Dice (o decía) don
Marco Aurelio Denegri, en su programa "La función de la palabra", del día 24 de
agosto del 2016*, lo siguiente:
Ni UNA MENOS.
"La divisa del movimiento feminista contra la violencia de género es 'Ni
una menos', pero lo correcto es 'Ni una más' (...) 'Ni una víctima más' (...)
De modo que deben cesar de decir 'Ni una menos'. Desgraciadamente, cuando se
populariza o comienza a popularizarse un error, arraiga si es que a tiempo no
ha habido el debido correctivo. Entonces, cuando arraiga el disparate, ya es
muy difícil desarraigarlo".
VIDEO. "No se dice video, sino "vídio", como se dice, además, en latín. Pero no se corrigió a tiempo y, entonces, se impuso "video", que es un disparate".
SURREALISMO. "Es un disparate del tamaño de una catedral (...) Pero se dijo a fines de la década de 1930; y uno de los primeros usuarios fue Cortázar, porque antes de esa época no había sino uno que otro usuario (...) Se puede decir de estas tres maneras: superrealismo, sobrerrealismo o suprarrealismo. Lo curioso es que la Academia recoge estas tres formas y también la forma "surrealismo" (...) Eso es lo malo: que no hubo el correctivo a tiempo (...) Curiosamente, en inglés también se ha admitido el disparate".
TABÚ. "La Academia sigue diciendo que la palabra "tabú" proviene del polinesio "tabú", así, con tilde, cuando en polinesio la palabra nunca es aguda; el carácter agudo de la palabra es invención inglesa (...) En polinesio dicen "tapu", pero en lengua inglesa agudizaron el término y se quedó, pues, "tabú" en español. Pero, repito, esa acentuación es impropia y no ha sido corregida hasta ahora (...) Pero el uso impuso el disparate, y la Academia terminó por admitir. En Polinesia se dice 'tapu' y no 'tabú'..."
FÍGARO. "El uso impuso la acentuación indebida de un apellido que no es "Fígaro", sino "Figaró" (...) No es fígaro, pues, es figaró, y ya se quedó y eso ya no lo mueve nadie. Repito: no hubo el correctivo a tiempo, y cuando no lo hay, arraiga rápidamente el disparate".
CANAL DE LA MANCHA. "La expresion "Canal de la Mancha" es un disparate de tomo y lomo, porque el que tradujo así creyó que "manche" en francés significa "Mancha"; y no es así, porque ese término en francés significa "manga", de modo que la traducción correcta sería "Canal de la Manga"; pero siguen diciendo el disparate "Canal de la Mancha".
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A continuación mis
comentarios. Veamos:
1) La frase "Ni una menos" fue creada -como una suerte de "eslogan" o consigna, contra la muchas veces letal violencia ejercida sobre la mujer- a partir de un poema escrito, en 1995, por la mexicana Susana Chávez (víctima de feminicidio: asesinada el año 2011), y cuyo título es este: "Ni una muerte más"; en otras palabras (es obvio, ¿no?) "ni una mujer muerta más", es decir, NI UNA MUJER MENOS (las queremos vivas a todas). Pudiera haberse elegido una frase como esta: "Ni una víctima más", pero no fue así: escogieron otra, y no hicieron mal. No es, pues, como equivocada, absurda y disparatadamente, decía don Marco Aurelio Denegri. No es un disparate. ¿Deben "cesar" de decir "ni una menos", como sugería medio impositivamente el recordado conductor de televisión? No, definitivamente, no.
2) La asimilación de una palabra extranjera al idioma que hablamos, se hace -como suele ocurrir con la creación de nuevos vocablos, o la asignación de significados o sentidos- con la única "norma" válida: la arbitrariedad. Qué significa esto: que cualquier palabra extranjera que nos resulte útil podemos hacerla nuestra, y la forma de pronunciarla será la que elijamos o nos resulta más cómoda o más agradable. Hay, por ejemplo, una palabra en la lengua castellana, importada del inglés sabe Dios cuándo: desde hace muchas décadas. Me refiero a "club". ¿La pronunciamos" como lo hacen los británicos y los estadounidenses? No. No decimos "clab"; porque no queremos o porque no nos gusta. (¿Alguien puso reparo a eso? ¿Alguien tenía autoridad para hacerlo? No). En gran parte de nuestro Continente decimos "video"; en México y también en España, dicen "vídio"; ¿debemos entender, por ello, que solo los de España y México lo pronuncian bien? No. La manera de pronunciar, en estos casos, es potestad de los hablantes, y -en tal sentido- ambas formas son correctas. Don Marco Aurelio había dicho en alguna oportunidad que era una "barbaridad" decir "Levi's" (que es una marca de pantalones) y que debíamos decir "livais", es decir como pronuncian los gringos. Absurdo. No estamos obligados a pronunciar las palabras tal como se hace en sus lenguas de origen; eso lo debemos hacer cuando estemos hablando no en castellano. ¿La forma como pronunciamos estas palabras se debe a que "no se corrigió a tiempo"? No, señor. No había nada que corregir. Video, así, una palabra grave o llana con el acento prosódico en la "e", está bien pronunciada en nuestro castellano. Y no es un disparate.
3) ¿Un "disparate del tamaño de una catedral"? No, no y no. "Surrealismo" es una palabra cuya creación, en francés, se debe a Guillaume Apollinaire, quien la acuñó en 1917; y fue usada por André Breton, para darle el nombre al movimiento que echó a andar el 15 de octubre de 1924, a partir de la publicación de lo que fue el Primer Manifiesto del Surrealismo (Manifeste du surréalisme). Se entiende que, teóricamente, significa "sobre" o "encima" del realismo, o de la realidad. Por qué: porque la característica del trabajo artístico y poético de esta tendencia es el lo que se conoce como "automatismo", el dejar, digamos, de lado "la razón" (en palabras simples y medio burdas: pintar o escribir "salga lo que salga"). Es decir, si esta palabra, en francés, traducida al castellano es, simplemente, lo que sigue: superrealismo, sobrerrealismo o suprarrealismo y -como bien dice don Marco Aurelio- así aparece en el Diccionario oficial (Surrealismo, que es el nombre dado al movimiento tiene, en palabras originalmente castellanas, esos tres sinónimos), ¿deberíamos, por ello, eliminar de nuestro léxico la palabra "Surrealismo" que, según el señor Denegri, es un "disparate"? No. En primer lugar, y lo digo enfáticamente, porque no es un disparate. Segundo, porque la palabra "Surrealismo" no es una "traducción" del francés al castellano; se trata, simplemente, de una palabra en el idioma galo que ha llegado al nuestro y en él se ha quedado: es un galicismo, nada más. Como ocurrió con los vocablos provenientes del inglés "garaje" (de "garage'), o "chofer" (de "chauffeur") que tampoco son traducciones. Los anglicismos, los galicismos, son -digamos- palabras importadas que pueden seguir siendo escritas como en sus leguas de origen, o ser de algún modo alteradas en su estructura. No son traducciones; como, igualmente, no lo son dadaísmo ni fauvismo, por ejemplo.
4) La palabra "tabú" tiene su origen más remoto en la voz polinesia "tapu" ("lo prohibido"), cuya pronunciación -efectivamente- no es como palabra aguda (con acento en la última sílaba), sino así como está escrita: grave o llana. De su lengua originaria, habría pasado al francés, al inglés y al danés; y luego llegado al castellano, desde la segunda de las lenguas nombradas. Esa habría sido la razón por la que la pronunciación que nosotros los hispanoparlantes le damos es completamente distinta a la original y, más bien, se acerca -por su acento agudo- a la inglesa: taboo. En tal sentido, creo que el Diccionario oficial se equivoca al decir que la palabra proviene del polinesio "tabú", porque -efectivamente- es cierto lo que dice don Marco Aurelio, y ya lo vimos: en esa lengua no se pronuncia 'tabú" (palabra aguda), sino "tapu". (Esto es lo dicho por el señor Denegri: "La Academia sigue diciendo que la palabra tabú proviene del polinesio tabú, así, con tilde, cuando en polinesio la palabra nunca ha sido aguda; el carácter agudo de la palabra es invención inglesa"). Pero, el error de la Academia está únicamente en eso: en la referencia etimológica, nada más. Y la pronunciación que los hablantes le damos, así, como palabra aguda (que sin duda, tiene que ver con lo que sería la "mediación importadora" del inglés) no es, bajo ningún concepto, una "acentuación impropia" ni mucho menos un "disparate" que "la academia terminó por admitir". No. (La Academia no "admite" o prohíbe: no tiene autoridad para ello). La explicación sería similar a la que he dado respecto de "video": pronunciamos en castellano, y no en polinesio, no tenemos que pronunciar en polinesio.
5) Nosotros los hispanohablantes no hemos impuesto "la acentuación indebida de un apellido que no es Fígaro, sino Figaró". ¿Es un apellido? Hasta donde sé (y es realmente poco lo que sé), Fígaro es el nombre de un personaje ficticio, que aparece en dos obras teatrales de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais: "El barbero de Sevilla" y "El matrimonio de Fígaro". La palabra fue también inventada por el escritor. El hecho de que en la lengua en que fueron escritas las obras, esta palabra sea pronunciada como aguda -repito lo que dije antes- no nos obliga a hacer lo mismo, a nosotros los hispanohablantes. No existe ley (jurídica, religiosa, moral, ni menos lingüística), ni autoridad académica que nos obligue a tal cosa. La única norma válida, en asuntos del léxico, es la arbitrariedad, la legítima arbitrariedad del uso, "árbitro, juez y dueño en cuestiones de lenguas" (Quinto Horacio Flaco, dixit). Todo está en orden, pues. No hay nada que merezca el oprobioso e injusto calificativo de "disparate".
6) Cierto: La
palabra francesa "manche", en castellano significa "manga".
El mar que existe entre Francia y Gran Bretaña, que es un canal -cuya
anchura oscila entre 240 km., la parte más distante entre orilla y orilla, y
33.3 km., que es la más estrecha- ante la imaginativa mirada de algún anónimo
personaje del país galo tenía la apariencia de una manga (de saco o de camisa):
y es por eso que se les ocurrió, a los franceses, llamar a ese canal "La
Manche" (o sea "Canal de la Manga"). ¿Qué pasó con los
hispanohablantes? Se les ocurrió nombrar a esa zona geográfica, siguiendo de
algún modo la "ley del menor esfuerzo": imitando, con una muy leve
variación, los aspectos gráfico y fonético de aquel nombre en francés. Y así
resultó "Canal de la Mancha". No hubo preocupación ni interés por
poner atención en asuntos de semántica: prevaleció el sonido, y punto. Y,
obvio, no es que se hubiese pensado, por ejemplo, en asignarle -con mala fe-
ese nombre en alusión a suciedad, a mácula, a tachadura, afrenta o cosa por el
estilo. Esto qué quiere decir: que la palabra "Mancha", como nombre
dado en nuestro idioma al canal ubicado entre Francia y Gran Bretaña no
tiene un significado distinto al que corresponde a esa parte del Océano Atlántico.
Mancha es y seguirá siendo, en minúscula, "señal que una cosa hace en un
cuerpo generalmente ensuciándolo, o echándolo a perder"; pero, escrita con
la primera letra en mayúscula, será lo que ya sabemos: el nombre del canal de
que aquí se está hablando, como lo es aquel lugar que aparece en la famosísima
novela de Miguel de Cervantes Saavedra. No es tampoco -otra vez tengo que
decirlo- una traducción de "Canal de la Manche"; es solamente el
nombre que en castellano se nos ocurrió darle a ese canal. Los franceses lo
llaman "La Manche", los ingleses le dicen "English Chanel",
los catalanes prefirieron traducirlo y llamarlo "Canal de la Manega",
y nosotros -les guste o no a algunos "puristas"- optamos por el
nombre ya planetariamente difundido: "Canal de la Mancha". ¿Alguna de
esas denominaciones está equivocada? Ninguna. Para nosotros no es "La Manga"; es "La Mancha" y así lo seguiremos diciendo aunque don
Marco Aurelio Denegri haya creído -equivocadamente, otra vez- que se trataba de un
disparate.
© Bernardo Rafael Álvarez
6/08/2020
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* https://www.youtube.com/watch?v=tdJbPFW0RZQ&t=784s
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