador
común y corriente al cruzarse, en la calle del pueblo, con algún paisano:
“Murió doña Antonia la ronca, que hacía pan barato…” (en La violencia
de las horas); o esto: “Ya no tengamos pena. Vamos viendo / los barcos ¡el
mío es más bonito de todos! / con los cuales jugamos todo el santo día…” (III,
de Trilce); o esto otro, que es un imperativo rotundo (en el XVI
del mismo libro): “Cangrejos, zote!”.
Algo importante a tener en cuenta, también, es que
la poesía de Vallejo no es coyuntural, de circunstancias pasajeras, y tampoco
es panfletaria. No creo que se le hubiera ocurrido hacer algo como eso a lo que
Neruda llamó “incitación al nixonicidio”. “España aparta de mí este cáliz”, por
ejemplo, se inspiró en hechos dramáticos, reales, de los que el poeta no solo
fue testigo; sin embargo, su poesía va muchísimo más allá de lo transitorio, de
lo que podría ser un olvidable reportaje periodístico, el registro de una
circunstancia en particular; más allá en el tiempo y en el espacio.
Y otra cosa: Vallejo no es precisamente (es mi opinión) poeta “de una estirpe, de una raza", como afirmó Mariátegui; pero sí, y en esto no hay lugar a discusión, es –como también dijo el Amauta- "un creador absoluto".[6] Vallejo es universal, y es perpetuo; no es de un punto geográfico en particular, ni de una identificación étnica determinada. La poesía (y de esto obviamente estaba convencido) no es crónica, no es libelo, y tampoco un arma para disparar (como años después llegó a sugerir Gabriel Celaya[7]); pero sabía que -efectivamente- lleva una carga de futuro, de esperanza, de vida, de justicia, y no de resentimiento u odio y menos de maldad: no para herir, no para matar ("de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo"). Poesía, por lo demás, consecuente con sus ideas, con sus principios: “Antes que el arte, la vida”, había escrito en 1926.[8] Vallejo incluso escribió poemas con “errores” ortográficos, muchos evidentemente perpetrados a propósito y algunos tal vez involuntariamente; y hasta -¡cómo no!- hizo poemas “imperfectos” pero geniales, ¿saben por qué? Porque –y aquí voy casi a parafrasear a Hemingway[9]- los poemas “bien escritos” los hacen los poetas menores y son los otros, como César Vallejo, los creadores de genialidades.
Finalmente debo decir esto: Vallejo no solo se
dedicó a romper, revolucionariamente, con todas las formas
establecidas de escribir poesía; también escribió a la manera clásica, con
métrica y rima (sonetos, por ejemplo); pero, claro, prevalecen los libérrimos.
También escribió poemas en prosa. Vallejo, repito, es un poeta total y
absolutamente libre. Quiso, por ejemplo, -entre otras cosas- “... no atender
sino a las bellezas estrictamente poéticas, sin lógica, ni coherencia, ni
razón. Como cuando Picasso pinta a un hombre y, por razones de armonía de
líneas o de colores, en vez de hacerle una nariz, hace en su lugar una caja o
escalera o vaso o naranja”.[10] [11] En
las palabras transcritas, que son como un "manifiesto" por una nueva
poética que -como veremos enseguida- ya la había puesto en práctica antes,
con Trilce), Vallejo nos dijo, que es posible que un poema, al
mismo tiempo, pueda ser visto como surrealista, dadaísta, ultraísta, etc., y
que hasta el absurdo podía caber en él. Todo. Porque no existen límites
para la creación. Veamos estos versos contundentes en el poema LXXIII de Trilce:
"Tengo pues derecho / a estar verde y contento y peligroso, y a ser / el
cincel, miedo del bloque basto y vasto; / a meter la pata y a la risa. /
Absurdo, sólo tú eres puro..."; o este, desconcertante, del poema VI: "El traje que vestí mañana...". (Trilce fue, pues, estoy
convencido -a despecho de lo que puedan pensar otros-, el producto más completo
y genial de César Vallejo, el más elevado; en él se desbordan todas sus
calidades creadoras. Es un poemario completo, en el que -para decirlo del modo
más simple y, si se quiere, ingenuo- se juntan magistralmente forma y fondo;
y en él van de la mano humanidad y desenfado).[12]
¿Algún otro poeta -en español o en cualquier otra
lengua- se atrevió a tanto, en aras de la libertad creadora, como lo hizo el
poeta nacido en Santiago de Chuco? No. Ni siquiera los llamados "poetas
malditos". Hubo -claro que sí- poetas extraordinarios que, con justa
razón, están ubicados en los pedestales más luminosos de la cultura universal:
sus aportes son excelsos e innegablemente valiosos; escribieron poemas bellos,
profundos, que conmueven, y han ganado, sin discusión alguna, la perpetuidad.
Sí. Son poemas bien escritos, poemas perfectos que son, incluso, expresiones
admirables de renovación o de novedad. Pero, repito, ningún otro poeta se
atrevió a tanto como se atrevió Vallejo: hacer de la belleza poética -como Dios
manda- el más desvergonzado ejercicio de la libertad creadora; como dijo
Américo Ferrari: "sin recetas, sin ideas preconcebidas sobre lo que debe
ser la poesía". [13] Todos
los demás, con alguna excepción (Pound, por ejemplo), a pesar de sus aportes
inéditos, no quisieron faltarle el respeto a la tradición y, digamos, a
los "buenos modales".
CONCLUYO: Bueno,
si no lo fue antes, a partir de César Vallejo la poesía es ahora, y lo será
siempre, una de las más extremas e irreverentes expresiones con que se hace
verdadero el ejercicio de la libertad creadora, sin perder los latidos
reconfortantes de humanidad. Nuestro poeta es -lo digo con absoluta convicción-
el pico más elevado de la poesía escrita en lengua española. Un creador cabal.
El más grande, un poeta pleno y, repito, libre.
©
Bernardo Rafael Álvarez
27
de marzo de 2021
[1] En mi blog que ya no
uso, Bitácora Extraviada:
https://www.angelfire.com/al4/alvarezbr/bitex/index.blog?from=20080507. Luego,
en diciembre del 2011, en este nuevo
blog:http://berafalvarez.blogspot.com/2011/12/vallejo-pallasca-y-yo.html
[2] Ricardo González Vigil:
Trayectoria de Vallejo. En: César Vallejo Poemas Completos. Ediciones COPÉ,
Lima, 1998.
[3] Américo Ferrari: Prólogo
a César Vallejo. Obra poética completa. Francisco Moncloa Editores,
Lima, 1968.
[4] Según Meo Zilio, con el
vocablo “hifalto” Vallejo habría querido decir “falto de hijos” (osada
interpretación, creo yo); y por ello, Marco Martos y Elsa Villanueva consideran
que el poema “gira alrededor del hijo deseado”. En: Las palabras de
Trilce. Seglusa Editores, Lima, 1989.
[5] "Sin duda alguna,
hay versos en ese maldito Trilce que, justamente, por derrengados y absurdos,
hallan su realización cuando menos se espera. Son realizaciones imprevistas y
cómicas, pero espontáneas y vitales." (César Vallejo: "Paris en
primavera", artículo publicado en El Norte, el 12 de junio de 1927),
[6] José Carlos
Mariátegui: 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana.
Empresa Editora Amauta, 19a Edición, Lima, 1971.
[7] Gabriel Celaya: Cantos
Íberos, 1955.
[8] César Vallejo: La
defensa de la vida, publicado en El Norte, 21 de noviembre de 1926. En:
Desde Europa, crónicas y artículos (1923.1938). Recopilación, prólogo, notas y
documentación por Jorge Puccinelli. Fuente de Cultura Peruana,
1987.
[9] Ernest Hemingway: “El
último estilo de Pound lo ha hecho, a veces, mejor T. S. Eliot. Pero, después
de todo, Eliot es un poeta menor. Los poetas menores escriben los bellos
poemas”. Homenaje a Ezra Pound. En: Introducción a Ezra Pound.
Antología general de textos. Barral Editores, Barcelona, 1973.
[10] César Vallejo. Carnet
de 1929. En: Vallejo, Obras Completas. Contra el Secreto Profesional.
Mosca Azul Editores, Lima, 1973. Pág.74.
[11] Es lo que propuso
Vallejo en 1929, y antes ya había hecho en Trilce; sin embargo,
curiosamente, su opinión dio un giro de ciento ochenta grados. En su artículo
"Una reunión de escritores soviéticos", publicado en El Comercio del
1° de junio de 1930, aboga por "el control de la razón" y afirma que "El
método de la creación artística es y debe ser consciente; realista,
experimental, científico", y hasta califica al surrealismo como
"sistema decadente". Un cambio de opinión quizás motivado por razones
ideológicas, pero -creo yo- definitivamente intrascendente.
[12] Obviamente, hay quienes
piensan lo contrario. Por ejemplo, José María Arguedas opinaba que Trilce era
un libro fracasado y endeble; lo que, según se deduce de sus palabras (con las
que, en buena cuenta, califica acremente al poeta), se debía a que de Vallejo
no podía esperarse otra cosa: "Es claro -escribió-, del olmo no han de
salir peras" (lo dijo en una carta dirigida a Emilio Adolfo
Westphalen, quien, por lo demás, pensaba lo mismo); mucho antes, Luis Alberto
Sánchez, adjetivó al poemario -sin un ápice de ofensa sino solo con expresión
de asombro o desconcierto- como "incomprensible y estrambótico"
(Revista Mundial, 3 de noviembre de 1922).
[13] Américo Ferrari.
Prólogo a: César Vallejo: Obra Poética Completa, Alianza 3,
Madrid, 1983.