En "El habla culta", sección que tiene en
el diario El Comercio, la doctora Martha Hildebrandt, transcribe esto que
encontró en un diario capitalino: "Fuentes palaciegas nos dicen que ese
anuncio de la cuestión de confianza (..) sería pura ñanga".
¿Qué es "ñanga"? La misma doctora lo dice: "Entre
nosotros, ñanga se aplica coloquialmente a una cosa sin
importancia o a un asunto falso".[1] "Asunto
falso'. Efectivamente: mentira, engaño.
En el Diccionario de Peruanismos,
valioso libro de Juan Álvarez Vita[2],
veo que esta expresión coloquial - replanesca o de jerga popular- aparece
registrada como una palabra de origen quechua cuyo significado, en esa lengua,
corresponde a "cosa ruin" y "baladí'; y agrega que su uso, como
equivalente a mentira, "trafa", engaño, se da en nuestro país y
también en Colombia.
Bueno, si me permiten, debo decir que la
explicación que hace el diplomático y lexicógrafo Álvarez Vita, respecto del
presunto origen del vocablo en cuestión, me parece discutible.
He hecho las averiguaciones correspondientes y he llegado
a la conclusión de que en el quechua no existe el vocablo "ñanga", y
menos con el significado de "cosa baladí" o "ruin". ¿Dónde
pudo haber encontrado, el autor de este importante repertorio lingüístico,
aquella información? Me aventuro a creer -con una alta dosis de seguridad- que
lo que pudo haber ocurrido es que alguien le mencionó la palabra
"yanca" y él escuchó "ñanga". "Yanca", y no
"ñanga", es una palabra que existe en la lengua andina e incluso se
encuentra registrada en el Vocabulario de la Lengua Quechua de
Diego González Holguín, publicado en 1608; y, efectivamente, dos de sus
acepciones son "cosa baladí" y "ruin".[3] (En
mi tierra, Pallasca, y en gran parte de la Sierra norte del Perú,
"yanca" equivale a "por gusto", "por las puras";
algo que se hace inútilmente).
¿Qué tendría que ver -semánticamente hablando-
"baladí" o "cosa ruin", con mentira o engaño? Nada,
absolutamente nada. Claro, ya sabemos que quien miente comete algo ruin, pero
eso es otro asunto y no viene al caso, pues de lo que se trata, aquí, no
es de buscar explicaciones de carácter moral: no estamos juzgando a una persona
por perjurio o cosa por el estilo. Al redactar este artículo, mi preocupación,
respecto del vocablo de marras, es estrictamente etimológica.
Como ya vimos, Álvarez Vita señala que también en
Colombia se usa el vocablo "ñanga" y con el mismo significado que le
damos en el Perú. Bueno, también he indagado al respecto, y el resultado que he
obtenido es diverso. Allí, en Colombia, es usado, como expresión coloquial,
para referirse a alguien, digamos, "despreciable" (delincuente,
drogadicto, antisocial...). Y, por cierto, otra de las cosas de que me he
informado es que esta palabrita también se emplea en otros países, pero con los
más disímiles significados, ninguno de los cuales coincide con el que tiene en
el Perú. En México, por ejemplo: "débil"; en Ecuador: "porción
pequeña de algo"; en Centro América: "terreno pantanoso".
Y en el Perú también tiene otros significados. Como
hemos visto, en la antes mencionada sección que tiene en el diario El Comercio,
la doctora Hildebrandt registra, además de "un asunto falso", esta
acepción: "cosa sin importancia". Pero no solo eso. También se
refiere a esto que ha sido sorpresa para mí: "nariz". Yo nunca antes
leí ni escuché tal cosa. Tras consultar a algunos amigos, he podido confirmar
lo dicho en la breve nota de nuestra prestigiosa lingüista: es cierto, también
tiene el significado de "nariz".
Bien. Como, creo, era de esperarse, esta
información me ha generado una inquietud: procurar encontrarle una explicación
a ese significado. ¿Por qué el uso del vocablo "ñanga" para
referirse coloquialmente al órgano externo de la respiración? Creo tener una
respuesta. Para comenzar, me parece innegable que proviene de lo que sería,
digamos, una asociación con el otro significado que le damos a
"ñanga": "mentira". Veamos. ¿Se acuerdan de Carlo Lorenzo
Filippo Giovanni Lorenzini? O, mejor
dicho, ¿saben quién fue? Fue un italiano que, con el seudónimo "Carlo
Collodi", publicó en 1882 un cuento titulado Storia di un
Burattino, a cuyo personaje principal, cada vez que mentía, se le alargaba
más la nariz (estoy refiriéndome -obviamente ya lo adivinaron- a
"Pinocho"). Esto, que fue producto de la imaginación literaria del
escritor, ha encontrado lo que sería una suerte de correlato con los resultados
de un trabajo científico de hace algunos años. No, no se ha descubierto que el
hecho de decir mentiras altere realmente las dimensiones de la nariz, pero sí
tiene algo que ver con ella: Dos estudiosos de la Universidad de Granada (Emilio
Gómez Milán y Elvira Salazar López), luego de unas investigaciones realizadas
por ellos, han llegado a la conclusión de que, cuando una persona miente, se
producen cambios de temperatura en la nariz.[4]
¿Hacia dónde me lleva esto? Pues, a expresar lo
siguiente: El vocablo "Ñanga", referido a la nariz, es, creo que, sin
ninguna duda, una alusión metafórica a la mentira, lo que -claro está- tiene
una subliminal conexión, no, por cierto, con el resultado de las
investigaciones de los científicos españoles que, como dije, son recientes,
sino con el aludido personaje literario del italiano Callodi: la marioneta de
madera construida por el simpático "Gepetto".
Debo decir, finalmente, retomando el tema, que yo
tengo la certeza de que el vocablo coloquial "ñanga", usado en
nuestro país como sinónimo de mentira, proviene no del quechua sino de una
caprichosa metátesis (reubicación de sílabas) ejecutada en la palabra
"engaño". Más o menos como lo ocurrido con "jerma" (mujer)
o "trome" (maestro): inversión de sílabas, cambiando o eliminando
algunas letras (lo cual, en estas, como en todas las cosas que tienen que ver
con el léxico, es legítimo: funciona la arbitrariedad, la legítima
arbitrariedad).
Tal vez pudiera parecer un insolente y desmesurado
atrevimiento, una osadía (pues sabemos que en estas cosas es casi imposible dar
la última palabra), pero -al menos hasta ahora- estoy convencido, y tengo que
decirlo, que esta sería la virtual progresión "metamórfica", que
habría dado lugar al nacimiento del vocablo coloquial que ha motivado este
artículo mío: "Engaña/engaño: "ñaenga", "ñonga"...
"ñanga". (Disculpen este insolente y desmesurado atrevimiento).
[Para quienes quisieran abordar este
tema, que es apasionante, creo que el reto está planteado. Sería
enriquecedor su aporte. ¡Adelante, amigos!]
© Bernardo Rafael Álvarez
[1]
Martha Hildebrandt: El habla culta. En El Comercio,
Lima, 07/10/2019. (el comercio.pe)
[2]
Juan Álvarez Vita: Diccionario de Peruanismos.
Segunda edición. Universidad Alas Peruanas, Lima, 2009.
[3]
Diego
González Holguín: Vocabulario de la lengua quechua (1608). Edición del
Instituto de Historia UNMSM, Lima, 1952.
[4]
Estudio
publicado en la revista Journal of Investigative Psychology and Offender
Profiling. 2012. Ver: canal.ugr.es