El nombre de la ciudad también conocida como "ombligo del mundo"[1], fue escrito, desde el principio, con "z". Ya en los últimos tiempos, los puristas o puritanos "quechuólogos" se opusieron a eso porque, decían, "en el quechua nunca ha existido el sonido interdental "z", sino el sibilante alveolar "s". [2]
Bueno, la verdad es que la grafía hoy casi
declarada non grata por nuestros "utopistas andinos" se puso en ese
nombre precisamente por eso: porque la "z" en el siglo XVI -que es
cuando llegaron a estos lares los conquistadores españoles- representaba en
realidad a un sonido que era, digamos, como el de la actual "s", y no
como el interdental que ahora conocemos, de la última letra del alfabeto
castellano, pues este sonido aún no se había establecido entonces. Se trataba
de la representación gráfica más adecuada al sonido encontrado; no había
traición alguna. Concluyo: No fue incorrecto poner la letra “z”, en la palabra
Cuzco; todo lo contrario, se hizo bien.
¿Era necesario, hacía falta, reemplazarla por la
“s”? No, no había necesidad alguna; era, más bien, inútil y absurdo hacer tal
cosa. Y porque la explicación que he dado es incuestionable. Pero hay algo más.
Veamos.
En nuestro Continente la última letra del
abecedario no representa ahora -ni nunca ha representado- a un sonido distinto
de la "s"; porque -salvo, en estos tiempos, para imitar a los
españoles cuando contamos chistes gallegos- ese sonido jamás fue ni es empleado
en nuestra cotidianeidad. Ningún habitante nacido en nuestro continente,
pronuncia la "z" como lo hace un gallego: por ejemplo, los verbos
"cazar" y "casar", los pronunciamos sin ninguna variación.
¿Acaso porque hay una "z" en el nombre escrito de lo que fue la
capital del Imperio Incaico, estamos obligados a mordernos la lengua para
pronunciarlo como lo pronunciaría un peninsular? No, pues, no tenemos que
hacerlo.
Entonces, que se haya escrito, desde hace cinco
siglos (incluso el Inca Garcilaso), y siga escribiéndose "Cuzco" no
ha sido ni es un atentado que lastime la esencia de nuestro pasado inca o la
integridad fonética del quechua, ni mucho menos es una ofensa a nuestra
dignidad; ni es -por si acaso- una "traición" a las posiciones
"reivindicacionistas: o "antihispanistas" de algunos activistas
que -a la manera de los adventistas, porque no me cabe duda de que se trata de
una suerte de "sincretismo espiritual" e influencia religiosa, en
este caso católica- tal vez sueñan con la segunda venida del Inkarri. Cuzco
está bien escrito.
Pero, en fin, a pesar de todo, pareciera que el
purismo o puritanismo (amparado en "razones" hepáticas) ha logrado
convencer a muchos, y ahora es casi generalizado el empleo de la "s"
en el nombre de la capital del Tahuantinsuyo.
La Academia sigue considerando, como corresponde,
la forma "Cuzco", en el Diccionario. Y eso está históricamente
legitimado.
Ahora, la interrogante de rigor: ¿Podemos realmente
escribirlo de un modo diferente al que aparece en el Diccionario? Bueno, en
vista de que no hay una gramática que imponga reglas ineludibles en este
asunto, debo decir lo siguiente: Si usted quiere, puede escribirlo como le
venga en gana, Cuzco o Cusco; nada hay que lo impida y, cualquiera sea la forma
como lo escriba, se dará cuenta de que nadie pierde y nadie gana nada especial
con ello. Si se escribe con "z", nada será lastimado en la cultura
peruana; y si, en cambio, se pone la "s", no se logrará conquistar ninguna
reivindicación, o cosa parecida. Una letra (como una golondrina) no hará que
llegue el verano ni menos será causante de cataclismos. El suelo sigue parejo,
paisitas. Ah, pero de que es absurda y grotesca la razón para
el cambio de la "zeta" por la "ese", sí, lo es, sin ninguna
duda, y lo digo con absoluto convencimiento.
© Bernardo Rafal
Álvarez
[1] El Inca Garcilaso de la Vega, en los Comentarios Reales de los Incas (Libro II, Capítulo XI) dice: “Pusieron por punto o centro la ciudad del Cuzco, que en la lengua particular de los Incas quiere decir ombligo de la tierra…” Sin embargo, últimos estudios -concretamente, me refiero a la minuciosa investigación del lingüista y maestro Rodolfo Cerrón Palomino- permiten estimar que ese no habría sido su verdadero significado, ya que el vocablo provendría de la expresión aimara qusqu wanka con el significado de “peñón de la lechuza”; es decir, Cuzco sería “lechuza”, y no “ombligo del mundo”. Pero esto a lo que se refiere Cerrón sería, en rigor, el significado etimológico simplemente; ello no obstante, el que importa, creo yo, es el simbólico al que alude el Inca Garcilaso: Cuzco, es, pues, el centro del Imperio (el "ombligo del mundo").
[2] No solo el rechazo a la “z”. Veamos esto, que parece medio afiebrado -por lo extravagante-, escrito, con evidente propósito de “purificación lingüística” (sumada a una cierta dosis de racismo), por el historiador Luis E. Valcárcel, en Tempestad en los Andes: “afuera la c bastarda y la x exótica y la g decadente y femenina, y la q equívoca. // Vengan la k varonil y la w de las selvas germánicas y los desiertos egipcios y las llanuras tártaras”.
* Este texto fue escrito y publicado incialmente en febrero del 2018, en mi Consultorio Gratuito del Idioma: