Félix Álvarez Brun
Ha transcurrido algo más de
medio siglo desde que César Vallejo se ausentó del Perú y también algo más de
43 años desde su muerte, una mañana de abril, en Paris. Por consiguiente es ya tiempo
de que se hable sobre uno de sus más caros anhelos: ser enterrado en el Perú.
Su vida y su obra han
merecido estudios muy importantes, que han permitido conocer a fondo al hombre
que desde la alta serranía de Santiago de Chuco fue a morir a orillas del Sena.
Biografías, estudios críticos sobre la notable producción del autor de “Trilce”
y de “Poemas Humanos”, de “Tungsteno” y de “Cera”; ediciones múltiples de todo
lo que escribió en prosa y en verso, constituyen genuino homenaje al notable
vate peruano a la vez que testimonio de admiración y reconocimiento.
Pero quizás algo faltaba por
hacer y creo que ya es tiempo de considerarlo seria y decididamente: traer sus
restos al Perú. Este propósito no debe verse únicamente como un justo reclamo
de los peruanos y de sus familiares de Santiago de Chuco o como un tardío e
inevitable compromiso hacia quien no dejó jamás de volver los ojos a su tierra
nativa que, que tan profundamente quedó grabada en su espíritu y llenó de honda
nostalgia a muchos de sus admirados poemas, sino como algo más, como una
obligación que él reclamó de sus hermanos del Perú.
El poeta en su lecho de muerte |
Murió Vallejo el 15 de abril
de 1938. Su amigo, el poeta Juan Larrea, lo acompañó en sus últimos momentos y
él nos cuenta qué ocurrió en el trance supremo y final en que se eleja de la
vida el hombre que había “vertido al lenguaje hispánico el extracto planetario
de la cordillera andina, sus derrumbes, angosturas y pedregalidades, sus
arideces y altas tensiones, sus libertades sísmicas, sus oasis de infinita
ternura y, sobre todo, esa su verticali soledad suspendida como una plomada del
hilo de luz delgado y plano que pone allí al sentido en comunicación con el
foco creador más puro”.
Juan Larrea |
Así dejó este mundo, César
Vallejo. Su amigo Larrea fue uno de los que le acompañaron en sus últimos
momentos y, por lo mismo, sabía cuáles fueron los deseos íntimos del notable
vate, porque los escuchó de sus propios labios. Esta es, sin duda, la razón que
llevó a Larrea a expresar: “en mi opinión, era el Perú, pertenecía al Perú,
sobre todo en aquella honra en que, después de tanto tiempo, tanta miseria,
tanto vaivén de hijo pródigo, se disponía a reunirse con los suyos”.
No quiero ampliar más este
artículo, pero, por ser de actualidad, no puedo dejar de señalar, escuetamente,
los documentos que se refieren a la muerte de Vallejo y a su declaración de que
sus restos fueran traídos al Perú.
El 21 de marzo de 1938,
nuestro representante diplomático en Francia, Francisco García Calderón, envía
el cable Nº 29 a la Cancillería en los siguientes términos: “Doctor Arias
Schereiber pídeme transmitir Ministro de Justicia siguiente cablegrama. César
Vallejo hállase muy gravemente enfermo, indispensable llevarlo a clínica.
Ruégote obtener gobierno auxilios urgentes. Max.” [ii]
El 25 de marzo remite el
cable Nº30, que dice: “Para Ministro Arias Schereiber[iii]. Atención Vallejo exige un mes clínica, mínimo
ciento cincuenta francos diarios. Recuerdos,. Max.”
El 8 de abril, en cable Nº
33 se informa: “Escritor César Vallejo gravísimo.” Respuesta de Lima, cable Nº
25 de 14 de abril: “Refiérome cable de usted Nº 33 ¿Cómo sigue?” El 15 de
abril, nuestro representante diplomático en cable Nº 34 da la dolorosa noticia:
“Refiérome cablegrama de usted Nº 25. Vallejo murió hoy nueve mañana. Gastos
clínica, asistencia y entierro representan aproximadamente veinticinco mil
francos que ruégole enviar cablegráficamente. Último deseo Vallejo fue ser enterrado en el Perú.”
El 20 de abril, en cable Nº
26 se dice a París: “Refiérome cablegrama de usted Nº 34. Ordenado Londres
remítale 25,000 francos.”[iv]
[i] Este artículo fue publicado por el historiador Félix Álvarez Brun, en El Observador, del domingo 14 de abril de 1982. Sin embargo, hace muy poco, el poeta Reynaldo Naranjo, dizque tras haber "investigado", ha aparecido con la "novedad" de que Vallejo quiso ser enterrado en el Perú. Fue Álvarez Brun (y no usted, señor) quien descubrió y dio a conocer esto por primera vez.
[ii] Max Arias Schereiber, médico, de paso en París, para asistir en
Bélgica a una reunión internacional sobre medicina.
[iii] Ministro de Justicia, Diómedes Arias Schereiber, hermano de Max.
[iv] Libro copiador de cablegramas. Embajada del Perú, París.