I
Fastidiado (tal vez disgustado) por el verbo "aperturar”, Fernando
Lázaro Carreter, que fue Director de la Real Academia Española (RAE) de 1992 a
1998, alguna vez afirmó esto: “Aperturado el camino, nada impide que lecturar
sustituya a leer, baraturar a abaratar y licenciaturarse a licenciarse”. Es
evidente que su propósito fue simplemente ironizar respecto de aquello que le
parecía impropio; sin embargo, lo que -obviamente sin querer- logró fue afirmar
una verdad monda y lironda (es decir, no se equivocó). Efectivamente, no hay
nada que impida que esas formas verbales –mencionadas por él, y que tal vez le
parecían “monstruosas”- puedan en algún momento ser concebidas, lo cual no
sería ilegítimo ni incorrecto. ¿Razones para oponerse? Ninguna.
Lo del académico Lázaro Carreter fue, pues, solo una graciosa e inocua
ironía. Lo hecho por otros, en torno a este verbo "indeseable", sí
resultaba rudo, acre y hasta ponzoñoso. “Aperturar", para ellos fue
siempre un disparate, un asqueroso barbarismo, algo ajeno al sentido común,
aberración y monstruosidad, algo digno de ser condenado al fuego del infierno;
tan intensa era la molestia que experimentaban que daba la impresión de que se
sentían afectados como si se tratara de un asunto que les estuviera golpeando
directamente, y parecía que lo asumían casi como un caso de necesaria
protección al "honor familiar”. "¿El verbo 'aperturar'? ¡Maldita sea,
hay que expatriarlo!", parecían exclamar, furiosos.
Uno de los poquísimos empeñados en defenderlo -si es que no el único- fui
yo; convencido de que las palabras no se dividen en buenas y malas, y que los
hablantes y escribientes no somos súbditos de ninguna corona real, que en estas
cosas hay o debe haber libertad. Es decir, yo echaba mano a algo sumamente
elemental: el sentido común.
Bueno, ha pasado el tiempo y ¿qué es lo que ha ocurrido finalmente?
Contra viento y marea, e incluso contra sus propios escrúpulos, hace unos pocos
días, la RAE (que también lo rechazaba) ha hecho -por justicia y digamos que
por la voluntad general de los pueblos- lo que correspondía: incluir el, para
muchos, antipático verbo en el Diccionario de la Lengua Española (DLE),
concretamente en la actualización 23.5 que fue presentada el
pasado jueves 16 de este mes (diciembre, 2021). “Aperturar” ya dejó, pues,
de ser un verbo espurio.
II
Pero, pregunto, ¿ha sido el único verbo durante mucho tiempo despreciado
en nuestra extensa comarca hispanoparlante? No. No solo él ha sufrido en carne
propia la rudeza del rechazo, el escarnio y hasta la ofensa, no solo él se ha
hecho merecedor del "libelo de repudio". Hubo otros también, que aún
siguen soportando los embates de lo que pareciera ser una suerte de "odio
de clase": la "alta burguesía intelectual" contra el desarrapado
"proletariado" lingüístico.
Víctima es, también, esto que voy a mencionar: una de las formas verbales que no solo no es de existencia reciente -pues viene siendo empleada desde varios siglos atrás- sino que además, es usada por muchísima gente en diferentes países. (Respecto del Perú no lo sé exactamente, pero estoy seguro de que no son pocos; y, según un estudio de M. Johnson y S. Barnes, en México es empleada por el 35% de su población (Haya vs. Haiga: an análisis of the variation observed in mexican spanish using a mixed effects model, 2013). Ello no obstante, esta forma verbal, según la RAE (lo ha dicho en el Diccionario Panhispánico de Dudas y a través de otros medios) es ajena a la norma culta, o -peor aún- en palabras de doña Marthita, nuestra ilustre lingüista: es "absolutamente inaceptable”: incluso hay quienes la califican como "malsonante". Situación absurda e injusta, realmente. (Más adelante expondré mis razones).
¿Cuál es ese ya prácticamente condenado elemento verbal que usa el
"vulgo” y que los "arios" de la lengua quisieran hacer que
desaparezca? Es este: el modo subjuntivo del verbo haber, es decir,
el HAIGA, acerca de lo cual tenemos lo siguiente. En respuesta a una
consulta, hecha a través del Twitter, la RAE dio esta respuesta, en julio del
2019: “Formas como ‘haiga, vistes’ o 'naiden' no son válidas y se consideran
sin duda ajenas a la norma culta”; y si revisamos el Diccionario Panhispánico
de Dudas encontraremos que “hoy son ajenas a la norma culta las formas de
presente de subjuntivo haiga, haigas, etc., en
lugar de haya, hayas, etc.”.
Es cierto, el subjuntivo “haiga” (porque, efectivamente, lo es) no forma
parte de la llamada norma culta o lengua culta (o uso culto). Quienes lo
emplean, con absoluta naturalidad y sin estar preocupados por lo que pudieran
decir los doctores (y acaso ser prohibidos por ellos), son, sobre todo, gente
humilde, generalmente de pueblos o barrios pobres, aquellos que tal vez por
razones económicas no pudieron acceder a niveles de estudio elevados; son las
personas a las que el mundo ilustrado suele llamar analfabetos y son mirados
despectivamente, por sobre el hombro, y hasta son objeto de burla. No son
pocos, pero a pesar de ello, la aludida forma verbal que emplean cotidianamente
sigue siendo rechazada no solo por la gente “culta” sino, especialmente, por la
institución cuyo papel no es calificar la calidad de los vocablos y “avalarlos”
o prohibirlos sino, únicamente -cuando llega a documentarse de que su uso es
generalizado en determinada área geográfica del habla hispana- asimilarlos y
eventualmente incorporarlos al Diccionario. Esta institución es la RAE. Es
posible que alguien, tras revisar el repertorio lexicográfico oficial, diga que
sí, que “haiga” sí está registrado allí. Empero, hay que precisar que esa
entrada no corresponde al subjuntivo del verbo “haber” que es a lo que estoy
refiriéndome en este trabajo. No lo es. Lo que aparece (y es dicho textualmente
en el Diccionario) es un sustantivo referido a un “(a)utomóvil muy grande y
ostentoso, normalmente de origen norteamericano”, pero –ojo- con estas
particularidades: se trata de un sustantivo coloquial de poco uso en
España (“coloq. Esp. P. us."), y que suele emplearse en sentido
irónico ("U. m. en sent. irón."). “Sentido irónico”. ¿Por
qué? Porque comenzó a ser empleado, y así continúa, para burlarse de las
personas de “bajo nivel cultural” que alcanzaban un nivel económico bastante
holgado que les permitía darse algunos lujos como, por ejemplo, adquirir un
automóvil costoso y que cuando preguntaban por las características del vehículo
que querían simplemente decían “el que haiga”: los nuevos ricos,
pues, convertidos en objeto de chacota debido a su modo de hablar. Como se ve,
fue una voluntad innoble y perversa la que generó el vocablo en referencia o la
asignación de su nuevo significado. El uso de este sustantivo, como lo
reconoce la RAE, y ya vimos, es minúsculo en la península ibérica y casi invisible; sin embargo, a diferencia del subjuntivo “haiga”, que sí es empleado
por grandes sectores de hablantes en diversos países, lo que terminó siendo
“oficializado” por la Academia es aquel sustantivo ya casi extinguido ("Sí es válido, aunque apenas se usa hoy...", dice -textualmente- en su portal lingüístico "Dudas rápidas"). Un
desatino académico que es absurdo, injusto y reprobable, pues.
III
¿Merece ser validado, reconocido y, digamos, “rescatado” oficialmente el
subjuntivo del verbo haber, en la forma “haiga”? ¿Es, como creen
muchos –especialmente los académicos de la RAE-, una forma realmente
incorrecta? ¿Existen argumentos que nos permitan revalorarlo y
sustentar y amparar su defensa y vigencia?En los siguientes párrafos
me ocuparé de esto: es decir, daré respuesta a estas interrogantes.
IV
Veamos. ¿Cómo se forma el modo subjuntivo de los verbos? ¿Existe alguna
regla precisa, estricta, obligatoria, inmovible? Que yo sepa no existe; no la
conozco. Alguien podría decir, por ejemplo, que se da de este modo: Al verbo en
infinitivo se le altera la desinencia, reemplazándola con “a”: de beber: beba; leer: lea; lamer: lama. Fácil, ¿no? ¿Y
con el verbo “saber”, sería “saba”? Es “sepa”, porque se altera la raíz, como
también ocurre con el verbo “morir” (“muera”), o “caber” (“quepa”). O sea, la
cosa no solo es reemplazar la desinencia con “a” y, como veremos, tampoco solo alterando
la raíz: valer: valga (y no “vala”); poner: ponga (no “pona”; crecer: crezca
(no “creza”); hacer: haga (no haza)…
¿Y qué hacemos con los verbos “caer” y “traer”? ¿Diríamos “caya”, para el
primero; y para el segundo, “traya”? No. El subjuntivo de “caer” es “caiga” y
el de traer es “traiga”. ¿Se trata de una formación gramaticalmente irregular?
¿Suena horrible escuchar “caiga” y “traiga”, son sonidos de mal gusto, acaso
una barbaridad, y por ello debieran ser calificados como barbarismos? No, claro
que no. ¿Y por qué, en cambio, sí es considerado un barbarismo, es repudiado y hasta calificado como "malsonante", el subjuntivo
“haiga”, que se deriva del verbo “haber? ¿Acaso ha sido generado con infracción de alguna
regla o norma lingüística? El subjuntivo del verbo “roer” es “roa” y también es
“roya”, lo que, naturalmente, es correcto y válido; pero, ¡agárrate Catalina!,
también es “roiga”. Ah, pero del verbo “haber” solo debe ser, solo tiene que
ser (como un mandato ineludible) “haya” y no el “horrible” “haiga”. ¡Qué
absurdo, caracho! Qué torpe la disposición virtualmente dictada (obviamente, de dictadura) por los pudorosos académicos y
los aristocráticos “protectores” de la cultura (seguidores, en estas cosas, del
poeta Eliot, que hablaba de la cultura como privativa de minorías).
No hay, pues, una sola manera (regla o norma) que deba seguirse o
acatarse para la formación de los subjuntivos; es obvio, creo yo, que como casi
en todo lo de las lenguas lo que se impone es la arbitrariedad, por eso la
diferencia de formas: vea, beba, sepa, muera, valga, crezca, ponga, haya, traiga, caiga… ¿Y por qué
no el vilipendiado “haiga”? Claro, porque suena “feo”, dirán (y lo dicen, realmente), y porque,
fonéticamente, no tiene punto de comparación con la melodiosa eufonía de “caiga”
y “traiga”. Ocurría lo mismo con “aperturar”; “aculturar” ha sido, siempre, un
verbo bienaventurado, como “estructurar” o “aventurar”, pero el sonido de “aperturar"
podía, aparentemente, romperles el tímpano a muchos sensibles indignados.
"Haiga" -no debemos olvidar- es una forma que se usaba antes de que apareciese "haya". ¿Fue incorrecta, y ahora ha dejado de serlo? No. Solo son formas diferentes y ninguna es incorrecta, ninguna es mejor que la otra; lo que ocurre es que una de ellas es rechazada por los estratos culturalmente "nobles", en una palabra: es discriminada. Nada hay por lo que, lingüísticamente, deba ser puesta en entredicho y vetada.
V
Aunque referida a otra cosa, al principio hice esta pregunta: ¿Razones para oponerse? Bueno, respecto del subjuntivo “haiga”, mi respuesta es la misma: ninguna, no hay ninguna razón para oponerse. Se trata de una forma usada por muchísima gente especialmente humilde, aquí y en otras latitudes, y desde hace muchísimo tiempo. ¿Debe prohibirse su uso? No. Al contrario: debe respetarse el uso que muchísimos le dan. Tienen todo el derecho a usarlo, y bien que lo siguen haciendo. La Academia debería, por su parte, considerarlo –es su obligación hacerlo- no como un error, ni menos como un barbarismo, sino como un subjuntivo válido y legítimo. Es uso popular. Repito, lo emplea especialmente la gente humilde, y no hace mal. Entiéndase: no porque el uso se dé en gente humilde la expresión se convierte en vil. Y, bueno, como sabemos, el uso manda, pues, y debe ser, insisto, respetado. Parafraseando a Lázaro Carreter diré, finalmente, que el camino está aperturado y no hay nada que impida la permanencia y revaloración del subjuntivo HAIGA.
© Bernardo Rafael Álvarez