viernes, 15 de octubre de 2021

¿CHIRISUYA, O CHIRIMÍA?

Chirisuya, ¿instrumento inca o morisco? Hay muchos que están convencidos de que este instrumento de viento, usado en distintos pueblos de los Andes peruanos y que, por su forma, es casi como un clarinete u oboe, tiene un origen prehispánico: que sería un instrumento musical inca. Según tengo entendido, debido a que es empleado no solo en festividades comunes y corrientes, sino también en eventos digamos místicos o religiosos, y tiene una significativa importancia en nuestras comunidades, llegó a ser declarado patrimonio cultural de la nación. Sin embargo, no es un instrumento auténticamente peruano. Vino de España, y quienes lo usaron en sus primeras épocas (y, en realidad, habrían sido sus creadores) fueron los descendientes de los musulmanes en la península ibérica, es decir, los moriscos. 

Su nombre original, que proviene del francés antiguo "chalemie" que, a su vez, se deriva del latín "calamus" (caña), es "chirimía". Y, entonces, ¿por que aquí se le llama "chirisuya? Bueno, para comenzar, debo decir que no hubo, de ninguna manera, el deseo de adaptar al quechua el nombre venido de Europa. Quiero decir, en otras palabras, que es absurda la pintoresca explicación que, por algún lugar, a alguien se le habría ocurrido darle a Julio Calvo Pérez, el lingüista y lexicógrafo español que elaboró el Diccionario de Peruanismos (publicado por la Academia Peruana de la Lengua, el año 2016), quien,  felizmente, parece que no tomó en serio tal cosa; esta es aquella explicación: que las primeras dos sílabas corresponderían al sustantivo -en la lengua andina- referido a "frío" ("chiri", en quechua), y que "suya" sería una alteración de "suyu", o sea "región geográfica".* No, eso no tiene pies ni cabeza: ¿qué diablos tendría que ver un concepto referido a bajas temperaturas y otro de carácter territorial con un instrumento de música? Obvio: nada. 

La única explicación razonable y válida es que el nombre "chirisuya" surgió del modo más simple, como suelen surgir los neologismos: debido a una travesura (el buen humor) de algunos de nuestros compatriotas, tal vez en algún lugar de nuestra serranía (pero, claro, no en épocas recientes, sino hace ya más de ciento cincuenta años). El nombre original -"chirimía- se transformó, convirtiéndose en "chirisuya"; sin duda, con el propósito juguetón de "darle la contra" a la denominación primera, jugando con las dos últimas sílabas como si estas tuvieran algo que ver con el posesivo (repito: una travesura), decidieron cambiar "mía" por "suya". 

Repito: la explicación presuntamente recibida por el estudioso español es absurda (y lo es de cabo a rabo). El sustantivo "Chirisuya" no tiene ninguna relación con la lengua quechua y menos con asuntos geográficos o de temperatura; nada hay que los familiarice.  

A propósito de esto, me viene a la memoria lo que, cuando niño, escuché en mi tierra, Pallasca. Un simpático profesor pallasquino -concretamente, de Tauca-  con buen sentido del humor, naturalmente, aseguraba que el aspecto particular del rostro de una persona (aquello que nos ayuda a su reconocimiento -cuando volvemos a verla después de mucho tiempo-: a recordarla al toque) debería ser nombrado teniendo en consideración lo siguiente: si se trata del rostro del hablante (la primera persona), decía, tiene que ser "fisonomía" (porque "no es de otro"); pero si es el rostro de una segunda o tercera persona,  lo que corresponde, "lógicamente", es decir "fisonosuya". ¿Ayuda esto a explicar el asunto? ¡Claro que sí, y es incontestable, caracho! 😀 

¡Un abrazo, amigos!

© Bernardo Rafael Álvarez

 

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* Esto aparece dicho en el Diccionario etimológico de palabras del Perú (2014), de Julio Calvo Perez.