viernes, 19 de enero de 2018

  CUTIPAR / Unas palabras sobre el castellano pallasquino y la lengua culli

Presbítero pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales.*
El culli fue una lengua que se habló en gran parte del norte peruano, desde Pallasca hasta Cajamarca y en algunos pueblos de Amazonas, antes de que a esta región norteña llegaran los incas, quienes -sin lograr su cometido- al imponer el quechua trataron de borrar de la faz de la tierra la lengua que allí encontraron.[1]
Los españoles –como es explicable, por cuanto su empresa fue de conquista-  habrían procurado también extinguirla disponiendo, según documentación de la época, la prohibición de hablarla.[2]  Pero pudo sobrevivir. Y, como llegó a afirmar el estudioso Paul Rivet, el empleo de esta lengua se habría dado –claro, por un muy reducido número de hablantes- hasta la década de 1940 inclusive, en algún caserío de Cabana o Bolognesi y, según alguna vez le refirió don Alipio Villavicencio al estudioso Manuel Flores Reyna, la última hablante de esta lengua habría sido una señora a la que se le conocía como “la viejita Ishpe”.

Expresiones propias del culli (cuyo último reducto fue precisamente Pallasca) son, por ejemplo, chúrgape (grillo)lacataca (el caracol, o “babosa”). Pero también estas otras, acerca de las cuales, prácticamente ningún especialista ha puesto atención: Paranshyam, Mushyuquino, Conshyam (que son topónimos), munshyo (el ombligo), cashyul (el choclo tostado), muganshya (tizón incandescente pero sin flama y, por extensión, luz tenue). Son interesantes y valiosas no solo por lo bellas sino porque ponen de manifiesto un sonido que no encontramos ni en el quechua ni en el español, y yo me atrevería a calificar como emblemático; me refiero al fonema (consonante africada postalveolar sonora) que yo he graficado (pues me parece lo más aproximado) uniendo el dígrafo “sh” con “y”, considerando que esta última letra representa un fonema consonántico palatal sonoro cuando no está aislada o ubicada al final de palabra precedida de vocal (DLE). Emblemático, también, claro está, el sibilante palatal /š/ que, según algunos estudiosos, sería herencia o rezago que quedó de aquella lengua, y que sirve especialmente para la construcción de diminutivos e hipocorísticos castellanos y le da una bella entonación afectiva al quechua ancashino). El sonido culli al que me refiero –que no tiene nada que ver con el quechua ni el castellano- sí podemos encontrarlo, por ejemplo, en las voces inglesas “jam” (mermelada), “jean” (vaquero), “jew” (judío), y que en el Alfabeto Fonético Internacional (AFI) se representa con la grafía o símbolo [ʤ][3] Otros sonidos que, sin duda, son o provienen de la lengua culli son los segmentos o componentes –bal [-ball, -vall. valle], probablemente “llanura, pampa, campos”, según Alfredo Torero (Cocabal, Huandoval, Survalle); -sácape, que podría significar “chacra” (Colgasácape); -vara (Taurivara, Marcovara); y, difinitivamente, el –coñ [-goñ, -goñe], “agua” (Acogoñe, Pichungoñe, Gorgoñe, Chapucungoñe).



EL VERBO CUTIPAR

Cutipar es un verbo que se usa en Pallasca y en gran parte del norte peruano. Es -por cierto, como muchas- la verbalización castellana de una palabra proveniente de una lengua distinta a la que llegó de la Península Ibérica hace cerca de quinientos años. ¿Cuál es su lengua madre? ¿El culli, tal vez? ¿Acaso el quechua? Veamos:

En el “Diccionario Pallasquino” puse lo siguiente: “Los lingüistas han podido contar con valioso material para sus estudios acerca del culli, gracias al trabajo recopilatorio (un total de “43 vozes”) que a fines del siglo XVIII hizo el obispo de Trujillo Baltazar Jaime Martínez Compañón (“palabras escogidas…más útiles para la catequización”, según Porras Barrenechea) y a la breve lista de voces (un total de 17) que en 1915 elaboró el cura pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales, y que fue publicada por el francés Paul Rivet en 1949 (“Las lenguas de la antigua diócesis de Trujillo”), y también al aporte (un total de 23 voces, la mayor parte nombres de divinidades) de don Fernando Silva Santisteban (“La lengua culli de Cajamarca y Huamachuco”, 1982).” En ninguno de los grupos de voces referidos aparece una que se parezca o sea análoga al verbo “cutipar”.

A lo reseñado acaso deberíamos  sumar lo que dice haber recogido Manuel Flores Reyna, estudioso nacido en Santiago de Chuco: según él "más de mil palabras culle", como le informó a Danilo Sánchez Lihón (sin embargo, aunque no he tenido acceso a ese listado lexicográfico, yo me atrevería a afirmar que hablar de “más de mil palabras culle” es algo exagerado).

En un ensayo publicado en la Web (www.trujillohoy.com), el huamachuquino Luis Flores Prado, nos cuenta que en el referido “Lexicón culle” (aún inédito) elaborado por Flores Reyna, aparece lo siguiente: “Cutipar. V. deshierbar chacra para evitar que la mala hierba dañe los cultivos”. Sinceramente lo digo: a mí me sorprende esta noticia (primero, por el significado que el estudioso le atribuye a ese verbo y, segundo, porque lo considera de  origen culle).

En Pallasca, “cutipar” nunca ha significado “deshierbar”. Para hacer lo que se señala en la definición transcrita -deshierbar- en Pallasca nuestros labriegos no proceden a “cutipar”, ni dicen que van a hacer tal cosa,  sino –usando una palabra  estrictamente castellana), dicen simplemente esto: “voy a deshierbar" (extraer la "mala hierba") que, repito, no es lo mismo que “cutipar”. Estamos, pues, frente a dos conceptos diferentes.

¿Qué es “cutipar” en Pallasca? Es “aporcar”. Aporcar, como sabemos (y está en el Diccionario de la Lengua Española, DLE) tiene dos acepciones digamos análogas: 1) Cubrir con tierra ciertas plantas (…); 2) Remover la tierra para amontonarla en torno a los troncos o los tallos de cualquier planta. ¿Cuál de estas dos acepciones corresponde a lo que se hace en Pallasca? Estrictamente, la segunda. Ejemplo: Cuando las plantas de maíz están próximas a “mazorcar” (disculpen esta licencia), es decir a frutecer, requieren ser fortalecidas o aseguradas, para que se mantengan firmes, enhiestas; para ello, los labriegos remueven la tierra y con ella alrededor de los tallos les proporcionan apoyo o sostén. Eso es cutipar en Pallasca. No es deshierbar. ¿El origen de esta voz es culli? No, no lo es.

Lucho Flores cita –además- una frase muy significativa que, según el escritor huamachuquino Aristóteles Cruz Ledesma, se usa en la sierra de La Libertad como un medio de “curación” o de invocación para que alguien “vuelva en sí”: “Vuelve vuelve cutimuy no te vayas” (en Pallasca también se decía eso -pero solo en castellano- cuando, por ejemplo, alguien estaba desvaneciéndose: "¡Vuelve, vuelve!" (como en Masa de Vallejo: "¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"). Allí, en la frase aportada por Cruz Ledesma, lo que aparece es, simplemente, un verbo doblemente repetido. ¿No me creen? Me explico: El verbo es “volver” (vuelve, vuelve); pero, volver también es “cutimuy”, claro, no en castellano. 

Diego González Holguín, registra en su Vocabulario de la Lengua Quechua (1608) lo siguiente (cito textualmente): “Cutini: Boluer alla el que vino”; “Cutimuni: Boluer aca el que fue”. Obviamente, es la segunda frase citada la que casa bien con la que mencionó Cruz Ledesma porque, parafraseando, es: “volver para acá el que se está yendo” (cutimuy = cutimuni). Y se condice, además, con la invocación mágica expresada en la frase aquella (ya no combinada con castellano, y que obviamente carecería de una estructura coherente o bien definida) que también se dice o se decía para procurar el retorno de la tranquilidad o estabilidad nerviosa en niños con "susto", "Shimi cutimi, shimi cutimi": shimi = boca, lenguaje o habla; cutimi = volver (literalmente: "hablar, volver", o "palabra, vuelve", con el significado de "¡Habla, nuevamente!", es decir, "vuelve en ti" o "demuestra, hablando, que no te has ido".

¿Entre “aporcar” y “volver”, hay alguna relación? En cuanto al tema de que estoy tratando aquí, sí: la idea de “dar vuelta”. Aporcar es remover la tierra, “darle vuelta” para con ella cubrir la parte baja de los tallos, dándoles soporte a las plantas. “Pachacuti” (nombre del noveno Inca) es sinónimo de “el que vuelca o remueve la tierra”. Cutipar es, esencialmente, eso: volcar o remover la tierra. Y, como sabemos, a Pachacuti o Pachacútec, por extensión o derivación (o simbólicamente) se le conoce como el “Inca de la transformación o cambio del rumbo de la tierra”.

Cutipar, pues, proviene del que es el segundo elemento de la palabra compuesta Pachacuti. No es culli, sino palabra de origen netamente quechua.

En muchos pueblos de la selva peruana es muy común el uso del verbo cutipar (pero con otro significado), como sinónimo de contagiar, pero en el sentido de “pasar las características físicas o conductuales de un animal a una persona”. La señora Sara Pisco Manihuari -de Alto Amazonas-, a quién consulté, refiere que eso ocurre especialmente con las mujeres embarazadas: si toca a un oso perezoso -también conocido como “pelejo”- o si se burla de él, las nefastas consecuencias pueden darse en la criatura que lleva en su vientre: “el niño ha sido cutipado”, dicen); y también (según información que aparece en la Web) para referirse a los conjuros que, como venganza, los chamanes “realizan para devolver un daño o mal, a quien intenta producirlo”. Como se ve, incluso en estos usos del vocablo de marras, hay algo que es común: la idea de cambio o transformación, de “dar vuelta”.



¿FRASES EN LENGUA CULLI?

Bien. Un dato interesante que nos da Lucho Flores, en el ensayo al que hice referencia al principio, es que Manuel Flores Reyna cita lo que sería la primera frase en lengua culli conocida en nuestros tiempos: qui amberto gauallpe, con el significado en castellano de "quiero comer gallina". En la lista de voces culli elaborada por el presbítero pallasquino Teodoro Meléndez Gonzales[4] -y que el estudioso francés Paul Rivet cita en la publicación antes referida-, efectivamente, aparece la frase (transcribo textualmente) "Ki amberto gual'pe"[5] como sinónimo de "Je veux manger de la poule" (o sea: “quiero comer pollo” –o, en fin, gallina-). Al respecto, conviene hacer una precisión: “gual’pe” o "gauallpe" no es otra cosa que la palabra "guallpa" (obviamente alterada), que significa "gallina", pero en quechua. Qui amberto gauallpe no es, pues, una frase en lengua culli. Quedaría “Ki amberto”, aparentemente con el significado de “quiero comer”.[6] Pues, debo agregar lo siguiente: El vocablo “amberto”, al menos fonéticamente, me parece ajena a cualquier lengua andina; tiene más familiaridad con el castellano. ¿”Ki” significaría: "quiero" o "comer"? Es bueno saber, además, que existen otras dos voces recogidas a las que se les ha atribuido el significado de "comer", en castellano: una, recogida por el cura pallasquino, “huico”, y la que aparece en el listado del obispo Martínez Compañón, “miu”. Es decir, ¿sería posible que existan tres vocablos para expresar el verbo “comer”, en una sola lengua, digamos “incontaminada”? Es, me parece -por decir lo menos- dudoso. Yo, pues, me atrevería a descartar definitivamente la expresión “Ki amberto gual’pe” como proveniente de la lengua culle. Quedarían –definitivamente- dos, huico y miu, con el significado de “comer”. ¿Ambas corresponden a la lengua culli? Una respuesta, a estas alturas, es imposible que sea rigurosa y fácil de comprobar. Lo indiscutible -estoy convencido- es que no ha sobrevivido hasta nuestros días una sola frase en lengua culli sino, solamente, voces o palabras sueltas. Y hasta creo que no sería aventurado afirmar que Martínez Compañón y Meléndez Gonzales no conocieron o escucharon más que eso: solamente palabras sueltas.[7]

Ahora, respecto de la expresión "shimi cutimi", corresponde hacer un comentario. La primera palabra no necesita mayor explicación: en castellano significa "habla", "boca", “lenguaje" (recuérdese Runa simi); "cutimi" es "volver" -también en quechua-, con la única particularidad que se manifiesta en lo que sería una caprichosa modificación de la desinencia (debido tal vez al hecho de que quien lo usó no era precisamente un quechuahablante). Como hemos visto, González Holguín registra la forma "cutimuy" ("boluer acá el que fue"); Gary Parker cita "kutimunki" ("regresarás acá") y Gerald Taylor, "kutiy, tikramuy". En Gramática Quechua de Segundo Francisco Lema Guanolema (Ecuador), encontramos "cutin cutimpish" ("una y otra vez"). Es decir, aunque no es -probablemente- una pronunciación o escritura "correcta", lo cierto es que "cutimi" tiene un innegable significado vinculado a "volver", y "shimi cutimi" no sería otra cosa, pues, que -como ya lo dije- "habla volver", o tal vez "que vuelva el habla"; en otras palabras, "¡vuelve a la vida!", "recupérate" (una invocación mágica, pues). Pero, insisto, en quechua y no en lengua culli.  Según Alvarado y Quiroz, en el Callejón de Huaylas ciertas secuencias, como /uy/, se monoptongan, como, por ejemplo, /micuy/ (“comer”) que se convierte en /mikii/, lo que explicaría la transformación de /cutimuy/ (“volver”) en /cutimi/.

No hay razones, pues, para asegurar que existe frase alguna en lengua culli de que podamos dar cuenta en estos días; ni menos que – a manera de restauradores de arte- podamos reconstruirlas (ni menos construirlas), pues carecemos de los recursos pertinentes y no existen los elementos lingüísticos indispensables. El estudioso Flores Reyna se equivoca, pues. Del culli, repito, únicamente han sobrevivido palabras sueltas (no muchas, en realidad) con las cuales –como en efecto se hace- se puede construir frases, pero atándolas a otros elementos del idioma español, y no en su propia lengua. Entonces, pues (lo digo en broma, por si acaso) que nadie nos venga a ofrecer gato por liebre.



¿DIMINUTIVOS DE LA LENGUA CULLI?

Una cosa importante: ¿podemos hablar de diminutivos en lengua culli? Mi respuesta es enfática: no. Quiero decir: no los conocemos. A continuación, mi explicación.

El fonema sibilante palatal /š/, que, como dije antes, según algunos estudiosos sería herencia o rezago de la lengua culli, es tan común en el castellano pallasquino y, en general, en el castellano de la sierra norte del Perú y sirve especialmente para la construcción de diminutivos e hipocorísticos y, además, al quechua ancashino le da una bella entonación afectiva. Sin embargo, no está comprobado que se trate realmente de un elemento o característica de un diminutivo culli sino, simplemente, de un sonido (un fonema) con el cual -unas veces usado como prefijo y en algunos casos, como infijo-, sabe Dios desde cuándo, nuestros pueblos han construido sus muy particulares diminutivos, como contraposición a los aumentativos “azo”, “aza”, y también sus hipocorísticos (expresiones afectivas). Como ya se vio, de la lengua culli apenas se conoce un número no cuantioso de voces: verbos, como miu = comer, y sustantivos como guro = palo, y ni una sola frase. ¿Sabemos, por ventura, si a alguna de esas voces, como las mencionadas, se le ha podido adosar, con función diminutiva, el sufijo ya referido? No. Desconocemos cómo se construían las frases y tampoco sabemos, pues, cómo se formaban los diminutivos en lengua culli.[8]

La verdad es, por ello, que no podemos hablar de “diminutivos culli”. Lo que sí, en rigor, podemos decir, es que con el morfema –ash- (de “asho” o “asha”) se han formado diminutivos –muy particulares- pero del castellano pallasquino y, en general, del castellano del norte peruano, como “gringasho”, “cholasho”, niñasha”; y también, repito, hipocorísticos como “Shesha”, “Shanti”, “Roshita”. Repito: diminutivos e hipocorísticos del castellano pallasquino y, en general, del norte peruano, mas no de la lengua culli.



LOS “CONTRABANDOS”

Ahora, en cuanto a las recopilaciones que se han hecho "de voces" de la lengua culli (y también de otras lenguas -el jaqaru, por ejemplo, en la sierra de Lima-) hay que tener mucho cuidado: se producen lo que yo llamo garrafales contrabandos. Por alguna parte, por ejemplo, he visto que incluyen como si fuera culli el sustantivo "tishne", incluso "zarzaganeta"; y, según tengo entendido, en la recopilación de Flores Reyna, también se ha considerado como de origen culli el adjetivo "cutulo". Explico: "Tishne" es el tizne (la mancha de hollín); zarzaganeta (de "zarzagán) es el cierzo o viento frío de la madrugada. Y "cutulo", de origen nahua, es simplemente cuto (rabón: con cola corta), voz que, como en el caso de "zarzaganeta", no es más que la alteración, en la parte final, de la palabra de origen. No pertenecen al culli ni al quechua. Una de las recopilaciones aludidas corresponde a una investigación hecha por el Departamento de Humanidades de una muy conocida Universidad nacional[9]; lo que demuestra, pues, que la ligereza o falta de seriedad, también se dan en nuestros centros académicos de nivel superior, cosa lamentable, por cierto. En fin.



¿VOCABLOS CULLI EN LA POESÍA VALLEJIANA?

Son cuatro las palabras, a las que siempre se alude como originarias de lenguas nativas,  empleadas por César Vallejo en su poesía. Tenemos: Irichugo[10], Tayanga[11], poña[12] y tahuashando[13]. Las tres primeras citadas corresponderían a la lengua culli: Irichugo y Tayanga son topónimos (un paraje cercano a Santiago de Chuco y un centro poblado en la provincia de Sánchez Carrión, respectivamente) y poña es el nombre de una paja menuda o pelusa de algunos vegetales.[14] Pero es tahuashando, obviamente un gerundio, lo que ha generado intriga y más de una hipótesis con pretensión hermenéutica. Contiene, en la desinencia, el fonema sibilante palatal /š/, común en el castellano del norte peruano (a partir de Pallasca) que –como vimos- sería herencia o rezago de la antigua lengua culli, pero su raíz podría corresponder al quechua (tahua: cuatro). Asumir –considerando lo dicho: que “tahua” significa “cuatro”- una teoría certera acerca de lo que quiso expresar nuestro poeta con el uso de esa forma verbal resultaría, simple y llanamente, imposible (pues, por ejemplo, sería ridículo y descabellado traducir la expresión como “cuatreando”). El lingüista Ibico Rojas aventura dos posibles hipótesis: 1: Una que tiene que ver, antes que con lucubraciones etimológicas, con una interpretación basada en el sentido común. Según la última estrofa del poema, “Llueve… llueve… Sustancia el aguacero”, mientras los viejos alcanfores, vestidos “con sus ponchos de hielo y sin sombrero”, están “tahuashando en el sendero”. Esto nos hace pensar que el poeta quiso decir que, como ancianos, los árboles –mientras velan en el sendero- están “tiritando” o “temblando”, obviamente debido al frío. 2: Que tahuashando sería sinónimo de “encorvando”, “flexionando” o “curvando”, en actitud reverencial (“alcanfores que velan tahuashando”), es decir: doblando la espalda[15]; y que el componente //huasha// podría ser un lexema culli. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas: primero, que “huasha” es un vocablo de origen quechua que significa espalda; segundo, que, si quisiéramos aceptar como razonable la alusión a “encorvando”, tendríamos que reconocer que lo correcto habría sido que en el poema el gerundio apareciese en forma reflexiva: tahuashándose, o sea, encorvándose. Sea como fuere, lo cierto es que el misterioso vocablo usado por Vallejo nada tiene que ver con la lengua culli.

De lo que yo sí estoy seguro es de que lo que nuestro poeta universal quiso hacer e  hizo, fue dar rienda suelta a su libertad creadora y, sin más ni más, inventó un bello y desconcertante neologismo –tahuashando-, como poco tiempo después hizo con Trilce, palabra que también, hasta ahora, sigue poniendo de vuelta y media a más de  medio mundo que se esfuerza por encontrarle un significado, a pesar de que el mismo poeta se encargó de decir, enfáticamente, que no quería decir nada. En fin, cosas de la hermenéutica, ¿verdad?



[1] El culli se habría hablado desde el siglo V a. C. Hay quienes presumen que pudo haberse hablado, también, en departamentos como Huánuco, Pasco y hasta en Lima.  Pero se trata de eso, solo de presunciones.

[2] María del Carmen Cuba hace referencia al Libro E del Archivo Parroquial de Cabana, del cual el sacerdote Guillermo Álvarez Aranda extrajo información que habla de los severos castigos “que los sacerdotes daban a los nativos cuando estos intentaban practicar sus ritos religiosos o hablar el culle: a los que hablaran esta lengua se les castigaría con cincuenta azotes”.

[3] El sonido “sh” (she, crash), se representa con el símbolo [ʃ]. El sonido “ch” (check, church), se representa con el símbolo [tʃ].

[4] Hasta ahora sigo convencido de que así -Teodoro Meléndez Gonzales- es como se llamó realmente. Es lo que escuché a mi abuela Alejandrina cuando se refería a él: ella lo conoció personalmente, ya que eran familiares. Así como González Prada hacía ("Manuel G. Prada"), el cura pallasquino también firmaba de este modo: Teodoro M. Gonzales.

[5] Paul Rivet: Las Lenguas de la Antigua Diócesis de Trujillo, 1949.

[6] ¿“Ki amberto gual’pe” no habría sido, tal vez, una caprichosa o arbitraria manera de decir algo como: “Qué hambre de comer gallina”? Me aventuro a creer que sí. Definitivamente, de lo que estoy convencido –mientras no se me demuestre lo contrario- es que, dejando de lado el misterioso vocablo “ki”, la expresión “amberto gual’pe”, recogida por el cura Meléndez, nada tiene que ver con la lengua culli.

[7] A pesar de lo afirmado por Paul Rivet (que la lengua culli se habría hablado incluso hasta la década de 1940) y de la referencia dada por el profesor Alipio Villavicencio (que la última persona que habló esta lengua fue “la viejita Ishpe”), yo me atrevería a formular esta interrogante: ¿Cuando los dos religiosos mencionados (Martínez Compañón y Meléndez Gonzales, en distinta época, naturalmente) recogieron las voces culli que conocemos, habría habido personas que realmente hablaban esa lengua (es decir, que construían frases, que conversaban en culli), o es que solo usaban palabras sueltas combinadas con el castellano? Yo dudo. (Rivet escribió que cuando el cura Meléndez recogió las voces culli, “hacia 1915, de la boca de un anciano (…) en esta época el idioma estaba en vías de desaparición”). González Holguin, en su Vocabulario nos da a conocer no solo palabras del quechua, sino también frases, obviamente porque las escuchó; por ejemplo: “Infundir inspirando. Çamaycuni. Diosmi alli yuyay cunacta çamaycu huanchic raciantapas ycnapay nintapas, çupayri huateccaynintapas, camaycun. Dios nos inspira buenos pensamientos, gracia y auxilio y el demonio inspira tentaciones.” ¿No pudieron haber hecho algo similar Martínez Compañón y Meléndez Gonzales? Mi sospecha es que ellos solo habrían escuchado palabras sueltas, porque el culli, como sistema lingüístico organizado, es posible que ya no existiera entonces, y por lo tanto nadie hubiera estado en condiciones de expresar frase alguna.

[8] Palo, en culli es guro. ¿Podríamos asumir que “gurosh” o “gurosho”, son sus diminutivos en lengua culli? Nada hay que sustente tal cosa. En castellano pallasquino sí es posible expresar en diminutivo el sustantivo “palo”: “palasho”.

[9] La referida relación de palabras “culli”, la pude leer en la Web, hasta enero del 2018 (que fue cuando publiqué por primera vez, en mi blog, este ensayo). Ha sido retirada.

[10] “… Hoz al hombro calmoso / acre el gesto brioso / va un joven labrador a Irichugo…”: (Mayo: Los heraldos negros).

[11] “… Y al sonar una caja de Tayanga, / como iniciando un huaino azul, remanga / sus pantorrillas de azafrán la Aurora.” (Terceto Autóctono: Los heraldos negros).

[12] “… El placer de esperar en zapatillas, / de esperar encogido tras de un verso, / de esperar con pujanza y mala poña…” (Guitarra: Poemas humanos)

[13] “… Llueve… llueve… Sustancia el aguacero, / reduciéndolo a fúnebres olores, / el humor de los viejos alcanfores / que velan tahuashando en el sendero / con sus ponchos de hielo y sin sombrero,” (Hojas de ébano: Los heraldos negros).

[14] También están: Mansiche (topónimo probablemente proveniente de la lengua quingnam); y los vocablos de origen quechua yaraví, incaico, cuy y cóndor.

 15] Rojas refiere que un alumno suyo, de la Universidad Nacional de Trujillo, nacido en Santiago de chuco, le contó que nunca había escuchado la expresión #taguash#, pero sí una frase como esta: “Tahuashón ta el Shesha”, y que #taguasha# significa “encorvado” y #taguashón#, “muy encorvado”. No quisiera poner en duda tal referencia, pero creo estar convencido de que no fue “tahuashón” lo que el estudiante dijo como sinónimo de “muy encorvado”, sino simplemente “huashón” que es como se le llama familiarmente (en Pallasca, en Huamachuco y, estoy seguro, también en Santiago de Chuco) al varón, que sin ser precisamente, jorobado, tiene la espalda encorvada. La frase bien pudo haber sido esta: “Tan huashón ta el Shesha” (o sea: “Muy huashón está el César”).

* La fotografía del presbítero Teodoro Meléndez Gonzales pertenece a la valiosa colección de David Rubio Bazán, a quien agradezco.


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INFORMACIÓN CONSULTADA:



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