lunes, 4 de enero de 2021

AMOR DE LEJOS.... (LA BROMA QUE LE HICIERON A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)

 

Y se la creyó, por templao.[1] José Gálvez Barrenechea, el poeta peruano (el "de la juventud", le decían), lo "troleó", inmisericorde. Ocurrió en 1904. ¿Por qué lo hizo? ¿Por solo burlarse? No. Lo hizo porque quería conseguir los libros del fino escritor español, que en Lima era imposible encontrar. ¿Y cuál fue su ocurrencia?: Inventó una "Amarilis Indiana" (como aquella protagonista del que sería tal vez el primer amorío virtual de la historia -cuando aún ni se soñaba con la tecnología digital ni mucho menos con el Facebook- y que encandiló al "fénix de los ingenios", Lope de Vega). Le envió al aún joven pero reconocido literato peninsular unas cartas medio calentonas y perfumadas, con la firma de -según se sabe- la misma chica encargada de escribir, con bella caligrafía, lo que él le dictaba. ¡Puro amor! ¿Amor puro? ¡Wiflas![2] (Puro amor y amor puro -y conmovedor- fue el del inolvidable Christian Vallejo, de que en otra oportunidad contaré). Ella, la chica, se llamaba Georgina Hübner, "dama muy discreta" y de "carácter muy reservado", según contó alguna vez el poeta Gálvez; era, pues, una mujer real, de carne y hueso, y lo único ficticio fue el amor en sopa de letras que llevaba el correo intercontinental. Y, así, tan templao se sintió Juan Ramón Jiménez, el escritor embromado, que, lleno de bondad y regocijo, envió sus libros hasta Lima y estuvo a punto -¡no era para menos!- de venirse al Perú, para probablemente redondear, "in situ", el apasionado pero distante romance, y así lo anunció. Esto, su posible venida, naturalmente puso de vuelta y media al peruano autor de la chanza. ¡Ahora, pues! ¿Qué hacer en tales circunstancias? Bueno, la inteligencia y la imaginación en un poeta no están por gusto, ¿verdad?, y tampoco las amistades. ¿Qué hizo? Inventó algo nuevo y también medio perverso (no quedaba otra, en tales circunstancias): inventó ¡la "muerte" de Georgina Hübner! A través del cónsul peruano logró que al bueno de Juan Ramón (el autor de aquel lindo burrito de Moguer "pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón") le llegara la infausta noticia. Y, claro, si pudo creer la primera, ¿cómo no iba a creer la segunda mentira? Así fue: también la creyó; y, comprensiblemente adolorido, se encerró en su cuarto y se puso a escribir el bello poema que al pie de esta nota inserto. El poema fue incluido en un libro, Laberinto (publicado en 1910), pero cuando el español llegó a enterarse de que todo había sido solo una farsa, lo quitó de un plumazo y (¡joder!) no permitió que apareciese en las siguientes ediciones: ¡resentido el enamorado chaval, caracho!  😀😀😀


                 © Bernardo Rafael Álvarez


                                             ***

El poema:

                               Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima

 


El cónsul del Perú me lo dice: “Georgina

Hübner ha muerto”…

¡Has muerto! ¿Por qué? ¿cómo? ¿qué día?

¿Cual oro, al despedirse de mi vida, un ocaso,

iba a rosar la maravilla de tus manos

cruzadas dulcemente sobre el parado pecho,

como dos lirios malvas de amor y sentimiento?

…Ya tu espalda ha sentido el ataúd blanco,

tus muslos están ya para siempre cerrados,

en el tierno verdor de tu reciente fosa,

el sol poniente inflamará los chuparrosas…

¡ya está más fría y más solitaria La Punta

que cuando tú la viste, huyendo de la tumba,

aquella tarde en que tu ilusión me dijo:

“¡Cuánto he pensado en usted, amigo mío!”…

 

¿Y yo, Georgina, en ti? Yo no sé cómo eras…

¿Morena? ¿Casta? ¿Triste? ¡Sólo sé que mi pena

parece una mujer, cual tú, que está sentada,

llorando, sollozando, al lado de mi alma!

¡Sé que mi pena tiene aquella letra suave

que venía, en un vuelo, a través de los mares,

para llamarme “amigo”… o algo más…no sé…

algo que sentía tu corazón de veinte años!

—Me escribiste: “Mi primo me trajo ayer su libro”…

—¿Te acuerdas? —Y yo, pálido: “Pero… ¿usted tiene un primo?”

 

Quise entrar en tu vida y ofrecerte mi mano

noble cual una llama, Georgina… ¡En cuantos barcos

salían, fue mi loco corazón en tu busca…

yo creía encontrarte, pensativa, en La Punta,

con un libro en la mano, como tú me decías,

soñando, entre las flores, encantarme la vida!…

 

Ahora, el barco en que iré, una tarde, a buscarte,

no saldrá de este puerto, ni surcará los mares,

irá por lo infinito, con la proa hacia arriba,

buscando, como un ángel, una celeste isla…

¡Oh, Georgina, Georgina! ¡Qué cosas!… mis libros

los tendrás en el cielo, y ya le habrás leído

a Dios algunos versos… tú hollarás el poniente

en que mis pensamientos dramáticos se mueren…

desde ahí, tú sabrás que esto no vale nada,

que, salvado el amor, lo demás son palabras…

 

¡El amor! ¡El amor! ¿Tú sentiste en tus noches

el encanto lejano de mis ardientes voces,

cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa,

sollozando hacia el sur, te llamaba: Georgina?

Una onda, quizás, del aire que llevaba

el perfume inefable de mis vagas nostalgias

¿pasó junto a tu oído? ¿Tú supiste de mí

los sueños de la estancia, los besos del jardín?

 

¡Cómo se rompe lo mejor de nuestra vida!

Vivimos… ¿para qué? ¡Para mirar los días

de fúnebre color, sin cielo en los remansos…

para tener la frente caída entre las manos,

para llorar, para anhelar lo que está lejos,

para no pasar nunca el umbral del ensueño,

ah, Georgina, Georgina! ¡Para que tú te mueras

una tarde, una noche… y sin que yo lo sepa!

 

El cónsul del Perú me lo dice: “Georgina

Hübner ha muerto”…

Has muerto. Estás, sin alma, en Lima,

abriendo rosas blancas debajo de la tierra…

 

Y si en ninguna parte nuestros brazos se encuentran,

¿qué niño idiota, hijo del odio y del dolor,

hizo el mundo, jugando con pompas de jabón?

 



[1] “Templao”. De “templado”. Expresión coloquial peruana: Enamorado.

[2] "Wiflas" (o "huiflas") es una interjección peruana (de poco uso últimamente, con la que se pretende expresar una negación o rechazo.