lunes, 19 de octubre de 2015

¡HABLA, CHO!

La palabra no es un instrumento sonoro o gráfico que solo sirve para comunicarnos. También nos identifica. A los pallasquinos, por ejemplo, nos identifica, entre otras expresiones, el “cho”, voz que empleamos para llamar o pedir atención a alguien. Equivale, sobre todo, a “amigo”. Se trata –en el uso actual de Pallasca- de la apócope de la palabra “cholo”, generada con propósito eufemístico. Recuérdese que, a pesar de su significación altamente respetable en la actualidad (que felizmente no se condice con la que tuvo al principio), la expresión “cholo” no llega aún a ser aceptada dignamente como se merece, por gran parte de la población peruana y, más bien, sigue usándose con cierta voluntad peyorativa. “Cho” es, podríamos decir, el apelativo emblemático de Pallasca que une a todos y genera regocijo escucharlo. Sin embargo, debo precisar que no solo en Pallasca es usada esta expresión; también lo es, por ejemplo, en Moyobamba. La diferencia radica en que en la Capital de San Martín se la emplea indistintamente para varones como para mujeres[1] y en Pallasca, en cambio, es solo para dirigirse a los varones ya que para las muchachas se usa el “Chi” ("cho", por cholo; "chi", por china).

Pero también tenemos expresiones como estas, entre otras, que son muy sugestivas: "muganshya" (tizón incandescente pero sin flama, y también luz tenue, débil), "chúrgape" (grillo) y "surrupear" (forma verbal pallasquina “de exportación” que significa sorber una sopa o alguna bebida caliente haciendo vibrar –“surrup, surrup…”- los labios). 

Es que el habla pallasquina es, pues, muy particular y, sobre todo, bella y rica. Quiero, aquí, reseñar algunos de los aspectos de esa particularidad. Como sabemos, los diminutivos en el idioma castellano se forman generalmente agregando a los vocablos los sufijos ito/ita, cito/cita, illo/illa; en las regiones centro y sur del Perú, se forman también con el sufijo “cha” (Manuelcha, Valicha); en la zona de Pallasca (y en gran parte de la extensión que abarca la sierra de los departamentos de La Libertad y Cajamarca y parte de Amazonas) tienen preeminencia los diminutivos generados con los sufijos “asho”/ “asha que contiene el fonema sibilante palatal /š/, que aparentemente proviene de la lengua culli: “cholasho”, “niñasha.[2] El sonido que representamos con el dígrafo “sh” se usa asimismo para darles una forma afectiva a los nombres (hipocorísticos, se les llama): César, “Shesha”; Santiago, “Shanti”; Rosa, “Rosha”; también, con similar propósito, se da la sustitución de la “r” por la “y” o “i”: Medardo, “Medaydo” (o “Medaido”); Bernardo, “Beynaydo” (o “Beinaido”).[3] Otra particularidad notable es la tendencia a la “economía expresiva” mediante la contracción gramatical de un verbo y el pronombre “usted” que en tal circunstancia pierde dos sonidos (“u” y “d”): diga usted, “díga’ste”, venga usted, “vénga’ste”; en el caso del verbo “decir”, se da, incluso, lo que graficamos con este ejemplo: “¿Qué di’ste?” (¿Qué dice usted?). Una contracción igualmente peculiar se da en “pasu’mañana”, que es el “pasado mañana” en que el verbo “pasado” se convierte en “pasu”); también se contraen el verbo “voy” y la preposición “a”: voy a trabajar, “vo’a trabajar” (“vu'a trabajar”). Pero la contracción digamos más curiosa se da, creo, en la expresión “ya’sque” (contracción probablemente formada por tres voces: “ya es que”, o “ya dices que”. Se la usa mayormente como conjunción ilativa, con el significado de “conque”: “Ya’sque te vas a Lima” (“Conque te vas a Lima”); también como frase exclamativa de asombro que equivaldría a estas expresiones: “¡No te lo puedo creer!”; “¡No me digas!”; “¡Asu!”. Se la usa desde Pallasca hasta Cajamarca y también en gran parte de Amazonas.): “Yasque te vas mañana, ¿dí?”. Esta expresión ("dí"), usada, como lo acabamos de hacer en el ejemplo, en forma de interrogación, cumple función fática o apelativa (forma parte de los llamados "estimulantes conversacionales"): "¿no?", "¿no es cierto?”, y lo que se pretende con ella es que el interlocutor confirme lo que se le está diciendo. En algunos verbos conjugados en primera persona plural su pronunciación que normalmente es grave o llana, pasa a ser esdrújula: no vayamos a equivocarnos, “no váyamos a equivocarnos”; nos dijo que vengamos, “nos dijo que véngamos”. No se suele hacer la distinción -femenino, masculino- en el uso del dativo que precede o va como sufijo en determinados verbos; indistintamente se usa el “lo”: “señora, me alegra saludarlo”; “la vaca lo llevaré al corral”). La pronunciación de los verbos conjugados en participio pasado cuya terminación es “ado” (llegado, trabajado, cansado…) tiende a eliminar la consonante “d”: llegao, trabajao, cansao; pudiendo incluso la “o” confundirse con la “u”. Las formas “aquicito”, “allacito”, no forman parte del habla pallasquina o, por lo menos, no son comunes. Tampoco es característica del habla pallasquina el seseo al final de las palabras terminadas en “r” (amors, ayers). Otra particularidad resaltante es la irregular conjugación casi generalizada del verbo “querer”: quedré, quedrás, quedrán, quedremos. 

El castellano pallasquino tiene tres vertientes alimentadoras: además del español, están el culli y el quechua. Efectivamente: Huasharimear, por ejemplo, que es un verbo generado por Huasharimo (el chismoso, el que “habla a espaldas de uno”) tiene su origen en el quechua. ¿Recuerdan ese bello huayno de Julián Rubiños que dice: “Como las aguas del río/ que corren negras y turbias/ así son los chismes que corren, negrita, / y por mí están huasharimeando…”? 

Pero quiero detenerme un poco en la vertiente culli. Expresiones propias de esa lengua ya extinguida (y cuyo último reducto fue precisamente Pallasca, como lo reconoció el estudioso francés Paul Rivet) son Chúrgape  -ya mencionada-, lacataca (el caracol, o “babosa”) y estas otras, acerca de las cuales, creo que nadie ha puesto mucha atención: Paranshyam, Mushyuquino, Conshyam (nombres de lugares), munshyo (ombligo), cashyul (el choclo tostado), muganshya (tizón incandescente pero sin flama y, también, luz tenue). En el listado de vocablos culli y toponímicos que Alfredo Torero inserta en su libro Idiomas de los Andes no incluye ninguna de estas expresiones, tampoco aparecen en la lista que hizo don Fernando Silva Santisteban (La lengua culle de Cajamarca y Huamachuco); y es extraño que estas voces no hayan sido recogidas por el obispo de Trujillo Martínez Compañón ni por el presbítero pallasquino Meléndez Gonzales. Y a mí me parecen muy interesantes y valiosas no solo por lo bellas que son sino porque ponen de manifiesto un sonido que no encontramos ni en el quechua ni en el español, y yo me atrevería a calificar como emblemático en la lengua culli (además, claro está, del sibilante palatal /š/ que, dicho sea de paso, no es privativo de esta lengua, pues también se usa en el quecha del centro del país); me refiero al fonema (consonante africada postalveolar sonora, en inglés, y también en culli) que yo he graficado (pues me parece lo más aproximado) uniendo el dígrafo “sh” con “y”, considerando que esta última letra representa un fonema consonántico palatal sonoro cuando no está aislada o cuando se ubica al final de palabra precedida de vocal (DLE); el sonido al que me refiero podemos encontrarlo, por ejemplo, en las voces inglesas “jam” (mermelada), “jean” (vaquero), “jew” (judío), y que en el Alfabeto Fonético Internacional (AFI) se representa con la grafía [ʤ].[4] Otros sonidos que, sin duda, son o provienen de la lengua culli son los segmentos o componentes –bal [-ball, -vall. valle], probablemente “llanura, pampa, campos”, según Torero (Cocabal, Huandoval, Survalle); -sácape, que podría significar “chacra” (Colgasácape); -vara (Taurivara, Marcovara); y, difinitivamente, el –coñ [-goñ, -goñe], “agua” (Acogoñe, Pichungoñe, Gorgoñe, Chapucungoñe). 

El culli fue una lengua que se habló en gran parte del norte peruano, desde Pallasca hasta Cajamarca y en algunos pueblos de Amazonas, antes de que a esta parte del Perú llegaran los incas, quienes -sin lograr su cometido- al imponer el quechua trataron de borrar de la faz de la tierra la lengua que aquí encontraron. Los españoles –como es explicable, por cuanto su empresa fue de conquista-  habrían procurado también extinguirla disponiendo, según parece, la prohibición de hablarla. Pero sobrevivió. Y (aunque no está plenamente comprobado) hay quienes creen que era el culli la lengua a la que el entonces Arzobispo Toribio de Mogrovejo se refería al decir en su Diario (1594) que el cura de Pallasca, Juan de Llanos, “sabe poco la lengua linga que es la que hablan los indios que tiene a su cargo”. Y, como llegó a afirmar el estudioso Paul Rivet, el empleo de esta lengua se habría dado –claro, por un muy reducido número de hablantes- hasta la década de 1940 inclusive, en algún caserío de Cabana o Bolognesi y, según alguna vez le refirió don Alipio Villavicencio al estudioso Manuel Flores Reyna, la última hablante de esta lengua habría sido una señora a la que se le conocía como “la viejita Ishpe”. 

Los lingüistas ha podido contar con valioso material para sus estudios acerca del culli, gracias al trabajo recopilatorio (un total de “43 vozes”) que a fines del siglo XVIII hizo el obispo de Trujillo Juan Baltazar Martínez Compañón (“palabras escogidas…más útiles para la catequización”, según Porras Barrenechea) y a la breve lista de voces (un total de 17) que en 1915 elaboró el cura pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales, y que fue publicada por el francés Paul Rivet y el checo Cestmir Loukotka en 1949 (“Las lenguas de la antigua diócesis de Trujillo”), y también al aporte (un total de 23 voces, la mayor parte nombres de divinidades) de don Fernando Silva Santisteban (“La lengua culli de Cajamarca y Huamachuco”, 1982).

De la extinguida lengua culli, ahora solo quedan desperdigadas unas cuantas bellas palabras que –como una muestra de dignidad- los pallasquinos debiéramos seguir empleando con orgullo y sin tener por qué sentirnos avergonzados. No ha sobrevivido al menos una sola frase completa, que pudiera haberse convertido, digamos, en el primer paso para reconstruir la arqueología lingüística de nuestra remota lengua ancestral, lamentablemente.

***

No todos en Pallasca hablan poniendo de manifiesto las características o particularidades expresivas que aquí se presentan, pero sí la mayoría.




[1] El cura Teodoro Meléndez Gonzales elaboró en 1915 –tras escuchar a un anciano pallasquino- una lista de diecinueve voces consideradas por él como de origen culli. Esta lista fue alcanzada a Santiago Antúnez de Mayolo quien, a su vez, la hizo llegar en 1935 al francés Paul Rivet. Posteriormente, al analizar las voces, los estudiosos establecieron que dos de ellas, nina y guallpa, no correspondían a ese origen, pues forman parte del léxico quechua (en castellano: fuego y gallina, respectivamente). Pero en lo que no pusieron atención fue en la expresión “cho”, a la que el religioso le atribuyó función apelativa (¡eh!) y con el significado de “amigo”. Creo que fue un error considerarla como voz culli. Su origen podría estar –improbablemente- en alguna lengua ya extinta del norte peruano, pero no en el culli. Sin embargo, considero que más razonable es ubicar su nacimiento en la península ibérica. Me explico. La interjección "cho" viene de España, y es similar o equivalente a “so”, usada casi siempre para “hacer parar o detener las caballerías” (como lo define un vetusto diccionario –de 1913- que como herencia familiar conservo en mi biblioteca); pero también ha servido con frecuencia para expresar asombro, y a veces indignación. Es obvio que, andando el tiempo, esta voz pasó a cumplir función apelativa, tal vez como derivación del uso, repetimos, dado “para hacer parar o detener las caballerías”, o quizás porque uno de sus significados (es lo que encuentro en el diccionario referido) correspondía al pronombre antiguo o anticuado “su”. O acaso su origen esté en la arbitraria y vulgar deformación y simplificación que sufrió la palabra señor durante el Siglo de Oro: convertida, sucesivamente en seor y sor, y probablemente después en so, de la que se derivó cho). Pero –repito- actualmente en Pallasca el "cho" corresponde, por su uso, a la apócope de la palabra "cholo"; y, además de ser usado como interjección con función apelativa (para llamar, detener o pedir atención a alguien) es, también, un sustantivo, con el significado de amigo, pero solo para dirigirse o referirse a varones, pues para mujeres se usa el “chi” (apócope de china). Y he aquí una particularidad adicional muy importante: a diferencia de lo que ocurre en otros pueblos, en Pallasca -obviamente por su equivalencia con "amigo"- se le pluraliza ("chos", para varones; "chis", para mujeres). 

[2] Digo que “aparentemente” proviene de la lengua culli, debido a que –al menos en los listados de voces en aquella lengua, que se conocen- no hay ninguna palabra que contenga el fonema sibilante palatal /š/. 

[3] Creo que es conveniente tener en cuenta una cosa: El fonema sibilante palatal /š/, tan común en el castellano pallasquino y, en general, en el castellano de la sierra norte del Perú, no es elemento ni característica de un diminutivo culli sino, más bien, de un sufijo (unas veces prefijo y en algunos casos, infijo) con el cual –sabe Dios desde cuándo- nuestros pueblos han construido sus muy particulares diminutivos, como contraposición a los aumentativos “azo”, aza”. De la lengua culli apenas conocemos una cuantas voces -verbos y sustantivos- y ni una sola frase. ¿Sabemos, por ventura, si a alguna de esas voces se le ha podido adosar el sufijo que nosotros usamos en calidad de diminutivo? No. Desconocemos cómo se construían las frases y tampoco sabemos cómo se formaban los diminutivos, en lengua culli. La verdad es, por ello, que no se puede hablar de “diminutivos culli”. Lo que se puede decir, en rigor, es que con el morfema –ash- (de “asho” o “asha”) se han formado diminutivos –muy particulares- del castellano pallasquino que, repito, no son de la lengua culliumentativos “azo”, aza”. De la lengua culli apenas conocemos una cuantas voces -verbos y sustantivos- y ni una sola frase. ¿Sabemos, por ventura, si a alguna de esas voces se le ha podido adosar el sufijo que nosotros usamos en calidad de diminutivo? No. Desconocemos cómo se construían las frases y tampoco sabemos cómo se formaban los diminutivos, en lengua culli. La verdad es, por ello, que no podemos hablar de “diminutivos culli”. Lo que podemos decir, en rigor, es que con el morfema –ash- (de “asho” o “asha”) se han formado diminutivos –muy particulares- del castellano pallasquino que, repito, no son de la lengua culli.".

[4] Este sonido, he tratado de representarlo uniendo el dígrafo “sh” con la letra “y” (que, según el DLE, es la “Vigesimosexta letra del abecedario español, que representa, cuando aparece aislada o en final de palabra precedida de una vocal, el fonema vocálico cerrado anterior y, en las demás posiciones, el fonema consonántico palatal sonoro”). ¿Por qué lo hago? En castellano no existe palabra en que después de una consonante vaya la “y”, y se la pronuncie como “i”; eso ocurre solo “cuando aparece aislada o en final de palabra precedida de una vocal”  (aislada, como conjunción: Juan y Pedro; al final de palabra precedida de una vocal: muy, voy, ley). Entonces, por estar frente a palabras que no son de origen español, sino culle, me pareció lo más conveniente hacer esta unión: “shy”, en que la “y” no suena ni tiene que sonar como “i”, pues lo que sigue es una vocal (“Conshyam”, por ejemplo), lo que hace que su sonido se convierta en “consonántico palatal sonoro” (“Consh/yam”, y no “Conshi/am”)). Repito, no es, naturalmente, la representación exacta del sonido culli, que -haciendo uso del Alfabeto Fonético Internacional (AFI)- sería [ʤ],  pero si es la más aproximada, usando las grafías del alfabeto común). 

[5] Cuentan que el buen Plighio Hidalgo, en algunos momentos de descanso -hace de esto ya muchos años-, ubicado en una esquina muy concurrida de Lima, a quienes tenían apariencia serrana les pasaba la voz diciéndoles “¡Hola, cho!”, “¡Hola, chi!”; si alguna de las personas que por allí transitaban respondía favorablemente, no había duda, era de nuestra provincia. Es que, como ocurre con el acento o dejo y las cualidades espirituales, también ciertas locuciones ayudan a identificar a los habitantes de una región. Es proverbial característica de los pallasquinos la hospitalidad; pero, sin duda, también el uso generalizado –además de otras expresiones- del vocativo “cho”, para los varones, y “chi” para las mujeres.