Un libro (o "plaqueta"; así le llaman, creo, a los volúmenes de poesía de pocas páginas) realmente muy extraño y, tal vez por ello desconcertante. Claro, quizás solo para mí, pues no soy, en realidad, un buen lector. Me refiero a Arguedas 58, de César Avalos (Kovack editores, abril 2023), conformado por tres textos, carentes de título: el primero en prosa, el segundo en verso y el tercero también en prosa. La publicación lleva este epígrafe: "¿Dónde está la patria, amigo? Ni en el corazón ni en la saliva"; extraído de El zorro de arriba y el zorro de abajo, la medio inconclusa novela póstuma (para mí la más valiosa) de José María Arguedas. Es en torno (bueno, es un decir) a este novelista que ha sido hecho el breve trabajo literario (poético, para ser más preciso) de Ávalos.
Está compuesto con una voluntad y de una manera que, repito, a mi particularmente me desconcierta. Bueno, en alguna oportunidad lo dije, y hoy lo vuelvo a decir (pues estoy convencido): la literatura es para generar efectos estéticos que pueden ser de distinto tipo, y uno de ellos es, precisamente, el desconcierto: desconcierto por el asunto mismo, o -como en este caso- por la construcción literaria y hasta por el aspecto gramatical. El primer texto (en prosa) de Ávalos, por ejemplo, comienza así: "La noche al día anterior a su viaje José María estuvo inquieto. El mes anterior que recibió la invitación para el viaje este lo tomó de sorpresa. Al entusiasmo inicial, le siguió un declive melancólico de no se sabe qué y de no se sabe cuándo..."; y, un poco más allá, aparece esta frase: "Ese día, José María se durmió contrito y contrante...". En el escrito en verso aparece un nombre misterioso: "Vhadir sobre las aguas que reconozco como puquio..."; y esto: "Ropas aladas por el descuido / Extramadre maldice todo y me golpea...". En el tercer texto, encontramos: "Lima podía traer ventrículos de desazón...".
Bien. Se trata de textos en los que, aparentemente, es presentado, de un modo digamos surreal y casi onírico el taita Arguedas y -sin que se marquen fronteras o líneas divisorias- también es él mismo novelista el que se expresa. Lo medio incoherente del texto (o de los textos) creo que tiene un porqué: el autor (es lo que yo sospecho, porque -reitero-: no soy un buen lector) busca transmitir, literariamente, la personalidad muy particular de un hombre notoriamente atormentado; aquel que, a pesar de reconocer que caminando podía encontrar algo de paz, tenía, sin embargo, que soportar la angustia que recurrentemente volvía a apoderarse de él a tal punto de hacerle llegar a sentir "toda su ropa como una especie de tela cebolla" y él, también, percibirse como "cebolla roja lagrimeante". Es Arguedas, a los cuarenta y siete años de edad, justamente cuando recién había dado a conocer Los ríos profundos que, a pesar de todo (angustias, depresión) "salió en un buen año" ("Menos mal que los ríos salió en un buen año..."); y cuando aún no aparecieron Todas las sangres, que tanto dolor le causó, ni El zorro de arriba y el zorro de abajo, que trajo el anuncio de su suicidio.
Este trabajo literario de
César Ávalos -tres textos brevísimos- es, me parece, una suerte de "historia
clínica" (o acaso la confesión), en tono de desvarío (poético,
naturalmente) o divagación, de un hombre sufriente que, tras lidiar en
desventaja con la depresión, acaso ya adivinaba que -once años después- sus
pasos se detendrían en un baño de universidad, al descerrajarse un tiro de
revolver en la sien derecha.
© Bernardo Rafael Álvarez