Alejandro Carnero ha escrito un artículo
titulado "Ese animal llamado Perú". Sobre
la "Paisana Jacinta", el autor dice: "El “jefe” de turno le
quiere dar oportunidades y soporta sus barbaridades pero termina concluyendo
que es imposible, que no hay manera “Ay paisana, ay paisana… no se puede”*.
Bueno, la verdad es que los sketck de este personaje
de ficción nunca terminan en situaciones como la descrita. El personaje
caricaturesco, al final, se muestra como una mujer, digamos, "más
pendeja" que los criollos que quieren burlarse o aprovecharse de ella.
Ocurre (claro que esta analogía puede parecer de mal gusto y quizás
desproporcionada y hasta "herir susceptibilidades") como en el cuento
"El sueño del pongo", del gran José María Arguedas: el niño
maltratado que, al final, sueña que le da de comer mierda a su patrón, claro,
lamiendo este de su cuerpo desnudo. La diferencia naturalmente está en que en
el cuento la venganza se produce en un sueño y en lo de la "Paisana
Jacinta" es "real". Pero, en fin, se trata de una caricatura,
grotesca, pero caricatura al fin. Es -quién puede dudarlo- también una burla.
Pero también se han visto caricaturas grotescas de personajes
"gringos" a los que se les presenta como idiotones. Y a nadie se le
ocurriría decir que allí también hay un acto de racismo o de discriminación.
Eso es visto como simple "vacilón".
Cuando apareció en un diario la foto de una
congresista cusqueña que escribía con mayúsculas carencias ortográficas, todo
el mundo zapateó: atentado contra la raza indígena, decían. No, señores. Luchar
contra el racismo y la discriminación y procurar la inclusión, no puede llevarnos
a colocar a la gente de origen quechua o a los afrodescendientes en una suerte
de "ghetto" de minusválidos, de desvalidos, de incapaces. Eso no es
antirracismo, no es antidiscriminación, sino todo lo contrario, porque se trata
de una actitud claramente noble pero que lo que propone, involuntariamente, es
"discriminar a los discriminados", separándolos de los demás como, no
sé si sagrados o apestados, a los que no hay que tocar porque si lo hacemos
estaríamos cometiendo un acto indigno.
Esta es la interrogante que puse en un artículo
que escribí hace unos meses: "¿Por qué es válido, legítimo, tolerable, que
los cómicos pueden parodiar o caricaturizar a gente digamos blanca o criolla, y
no a morenos o indígenas andinos? ¿Qué se entiende -explíquenmelo, por favor-
por inclusión: incluir en una cápsula hermética a quienes, según la opinión
descabellada de algunas ONG, son un sector vulnerable y acaso con las defensas
dañadas? Un poco más de apertura mental, señores.
Hay un vals que canta Luis Abanto Morales cuyo
título es significativo (porque el contenido es fatal) y definitivo:
"Cholo soy y no me compadezcas". Nadie busque ser compadecido, pues; y, de hecho, la gente del ande tampoco espera que la compadezcan.
*Alejandro Carnero: Ese animal llamado Perú (Revista Tajo, 7 de mayo 2012)