Ha
habido, y habrá todavía, poetas que han escrito y escriben sin que el Estado o
un mecenas lo proteja, alimente, dé techo o mantenga. También han existido
quienes buscaron y llegaron a encontrar el apoyo oficial y a algunos de ellos
les fue bien y otros no pasaron de la mediocridad. Hubo también quienes se convirtieron
en poetas cortesanos: el más conocido es, recuérdenlo, Li Po, "el
inmortal" (luego expulsado por el emperador dizque por
"indiscreto").
El asunto, pues, no está en vivir en pobreza o bonanza; en
recibir el apoyo o ser desdeñado por el Estado o los mecenas; en aspirar a
comer tres veces al día o resignarse a un plato de comida dado con buena fe por
la familia; en usar pelo largo o peinarse con raya al centro... El asunto está
en que el poeta, como tal, debe -voluntariamente, sin que nadie le recomiende u
obligue- rendir culto, sin más ni más, a esto: a la libertad. Libertad, más que
en otras cosas, de creación, la creación insobornable. Aunque yo sé poco de
estas cosas, considero que allí está el quid.
Hace algún tiempo ante una de las preguntas que me hicieron
en una entrevista dije que ningún poeta está obligado a
"comprometerse" ni con una clase social ni menos con un partido
político. El único compromiso admisible, en arte, en poesía, es con la
libertad. A partir de esto, cualquier cosa. Menos la esclavitud". Un poeta
convertido en agente vendedor de doctrinas o áulico de líderes políticos
y, peor aún, en obsecuente porrista de dictaduras, creo que solo puede
generar conmiseración y lástima. Y si para ello hace uso de su poesía, resulta
abominable. Un ejemplo de poeta comprometido con la libertad –eso sí-, aun en
medio del fragor de la batalla, fue César Vallejo. Escribió "España aparte
de mí este cáliz" sin hacer de esa bella e intensa poesía un libelo, sino
un mensaje de vida por encima de facciones y mezquindades. Ah si todos
apuntáramos a eso. El poeta es un hacedor, no un operario. Nadie puede
darle pautas u obligaciones; o, mejor dicho, de nadie debe recibirlas. Eso que
muchos llaman "compromiso" podrá dar como rédito algunos merecidos
aplausos, pero no ennoblece al trabajo literario, más bien lo pervierte. Yo soy
de izquierda, pero –como poeta- más que la "razón revolucionaria"
prefiero esto que en un poema yo llamo "marxismo sensorial y luético"
(quiero decir ajeno a ideologías). Como persona uno puede elegir su tendencia
política o ser indiferente (qué nos importa) y ello de ningún modo tiene que
significar la prosperidad o el deterioro de su calidad como escritor.
Agregué que ha habido grandes poetas izquierdistas y también
grandes poetas derechistas, incluso fascistas, como Ezra Pound, por ejemplo,
que también fue antisemita, pero fue un poeta gigante y su poesía es
innegablemente valiosísima.
Es que la poesía está por encima de estas cosas, pues; claro,
no hay nada que a un poeta le impida involucrarse también con esas cosas, sean
nobles o sean viles: es su voluntad la que decide. Pero, la poesía está,
esencialmente, sometida solo a la libertad.