miércoles, 2 de mayo de 2012

REVISTA REMOLINOS: Entrevista a Bernardo Rafael Álvarez

-¿Desde cuándo comenzó a escribir?
-La poesía es, básicamente, producto del amor. Y eso, literalmente, es lo que ocurrió con la mía: nació estimulada por ese elevado sentimiento. Cursaba el tercero de secundaria, en Pallasca -mi tierra-, y me sentí enamorado de una compañera de aula a la que –por mi crónica timidez- no me atreví a decirle nada. Pero como había la necesidad de liberar en alguna forma mis emociones, opté por "torturar" casi frenéticamente a la página en blanco con mis candorosas confesiones. Ahí comenzó todo. Al año siguiente, cuando la bella e inteligente musa se encontraba en otro pueblo y, claro, en otro colegio, por correo comencé a enviarle algunos de mis textos. Nunca recibí una respuesta pero, aun así, me sentí satisfecho y, diría, feliz. Una nueva y noble sensación empezó a envolverme, de la que no puedo ni quiero liberarme: el gozo de la escritura. Sí, pues, la poesía busca eso: darnos placer y hacernos felices.

-¿Qué es para usted la Poesía?
-La poesía, en algún modo, compensa los muchos malestares que me causa el hecho de vivir. No es –sería exagerado y extravagante- la razón de mi vida. Pero, como lo he dicho por algún lado, es mi obsesión. Y también mi dolor de cabeza y, claro, mi alegría. Significa, también, una suerte de ejercicio "pater-maternal": diría que como la parición del hipocampo (recuérdese que este pez es el único macho en la naturaleza que queda embarazado y "da a luz") o como la fecundación de una planta hermafrodita. La poesía (perdónenme si esto hiere susceptibilidades) es, en buena cuenta, el único ejercicio masturbatorio fructuoso. Es mi labor, solitaria y esperanzada, con la que voy construyendo mi felicidad, y espero que la de los demás. Eso es la poesía: la irrefrenable búsqueda de la felicidad.

-Cuéntenos sobre su vida, sus obras, sus proyectos, su actividad literaria.
-Nací en Pallasca, un pueblito de la sierra ancashina que es, como escribí en otra parte, "bello, saludable y acogedor, por sus paisajes infinitos, por su clima y por el calor imantado de su gente, que es capaz de atraer al más distante de los humanos, convirtiéndolo en huésped perpetuo de su corazón". Allí comencé a escribir y, obviamente, a leer; recuerdo que mis primeras lecturas, reiteradas y compulsivas, las hice en los periódicos que Abigail, mi madre, había pegado con engrudo como papel tapiz en las paredes de nuestro humildísimo dormitorio. De mi pueblo salí a los 16 años y apenas he vuelto en dos oportunidades por no más de tres días. En la primaria fui alumno de mi padre, el maestro Rafa; terminé mi secundaria en Trujillo y luego estudié en la Villarreal, Cooperativismo, y Ciencias Administrativas en la Garcilaso; en San Marcos llevé cursos libres de Lingüística. Tengo publicados cuatro poemarios. Nunca he pertenecido a grupo literario alguno; fui amigo de Juan Ramírez Ruiz (sigo siéndolo, aunque ya no lo veo) y por eso frecuenté desde los años 70 a los poetas de Hora Zero. Me gusta caminar de vez en cuando por Quilca. Conozco casi a todos los poetas pero creo que casi nadie me conoce a mí; quizás por mis esporádicas apariciones en los lugares de reunión o bohemia o porque no formo parte de esa suerte de "farándula" que encandila a muchos y más ciertamente porque soy un mal poeta. Mis poemas -qué puedo decir- nacen a veces por pedazos, o como el "big bang", a partir de notas (ocurrencias, metáforas...) escritas en unas libretitas que yo mismo confecciono. Soy padre de tres varones: Omar, Helder e Igor, a quienes quiero con toda la intensidad con que queremos los pobres. Tengo un sueño: que alguien me ame como amo yo.

-¿Cómo define su poesía?
-El poeta es, en verdad, un mal lector de poesía y más aún de la propia. Yo soy peor. Querer entonces definirla resulta, pues, una temeridad. Pero, en fin, me arriesgo a una respuesta que puede tener rasgos de inmodestia, y pido disculpas: creo que mi poesía está, más o menos, emparentada con lo que me atrevería a llamar la épica del corazón y las tripas.

-¿Cree qué el escritor es un ser obsesivo?
-Hay de todo en este territorio medio liberado de la poesía: obsesivos, paranoicos, estrambóticos, extravagantes...Pse! Poetas, pues.

-¿Cómo ve la nueva poesía de estos últimos tiempos?
-Vivo a la caza de los nuevos poemarios. Admiro el fervor con que construyen su poesía los jóvenes. Es estimulante. Pareciera que les interesa un comino las poses, los gestos efectistas, las altisonancias, y que prefieren el trabajo serio, cuidadoso y respetuoso en su ejercicio creador. Son una bendición. Los poetas jóvenes y sobre todo las poetas –que las hay muchas y buenas y bellas- son lo mejor que le ha podido pasar a la humanidad. Son todos mejores que yo, gracias a Dios.

-¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?
-Humm...¿Comprometido con qué? ¿Con un partido, con una clase social? El único compromiso admisible es con la libertad. A partir de esto, cualquier cosa. Menos la esclavitud. Un poeta convertido en agente vendedor de doctrinas genera en mí sentimientos de conmiseración y lástima. Y si para ello hace uso de su poesía, peor. Un ejemplo de poeta comprometido con la libertad –eso sí-, aun en medio del fragor de la batalla, es César Vallejo. Escribió España aparte de mí este cáliz sin hacer de esa bella e intensa poesía un libelo, sino un mensaje de vida por encima de facciones y mezquindades. Ah si todos apuntáramos a eso. El poeta es un hacedor, no un operario. Nadie puede darle pautas u obligaciones; o, mejor dicho, de nadie debe recibirlas. Eso que muchos llaman "compromiso" podrá dar como rédito algunos merecidos aplausos, pero no ennoblece al trabajo literario, más bien lo pervierte. Yo soy de izquierda, pero –como poeta- más que la "razón revolucionaria" prefiero esto que yo llamo "marxismo sensorial y luético". Como persona uno puede elegir su tendencia política o ser indiferente (qué nos importa) y ello de ningún modo tiene que significar la prosperidad o el deterioro de su calidad como escritor. Ya es tiempo de hacer que eso que algunos llaman "homo videns" signifique lucidez por sobre todas las cosas.

-¿Cuál es el fin de su poética?
-Yo escribo, en primera instancia, con un propósito: exorcizarme, limpiar mi conciencia, sentirme bien. Luego, sinceramente, no lo sé. Es como cuando engendramos un hijo: lo hacemos para sentirnos felices, "realizados"; no para que sirvan a la patria, por ejemplo. Eso y cualquier otra cosa es ajeno a nosotros, viene después. Siempre hay un componente medio egoísta al principio. Creo que el fin de una poética la señalan los lectores. Eso creo.

-¿Cuáles son los autores que influyen en su obra?
-No lo sé. La primera poesía que leí, casi niño aún, fue la de Joyce –Música de cámara-, después Vallejo, Heraud y Oquendo de Amat. Luego vino Martín Adán , Belli, Hinostroza; seguidamente Saint John Perse, el conde de Lautréamont, Baudelaire, Cátulo. Leí después a Artaud, Kafka, Ciorán. Algo habrán dejado en mí, supongo.

-¿Qué libro nos recomendaría leer?
-En estas cosas creo que soy un mal consejero. Pero, si les parece, háganme caso: lean todo lo que llegue a sus ojos y nunca se desprendan de un buen diccionario. ¿Un libro? Les recomiendo Los bajos fondos del cielo, léanlo y después díganme qué tiene de rescatable. Es un favor que les pido.

-¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a través de los años?
-Cuando comencé estuve inmerso en el romanticismo de la adolescencia. A los dieciocho años iba a publicar un librito que se llamaba Recóndita. Lamentablemente para ese poemario conocí a la gente de Hora Zero y su poesía. Fue como un shock. Incursioné entonces en la nueva onda. Mi primera publicación, Aproximaciones & Conversaciones, estuvo en eso; pero apenas salió de la imprenta me decepcioné, me arrepentí. Era tarde. Se trataba de una burda asimilación de Pimentel, Ramírez Ruiz, Verástegui, Cerna. Algún tiempo después advertí que se hacía presente la poética más cercana a mi espíritu. Saqué a la luz K en que emergía una pregunta que fue como una anunciación: "¿quién se atreve a amar la carroña que nos envuelve?" Dispersión de cuervos ya había empezado a gestarse. Se trataba –como señaló Tulio Mora- de una poética del cuerpo, del bajo cuerpo y sus vilezas. Finalmente –hasta ahora- Los bajos fondos del cielo se presenta como agua clara / desde las alcantarillas. Creo que es todo. Pero sigo buscando mi lenguaje, sinceramente.

-¿Qué hace antes de escribir?
-Ja, ja, ja! Es una buena pregunta y espero que la respuesta sea mejor. Hago, gracias a la modernidad, lo que no hacía antes: enciendo la computadora. A veces me despierto en la madrugada empujado por una imprudente e irrefrenable ocurrencia poética. En esas circunstancias, antes de escribir voy al baño; es lo natural.

-¿Cómo ve usted hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le daría a este problema?
-Me parece que todo el mundo publica. Debe ser porque hay condiciones más favorables que antes. No lo sé, pero de lo que estoy seguro es de que mi último libro lo he editado yo, artesanalmente, porque no tengo plata para más.

-¿Cree en los concursos o certámenes literarios?
-Creo en la calidad de algunos poetas que han ganado algún concurso. Estos certámenes sirven, principalmente, para brindar un apoyo económico a quien los gana y para publicar sus trabajos. No para consagrarlos ni dar testimonio de su calidad. A veces se filtran, como en contrabando, especimenes frágiles e indignos. Hay buenos poetas que ganaron algún concurso y también otros valiosos que fueron descalificados en más de uno. Humanos somos, pues.

-¿Qué opina de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura?
-Frente al uso inútil y muchas veces perverso que se le da a la Internet, la difusión literaria a través de este medio es una de las muchas cosas buenas y rescatables. Es el uso más noble que se le puede dar. Es, por lo demás, fácil, económico y tiene llegada. Es... bacán!
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Entrevista a Bernardo Rafael Álvarez: Revista Remolinos (Año II, Nº 25, Julio-Agosto 2007)