viernes, 5 de junio de 2015

ALGUNAS DISQUISICIONES EN TORNO A “MASA” / Ángel Gavidia Ruiz


La muerte no es ajena a la poesía vallejiana. La visita y se hospeda frecuentemente en ella. Gran parte de las veces es un huésped, digamos, que mantiene relaciones más o menos armoniosas con “la casa”.  Por ejemplo en los últimos versos de “El poeta a su amada”: Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos; / ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura/ los dos nos dormiremos, como dos hermanitos,  o  en  “Hoy me gusta la vida mucho menos...”:  Me gusta la vida enormemente/ pero, desde luego, con mi muerte querida y mi café;  otras veces  trasunta una resignada relación como en aquellos versos de “Piedra negra sobre piedra blanca”: Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París- y no me corro-/ tal vez un jueves, como es hoy, de otoño,  o en los versos iniciales de  aquel extraño poema “En suma, no poseo para expresar mi vida…”:  En suma, no poseo para expresar mi vida, sino mi muerte… Existen, sin embargo, otros versos, como los de “La cena miserable” que extravasan reproche e impaciencia: Hasta cuando estaremos esperando lo que/ no se nos debe… Y en qué recodo estiraremos/ nuestra pobre rodilla para siempre…Hasta cuando/ la cruz que nos alienta no detendrá sus remos; pero en el poema donde la muerte y el poeta   están radicalmente enfrentados es enMasa”,  el célebre poema  XII de España, aparta de mi este cáliz.


El poema es el siguiente: Al fin de la batalla, / y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre/ y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”/ Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.// Se le acercaron dos y repitiéronle: “No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”/ Pero el cadáver  ¡ay! siguió muriendo.// Acudieron a él veinte, cien,  mil,  quinientos mil, / clamando: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”/ Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.// Lo rodearon  millones de individuos, / con un ruego común: “¡Quédate hermano!”/ Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. //Entonces, todos los hombres de la tierra/ le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse lentamente, / abrazó al primer hombre; echóse a andar…

España, aparta de mi este cáliz  es el documento palpitante, casi ensangrentado, de lo que significó para Vallejo la guerra civil española. Neruda también escribió sobre esta guerra; pero, al decir de Luis Alberto Sánchez, España en el corazón es el producto de un poeta que contempla la guerra desde el balcón; Vallejo, dice Sánchez, escribe como si fuera  actor de la misma,  un combatiente más de la trinchera. Y en este poemario, que para un poeta de la sensibilidad de Vallejo era casi un diario de batalla,  apareceMasa”, como el campo en donde un  combatiente muerto es literalmente disputado por la humanidad en su conjunto y la muerte. La muerte ya casi ha concluido su trabajo si  no fuera porque los hombres insisten necia e insensatamente en retenerlo; pero el mundo no se resigna y cree que es capaz de devolverle la vida al soldado caído. Es la batalla perdida, victoriosa. Es la victoria arrancada al imposible, gracias a la solidaridad  del mundo.

Todos los hombres de la tierra rodearon al cadáver, él  los vio triste, emocionado, se levantó lentamente ¡y hasta logró caminar! Interesante. No se alegra. Mejor, no se alegra aún. Luce triste aunque emocionado; su incorporación es también penosa, pero camina al fin y al cabo. Claro, en la lucha cotidiana de mi labor como médico, cuando excepcionalmente se logra resucitar a un enfermo, éste nunca está alegre, luce los estigmas del gravísimo cuadro de salud que lo aqueja con una mezcla de dolor y tristeza. El cadáver de “Masa” ha debido ser  el de un soldado gravemente herido, también, y que al ponerse de pie aún ostenta la avería física del combate y el daño de la paralización (en el poema, transitoria) de sus funciones vitales; pero su afectividad, sí, está allí, lozana, por eso se emociona, por eso abraza lleno de gratitud al primer hombre que encuentra, que, en última instancia, representa a todos los hombres, y, aunque dificultosamente, nos da la enorme alegría de verlo, nuevamente, caminar.

Ángel Gavidia Ruiz
Interesante, también, que en la batalla en que está contextualizado el poema, no está explícito el bando al que pertenece el soldado muerto. Todo hace ver que se trata de un republicano. Si  así fuera entonces ha sido menester que los  falangistas se unieran a la lucha por la vida del miliciano caído como integrantes de todos los hombres de la tierra. Salvo que en la poética vallejiana los perpetradores de la masacre de Guernica no sean hombres, digo esto último pensado en el verso aquel en el cual una de las razones, que el poeta consigna  en “Batallas”, para luchar por la república era: para que los señores sean hombres.  Hay otro verso en “Himno a los voluntarios de España” que puede contribuir a darnos la clave: Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía/ acabará tu grandeza, (…), tu gana dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo! Si esa capacidad  de amar aunque sea a traición al enemigo era españolísima,  entonces tendría que ser compartida con el bando franquista. Claro, digo, es un decir.


 La solidaridad es la única tabla de salvación que tiene el hombre. Sólo que es posible que cuando se dé cuenta  sea demasiado tarde y mucho dolor haya corrido bajo el puente, ya.