MASHA.[1]
La persona que voluntariamente ofrece, en el chupe, encargarse de llevar a su
casa la cabeza de una de las reses sacrificadas en el curso de la
Fiesta Patronal de San Juan Bautista, para luego devolverla con un colorido
adorno, generalmente con forro de tela satinada, y, sobre todo, “tapizada” con
abundantes billetes de elevada nominación, los cuales pasan al poder del
prioste para algunos gastos de ocasión. Tanto el acto de entregar la cabeza,
aún desnuda y sangrante, al Masha, como el de su devolución, ya ornamentada, al
prioste, se hacen con la presencia de un nutrido grupo de pobladores que bailan
frenéticamente por las principales calles de la ciudad y en la plaza se armas
al compás de estentóreas bandas de música andina. Previamente a ello, se efectúa
el “paseo de res” que es, en realidad, la materialización de una de las más
importantes ofertas anunciadas durante el chupe; es decir -nos explicamos- el
cumplimiento de la palabra de una de las muchas personas que prometieron
obsequiar al prioste un vacuno (de muerte, que es como se dice), y en esta
oportunidad hace la entrega respectiva, “como Dios manda”: bailando con los
paisanos. En tal ocasión, como cuando se procede después con la cabeza, está
presente el “Masha” que cumple el papel, diríamos, de abanderado, porque va
adelante agitando una banderita blanca y, además, lleva una alforja con
golosinas que reparte lanzándolas a diestra y siniestra. El masha cuenta, para
el traslado de la cabeza, con el apoyo de dos fornidos colaboradores que la levantan
y menean cogiéndola de los cuernos. A veces ocurre que después de recibida la
astada testa, el masha no la devuelve en realidad, sino, más bien, lo que hace
es darle al prioste un remedo de cabeza adecuadamente confeccionado al que le
agrega los adornos convenientes y, sobre todo, los billetes antes aludidos; se
recurre a esto porque es lo más pragmático ya que, al final de cuentas, lo que
importan –en esta etapa de la fiesta- son dos cosas: cumplir con el ritual
(bailar acompañando a la cabeza o a lo que parece ser tal, al momento de su
“devolución”) y cumplir con la palabra (donar una importante suma de dinero al
prioste). Ah, pero –no olvidemos- el masha también cumple con ofrecer una
recepción a los pobladores en su casa, sirviéndoles un opíparo almuerzo. Hemos
agotado los esfuerzos en busca de una explicación etimológica a la palabra
“masha”, pero nos ha sido imposible; por ello nos permitimos aventurar tres
hipótesis: a) Existe la expresión quechua “massa”, “cuñado”, según el
Vocabulario de González Holguín; lo cual nos hace pensar que una persona muy
cercana al ofertante de la res, quizás un cuñado, pudiera antiguamente haber
sido el elegido para acompañarlo con la bandera. b) En quecha, “machaskka”
significa borracho, según el diccionario Quechuanetwork: ¿podría ser que
algún poblador ebrio en épocas inmemoriales se haya atrevido a hacer lo que
actualmente hace el Masha? c) “Masha” podría haber sido el hipocorístico, es
decir, el diminutivo o trato afectivo empleado remotamente para el nombre de
algún poblador (Marcial, Marcelo, Máximo, etc.) que pudo haber sido el primero
o uno de los primeros en asumir ese papel (recordemos lo ocurrido con el
vocablo “vilche”, torero).