Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.
martes, 24 de enero de 2012
¿AMNESIA COMO REMEDIO NACIONAL? (2)
Soy ignorante. Por eso tengo esta duda. Es cierto, el tema de fondo puede ser la reconciliación. Pero pregunto: ¿entre el pueblo peruano, que debería hacer un esfuerzo por incurrir en amnesia, y los criminales de Sendero Luminoso que causaron muerte y destrucción y en nuestra cara pelada nos dicen que su memoria se mantiene fresca y sigue alimentándose por su apología y apoyo a la violencia asesina? ¿Así es como se remedian las heridas? Claro que no hay guerrilla limpia. Pero creo que no podemos poner en igualdad de condiciones a lo que ocurrió el 65 y lo que pasó el 80. Ejecución sumaria no es lo mismo (no puede ser lo mismo bajo ningún punto de vista racional y serio) que asesinatos masivos como el de Lucanamarca, por ejemplo que según el cínico y cobarde Abimael simplemente se trató de una "respuesta contundente" "frente al uso de mesnadas y la acción militar reaccionaria". ¿Qué necesita el país para estar preparado para la "reconciliación"? Simplemente estar dispuesto a olvidar a sus muertos. Por todas partes hay violencia delincuencial; la seguridad está en su peor situación. ¿Cabría en este tema, a manera de "reconciliación" en aras de la paz y la seguridad ciudadanas, también amnistiar a los más peligrosos delincuentes? Recuerdo haber escuchado que las muertes y la destrucción originadas por movimientos como el de Sendero no son más que hechos propios y casi inherentes al "proceso revolucionario", porque -se decía- "el fin justifica los medios". Perverso razonamiento. Mañana cojo una bandera roja, hago unas pintas en alguna pared, asesino a un pobre campesino, y pasado mañana los agitadores de la justicia popular y soñadores en un paraíso socialista me aplaudirán convirtiéndome en héroe; porque, aparentemente, ellos están convencidos de que hay muertes deplorables y que también las hay aquellas que son convenientes. Es posible (mi capacidad intelectual, extremadamente limitada, no me permitiría demostrarlo) que tengan razón. Pero a esas razones no me adhiero y, espero, con ellas jamás podré estar de acuerdo.