lunes, 9 de octubre de 2017

EL MUSEO DE ARTE CONTEMPÓRANEO*

El Museo de Arte Contemporáneo, cuya edificación se ha reiniciado en Barranco, no llevará el nombre de Fernando de Szyszlo, porque él ha renunciado a este justísimo homenaje a su elevada calidad de pintor, de pensador, de hombre; y también, porque él posee un demérito imperdonable en los grandes: estar vivo. La mezquindad y la envidia parece que han vencido una vez más en este país que últimamente está acostumbrándose a los disparates. Una de las obras mayores del arte peruano contemporáneo es la que desarrolla desde hace algunas décadas don Fernando: con dramática luminosidad, sus cuadros nos presentan al Perú, sus colores, sus formas, su espíritu. Es, probablemente, la pintura más auténtica e individualizable que se ha hecho en los últimos tiempos (un cuadro de Szyszlo puesto al azar en medio de un número infinito de obras de distintos autores, países, épocas y corrientes, es fácilmente identificable); individualizable pero sin dejar de ser universal. Un Szyszlo es un Szyszlo, se diría con orgullo nacional. Pero este es el Perú, pues, donde la mediocridad -brillosa mas no brillante- gana adeptos y aplauso. Recordemos, si no, que hace poco tiempo al centro de formación de los diplomáticos se le asignó el nombre de un oscuro personaje sin más méritos que el ser jugador de "bridge" y haber regalado su casa que ahora es usada como sede de dicha institución. Quizás -y no sorprendería- los "genios" que han pataleado contra Szyszlo quieran lo mismo: que el Museo de Arte Contemporáneo lleve el nombre de algún pintor del parque Kennedy o, acaso, de un pintor de "brocha gorda". Creo que Vargas Llosa exageró con aquello de "liliputienses", pero más exagerado sería ponerse a buscar otra palabra más apropiada para designar a los mediocres y envidiosos. Lamentablemente, hay gente que quisiera un Perú de pacotilla. ¡Uf!

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*Publicado inicialmente el 17 de abril del 2006, en Bitácora Extraviada.