Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.
domingo, 15 de julio de 2012
CON TU ESPALDA A RAS DE SUELO
Cómo sería si te amara.
Tú a ras de suelo,
atrapada por el orbe y su profundidad de barro y silencio.
Mirarías hacia arriba, al cielo húmedo, redondo
y sin más límites que el mar y sus precipicios de espejismo.
Yo pondría una piedra como zancadilla o tropiezo
y se quebraría como yerba seca la trayectoria de tu mirada.
Tu espalda desnuda y magullada por la arena
y los cangrejos.
Yo, ciego iluminado pero torpe,
preso de tu vientre y poseído por tus gemidos,
cogería, iluso, entre mis párpados temblorosos
el latido de tus venas
y la trepidación acezante de tu cuello.
Sabría que eres el cielo y el infierno
y yo el pecador que arrebata las nubes.
Todo se agitaría.
Y todo también en conjunción:
los sudores
y las olas
y el horizonte
y la noche ya desprendida por los acantilados como un roedor.
Sí, serías el cielo
y el infierno.
Abrasado por el fuego de la condena eterna
y abrazado por el perdón del azul también sin fronteras,
así te amaría: fluir ondulante de sueños y pesadillas.
A pesar del glaciar desleído de tu alma.
Pero con tu espalda a ras de suelo.
(15 de julio, 2012 / 7:30 PM)