domingo, 28 de octubre de 2012

¿CASA TOMADA?

El pasado viernes me tocó ir a la Casa Museo José Carlos Mariátegui, porque quise asistir a la presentación del libro ''Melodías disonantes'' de Micaela González, a cargo de Armando Arteaga, en el marco de los Viernes Literarios que conduce nuestro entrañable Juan Benavente. Llegué temprano. Parado, con las piernas bien separadas como para bloquear completamente el acceso, en la segunda puerta estaba un ''guachimán'' con cara de pocos amigos que, cuando me dispuse a ingresar, me dijo: "¡Tiene que firmar el libro!''. ¿Qué, es obligatorio hacerlo?, le pregunté. Me contestó que sí, que era una "decisión de la Casa Mariátegui". El libro, con apariencia de aquellos "Libros de visitas" en que se suele poner voluntariamente una firma y a veces una frase de elogio, estaba poblado de rúbricas y cuasi "generales de ley". Del fondo salió mi amigo Nelson, aparentemente con el propósito de ir a comprar algo, y se detuvo detrás del obediente y mandón muchacho de la puerta (no pudo avanzar, pues el obstáculo se mostraba infranqueable). Yo le sonreí como un saludo. No quise firmar, porque yo no firmo por obligación, ni mucho menos por mandato de sabe Dios quién diablos. Me largué. No sé quién es el director, pero tengo entendido -mi amiga Charo me lo dijo- que según él la obligación de firmar es para garantizar la sobrevivencia de la Casa Museo porque "si no hay un mínimo conveniente de asistencia podría ser cerrada"; esto es lo más absurdo que puede haberse dicho. Los monumentos no se abren por una cuestión de "marketing", sino por respeto a la memoria histórica. ¿O es que el director cree que la cultura se mide por su grado de "utilidad" o por una suerte de "rating", como los programas de la televisión, y si nada de eso es satisfactorio, lo que debe venir es el cierre? No, señor. La cultura, por otro lado, no puede estar sometida a este tipo de controles. Que yo sepa, ni para ingresar al Palacio de Gobierno existe tal cosa; yo he ido más de una vez, por la exposición del Señor de Sipán y otras, y solo he mostrado mi DNI. ¿Los escritores están bajo sospecha, tal vez? ¿La del jirón Washington 1946, será ahora una casa tomada?