Los cuervos de Alvarez
Después de 24 años
de silencio, el poeta pallasquino de las canteras de Hora Zero, Bernardo Rafael
Álvarez, vuelve a la tribuna poética. Sin pérdida de tiempo, esta noche
presenta su reciente libro Dispersión de cuervos, un conjunto de veintidós
poemas. ....... Bernardo Rafael
Álvarez publicó anteriormente el poemario Aproximaciones &
conversaciones, así como en revistas literarias de los años 70. Su poesía, en
muchos casos agresiva y descarnada, contiene mucho de la violencia cotidiana.
No es la voz calmada de un poeta de universos celestes, sino, digámoslo así,
una especie de graznido humano y salvaje, por eso muchas veces desordenado, que
busca retratarnos por dentro y por fuera. (Diario La República -Página Cultural-, Lima, 26 de mayo de 1999)
EL CRIMEN LÍRICO DE BERNARDO ÁLVAREZ
Tulio Mora
Miembro del Movimiento Hora Zero,
Bernardo Álvarez publicó hace 25 años, "Aproximaciones &
conversaciones", dominado aún por el discurso urbano con una prédica
ideológica ahora extraviada. Con "Dispersión de cuervos", su segundo
libro, alude, desde el cuadro de Van Gogh donde negras parvadas presagiosas
revuelan en un campo de trigo, a una época en que la violencia externa se
traduce en una escritura del cuerpo. Cuervos, trigales: el escenario rural en
el que Álvarez transcribe con un gran sentido renovado. El el primer poema del impresionante libro de Bernardo Álvarez, "Dispersión de cuervos" (Hipocampo Editores, 60pp, con ilustraciones de Carlos Ostolaza), K (Kafka), nos encontramos con Prometeo picoteado por un buitre, no en el hígado sino en los pies. El robador de la luz divina es al mismo tiempo el dios egipcio de la sombra, Jus, o tal vez, Juan Hus, y Kafka en el tránsito de convertir a Gregorio Samsa en escarabajo. En el escenario urbano, del que brotan "apio y aceite", Prometeo descubre que "el viento no se apiadará de mí: caparazón, insecto gigante". El mundo se ha convertido en excremento que rueda a voluntad del escarabajo kafkiano, donde "nada acontece". Prometeo, luego Jus, luego escarabajo, luego pirámide, luego Gregorio Samsa, se transforma en Hamlet en su célebre franz: "corpses are set to banquet": "los cadáveres se preparan para el banquete"". La ciudad tiene "un cielo de hojalata", es un "espejo turbio" en el que resuenan el viento y las ranas "y el agua se entrevera en las totoras". Allí resuena también Raymond Roussell: "Yo escucho los llamados de un mundo que se niega". "¿Quién se atreve a amar la carroña que nos envuelve?", se pregunta Hamlet, pero quien responde al final del poema es Prometeo: "¡Franz, Franz, no hace falta: el buitre/ se ha suicidado en mi garganta!". Desde el primer poema Alvarez nos instala pues en un mundo deconstruido, múltiple, omnivoraz. Su constante referencia al exterior nos hace suponer que el sufridor de los rigores históricos tiene una relación implícita con ella, pero el mundo no se ha invertido simétricamente, como en el Pachakuti andino, sino que se ha promiscuido, es una evacuación (un excremento) de representaciones del mismo nivel; seres humanos, insectos, escenarios se han convertido en uno solo mostrando en esa unidad los fragmentos espantosos de su origen inicial. La historia trágica de Occidente -desde Prometeo a Kafka- se sufre en un pueblo del Perú. A partir de esta aproximación a un
libro esquivo, inasible, podemos intentar capturar parte de lo que ha
pretendido Álvarez: la puesta en escena de un cuerpo sometido a las pulsiones
sociohistóricas. Esta poética del cuerpo (del bajo cuerpo, de sus
"vilezas") tiene como referentes claves a Antonin Artaud y a César
Vallejo: la reducción del mundo al universo de una personal fisiología
que colisiona abiertamente con la estética noble dominante: la que instaura el
sentido de la belleza corporal y moral (la inteligencia y el corazón); a su vez
es el discurso individual (microdiscurso) que se opone al discurso del poder
(el macrodiscurso), en el que la historia no pasa por la memoria
individual, sino por la representación histórica de lo colectivo que encarna
precisamente el poder: "encontré que la ulceración luética alienta la/
caridad y la náusea en el cáliz ortigoso del poder" (Gaggraina). Mocos, escupitajos, semen: el yo que se
manifiesta a través de una escritura violentada. No hay más poética que la
evacuación porque, como la ciudad, la pudrición es todo el arte que podemos
expresar. Con un futuro "garabateado y sin eje" ("Desayuno en el
parque"), Noé construye un arca de estera y palos en un pueblo joven,
donde conviven perros, ratas, cucarachas y pulgas con coliformes fecales. El
ocho echado del infinito, nuestra voluntad de trascendencia, son hojas sin
razón de ser. Esta crispación y humor macabro de Álvarez -en ningún momento renuncia a ordenar sus referentes textuales- es una "máquina salvaje", según la definición de Félix Guattari y Gilles Deleuze, que funda su estética en la hediondez. El poeta: segregador de una palabra (que es simultáneamente vida y pecado) "omnívora alimentándose como caníbal". Parafraseando a Barthes agregaremos que
las referencias de esta poética se hallan al nivel de una biología que sólo
puede transmitir balbuceos, fracturas semánticas, neologismos y fragmentaciones
de la unidad como respuesta a su entorno. Álvarez lo ha logrado plenamente en
"Dispersión de cuervos", dejándonos un descarnado ejemplo de la
poética horazeriana y uno de los mejores libros de este año. (Diario CAMBIO, Lima 30 de Mayo de 1999)
APELANDO A LA DESRREALIZACION Willy Gómez Migliaro
Es difícil sacar noticias de un poema
Pero los hombres todos los días mueren miserablemente
Por no tener aquello que tienen los poemas
WILLIAM CARLOS WILLIAMS
Bernardo Álvarez es un poeta que ha
engendrado oscuro las imágenes de su obra. Como poeta es una empresa del sueño y ya no querrá, y ya no deseará –como alguna vez me lo dijo- verificar su producción, su hechizo fresco y sórdido de la imaginación, sino que elevará la voz de este Canto, por esta experiencia o percepción, que desde su inexorable desierto, nos dice que el cambio existe. Su sensibilidad, fuera de su vida interior nos muestra un sentimiento cruel y real. Y ahí está el silencioso K que no domina los problemas, sino que deja que estos sean animales que se suicidan en su garganta; ahí está Gaggraina en la intemperie, el Desayuno en el Jardín y los desastres de una noche pasada en irónico desvarío en la Musa teatral. La esencia de Dispersión de cuervos nos lleva a la expansión del drama de un país que es el nuestro, viejo, hipocondríaco y oscuro. El poeta, el mundo y su ausencia es un Canto que culmina en hermosa forma. Solo se está unido al mundo exterior por la pasión, y Bernardo lo sabe no porque la vida y la muerte sea su respuesta. El demonio, cuando reconoce a su hermano es voluntad y creación, y esa indomable criatura, entonces, intransigente, ácrata, obstinada sabe que debe destruir y ser destruida para renacer. Nadie se escapa para pretender estar al margen. La esencia de Bernardo es el asombro de un hombre que idealiza su país. El resplandor de las calles rinde testimonio ahora a su elegido, adicto entre dos tierras donde es viva pasión. A la par de lo real, lo in-forme interesa siempre a Bernardo. No en vano ha leído los Cantos de Maldoror, a los poetas del sonambulismo, del hipnotismo, de la sugestión, del magnetismo animal. No en vano huyó con su mujer para descubrir el secreto cosmos de Canto Grande. No, lo vulgar no le repugna, no le asusta, es demasiado duro para tan poca cosa. Es la exaltación de su mundo interior lo que lo ha convertido en ardiente sombra, en fabulosa luz. Bernardo Álvarez ha escrito nuestras
heridas, y no por nosotros; ya que, como dice el cínico Ciorán, “El amor por
los demás es una enfermedad tonificante y, al mismo tiempo, extraña, porque no
se apoya en ningún elemento de la realidad”. Y es degradante en mi opinión, y
cuánto lo sabe Bernardo cuando el hombre no escribe sino su soledad.
San Martín de Porres
Invierno del ‘99
Yo escucho los nombres de un mundo
negado: Bernardo Álvarez en dispersión de cuervos
Rosina Valcárcel
26 de mayo. Instituto Raúl Porras Barrenechea de la
UNMSM: Bernardo Álvarez (Pallasca, 1954), chibolito en 5º de primaria el 66,
traza su 1er. texto-loa a Andrés Gabancho, héroe popular que lucha en la Guerra
del Pacífico: el desahueve de Gabancho a los chilenos. Pero, es a
partir del 69, al cursar 3ero. de media cuando crea. Los escritores que lo
marcan son César Vallejo, Franz Kafka, Antonin Artaud, Eugenio Ionesco, Samuel
Beckett...Hace 25 años publica Aproximaciones y conversaciones. El 95 entre los
sueños, el arte, la anarquía y el Queirolo conozco a Bernardo, amigo de J.
Ramírez Ruiz, R- Santibáñez, C. Jallo, W. Gómez y Zorba. Ahí en la revista
Killka Blues leo el poema "Maala". Descubro que ama el huayno
ancashino y ayacuchano y "Yestaerday". No se alejan de su
corazón ni de su memoria los files El Dr. Zhivago, Gritos y susurros y La lista
de Schindler, acaso por su romanticismo auscultación del dolor y denuncia contra
el fascismo. Para Álvarez: "el mundo es bello, pero no es gracioso. Y el
panorama artístico actual es extenso pero no intenso; complaciente pero
inocente". Su segundo libro, Dispersión de cuervos, con bella
portada e ilustraciones de Carlos Ostolaza, se inicia con el texto
"K", una suerte de síntesis de deidades y personajes trágicos de la
cultura occidental, insinuando matices alegóricos (y algo épicos), condensando
un estilo fustigante, sarcástico y contundente. Alvarez nos presenta al español
Juan Ruiz y usa, a toda luz, símbolos de la metamorfosis de Kafka y de Los
cuervos de Van Gogh, llevado al cine por el gran Kurosawa. El tercer poema
"Un caballo cae" -dedicado a Ostolaza- está construido con alusiones
y contrastes de colores como la visita de Chagall, la de animales míticos y la
de la pestilencia de la urbe; no obstante el poeta visionario insta proseguir.
En "Muelle de pescadores" se percibe un cálido tejido de evocaciones,
donde el amor -en las figuras de la paloma y el león- se eleva, descollando ante
un grupo de trabajadores y un paisaje putrefacto, mas, a pesar de todo,
humanamente hermoso. En la obra hay rupturas semánticas,
historias-retratos-autorretratos urbanos algo tragicómicos, a veces inspirados
en desencuentros generados no tanto por la migración sino por las
múltiples idiosincrasias, aspiraciones, frustraciones y conflictos
propios de una sociedad desigual. Al inicio Bernardo se halla cerca al grupo
Hora Zero, empero -como confiesa el mismo autor- Dispersión de cuervos está
algo distante de la propuesta horazeriana. El empleo de una violencia
escritural, de un sentimiento del absurdo y de un humor negro casi
macabro-maldito, como respuesta a la sociedad capitalista-alienada, nos remite
al lenguaje surrealista del francés Antonin Artaud y al del experimental
peruano Pablo Guevara. Por la tensión dramática e irónica de esta asombrosa
poesía, confiamos en los logros que -desde nuestra patria- Álvarez seguirá
aportando para que pueda voltearse un poco este mundo al revés. (Diario La República, 5 de Junio de 1999)
A SOLAS CON MARCO AURELIO Marco Aurelio Denegri “Se ha publicado el poemario de Bernardo
Rafael Álvarez, titulado “Dispersión de cuervos”. “Dispersión de cuervos”, de
Bernardo Rafael Álvarez. Comentando este poemario, Tulio Mora escribe lo
siguiente: “Complicadas fracturas semánticas, neologismos y fragmentaciones de
la unidad que le dan a su discurso una voluntad experimental y vanguardista, la
última vanguardia del siglo. Libro de escabroso cantar y de las evacuaciones
del cuerpo que sin embargo confía en derrotar las miserias del tiempo: “Sin
duda –dice el propio autor, esto es, el poeta Álvarez- los poetas se mueren de
hambre / pero los poetas viven / incluso más allá de sus pasos.” Si tuviese que caracterizar este poemario de
Álvarez, entonces diría que es poesía viral y arrebatada. Esto último es
fácilmente comprensible: digo arrebatada porque es poesía impetuosa,
inconsiderada y violenta. Lo otro, lo de viral, sí necesita explicación. Por qué digo viral. Fíjense, en Latín la palabra
virus, que los latinos pronunciaban “uirus”, tenía cuatro significados. En
realidad tenía cinco significados. Pero en esta ocasión el quinto significado
no nos concierne, porque esa acepción era la de filtro, droga, poción; eso también significaba virus en
latín. Pero dejemos de lado esa acepción y circunscribámonos a las otras
cuatro. En primer lugar, virus significaba humor o jugo natural,
generalmente espeso y viscoso, por ejemplo la baba del caracol, el semen de los
animales, el humor espeso y pegajoso que segregan las membranas mucosas,
especialmente el humor que fluye por los orificios nasales. En segundo lugar,
virus significaba pestilencia o hediondez, fetidez, olor ofensivo,
por ejemplo el aliento leonino, del cual dice Plinio, y con razón, que
era uirus graue, animae leonis, virus grave; el aliento del león
es pestífero, es fétido. Eso decía Plinio y con mucha razón, repito, del aliento
leonino: que era uirus graue. La tercera acepción de virus era
veneno, ponzoña, tósigo. Entiendo
que de esta acepción se deriva la primera acepción que tiene la palabra virus
en nuestro idioma, a saber: podre, humor maligno, podre o podredumbre, o sea
putrefacción; también pus, porque esa es la segunda acepción de podre. Vallejo en toda su obra poética usa una sola vez la
palabra virus y, por cierto, no la usa para denotar el agente patógeno,
ultramicroscópico y filtrable que ocasiona tantísimas enfermedades y todas
ellas muy graves, como la poliomielitis, el SIDA y tantas otras. Vallejo usa la
palabra virus en este sentido, que es el primer sentido que
registra el diccionario: en el sentido de podre, de humor maligno. Ese uso
consta en el poema “Ascuas” de César Vallejo, que forma parte de “Los
heraldos...” Bueno. Esto de podre, podredumbre, putrefacción,
pus, todo esto es venenoso, si por veneno entendemos –lato sensu, no strictu sensu-
todo aquello que sea nocivo a la salud. Por ejemplo la putrefacción o el humor
maligno que llamamos pus. Dicho sea de paso, o dicho interparentéticamente,
entre nosotros todos decimos la pus y no, como quiere la Academia, el pus.
Sería conveniente que más adelante la docta corporación matritense reconozca el
carácter ambiguo de este sustantivo, es decir, reconozca que se puede usar como
masculino o como femenino, así como ocurre con calor o con mar; es lo mismo
decir el mar o la mar; es lo mismo, ¿no? También debería ser lícito que digamos
o que podamos decir la pus y el pus. Pero, repito, aquí entre nosotros todo el
mundo dice la pus. El mismo Álvarez, que usa varias veces esta palabra, dice la
y no el, porque ese es el uso entre nosotros. Nadie dice el pus. Y, bueno,
virus finalmente significaba sabor malo o desagradable, amargor, sabor acre. Como ustedes comprenderán fácilmente, ninguna de
estas cuatro acepciones es halagüeña; todas son desagradables, contrarias y
negativas. Lo viral era para los latinos lo baboso, lo apestoso, lo venenoso y
lo maloliente. Resumiendo: lo baboso, lo apestoso y lo de mal sabor. Todo que,
por cierto, desplaza, disgusta y desazona. En una palabra: asquea. Ahora, ¿es dable componer versos acerca de lo
asqueante? Yo me pregunto: ¿son realidades poetizables lo excretorio, lo
evacuatorio y lo viral? Creo que no lo son. Pero será mejor que cada cual
juzgue por sí propio. En materia poética nadie es depositario de la verdad y yo
menos. …. A mi juicio, Bernardo Rafael Álvarez tiene
inspiración fogosa y arrebatada, tiene furor y entusiasmo. Es buen poeta.”
(Cable Mágico Cultural, 15 de Junio de 1999)
DISPERSIÓN DE CUERVOS: LA POETICA DEL DESENFADO David Abanto Lo inquietante de este
poemario es el extraño equilibrio entre libertad expresiva que encontramos en
cada uno de los textos y la concentración del poeta. La tensa unión de ambos
aspectos, gracias al desenfadado estilo, logrado por una persistente y rigurosa
lucha con el idioma dispersa en todas direcciones versos de gran intensidad
y todo calibre. Imágenes que nos recuerdan que no basta el verbo encarnado para
reconocer nuestros límites, aparecen a diestra y siniestra para espetarnos
algo. A través de emociones, sensaciones, descripciones de caminos rugosos,
afirmaciones y negaciones, insinuaciones adheridas al rumor de las palabras que
se nutren de una libérrima apropiación del discurso de la Biblia al de F.
Nietzsche, de la tradición inaugurada por los poemas épicos a los poemas
vanguardistas; explorando y explotando una potencialidad conducente a la
necesidad de brincar al laberinto y la confusión del orden existente, para
vivir y morir como testimonio fugaz, despiadado y fragmentado de un tiempo
análogo.
(Revista Hipocampo de oro, Nº 2, Lima, 1999)
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Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.