Ambas formas son correctas, pero no significan exactamente lo mismo. «Habemos» es una forma verbal de uso muy extendido que equivale a «somos» o «existimos»; pero con referencia a determinada ubicación espacial o temporal («En Lima habemos muchos que bailamos huayno»; «Actualmente aún habemos quienes no nos dejamos avasallar por la Academia») y, claro, en alguna forma, viene a ser una suerte de indicativo en primera persona del plural del verbo «haber», pero no exactamente; pues, con más propiedad, es -repito- el sinónimo de «somos» o «existimos», y no de «estamos». Así que, cuestionarlo o, más aún, rechazarlo por aquello de que el verbo «haber» no se conjuga en plural es absurdo y, digamos, injusto y antidemocrático: «habemos» es una forma verbal creada legítimamente, con su propio significado, por el uso, que, en cuestiones de lengua, es «árbitro, juez y dueño» (Horacio dixit).
Proviene, sin duda, del verbo haber, pero en el uso
tiene su propia particularidad que, de algún modo, podríamos decir, regulariza
una «carencia» gramatical de este verbo que es curiosamente irregular. El verbo
«haber» no tiene, estrictamente hablando, conjugación en primera persona del
presente indicativo, aunque se nos quiera convencer de lo contrario: que es, en
singular, «yo he», y en plural, «nosotros hemos». ¡Eso no tiene nada de tiempo
presente!
La forma «hay», aunque es considerada impersonal,
en el uso hace referencia, en realidad, a una indeterminada tercera persona, ya
en plural como en singular: «Hay mucha gente en el parque»; «Hay una sola
persona en el vehículo». Y las formas «yo he» o «nosotros hemos» son
conjugaciones incompletas (solas no dicen nada) que deben ser perfeccionadas
con el auxilio de otro verbo en participio: «Yo he comido», «Nosotros hemos
llegado temprano»; conjugaciones en pretérito, no en presente.
Bien, tarde o temprano la (en algunos aspectos aún
anquilosada) RAE, tendrá que asumir la validez indiscutible del «habemos» (ojo:
no «aceptar», ni menos «autorizar» su empleo, porque este no es su papel);
estoy plenamente convencido de que así tiene que ser, y será.
Ah, otra cosa, finalmente; la RAE no está, como
dice el primer artículo de los Estatutos de la respetable institución, para «velar por que los cambios que experimente la lengua española en
su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la
esencial unidad que mantiene»; su función, entre algunas otras, es,
básicamente, lexicográfica (elaboración del Diccionario oficial), de
sistematización y difusión de la norma lingüística (que, ojo, se da en el
habla; no por acuerdo o decisión de la Academia) y también de asesoramiento, y
es dadora de consejos; no es una suerte de «protectora» ni menos censora de
nuestro idioma; pero sí, naturalmente, es muy útil.
Habemos muchos que nos atrevemos a discrepar de
algunos criterios académicos de la docta corporación matritense, pero lo
hacemos «en buena onda», haciendo uso legítimo de nuestro derecho a la libre
opinión, pero nada más: alabamos la valiosa existencia de la Academia. ¡Un
abrazo!