jueves, 12 de abril de 2012

¿LA ECOLOGÍA, EL MOTOR DE LA HISTORIA?

Según informó la prensa hace pocos días, en menos de tres meses han muerto unos tres mil delfines en el océano peruano, aparentemente como consecuencia de la llamada "burbuja marina" generada por equipos de exploración petrolera en el fondo del mar. La explicación a este fenómeno terrible para la ecología y la vida animal, se viene dando -según he podido leer- con el cuidadoso uso del condicional: habría, sería, probablemente... Sin embargo, todo parece apuntar a una conclusiòn afirmativa. Repito, es terrible ¿Cuál sería la respuesta frente a esto? ¿Que se eliminen, de plano, absolutamente, irreversiblemente, todos los trabajos de exploración y explotación petrolera, porque -digamos- demostrado está que son perjudiciales para el equilibrio ecológico? Sabemos, y está probado hasta la saciedad, que la minería, en general, es contaminante, pero -hasta donde se sabe- pueden sus efectos perjudiciales ser contralados y reducidos (la tecnología ofrece los medios y recursos para tal fin). ¿Debiera la minería, que es una actividad económica importante, ser eliminada en nuestra país, y quedarnos solo con la agricultura, el turismo, la gastronomía, la ganadería, la pesca, los tejidos...? Creo, y probablemente estoy equivocado, que cuando se dan casos como el de los delfines muertos en el norte lo que debe hacerse es investigar profundamente las causas y si se llega a saber con certeza cuál es el factor que las produjo, pues hacer las correcciones pertinentes -en los procesos de exploración y explotación- para que la situación no continúe ni se empeore y, claro, imponer las sanciones que correspondan si las circunstancias obligaran. Creo que es lo razonable. Porque las cosas deben hacerse razonablemente (quiero decir: con la razón, y no movidos solamente por las emociones, las pasiones, el entusiasmo). Con cuestiones delicadas como la de Conga, igual: con la fuerza de la razón y no con la razón de la fuerza. Y aquí -otra vez digo: tal vez me equivoque- es el diálogo lo que debe emplearse para llegar a un entendimiento, habida cuenta que ha ido madurando un estado de discrepancias, desencuentros y, digamos, intolerancia y testarudez. Y además -aunque parezca un lugar común y pudiera demostrar falta de imaginación y suene a leguleyada- debo decir que a lo que tiene que recurrirse es a lo que la ley señala y prescribe: todo proyecto minero debe sustentarse, entre otras cosas insoslayables, en un estudio serio de impacto ambiental (serio y no como -aparentemente- suelen darse: amañados). Pero si una de las partes, oficiales u oficiosas, que debiera intervenir en el diálogo dice no y no al proyecto, las cosas se complican, pues. Cuando se arriba a este punto, el grado cero de la situación, encontrar una respuesta me parece muy difícil. Probablemente (supongo) habría que analizar cuáles son las competencias legítimas de las autoridades o los agentes intervinientes en el conflicto, y si alguien están excediéndose, caballero nomás, decirlo y, acto seguido, indicarle dónde se ubican los puntos de las íes. El Estado de Derecho no es, no puede ser, un orden jurídico débil o tonto. Justo sí, democrático sí, dialogante sí, receptivo sí. Pero no enclenque. Que en el tema del oro debe prevalecer o, mejor dicho, ocupar una prioridad vital, el tema del agua y la protección del medio ambiente, no lo dudo; pero, repito, prevalecer, y no necesariamente ser un tema exclusivo ni menos excluyente. Aplaudo, todos debemos aplaudir, la notable preocupación que la población pone de manifiesto respecto de la ecología y el resguardo de los medios o recursos útiles para la vida, como es el agua. Eso es muestra de responsabilidad e inteligencia. Pero que nadie (ni menos unos cuantos violentistas y uno que otro que probablemente sueña con acceder algún día al poder) se aproveche de la situación, las preocupaciones y las esperanzas. Ojalá no sea así. Pero lo que sí creo que es innegable, es que -como quiera que ya se acabó el discurso de la lucha de clases, ya perdió terreno y creo que justificación- ahora los soñadores de la utopía derrumbada han encontrado un nuevo filón, el tema ecológico, como caballito de batalla. Tal vez me equivoque, pero en esto sí estoy seguro.