Generalidades
Ubicado en el extremo norte de la Sierra de
Ancash, Pallasca es uno de los once distritos de la Provincia del mismo nombre
y limita, por el Sur, con los distritos de Huacaschuque y Huandoval; por el
Este, con Lacabamba y Pampas; por el Oeste, con Bolognesi, y por el Norte con
la Provincia de Santiago de Chuco, en La Libertad. Su altitud aproximada es de
3150 msnm. La población del Distrito de Pallasca -considerando, en conjunto,
las zonas urbana y rural- bordea los 3000 habitantes.
Historia
Tiene una historia que se remonta a los
primeros tiempos de la Conquista; sin embargo, Pallasca, como distrito
propiamente dicho -aunque se desconoce cuándo se produjo exactamente su
creación política- queda legalmente formado como tal el 2 de enero de 1857, día
en que se expide el Decreto firmado por Ramón Castilla, que crea la respectiva
Municipalidad, con ocho miembros, y da las disposiciones básicas para los
procesos eleccionarios. Y adquiere la categoría de ciudad ("por el
adelanto de su agricultura y minería, así como por el progreso en su
conjunto") el 7 de octubre de 1898, por ley aprobada por el Congreso de la
República y suscrita por Rafael Villanueva, presidente del órgano legislativo.
Estudios serios indican que su nombre
provendría del cacique Apollacsa Vilca Yupanqui Tuquiguarac, indio noble que
prestó importantes servicios durante el paso de los primeros conquistadores,
por lo cual habría recibido escudo de armas, según señala el historiador Félix
Álvarez Brun en su libro ANCASH, una historia regional peruana.
En Pallasca han ocurrido hechos
significativos que, lamentablemente, no son muy conocidos. En las aguas del Río
Tablachaca (antes Andamarca) habría sido arrojado el cadáver de Huáscar, el
último heredero legítimo del Imperio Incaico. En la etapa de la Independencia,
no fue ajeno a la vocación libertaria del pueblo del Perú y aportó su cuota de
hombres y pertrechos para la formación del Ejército Libertador. Cuando se
produjo la invasión chilena, puso de manifiesto su arrojo y patriotismo
negándose a cumplir las abusivas órdenes de los jefes militares de la fuerza
enemiga y, más bien, se enfrentó, en desigual batalla, con garrotes, piedras y
armas arrojadizas; muestra incuestionable de dignidad que le costó, como
heroico saldo, decenas de muertos y heridos.
Años antes de aquel conflicto fue visitada,
en épocas distintas, por dos importantes estudiosos europeos cuyos testimonios
fueron insertados en sendos libros que son fuente obligada de consulta: Charles
Wiener, autor de Perú et Bolivie, y Antonio Raymondi, que escribió El
Departamento de Ancasch y sus riquezas minerales. El francés Wiener, entre
otras descripciones y alusiones, se refiere al río Tablachaca y expresa que se
trata de “uno de los sitios más notables en la historia del Perú”, porque allí
“fue degollado cerca del puente por orden de su hermano sublevado”, Huáscar el
último inca legítimo. Raymondi advierte que el distrito de Pallasca “es el más
estenso (sic) de todos los de la Provincia” e intuye, por algunas evidencias
encontradas, que debió haber sido importante durante la dominación española;
resalta la belleza del panorama que se aprecia desde Santa Lucía donde, dice,
“hay una pequeña capilla”, y llega a conocer el subterráneo (que nosotros
cuando niños llamábamos “infiernillo”) ubicado en una vivienda al frente del
templo de San Juan Bautista. Pero lo más significativo quizás sea el haberse
dado cuenta que, como en otros distritos (a diferencia de Corongo, que entonces
formaba parte de nuestra provincia) en Pallasca solo se habla el idioma
español, lo cual, según su personal apreciación, hace que los habitantes de
estos pueblos sean más tratables y cariñosos”. La ausencia del Quechua -que no
tuvo tiempo de arraigarse en los pueblos de nuestra Provincia (y que, por
cierto, deberíamos lamentar)- se debe a que –como señalaron investigaciones
lingüísticas ulteriores- el idioma nativo en esta región fue, en realidad, el
Culli que prácticamente sucumbió ante la irrupción sucesiva de incas y de
españoles y del que solo han quedado desperdigadas o “chapreadas” (que es como
se dice en pallasquino) algunas expresiones que son empleadas con frecuencia
(pienso ahora en la particular eufonía de los topónimos Conshyam, Mushyuquino,
Pocata, Shulgarape…)
En
la Región Quechua
Por la altitud referida -considerando la
clasificación geográfica hecha por el Dr. Javier Pulgar Vidal-, Pallasca está
en la denominada Región Quechua. Por ello, su clima es relativamente templado,
lo que no impide que entre noviembre y marzo las lluvias, casi torrenciales, se
hagan presentes alimentando, así, a las tierras de cultivo que son el sustento
básico del pueblo. El hecho de pertenecer a la Región Quechua no significa,
lamentablemente, que allí se hable el Idioma ancestral de los Incas; en otros
aspectos sí reúne los elementos y las características propios de esa
clasificación geográfica. Entre la vegetación típica de la zona cabe resaltar
la presencia de dos plantas aromáticas empleadas como infusión: la úñica y
la panizara; plantas que, de ser comercializadas en gran escala,
generarían significativos ingresos económicos para la población y, por otro
lado, serían una alternativa de consumo similar (y acaso más agradable) al té y
a otros productos.
Acceso
Desde Chimbote, en la Costa, se accede al
Distrito de Pallasca a través de una carretera ya asfaltada cuya construcción
en el tramo final, a partir de Sacaycacha, se logró gracias al trabajo de los
propios pobladores dirigidos y estimulados por el pundonor, el entusiasmo y la
firmeza de Orlando Álvarez Castro que, entonces (junio de 1973), era Capitán
del Ejército Peruano. Pallasca está interconectado prácticamente con todos los
pueblos de la Provincia por medio de carreteras afirmadas que debieran, porque
es lo justo, encontrarse pavimentadas para lograr un acceso más rápido, cómodo
y conveniente.
Pueblo
agrícola y ganadero
Pallasca es, básicamente, un pueblo agrícola
y se dedica, principalmente, al cultivo de la papa, el maíz y el trigo; siendo,
además, significativa la crianza de ganado vacuno y lanar; otra ocupación, en
menor escala, es la minería (oro) y la artesanía, sobre todo en el rubro de
tejidos (las "bayetas", los ponchos...).
Parajes
de ensueño
Los alrededores de la ciudad son parajes
verdaderamente de ensueño: Tambamba, a donde suelen acudir dominicalmente
las familias para pasar unas horas de solaz y esparcimiento, lavar ropa o,
simplemente pasear. Kuymalca, en donde puede conocerse las ruinas
prehispánicas de El Castillo es una extensión amplia de chacras y
lugares ricos en oxigeno y paz; camino a Santiago de Chuco, encontramos, Cruzmaca, Salayoc, Túcua,
Culculbamba, Shindol y Pampa Negra; en la parte alta, Chucana,
Cuchina, Chaupincocha, Andagada. También son inolvidables, El Tambo, El
Puquio, Pashtaca, Callanga, Shorgata, Chugaymaca, Pocata. En Panguya, la
sede del Centro Educativo Primario; hacia abajo, a la derecha, Pambahua,
donde se encuentra el local y las tierras de cultivo del Instituto Nacional
Agropecuario -centro educativo de nivel secundario del lugar. También, hacia el
Oeste, el bello mirador de Santa Lucia desde donde los chiquillos
echan a volar las cometas y, naturalmente, su imaginación.
Flora
y fauna
La flora pallasquina es rica y variada. Vamos
a mencionar algunas de las plantas más conocidas: la yerba santa, el Shiraque,
la tarsana, la penca (maguey), el molle, el sauco,
la carhuacasha; la mora (zarzamora), la payaya, el shugurom,
el purpuro (tumbo); la panizara, la úñica; el chulco,
la achupalla; el alizo, el eucalipto. Además de: trigo,
papa, maíz, quinua, coyo (quiwicha), oca, etc.
En la fauna, podemos mencionar a la perdiz,
el jilguero, el gorrión, la paca paca, el chushec, el zorro,
el zorrino, la vizcacha, el hurón (muca o zarigüeya),
el venado, el huaygush (comadreja), etc.
Folclore
Pallasca es un pueblo alegre. Cada año, en el
mes de Junio, celebra la Fiesta Patronal en honor a San Juan Bautista, patrón
del lugar. En tal ocasión se presentan algunas bellas estampas folclóricas (que
en Pallasca se conocen como "festejos"), entre las que podemos
mencionar El Suplicio y Muerte del Inca Atahualpa, uno de cuyos típicos
personajes es el "Quishpe"; también se presentan Los Osos, las
Quiyayas, los Blanquillos, los Indios de Culculbamba, etc. Otros elementos
gratos de la festividad son las carreras de cintas y de pedradas.
Y, claro, lo que hay que considerar como lo principal son las procesiones,
masivas y llenas de fervor, en homenaje al santo Patrón. También forman parte
de la Fiesta de San Juan -cómo no- las esplendorosas y frenéticas
"luminarias" (bailes nocturnos en las calles y la plaza principal,
alrededor de castillos de fuegos artificiales y con el acompañamiento
estentóreo de bandas de música). La celebración patronal se prepara con varios
meses de anticipación; los priostes a cuyo cargo corre prácticamente
todo, realizan oportunamente una fiesta conocida como chupe en la que
los pobladores -que desbordan en entusiasmo y alegría- presentan sus ofertas:
reses, cohetes, castillos, víveres, tragos, etc., etc., con todo lo cual queda
asegurada la celebración que suele tener ribetes de apoteosis.
En el mes de Mayo, Fiesta de las Cruces,
es el Toro de Trapo el personaje central de las celebraciones, que se
presenta acompañado de los "vaqueros", el "patrón", la
"pastora" y los "vilches", nombre con el que se conocen a
los toreros en la referida estampa folclórica. Esta estampa tiene una finalidad
religiosa: rendir culto a la Santísima Cruz ubicada en la parte más elevada de
la montaña mayor: El Chonta; se presenta, además, como la caricatura y
satirización que el pueblo indígena hace de uno de los aportes traídos por
España con la Conquista: la corrida de toros, y, además, como un tributo de
alegría y gratitud a la tierra y su productividad (los parajes agrícolas
principales están representados por sus toros de trapo: Tambamba, Callanga,
etc.) y, finalmente y sobre todo, es una sana diversión de chicos y grandes.
Pueblo
culto y hospitalario
Si algo -además de la belleza de sus
paisajes- puede marcar la diferencia de Pallasca respecto de otros pueblos, es
la cultura y la bondad de sus pobladores: la hospitalidad y calidez son los
sentimientos inalienables e incontrastables del pallasquino.
Profesionales
de nota
Pallasca ha sido cuna de profesionales que
han descollado notoriamente en los diversos campos en que les ha tocado
desempeñarse. En la Diplomacia, la Historia y la Docencia Universitaria, el
Dr. Félix Álvarez Brun; en la Medicina, los doctores Justiniano
Murphy Bocanegra (f), Manuel Pizarro Flores (f), Domingo
Fataccioli Zúñiga (f) y Carlos Bocanegra Vergaray; en la docencia
universitaria, Orestes Rodríguez Campos(f), Alberto Rubio Fataccioli (f),
Olinda Gálvez Paredes; en el Derecho, Juan Murphy Bocanegra(f), Jorge
Velásquez Gallarday; en la Geología, Alberto Rubio Álvarez (f).
Un
personaje importante: Orlando Álvarez Castro
Los pobladores de Pallasca sienten orgullo y
satisfacción por un personaje especial: Orlando Álvarez Castro, el hombre
que puso su empeño, voluntad, firmeza y entusiasmo para lograr que la carretera
de penetración llegara a esta ciudad casi secularmente olvidada, con el trabajo
indesmayable de los mismos pobladores mediante el sistema de "topos"
(10 metros de vía construida por cada comunero, comerciante o maestro; incluso
los niños más el apoyo con comida dado por las mujeres (viudas y solteras).
Todos recuerdan que entonces (junio de 1973) Álvarez Castro, a la sazón Capitán
del Ejército Peruano, se impuso el irreversible compromiso de hacer llegar el
primer vehículo motorizado el día central de la festividad en honor a San Juan
Bautista, Patrono del lugar, y, efectivamente, lo logró: el día 24 de junio el
alborozo tuvo características de apoteosis; risas y lágrimas se confundieron en
un solo sentimiento: felicidad plena. A las 2 de la tarde un carro ya estaba en
la Plaza de Armas. Orlando y su esposa, Blanca Ríos Gallarday (acompañados por
sus hijos, entonces niños aún), simbolizaron la esperanza de un pueblo que hoy
debe retomar su camino. Con esto quedó demostrada una verdad: más que esperar
que las obras vengan de afuera, la dignidad nos pide que las hagamos nosotros
mismos. Pallasca lo hizo y debe seguir el mismo camino, básicamente el mismo
camino; los trabajos ancestrales de "La República" son ejemplo de
ello. (Es justo recordar el papel que en la primera etapa desempeñó don
Juan Rubiños Campos. He aquí lo que consignamos acerca de él en el Diccionario
Pallasquino: “Don Juan fue el alcalde que inició los trabajos de construcción
de la Carretera que, hasta junio de 1973, llegaba a Sacaycacha. A pesar de la
oposición e indiferencia de algunos “togados”, recibió el apoyo entusiasta de
cientos de pobladores del distrito de Pallasca y de otros pueblos de la provincia
y, con la modalidad conocida como República –que es el trabajo remunerado con
la satisfacción espiritual que da la esperanza-, emprendieron jubilosos, el 25
de noviembre de 1956, la apertura de la vía. La primera contribución económica
la hicieron estos generosos paisanos: Manuel Torres Pereda, Francisco
Ninaquispe Campos y Teófilo Porturas Vásquez.”)
Un
historiador a pulso: Don Manuelito Alvarado
Era un hombre de mediana estatura, rostro más
o menos redondo y de hablar ligero pero cauteloso. La particularidad
excepcional que mostraba y que pocos quizás hayan advertido, fue que –siendo de
origen humilde- vestía siempre pulcro y, más valioso que esto: tenía una
vehemente preocupación por la lectura y por escarbar y conocer el pasado del
pueblo. No poseía una biblioteca, apenas, tal vez, algunos libros y folletos
además de una insobornable y ejemplar voluntad de aprendizaje y enseñanza, sin
ser maestro: conversaba con jóvenes y adultos y les hablaba de lo rico de
nuestra historia. Fue –salvo error u omisión- el primero en enterarse de la
descendencia de Apollacsa Vilca Yupanqui Tuquihuarac (aquel “indio noble que
prestó importantes servicios durante el paso de los primeros conquistadores”,
según Álvarez Brun). ¿Cómo pudo haberlo sabido? Pues don Alonso Paredes lo
contó alguna vez por escrito. Joven aún, don Manuel Alvarado (que es la persona
a que nos referimos), “amante de la observación” logró salvar del fuego un fajo
de papeles que contenía “los títulos de nobleza incaica de don Eusebio de la
Cruz, infatigable defensor de su comunidad”, documento este -conjuntamente con
otros- sobre el que “descansa la historia altiva del pueblo de Pallasca”
(enfatizaba don Alonso). Es decir, a don Manuelito Alvarado le debe el pueblo
de Pallasca el orgullo de haber recuperado parte valiosa de su pasado y a
partir de ello, proyectarse positivamente y con dignidad hacia el futuro.
Poetas
Víctor H. Acosta. Don Víctor, el querido
autor de Ave que muere, su poema más conocido y celebrado especialmente por las
damas pallasquinas, nació en Pallasca, pero hasta sus últimos días vivió en
Cabana, donde nacieron sus hijos y quedó su recuerdo. Sentidas, el
poemario de don Víctor, es un libro de formato pequeño, diríamos “de bolsillo”.
Está compuesto por cuarenta y siete poemas bellos y bien escritos, que se
caracterizan por una extraordinaria riqueza expresiva, además de musicalidad y
ternura. En ellos se pone de manifiesto poco discretamente la presencia de
Rubén Darío; es que el Modernismo había poblado el continente, entonces. Pero
también –como muy bien apunta Teófilo Porturas en el prólogo- hay algo de
Vallejo.
Teófilo Porturas. Don Teófilo Porturas administraba una muy modesta tiendita y nuestros padres cuando nos pedían que hiciéramos alguna compra nos decían: "anda a la tienda del poeta" y, créanlo, la eufonía de esta palabra nos conmovía de veras. El espíritu de aquel hombre era vivaz. Su sueño era que Pallasca elevara su nivel cultural. Y, en efecto, procuró que ello ocurriera, y vio que a los niños y jóvenes había que entregar las llaves del futuro, formando su personalidad, enriqueciéndola. El camino, probablemente difícil, había que recorrerlo con un instrumento sin duda eficaz: la lectura. Por ello es que, junto a un grupo de trece pallasquinos (todos, como él, humildes) hizo todo cuanto le fue posible para dar el paso decisivo, irreversible, trascendental: fundar la Biblioteca Pública de Pallasca. Ansiosos y esperanzados, recurrieron a un paisano que hacía mucho años había partido a otra provincia, don Manuel Herminio Cisneros Zavaleta; él les ofreció y dio su apoyo: los libros de su colección privada los transfirió, en donación, a favor de su pueblo natal, y como reconocimiento a su calidad profesional de periodista y en gratitud por su alma noble y bondadosa, los entusiastas gestores de la obra decidieron darle su nombre a la Biblioteca que en esos momentos (1º de Mayo de 1957) nacía y que por un considerable número de años, domingo a domingo, abriría sus puertas para congregarnos a los niños y adolescentes de entonces, en un inolvidable ritual que nos hizo felices. Curiosos, ávidos, inquisidores, leíamos y leíamos, desde El Tesoro del Juventud hasta Cumbres borrascosas, de La vuelta al mundo en 80 días a El mundo es ancho y ajeno...Pulcramente vestido, con la cabellera más o menos larga peinada hacia atrás y con un brillo de gozo en los ojos, nos atendía, solícito, el fundador de aquel medio discreto templo de la cultura. Don Teófilo Porturas, poeta, publicó un solo libro cuyo más celebrado poema fue siempre Jardinera del silencio en el que decía: “Eres una compañía de recuerdos/ para mi pobre vida…”; “¿A dónde iré con mi manojo de locuras,/ en los ojos tórridos,/ aquí donde se renueva mi alma/ del retazo que tengo todavía de amarguras?”. Razones, probablemente económicas, hicieron que sus poemas que desde muchos años antes habían aparecido sueltos en algunas revistas y periódicos, recién en 1967 conformaran un volumen al que don Teófilo llamó Latidos; poemario cuyos versos –al decir del cusqueño José Gabriel Cosio- son “de melancolía y tristeza, de angustia y de desesperanza, con un sí que es no de agridulce”; y presentan también una poco habitual audacia creativa en el aspecto formal, insinuándose algo de Oquendo de Amat, por ejemplo, en versos como los que siguen:
“Mañana me bañaré en tus lagos
en mi infancia te he mirado a ti
tus tardes avanzan a suicidarse
en los maizales
lentamente.”
Conformado por treinta y ocho poemas, Latidos
fue impreso por don Jesús Aguilar Segura, el honrado, solícito y diligente
secretario de la Municipalidad Distrital, en la pequeñísima Imprenta del
Concejo. Los niños de entonces, lo recibimos con alborozo y fue don Moisés
Porras, Director del Colegio San Juan Bautista, quien nos dio las claves para
comprenderlo. Así fue como pudimos, tempranamente, degustar el sabor asaz
extraño de sus metáforas y descubrir en su novedoso ritmo algo así como la
música de Pallasca compuesta, claro está, sin solfas ni acordes estridentes.
Un
músico
Pedro Gutiérrez, "El Conshyamino".
Don Pedro Gutiérrez, “El Conshyamino”, nuestro folclorista invidente,
cuando lo conocimos solía ubicarse en una de las bancas de la Plaza de Armas
(casi siempre en la que da hacia la iglesia). Con un seseo muy particular,
secundado por el acompañamiento jadeante de “su acordeón o concertina”,
protegido por su poncho y sombrero, rodeado por los chiquillos del pueblo y
–cómo no- vigilado por la “Repolla”, su mujer, entonaba huaynos y guarachas:
“En el cielo las estrellas”, “Mi cafetal”...y “La piedra de mal rodar”, su
canción emblemática. No faltaba -como en todas partes- algún mozalbete zamarro
que –candorosamente perverso- le jugara una broma pesada, como presionar una tecla
de su instrumento, alterando, así, la ejecución del tema musical; don Pedro se
enfadaba por un instante, soltaba sin mucha convicción un carajo, pero
inmediatamente sonreía y continuaba con la música. Nosotros nos alegrábamos con
su alegría y nos conmovíamos con su emoción. La destreza que demostraba al
hacer brotar las notas de su muy humilde instrumento, era la misma cuando
confeccionaba las proverbiales “andaritas” (especie de flautas de pan hechas
con cañas de carrizo), perfectamente afinadas como para pergeñar, en las noches
de luna llena, las melodías inolvidables del “Zorro negro”; o para que Julio y
“Shantel” -dos de sus principales usuarios- pudieran familiarizarse con la
nobleza del arte órfico (su padre -nunca olvidado, especialmente por su cálido
y generoso corazón-, don Santiago Zanelly, era, probablemente, el más
entusiasta “cliente” de don Pedro). Durante las primeras décadas del Siglo XX,
sabemos que la animación musical de las fiestas familiares del pueblo, más que
la Victrola, corría a cargo de El Conshyamino. La aparición del retumbante
“Pick up” prácticamente desplazó a ambos. La Victrola se convirtió en pieza
ornamental o de museo y don Pedrito, tal vez invadido por una honda tristeza
pero jamás deprimido, trasladó su centro protagónico a la Plaza, mas nunca se
alejó de los corazones. Más que un personaje, llegó a ser un símbolo. Los
pallasquinos lo guardamos en nuestra memoria y sabemos que él y don Víctor
Alvarado, don Pancho Nina, don Lorenzo Paredes...forman parte de la identidad
espiritual de nuestro pueblo. Hablar de Pallasca es no olvidarse de ellos,
tanto como de El Chonta, de Tambamba, de Santa Lucía; de la “293” y sus
entrañables “maestros”; del Toro de trapo, de las “luminarias” y del grog…A
nosotros, por lo menos a nosotros, cuando niños, don Pedro Gutierrez nos dio
una lección imborrable –como todas aquellas que se dan sin palabras, que se dan
con el ejemplo: amen lo nuestro con todo el corazón.
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*Texto mío que inicialmente fue publicado en
Wikipedia.