El más valioso, importante y bello libro que se haya construido -en toda la historia de la humanidad-, estoy convencido, es el que aparece aquí en la imagen que he bajado de la Web: la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento). Y, también, el más querido y más odiado, al mismo tiempo.
El libro absolutamente más leído en todas las épocas y lugares. Bien leído por muchos y también, por muchos, pésimamente leído.
Es, además, el libro más completo, integral; tiene prácticamente de todo: historia, crónica, filosofía, narración, poesía, misticismo, magisterio, consejería, mito y leyenda, incluso autoayuda y, además, profecía. Ofrece testimonio real, descarnado (sin tratar de “dorar la píldora”), de cómo se pensaba y actuaba en tiempos lejanos, y allí vemos hechos e ideas exultantes y también aberraciones, pero también ofrece mensajes de fe y esperanza, de amor. Y mucho, muchísimo más.
Un libro que
puede ser abordado, leído, desde diferentes ángulos y con distintos propósitos
y, en efecto, eso es lo que ocurre y ha ocurrido siempre (ortodoxia y
heterodoxia), lo cual es legítimo: Unos lo leen de paporreta, lo memorizan como
la tabla de multiplicar, y asumen que todo, absolutamente todo en él, son
enseñanzas y verdades absolutas e incuestionables que hay que seguir como una
ineludible obligación (es su derecho, en libertad, de creerlo y hacerlo); otros
lo leen -con voluntad perversa- con el propósito de descubrir defectos y
monstruosidades (también están en su derecho). Hay, también, quienes lo han
leído y lo leen para usarlo como instrumento de manipulación y dominio. Otros
lo leen por razones de fe, y hay quienes lo hacen en busca de paz y de
consuelo, o solo por el placer de leerlo y sin someterse a nada.
Es un libro que ha ayudado a muchos a fortalecer sus sentimientos buenos, su amor por los demás; pero, también y curiosamente, en nombre de la Biblia se han generado terribles enfrentamientos, individuales e incluso colectivos.
¿Cosas como esto que he señalado, han podido o podrían ser generadas, por ejemplo, por La Divina Comedia, La Odisea, Las mil y una noches, El Quijote, En busca del tiempo perdido, Ulises, Cien años de soledad, u otros libros de la más alta literatura universal? No, creo que no; creo que estos libros solo (o sobre todo) pueden generar el placer de la lectura y acaso algún otro tipo de efectos, pero nada más.
Hay quienes dicen que el contenido de la Biblia es palabra de Dios, y no hay razones valederas para negarlo; es verdad de fe y, como tal, es sólida. Sin embargo, este maravilloso libro, es hechura de hombres terrenales, de carne y hueso, y sin doctorados, diplomas ni medallas. Es un libro total, pues incluso va más allá de la lectura. Y para leerlo, no es indispensable ser creyente; solo hace falta una mínima dosis de inteligencia, de sentido común, de buen juicio.
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Todo esto que aquí he dicho, amigos, es lo que pienso, y lo digo con todo respeto y, al menos hasta ahora, con firmeza y absoluta convicción, y libremente. Sin duda, hay quienes tienen una concepción distinta de la mía; eso está bien, es bueno: sería absurdo y malsano que hubiese un pensamiento único.
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[Ah, una cosa final: Toda lectura, creo, debería tener -entre otros- un propósito, que es esencial: hacernos libres. Estoy convencido de que ninguna lectura debería hacerse, estrictamente hablando, para someter o someterse; pero si ello ocurre (es decir, si alguien quiere someterse), sépase que no es el libro el que ha de cargar con la culpa. Y la Biblia, sobre todo la Biblia, es un libro hecho para eso: para liberar y no para esclavizar].
¡Un abrazo!
© Bernardo Rafael Álvarez