Parece mentira,
pero, sí, en pleno siglo XXI todavía hay quienes creen que los poetas son una
especie distinta respecto de los demás seres humanos. Y, peor, hay poetas que
creen (y lo dicen sin arrugar el entrecejo) que tal cosa es verdad. Que han
sido hechos con una materia "menos mundana". Y hasta hay quienes
creen que las conversaciones de los poetas solo giran alrededor de temas
sublimes; que no pueden hablar de banalidades. Que son una raza no solo
distinta, sino superior, de carne divina.
No, señores, no es así. El poeta come o no come, según haya o no qué comer, duerme, defeca, ama, odia; lee a Vallejo, a Lacan, a Joyce y Barthes, pero también lee la página deportiva de Trome, los chistes de Condorito (que, como alguien con patriotismo de caricatura, dijo: "¡no es peruano, no es peruano!").
Ah, y hay quienes afirman, con tono medio autoritario, que "los poetas deben leer". ¿Un poeta está obligado a leer? No, no está obligado a hacerlo; pero, claro, no hay duda de que leer le haría mucho bien. Un poeta habla, a veces, de cosas excelsas, pero también y casi siempre de tribialidades y hasta de tonterías. Sus pies caminan en el piso, de tierra, cemento o parquet y no unos centímetros por encima; el poeta no levita, señores. Puede vivir en La Molina o en San Juan de Lurigancho, o en Huachocolpa o en asentamiento humano. Puede vestir jeans o ternos Barrington. Ser burócrata, obrero, bancario o vagabundo. Puede, si le da la gana, vivir en modo "maldito" o "subte". Hay algunos poetas que caminan como pavorreales, se creen la "divina pomada", y los hay aquellos con delirio de grandeza que en redes sociales o en cantinas se muestran como la reencarnación de Dante Alighieri; otros, humilditos, parecen mendigar cariño, una palabra de aliento o un vaso de cerveza. Los hay quienes no pierden la ocasión de tomarse una foto con escritores famosos para luego decir que son sus "amigos" y enseguida nos cuentan historias que solo han vivido en su imaginación; esos son los poetas mitómanos (que hasta se engañan a sí mismos). Pueden alabar a Maduro o sufrir por el exilio de Evo Morales, o maldecir a Donald Trump; incluso, pueden declarar su filiación "marxista-leninista" (¿se acuerdan de algunos “iconolastas” y “parricidas” setenteros), aunque de comunismo no conozcan ni jota. Pueden escribir, solo dizque para ellos mismos (porque -¿hay que creerles?- "no les interesa la fama"), o estar buscando a quien pueda incluirlos en una antología, o a quien les haga una reseña en un diario local; o quizás sueñan con una condecoración (de las que ahora hay como cancha) y que les digan "poetas destacados", o que alguna medio pintoresca asociación de poetas (con la autoadjetivación de "mundial", incluso "intergaláctica") los nombre como "embajadores culturales" de no sé dónde y en no se sabe dónde, o les entregue algún diploma (y, así, sentir que están casi "paladeando" el Nobel). Un poeta puede ser rebelde, o ser cortesano (como lo fue Li Tai Po, por ejemplo); total, es su "rollo", ¿no?, asunto que solo a él, y a nadie más que a él, le compete.
Es que los poetas no son marcianos, son de aquicito nomás. Y son libres; no hay una "sunafil literaria" que se encargue de supervisarlos, y de verificar si han leído o no; tampoco tienen una "maestra Jimena", como la de "Carrusel", que revise sus cuadernos y califique su caligrafía, ni un catequista o un confesor que se ocupen de sus, tal vez, escabrosos paisajes morales.
¿Saben ustedes de
qué conversan los poetas en un bar de Quilca? ¿De metáforas, metonimias, de
axiología, de semiótica, o acaso de física cuántica? ¡De nada de eso, chocheras! En el
Facebook nos la damos de "intelectuales", y muchos ni siquiera
sabemos dónde debe ir el punto y coma, y escribimos “sobretodo” donde debería
ir "sobre todo" y "la diploma" en vez de "el
diploma", y -alucinen- también encontrarán poetas que escriben cosas como
esta: "Ya estoy llendo a la casa".
¿Somos seres especiales? ¡No! Somos como son los zapateros, los mozos de cantina, los peloteros del barrio, los parroquianos en el "Trocadero" (¿existe aún?). No estamos prohibidos de hablar de cosas banales (y tampoco de escribir acerca de tales cosas); ninguna autoridad nos ha entregado una “carta funcional”, para cumplirla al pie de la letra, porque si no lo hacemos nos puede "caer la quincha".
Ahora, díganme, ustedes, amigos: ¿Estoy equivocado? (Si piensan que sí, díganmelo, con toda sinceridad y sin anestesia que por nada del mundo voy a enfadarme, lo prometo. Eso, solo eso les prometo. En cuanto a todo lo que he expuesto esto aquí no creo que yo vaya a retractarme. Siempre he pensado -y estoy absolutamente convencido- que es muy díficil que un poeta pueda aparecer, con pleno derecho, en una colección de "vidas ejemplares", porque, simple y llanamente, no hay nada ejemplar en la vida de un poeta, nada que merezca ser imitado o seguido como guía. ¿Alguien cree que estoy equivocado? Pies, seguiré en mi "error".
¡Un fuerte abrazo, amigos queridos!