Ustedes saben, sin duda, a qué aluden las
siguientes expresiones bisílabas "-ito", "-ita",
"-illo", "-illa"; "-ico", "-ica".
Efectivamente, son sufijos. Sufijo -como también lo saben- es una partícula
que, pospuesta a una palabra (o “base léxica”, o en muchos casos a la raíz de
la palabra), hace que esta modifique de algún modo su significado. Por ejemplo,
si el sufijo "-ito" lo uno a la raíz de la palabra "gato"
("gat"), obtendré "gatito", y se habrá producido una variación
en el significado, pero no sustancialmente: la palabra seguirá refiriéndose a
un gato, solo que de modo cariñoso o haciendo alusión a su edad o tamaño
-tierno o pequeño- (estaremos, pues, ante un hipocorístico o un diminutivo); en
cambio, si a la misma palabra o base le unimos el sufijo "-illo", la
cosa será diferente: estaremos generando una nueva palabra que en nada tendrá
que ver con el felino doméstico, sino con otra cosa: con el disparador de un
arma de fuego, por ejemplo, y, como sabemos, "gatillo" no es un gato
chiquito; no se tratará, pues, de un diminutivo, aunque este haya sido su
origen. Bien: "-ito", "-ita"; -illo",
"-illa"; "-ico", "-ica", son, pues, sufijos que
sirven para convertir en diminutivos o hipocorísticos a ciertas palabras:
"poquito", "librico", "pastelillo", "Jorgito"...
Sin embargo, como en el ejemplo de
"gatillo", no solo diminutivos o hipocorísticos (palabras para
designar cariñosa, familiar o eufemísticamente) son los que pueden generarse
sino, también, otras palabras con significados completamente diferentes (se las
conoce como "diminutivos lexicalizados").
Bien. Ya vimos algunos de los sufijos con los
que se generan diminutivos o hipocorísticos. Les cuento. En gran parte de la
zona norte del Perú (prácticamente, desde Pallasca) se emplea un sufijo (en algunos casos, infijo) distinto a los mencionados, un sufijo que algunos estudiosos creen que proviene
de una lengua extinta que se hablaba allí, el culli o culle. (A mí me parece
que, en todo caso, sería el sonido lo heredado de esa lengua y no propiamente
el sufijo ni menos en su condición de diminutivo, porque no creo que en el
culli haya funcionado así). Me refiero a "asho", "asha" o
"sha" o solo "sh", con los que se generan diminutivos
o hipocorísticos como estos: "Gringasho", "cholasho",
"amigasho", "Shesha", "Roshita".
Bueno, este sonido –en el que se hace
presente el dígrafo "sh"- es el que interviene decisivamente en el
vocablo que da título a esta nota: "Dosh". En los ejemplos que acabo
de mencionar, los diminutivos o hipocorísticos se forman uniendo este dígrafo
("sh") a una vocal, así: "sho", "sha",
"she", "shi"). ¿Y qué pasa con "dosh"?
Veremos.
"Dosh" corresponde literalmente, en
verdad, a la particular pronunciación del número "2", en Pallasca (y
en algunos otros lugares de la sierra norte peruana), pero -he aquí el pero- no
para designar estrictamente y con su exacto significado a esa cifra. A ver, para que se entienda mejor: En
Pallasca -al contar, ascendentemente, los números naturales- no se dice, por
ejemplo: "uno, dosh, tresh, cuatro, cinco...". "Dosh" (así,
con el sonido "sh") se dice en otras circunstancias, en otro
contexto, pero (ya voy llegando al tema) no para hacer referencia -estrictamente
hablando, repito- a la segunda cifra de los números naturales, el 2, sino a otra cosa.
Con el vocablo "Dosh" se designa a una cantidad que, a pesar de ser
imprecisa, es fácilmente entendida: "Juan le preguntó a Pedro: ‘¿Cuánto de
alfalfa te dio don Roberto?’, y Pedro respondió: ‘Dosh; es que siempre fue un
miserable, pue’". ¿Le dio dos ramitas de alfalfa? No. Lo
que quiso decir Pedro es que don Roberto le dio solo un poquito de alfalfa, por
“miserable”.
Como ha podido advertirse desde el principio
de esta nota, para que un sustantivo o un adjetivo se conviertan en diminutivos,
es decir, en palabras con las que se expresa (voy a decirlo de un modo medio burdo, es decir, nada “académico”),
el “empequeñecimiento” del objeto nombrado, lo que se hace es agregar a su base
o raíz un sufijo cuya finalidad es, precisamente hacer que nominalmente algo disminuya
o se reduzca. Entonces, ¿qué pasó con “dosh”?, ¿dónde está el bendito sufijo?
No sé si sea el único, pero la verdad es que se trata de un caso muy particular
de diminutivos en que no interviene sufijo alguno. Lo único que ha ocurrido,
simplemente, es que una palabra en español ha dejado de sonar como corresponde
a esa lengua y ha pasado a ser aquello de que estamos hablando: un diminutivo.
O sea, estamos ante un asunto de carácter fonético, nada más: en vez de “dos”, ahora es “dosh”.
Pero, eso sí, este vocablo, que, digamos, fue y sigue siendo monosílabo pero con una variación fonética evidente, ya nada tiene que ver con el nombre dado a la segunda cifra válida de la numeración ascendente: no es la representación literal del “2”. ¿Qué es, entonces? Es una palabra que significa esto: “un poquito” o “muy poquito”. Es un diminutivo -en el castellano pallasquino- que alude a cantidades pequeñísimas de algo (pequeñísimas, y no como el montón de cariño que yo siento por ustedes, amigos del alma; el cariño que es igual al que también encontrarán –se los aseguro- en mi inolvidable Pallasca, Pallasquita linda -la tierra de los "chupabarros"- que los espera con los brazos siempre abiertos y la bondad a flor de piel: visítenla, pero vayan sabiendo que allí, definitivamente, se quedará su corazón).
©
Bernardo Rafael Álvarez