Si acabada la noche
(esta: cruel, demoníaca, interminable)
nos encontráramos, desnudos
como la bondad de un niño,
con un nuevo día,
bello como un girasol,
y nuestra sonrisa,
convertida en canto de fe y de paz,
inundara los prados,
las ciudades
y los desiertos,
y el cielo fuera nuestro espejo
para repetirnos multiplicados
como los sueños, libres y justos,
y brotaran,
desde nuestras manos y gargantas,
palabras húmedas y cálidas
como el poema de un nuevo nacimiento
anunciado en el vientre bendito de una mujer (hacedora
perpetua de futuro)
abrazados sin temor ni dudas,
sin lágrimas ni ausencias,
con amor y no con odio...
qué lindo sería, ¿di?
© Bernardo Rafael Álvarez
28/4/2021 - 10:35
p.m.