lunes, 11 de febrero de 2013

Sobre DISPERSIÓN DE CUERVOS, poemario de Bernardo Rafael Álvarez. Comentarios críticos.

                                   Los cuervos de Alvarez

Después de 24 años de silencio, el poeta pallasquino de las canteras de Hora Zero, Bernardo Rafael Álvarez, vuelve a la tribuna poética. Sin pérdida de tiempo, esta noche presenta su reciente libro Dispersión de cuervos, un conjunto de veintidós poemas.

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Bernardo Rafael Álvarez  publicó anteriormente el poemario Aproximaciones & conversaciones, así como en revistas literarias de los años 70. Su poesía, en muchos casos agresiva y descarnada, contiene mucho de la violencia cotidiana. No es la voz calmada de un poeta de universos celestes, sino, digámoslo así, una especie de graznido humano y salvaje, por eso muchas veces desordenado, que busca retratarnos por dentro y por fuera. 

(Diario La República -Página Cultural-, Lima, 26 de mayo de 1999) 

                                       EL CRIMEN LÍRICO DE BERNARDO ÁLVAREZ
                                                                                                            Tulio Mora

Miembro del Movimiento Hora Zero, Bernardo Álvarez publicó hace 25 años, "Aproximaciones & conversaciones", dominado aún por el discurso urbano con una prédica ideológica ahora extraviada. Con "Dispersión de cuervos", su segundo libro, alude, desde el cuadro de Van Gogh donde negras parvadas presagiosas revuelan en un campo de trigo, a una época en que la violencia externa se traduce en una escritura del cuerpo. Cuervos, trigales: el escenario rural en el que Álvarez transcribe con un gran sentido renovado.

El el primer poema del impresionante libro de Bernardo Álvarez, "Dispersión de cuervos" (Hipocampo Editores, 60pp, con ilustraciones de Carlos Ostolaza), K (Kafka), nos encontramos con Prometeo picoteado por un buitre, no en el hígado sino en los pies. El robador de la luz divina es al mismo tiempo el dios egipcio de la sombra, Jus, o tal vez, Juan Hus, y Kafka en el tránsito de convertir a Gregorio Samsa en escarabajo. En el escenario urbano, del que brotan "apio y aceite", Prometeo descubre que "el viento no se apiadará de mí: caparazón, insecto gigante".   

El mundo se ha convertido en excremento que rueda a voluntad del escarabajo kafkiano, donde "nada acontece". Prometeo, luego Jus, luego escarabajo, luego pirámide, luego Gregorio Samsa, se transforma en Hamlet en su célebre franz: "corpses are set to banquet": "los cadáveres se preparan para el banquete"". La ciudad tiene "un cielo de hojalata", es un "espejo turbio" en el que resuenan el viento y las ranas "y el agua se entrevera en las totoras". Allí resuena también Raymond Roussell: "Yo escucho los llamados de un mundo que se niega". "¿Quién se atreve a amar la carroña que nos envuelve?", se pregunta Hamlet, pero quien responde al final del poema es Prometeo: "¡Franz, Franz, no hace falta: el buitre/ se ha suicidado en mi garganta!". 

Desde el primer poema Alvarez nos instala pues en un mundo deconstruido, múltiple, omnivoraz. Su constante referencia al exterior nos hace suponer que el sufridor de los rigores históricos tiene una relación implícita con ella, pero el mundo no se ha invertido simétricamente, como en el Pachakuti andino, sino que se ha promiscuido, es una evacuación (un excremento) de representaciones del mismo nivel; seres humanos, insectos, escenarios se han convertido en uno solo mostrando en esa unidad los fragmentos espantosos de su origen inicial. La historia trágica de Occidente -desde Prometeo a Kafka- se sufre en un pueblo del Perú. 

A partir de esta aproximación a un libro esquivo, inasible, podemos intentar capturar parte de lo que ha pretendido Álvarez: la puesta en escena de un cuerpo sometido a las pulsiones sociohistóricas. Esta poética del cuerpo (del bajo cuerpo, de sus "vilezas") tiene como referentes claves a Antonin Artaud y a César Vallejo: la reducción  del mundo al universo de una personal fisiología que colisiona abiertamente con la estética noble dominante: la que instaura el sentido de la belleza corporal y moral (la inteligencia y el corazón); a su vez es el discurso individual (microdiscurso) que se opone al discurso del poder (el macrodiscurso), en el que la historia no pasa  por la memoria individual, sino por la representación histórica de lo colectivo que encarna precisamente el poder: "encontré que la ulceración luética alienta la/ caridad y la náusea en el cáliz ortigoso del poder" (Gaggraina).

Mocos, escupitajos, semen: el yo que se manifiesta a través de una escritura violentada. No hay más poética que la evacuación porque, como la ciudad, la pudrición es todo el arte que podemos expresar. Con un futuro "garabateado y sin eje" ("Desayuno en el parque"), Noé construye un arca de estera y palos en un pueblo joven, donde conviven perros, ratas, cucarachas y pulgas con coliformes fecales. El ocho echado del infinito, nuestra voluntad de trascendencia, son hojas sin razón de ser.

Esta crispación y humor macabro de Álvarez -en ningún momento renuncia a ordenar sus referentes textuales- es una "máquina salvaje", según la definición de Félix Guattari y Gilles Deleuze, que  funda su estética en la hediondez. El poeta: segregador de una palabra (que es simultáneamente vida y pecado) "omnívora alimentándose como caníbal". 

Parafraseando a Barthes agregaremos que las referencias de esta poética se hallan al nivel de una biología que sólo puede transmitir balbuceos, fracturas semánticas, neologismos y fragmentaciones de la unidad como respuesta a su entorno. Álvarez lo ha logrado plenamente en "Dispersión de cuervos", dejándonos un descarnado ejemplo de la poética horazeriana y uno de los mejores libros de este año.  

(Diario CAMBIO, Lima 30 de Mayo de 1999)


                                        APELANDO A LA DESRREALIZACION                                                                        Willy Gómez Migliaro

 
Es difícil sacar noticias de  un poema
Pero los hombres todos los días mueren miserablemente
Por no tener aquello que tienen los poemas
WILLIAM CARLOS WILLIAMS
 

Bernardo Álvarez es un poeta que ha engendrado oscuro las imágenes de su obra.

Como poeta es una empresa del sueño y ya no querrá, y ya no deseará –como alguna vez me lo dijo- verificar su producción, su hechizo fresco y sórdido de la imaginación, sino que elevará la voz de este Canto, por esta experiencia o percepción, que desde su inexorable desierto, nos dice que el cambio existe. Su sensibilidad, fuera de su vida interior nos muestra un sentimiento cruel y real. Y ahí está el silencioso K que no domina los problemas, sino que deja que estos sean animales que se suicidan en su garganta; ahí está Gaggraina en la intemperie, el Desayuno en el Jardín y los desastres de una noche pasada en irónico desvarío en la Musa teatral. 

La esencia de Dispersión de cuervos nos lleva a la expansión del drama de un país que es el nuestro, viejo, hipocondríaco y oscuro. 

El poeta, el mundo y su ausencia es un Canto que culmina en hermosa forma. Solo se está unido al mundo exterior por la pasión, y Bernardo lo sabe no porque la vida y la muerte sea su respuesta. El demonio, cuando reconoce a su hermano es voluntad y creación, y esa indomable criatura, entonces, intransigente, ácrata, obstinada sabe que debe destruir y ser destruida para renacer. 

Nadie se escapa para pretender estar al margen. La esencia de Bernardo es el asombro de un hombre que idealiza su país. El resplandor de las calles rinde testimonio ahora a su elegido, adicto entre dos tierras donde es viva pasión. 

A la par de lo real, lo in-forme interesa siempre a Bernardo. No en vano ha leído los Cantos de Maldoror, a los poetas del sonambulismo, del hipnotismo, de la sugestión, del magnetismo animal. No en vano huyó con su mujer para descubrir el secreto cosmos de Canto Grande. No, lo vulgar no le repugna, no le asusta, es demasiado duro para tan poca cosa. Es la exaltación de su mundo interior  lo que lo ha convertido en ardiente sombra, en fabulosa luz. 

Bernardo Álvarez ha escrito nuestras heridas, y no por nosotros; ya que, como dice el cínico Ciorán, “El amor por los demás es una enfermedad tonificante y, al mismo tiempo, extraña, porque no se apoya en ningún elemento de la realidad”. Y es degradante en mi opinión, y cuánto lo sabe Bernardo cuando el hombre no escribe sino su soledad.

San Martín de Porres
Invierno del ‘99



Yo escucho los nombres de un mundo negado: Bernardo Álvarez en dispersión de cuervos

                                                                                               Rosina Valcárcel

 

26 de mayo. Instituto Raúl Porras Barrenechea de la UNMSM: Bernardo Álvarez (Pallasca, 1954), chibolito en 5º de primaria el 66, traza su 1er. texto-loa a Andrés Gabancho, héroe popular que lucha en la Guerra del Pacífico: el desahueve de Gabancho a los chilenos. Pero, es a partir del 69, al cursar 3ero. de media cuando crea. Los escritores que lo marcan son César Vallejo, Franz Kafka, Antonin Artaud, Eugenio Ionesco, Samuel Beckett...Hace 25 años publica Aproximaciones y conversaciones. El 95 entre los sueños, el arte, la anarquía y el Queirolo conozco a Bernardo, amigo de J. Ramírez Ruiz, R- Santibáñez, C. Jallo, W. Gómez y Zorba. Ahí en la revista Killka Blues leo el poema "Maala". Descubro que ama el huayno ancashino y ayacuchano y "Yestaerday". No se alejan  de su corazón ni de su memoria los files El Dr. Zhivago, Gritos y susurros y La lista de Schindler, acaso por su romanticismo auscultación del dolor y denuncia contra el fascismo. Para Álvarez: "el mundo es bello, pero no es gracioso. Y el panorama artístico actual es extenso pero no intenso; complaciente pero inocente". Su segundo libro, Dispersión de cuervos, con  bella portada e ilustraciones de Carlos Ostolaza, se inicia con el texto "K", una suerte de síntesis de deidades y personajes trágicos de la cultura occidental, insinuando matices alegóricos (y algo épicos), condensando un estilo fustigante, sarcástico y contundente. Alvarez nos presenta al español Juan Ruiz y usa, a toda luz, símbolos de la metamorfosis de Kafka y de Los cuervos de Van Gogh, llevado al cine por el gran Kurosawa. El tercer poema "Un caballo cae" -dedicado a Ostolaza- está construido con alusiones y contrastes de colores como la visita de Chagall, la de animales míticos y la de la pestilencia de la urbe; no obstante el poeta visionario insta proseguir. En "Muelle de pescadores" se percibe un cálido tejido de evocaciones, donde el amor -en las figuras de la paloma y el león- se eleva, descollando ante un grupo de trabajadores y un paisaje putrefacto, mas, a pesar de todo, humanamente hermoso. En la obra hay rupturas semánticas, historias-retratos-autorretratos urbanos algo tragicómicos, a veces inspirados en desencuentros generados no tanto por la migración sino por las múltiples  idiosincrasias, aspiraciones, frustraciones y conflictos propios de una sociedad desigual. Al inicio Bernardo se halla cerca al grupo Hora Zero, empero -como confiesa el mismo autor- Dispersión de cuervos está algo distante de la propuesta horazeriana. El empleo  de una violencia escritural, de un sentimiento del absurdo y de un humor negro casi macabro-maldito, como respuesta a la sociedad capitalista-alienada, nos remite al lenguaje surrealista del francés Antonin Artaud y al del experimental peruano Pablo Guevara. Por la tensión dramática e irónica de esta asombrosa poesía, confiamos en los logros que -desde nuestra patria- Álvarez seguirá aportando para que pueda voltearse un poco este mundo al revés.

(Diario La República, 5 de Junio de 1999)

                                         A SOLAS CON MARCO AURELIO
                                                                                         Marco Aurelio Denegri

“Se ha publicado el  poemario de Bernardo Rafael Álvarez, titulado “Dispersión de cuervos”. “Dispersión de cuervos”, de Bernardo Rafael Álvarez.

Comentando este poemario, Tulio Mora escribe lo siguiente: “Complicadas fracturas semánticas, neologismos y fragmentaciones de la unidad que le dan a su discurso una voluntad experimental y vanguardista, la última vanguardia del siglo. Libro de escabroso cantar y de las evacuaciones del cuerpo que sin embargo confía en derrotar las miserias del tiempo: “Sin duda –dice el propio autor, esto es, el poeta Álvarez- los poetas se mueren de hambre / pero los poetas viven / incluso más allá de sus pasos.”

Si tuviese que caracterizar este poemario de Álvarez, entonces diría que es poesía viral y arrebatada. Esto último es fácilmente comprensible: digo arrebatada porque es poesía impetuosa, inconsiderada y violenta. Lo otro, lo de viral, sí necesita explicación.

Por qué digo viral. Fíjense, en Latín la palabra virus, que los latinos pronunciaban “uirus”, tenía cuatro significados. En realidad tenía cinco significados. Pero en esta ocasión el quinto significado no nos concierne, porque esa acepción era la de filtro, droga, poción; eso también significaba virus en latín. Pero dejemos de lado esa acepción y circunscribámonos a las otras cuatro. En primer lugar, virus significaba  humor o jugo natural, generalmente espeso y viscoso, por ejemplo la baba del caracol, el semen de los animales, el humor espeso y pegajoso que segregan las membranas mucosas, especialmente el humor que fluye por los orificios nasales. En segundo lugar, virus significaba pestilencia o hediondez, fetidez, olor ofensivo, por ejemplo el aliento leonino, del cual dice Plinio, y con razón, que era uirus graue, animae leonis, virus grave; el aliento del león es pestífero, es fétido. Eso decía Plinio y con mucha razón, repito, del aliento leonino: que era uirus graue. La tercera acepción de virus era veneno, ponzoña, tósigo. Entiendo que de esta acepción se deriva la primera acepción que tiene la palabra virus en nuestro idioma, a saber: podre, humor maligno, podre o podredumbre, o sea putrefacción; también pus, porque esa es la segunda acepción de podre.

Vallejo en toda su obra poética usa una sola vez la palabra virus y, por cierto, no la usa para denotar el agente patógeno, ultramicroscópico y filtrable que ocasiona tantísimas enfermedades y todas ellas muy graves, como la poliomielitis, el SIDA y tantas otras. Vallejo usa la palabra virus en este sentido, que es el primer sentido  que registra el diccionario: en el sentido de podre, de humor maligno. Ese uso consta en el poema “Ascuas” de César Vallejo, que forma parte de “Los heraldos...”

Bueno. Esto de podre, podredumbre, putrefacción, pus, todo esto es venenoso, si por veneno entendemos –lato sensu, no strictu sensu- todo aquello que sea nocivo a la salud. Por ejemplo la putrefacción o el humor maligno que llamamos pus. Dicho sea de paso, o dicho interparentéticamente, entre nosotros todos decimos la pus y no, como quiere la Academia, el pus. Sería conveniente que más adelante la docta corporación matritense reconozca el carácter ambiguo de este sustantivo, es decir, reconozca que se puede usar como masculino o como femenino, así como ocurre con calor o con mar; es lo mismo decir el mar o la mar; es lo mismo, ¿no? También debería ser lícito que digamos o que podamos decir la pus y el pus. Pero, repito, aquí entre nosotros todo el mundo dice la pus. El mismo Álvarez, que usa varias veces esta palabra, dice la y no el, porque ese es el uso entre nosotros. Nadie dice el pus. Y, bueno, virus finalmente significaba sabor malo o desagradable, amargor, sabor acre.

Como ustedes comprenderán fácilmente, ninguna de estas cuatro acepciones es halagüeña; todas son desagradables, contrarias y negativas. Lo viral era para los latinos lo baboso, lo apestoso, lo venenoso y lo maloliente. Resumiendo: lo baboso, lo apestoso y lo de mal sabor. Todo que, por cierto, desplaza, disgusta y desazona. En una palabra: asquea.

Ahora, ¿es dable componer versos acerca de lo asqueante? Yo me pregunto: ¿son realidades poetizables lo excretorio, lo evacuatorio y lo viral? Creo que no lo son. Pero será mejor que cada cual juzgue por sí propio. En materia poética nadie es depositario de la verdad y yo menos.

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A mi juicio, Bernardo Rafael Álvarez tiene inspiración fogosa y arrebatada, tiene furor y entusiasmo. Es buen poeta.”

(Cable Mágico Cultural, 15 de Junio de 1999)

                   DISPERSIÓN DE CUERVOS: LA POETICA DEL DESENFADO
                                                                                                                    David Abanto

Lo inquietante de este poemario es el extraño equilibrio entre libertad expresiva que encontramos en cada uno de los textos y la concentración del poeta. La tensa unión de ambos aspectos, gracias al desenfadado estilo, logrado por una persistente y rigurosa lucha con el idioma dispersa en todas direcciones versos de gran intensidad y todo calibre. Imágenes que nos recuerdan que no basta el verbo encarnado para reconocer nuestros límites, aparecen a diestra y siniestra para espetarnos algo. A través de emociones, sensaciones, descripciones de caminos rugosos, afirmaciones y negaciones, insinuaciones adheridas al rumor de las palabras que se nutren de una libérrima apropiación del discurso de la Biblia al de F. Nietzsche, de la tradición inaugurada por los poemas épicos a los poemas vanguardistas; explorando y explotando una potencialidad conducente a la necesidad de brincar al laberinto y la confusión del orden existente, para vivir y morir como testimonio fugaz, despiadado y fragmentado de un tiempo análogo.

Buceando en una cotidianidad vivida intensamente en la que el paso del tiempo, el quiebre de emociones y la ruptura de convenciones, son anotados por Bernardo Rafael Alvarez con una mirada de impudicia e irreverencia rigurosa por momentos, con un áspero ritual cuya insolencia frente a lo ordinario alcanza un hondo sentir de experiencia que se disgrega de modo discontinuo y casi esquizofrénico.

Esto nos conduce a señalar, a nuestro juicio, un riesgo potencial muy propio de nuestro tiempo, plagado de caóticas y torrentosas sensaciones: privilegiar la continuidad y el fluir de las imágenes y palabras engarzadas de modo contingente a la inteligibilidad del discurso poético. Riesgo, en tanto se presenta la sensación de falta de unidad y coherencia (quizá no buscado). Potencial, en tanto la vitalidad de la imaginación fulgurante y el aliento esencial del poeta, nos convoca a llevar, en nuestra lectura compulsiva, la vertiginosa calma en pos de la belleza misteriosa del interior de nuestra individualizada, mercantilizada, industrializada y globalizada civilización.

A partir de los espacios presentados, incluso más allá de las palabras que los nombran, Bernardo Rafael Alvarez ha logrado aproximarnos en una estupenda tentativa a zonas periféricas y marginales de nuestra escena contemporánea, sin caer en discursos tendenciosos, abigarrados de retratos y cuadros consensuados como estereotipo de posmodernidad.

En suma, un poemario seductor de por sí, incitante, caótico, violento que nos muestra a un creador cuyo oficio nos brinda instantes continuos  y desbordantes de impetuosa poesía.

(Revista Hipocampo de oro, Nº 2, Lima, 1999)