domingo, 19 de febrero de 2012

¡CHOLO SOY, Y NO ME COMPADEZCAS!






Como lo he dicho antes, si algo de bueno tiene aquel tan celebrado vals que cantaba Abanto Morales, es su título: "Cholo soy, y no me compadezcas". Lo demás -salvo algún desborde "contestatario"- es indignante: "Déjame en la Puna vivir a mis anchas, / trepar por los cerros detrás de mis cabras, / arando la tierra, tejiendo los ponchos, pastando mis llamas..." No podemos negar que los versos citados son bellos. Sin embargo, ponen de manifiesto un afán de autoexclusión, de arrinconamiento por voluntad propia ("déjame...trepar por los cerros"); como si el cholo debiera asumir como una inapelable y acaso bendita condena, el quedarse en la puna para vivir a sus "anchas". Lo otro -la ciudad, el progreso, etc.- es o debiera ser -según de infiere de la canción (originalmente poema)- para aquellos que dicen "que el cholo es sin alma/ y que es como piedra, sin voz ni palabra". Probablemente la intención del autor y, claro, también de nuestro querido "cantor del pueblo", haya sido dar una respuesta contundente y sólida ante el maltrato secular que ha sufrido la gente del Ande. Lo que ha logrado, ello no obstante, es todo lo contrario: una suerte de reafirmación del maltrato y una acentuación del complejo de inferioridad. Si un costeño desubicado le grita a un andino: "serrano, vete a tu puna", tal vez esté adoptando una postura de agresión digamos "racista" y discriminadora. Pero eso mismo, esta vez desde el agredido, expresa el poema del argentino Boris Elkin que en nuestro país hizo famoso, casi como un himno reivindicatorio, don Luis Abanto Morales; si el uno dice "vete a tu puna", el otro insiste: "déjame en mi puna". Por eso, repito, lo único bueno de esta canción es su título: "Cholo soy, y no me compadezcas". (Bueno, es mi opinión, impopular y "políticamente incorrecta").