Qué desorden fructuoso sobre el escritorio
Junto a la computadora
En los estantes
Casi en el piso
Casi un aniego de luz
Cojo un libro y leo/
El tiempo se contrae y deslíe
Como lágrima descolgando pesares
De tumbo en tumbo por las cornisas del templo
Extiendo los brazos
Hablo solo
El verbo es una crisálida y un resplandor
Dejo el libro y leo/
Y converso expuesto a las brasas del día perdido
La euforia de los árboles desnudos que bostezan
Escupiendo sombras sobre la luna indiscreta
De aquella ventana lenguaraz
Y la tímida melodía de los pájaros que picotean
La rala espesura de la niebla y su imprudencia
Conspiran candorosa y torpemente contra
Los gargajos de la libertad ovillada en sus alas rotas
Estropeo el libro y leo/
Casi muerto casi borroso
Cargo el montón de memorias y esperanzas
De las horas enmohecidas
Como escarabajo estercolero
Y apelo a las palabras de Kafka
Como alegato y ofensa
Como frágil soporte y desasida compañía
Como arena movediza y precipicio amordazado:
“saltar por la ventana”
Desde el asfalto llega el vaho y la duda
Pierdo el libro y leo/
A ver si sobrevivo a mi sombra reseca
De corteza desdeñada por el musgo y las polillas
Clavo mi mirada de cincel enmohecido
En la piel espuria del sol vespertino
Que tritura mi carcajada azarosa y grotesca
Y sueño con encontrar allí en ese fuego impío
Entre apuntes poemas y frustraciones
Recupero el libro y leo/
La indiscreción irresponsable de la carraspera me condena
Y se empeña en yugular el verbo y su carne
Es probable que de tanto soñar y lamer la sal sobrante del mediodía
La realidad desmesurada se convierta en estropajo/
El libro se estremece/ su palabra es agua/ Kafka estornuda
________________
(7 de marzo 2011)