Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.
sábado, 25 de febrero de 2012
LOS RODRÍGUEZ: EL PROBLEMA NO ESTÁ PRECISAMENTE EN LOS AGUIRRE.
¿Cuántos? Cinco, pero todas mujeres. Ah, o sea que es "chancletero". Sí, pues, "chancletero" es don Rodríguez, me dijeron. Así lo conocí (Rodríguez el chancletero), así se hicieron conocer todos los miembros de su familia: los Rodríguez. Un día -hace unos cinco meses, más o menos- tocó a la puerta una señorita que venía a efectuar unas cobranzas, creo que por unas frazadas que algún agente vendedor de la empresa en que laboraba había dejado para ser pagadas en cuotas semanales. Pero la jovencita se equivocó de dirección. Nosotros nos apellidamos Álvarez, le dije. Volvió a revisar sus papeles y, efectivamente, comprobó su error; la familia que buscaba aparecía con el número de vivienda 24-B. Ah, los Rodríguez, le dije a la bella jovencita. No, me respondió: tienen otro apellido. Fue una sorpresa escuchar tal cosa. No, señorita -volví a intervenir, terco-: son los Rodríguez. Llamé a mi hermana, con la seguridad de que iba a darme la razón. Ella me contó la historia. "Brigitte -comenzó el relato-, la hija mayor de los vecinos, me confesó un día que ella y sus hermanas querían que el apellido que llevan fuese otro, porque no se sentían bien con él". Pero qué absurdo, dije yo. ¿Quitarse el Rodríguez, por qué, por algún resentimiento, tal vez? "Por vergüenza", precisó mi hermana. "Pero -aclaró- no es Rodríguez, que es el apellido de la madre, una modesta costurera, el que quisieran que desaparezca, sino el del padre, humilde albañil". Cómo es la cosa, entonces, pregunté. Lo que pasa es que el apellido del padre es Quispe; y eso es lo que a Brigitte y a sus hermanas Pamela, Carla, Giovanna y Emperatriz, les disgusta y avergüenza. Ah -volví a intervenir-, entonces no solo es absurdo lo que ellas quisieran que se hiciese; es, también y sobre todo, estúpido e indignante. Y repudiable también la actitud de los padres que, ocultando el apellido paterno, reforzaron el complejo injustificado de sus hijas. La chica que llamó a nuestra puerta se retiró y se fue donde los Quispe a cumplir con su cobranza; pero antes nos dijo esta lamentable verdad que carcome la realidad peruana: este no es el primer caso ni es el único. Efectivamente, yo sé de otros en que llegaron a quitarse el Quispe. Tras decirle adiós, agregué, medio desalentado pero esforzándome en ser optimista: ojalá fuera el último.
domingo, 19 de febrero de 2012
¡CHOLO SOY, Y NO ME COMPADEZCAS!
Como lo he dicho antes, si algo de bueno tiene aquel tan celebrado vals que cantaba Abanto Morales, es su título: "Cholo soy, y no me compadezcas". Lo demás -salvo algún desborde "contestatario"- es indignante: "Déjame en la Puna vivir a mis anchas, / trepar por los cerros detrás de mis cabras, / arando la tierra, tejiendo los ponchos, pastando mis llamas..." No podemos negar que los versos citados son bellos. Sin embargo, ponen de manifiesto un afán de autoexclusión, de arrinconamiento por voluntad propia ("déjame...trepar por los cerros"); como si el cholo debiera asumir como una inapelable y acaso bendita condena, el quedarse en la puna para vivir a sus "anchas". Lo otro -la ciudad, el progreso, etc.- es o debiera ser -según de infiere de la canción (originalmente poema)- para aquellos que dicen "que el cholo es sin alma/ y que es como piedra, sin voz ni palabra". Probablemente la intención del autor y, claro, también de nuestro querido "cantor del pueblo", haya sido dar una respuesta contundente y sólida ante el maltrato secular que ha sufrido la gente del Ande. Lo que ha logrado, ello no obstante, es todo lo contrario: una suerte de reafirmación del maltrato y una acentuación del complejo de inferioridad. Si un costeño desubicado le grita a un andino: "serrano, vete a tu puna", tal vez esté adoptando una postura de agresión digamos "racista" y discriminadora. Pero eso mismo, esta vez desde el agredido, expresa el poema del argentino Boris Elkin que en nuestro país hizo famoso, casi como un himno reivindicatorio, don Luis Abanto Morales; si el uno dice "vete a tu puna", el otro insiste: "déjame en mi puna". Por eso, repito, lo único bueno de esta canción es su título: "Cholo soy, y no me compadezcas". (Bueno, es mi opinión, impopular y "políticamente incorrecta").
sábado, 18 de febrero de 2012
¿CUÁL ES EL COLOR QUE LE CAERÍA BIEN A LA IZQUIERDA PERUANA?
Dice Alberto Adrianzén en "Apogeo y crisis de la Izquierda
peruana" (diciembre 2011): "En la década de los ochenta, es decir
hace treinta años, la izquierda peruana era, acaso, la más grande de América
del Sur. Ello era expresión de décadas de trabajo político tanto en el campo
como en la ciudad, pero sobre todo de una suerte de simbiosis con el pueblo
peruano." Falso.
La presencia realmente significativa de la Izquierda en el Perú no se debió a las "décadas de trabajo político" en el campo y la ciudad. Eso es como decir (porque se dijo realmente) que Susana Villarán ganó las elecciones municipales porque la izquierda "ha ganado espacios en los sectores populares". Falacia. Susana ganó por el impactó que generó su sonrisa, tierna en el momento oportuno, y sus gestos medio maternales, frente a lo acartonado de Lourdes Flores. No hubo un componente ideológico que estimulara la simpatía electoral.
Lo que pasó con la Izquierda a principios de los años 80 sí tuvo una carga política; pero no por esfuerzo propio. Se debió a esto: el gobierno de Velasco Alvarado irrumpió con discursos y actos de corte "revolucionario" que prestigiaron en alguna forma todo aquello que tuviera que ver con reivindicaciones populares y cambios en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales. Empleando una palabra muy grata a Paulo Freire, diría que la "revolución" se había introyectado en los peruanos. El cambio de rumbo que le dio Morales Bermúdez a las cosas dio lugar a una suerte de indignación que alimentó el "antisistema". Por ello es que la Asamblea Constituyente se pobló de gente "progresista" y, digamos, radical (al menos de la boca hacia afuera), que apostaba por el cambio. Hugo Blanco y su perorata altisonante y pintoresca pegó fuerte (recuerdo más o menos lo que alguna vez dijo frente a las cámaras de TV: "Fuimos un país orgulloso por su harina de pescado, pero la harina se fue a alimentar a los galgos de Londres, y nosotros nos quedamos con el orgullo"). La izquierda tuvo una presencia notable: alcanzó aproximadamente un nada despreciable 30% de la simpatía nacional. No puede negarse que Alfonso Barrantes también puso su cuota a favor: la consecuencia y la decencia.
La intensificación de los actos criminales de Sendero Luminoso fue la estocada que lentamente fue destruyendo (así como destruyó miles y miles de vidas sobre todo de gente humilde) la primavera, el esplendor, de la llamada izquierda democrática. Muchos (claro, por la satanización que comenzó a generalizarse) empezaron a confundir las cosas: "izquierda es violencia, izquierda es destrucción", pensaban.
Pudo haber tenido algún efecto la división de enero de 1989, pero el golpe mayor -de consecuencias irreversibles- se produjo en diciembre de ese año, cuando cayó el muro de Berlín tras cuatro años de trabajo continuo que ejerció Mihail Gorbachov minando las bases de lo que se conoció como socialismo.
La Izquierda peruana, por grande que hubiera sido el esfuerzo de algunos de sus líderes y a pesar de las enseñanzas de Mariátegui ("ni calco ni copia"), ha sido siempre un remedo sin imaginación de lo que pasaba fuera de nuestras fronteras, más allá de nuestro territorio. Nació y creció (digo, es un decir) y así también se esfumó. Ahora solo es un nombre y unos cuantos adjetivos y algunos gestos de altisonancia y rabia (y -aunque parezca incoherencia- también de caridad cristiana, puestos de manifiesto, sobre todo, en iniciativas sobreprotectoras de algunas ONG a favor de sectores vistos como vulnerables).
Procuró ser un proyecto o un sueño, ahora es solo una pesadilla y una frustración. Ahora, en medio de desconcierto, extravío y desvarío, quisieran, tal vez, despigmentarse la piel por la moda de la ecología. Hay personajes respetables, honrosos, consecuentes y decentes; pero son la excepción. Repito lo que dije antes: la Izquierda nuestra ya no es revolucionaria, ahora es decadente y conservadora. Pero, claro, lo último que debe perderse es la esperanza que, como sabemos, es verde.
La presencia realmente significativa de la Izquierda en el Perú no se debió a las "décadas de trabajo político" en el campo y la ciudad. Eso es como decir (porque se dijo realmente) que Susana Villarán ganó las elecciones municipales porque la izquierda "ha ganado espacios en los sectores populares". Falacia. Susana ganó por el impactó que generó su sonrisa, tierna en el momento oportuno, y sus gestos medio maternales, frente a lo acartonado de Lourdes Flores. No hubo un componente ideológico que estimulara la simpatía electoral.
Lo que pasó con la Izquierda a principios de los años 80 sí tuvo una carga política; pero no por esfuerzo propio. Se debió a esto: el gobierno de Velasco Alvarado irrumpió con discursos y actos de corte "revolucionario" que prestigiaron en alguna forma todo aquello que tuviera que ver con reivindicaciones populares y cambios en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales. Empleando una palabra muy grata a Paulo Freire, diría que la "revolución" se había introyectado en los peruanos. El cambio de rumbo que le dio Morales Bermúdez a las cosas dio lugar a una suerte de indignación que alimentó el "antisistema". Por ello es que la Asamblea Constituyente se pobló de gente "progresista" y, digamos, radical (al menos de la boca hacia afuera), que apostaba por el cambio. Hugo Blanco y su perorata altisonante y pintoresca pegó fuerte (recuerdo más o menos lo que alguna vez dijo frente a las cámaras de TV: "Fuimos un país orgulloso por su harina de pescado, pero la harina se fue a alimentar a los galgos de Londres, y nosotros nos quedamos con el orgullo"). La izquierda tuvo una presencia notable: alcanzó aproximadamente un nada despreciable 30% de la simpatía nacional. No puede negarse que Alfonso Barrantes también puso su cuota a favor: la consecuencia y la decencia.
La intensificación de los actos criminales de Sendero Luminoso fue la estocada que lentamente fue destruyendo (así como destruyó miles y miles de vidas sobre todo de gente humilde) la primavera, el esplendor, de la llamada izquierda democrática. Muchos (claro, por la satanización que comenzó a generalizarse) empezaron a confundir las cosas: "izquierda es violencia, izquierda es destrucción", pensaban.
Pudo haber tenido algún efecto la división de enero de 1989, pero el golpe mayor -de consecuencias irreversibles- se produjo en diciembre de ese año, cuando cayó el muro de Berlín tras cuatro años de trabajo continuo que ejerció Mihail Gorbachov minando las bases de lo que se conoció como socialismo.
La Izquierda peruana, por grande que hubiera sido el esfuerzo de algunos de sus líderes y a pesar de las enseñanzas de Mariátegui ("ni calco ni copia"), ha sido siempre un remedo sin imaginación de lo que pasaba fuera de nuestras fronteras, más allá de nuestro territorio. Nació y creció (digo, es un decir) y así también se esfumó. Ahora solo es un nombre y unos cuantos adjetivos y algunos gestos de altisonancia y rabia (y -aunque parezca incoherencia- también de caridad cristiana, puestos de manifiesto, sobre todo, en iniciativas sobreprotectoras de algunas ONG a favor de sectores vistos como vulnerables).
Procuró ser un proyecto o un sueño, ahora es solo una pesadilla y una frustración. Ahora, en medio de desconcierto, extravío y desvarío, quisieran, tal vez, despigmentarse la piel por la moda de la ecología. Hay personajes respetables, honrosos, consecuentes y decentes; pero son la excepción. Repito lo que dije antes: la Izquierda nuestra ya no es revolucionaria, ahora es decadente y conservadora. Pero, claro, lo último que debe perderse es la esperanza que, como sabemos, es verde.
miércoles, 15 de febrero de 2012
"CHOLO DE MIERDA!"
RACISMO: Veamos. Si, al dirigirme a una persona con rasgos andinos, le digo "¡Cholo de mierda!", ¿estoy incurriendo en racismo? Y si la persona a quien me dirijo tiene las características físicas de Fujimori y, por ello, se me ocurre lanzarle un "¡chino de mierda!", ¿qué estoy haciendo, también racismo? Y si frente a mí apareciera Karl, el marido de la cantante "Flor de Huaraz", y yo le espetara, inmisericorde, el "¡gringo demierda!", ¿qué estaría haciendo, igualmente racismo? Evidentemente, ni en el primero ni en el segundo y tampoco en el tercer caso hay racismo. El decir "cholo", "chino" o "gringo" es solo una manera de tratar, que se ha convertido en un uso familiar muy común y que -asumámoslo ya- carece de connotación ofensiva. La agresión se da cuando, como en los ejemplos, nos atrevemos -con ensañamiento, alevosía y mala fe- a sumar una calificación grosera e inadmisible, como esta: "...de mierda". Hace algún tiempo escuché a la directora de una ONG que manifestaba su fastidio porque al referirse a una muchacha afrodescendiente, la gente acostumbraba decir, por ejemplo, "la morena Raquel". "Por qué tienen que decir "morena", refunfuñaba. ¿También eso es racismo? En otras palabras: soy negro, pero no me digan negro; soy chino, pero no me lo recuerden; soy cholo, pero si me lo dicen, me insultan. Yo creo que, en realidad, lo que pasa con el vocablo "cholo" no es tanto la rabia -infundada, por cierto- frente a lo que se considera una reprobable muestra de racismo en quienes la emplean para dirigirse a un peruano de origen serrano. No. Lo que ocurre es que, así como casi nadie quisiera apellidarse Quispe (y sé de casos en que han llegado a efectuarse cambios de apellido!), muchos no aceptan que se les llame cholos, sienten vergüenza. Así de simple. Hay todavía -a pesar de Magaly Solier y otras buenas voluntades- un resquemor frente a todo lo andino, a todo lo quechua. Se ha avanzado bastante, sin embargo, pero falta mucho. Y, no podemos negarlo: una de las personas que, en el tema específico de la expresión "cholo", ha ayudado a que sea asumida con orgullo, ha sido Alejandro Toledo. Hay quienes afirman (obviamente en alusión a la etapa de la esclavitud) que "negro" es signo de oprobio. Negro es un color, simple y llanamente un color. Si yo fuera negro y considerara que realmente es "signo de oprobio", con justa razón sentiría rabia y vergüenza y probablemente querría, como hizo Michael Jackson: despigmentarme la piel; es decir, curaría el "oprobio" con una medicina oprobiosa. El problema, pues, no está en el uso original, remoto, que pudo habérsele dado a tal o cual término, sino en el prejuicio con que actualmente queramos emplearlo o entenderlo. Hace algunas décadas hubo en Norteamérica un movimiento (el “Black Power”, ¿lo recuerdan?) que buscaba acabar con la vergüenza racial y difundieron, como slogan, una frase significativa: "Black is pretty" (Lo negro es bello). De eso se trata: de asumir nuestros rasgos y nuestra identidad, repito, con orgullo y dignidad. Cuando estemos seguros de que nuestros rasgos físicos, nuestros apellidos, el tonito al hablar, el pueblito humilde donde hemos nacido, la manera de vestirse de nuestros padres, la lengua que nos legaron nuestros ancestros, no son, para nosotros, motivo de vergüenza, sino alimento de nuestra dignidad, a partir de ese momento podremos estar seguros de que, por fin, comenzó a hacerse realidad la inclusión social. Cuando las personas, cualquiera sea su extracción social o étnica, no se sientan vulnerables ni pretendan ni acepten ser envueltas en una cápsula hermética, sabremos que todos somos iguales. Mientras haya quienes, en nombre del respeto y la inclusión, las traten como a minusválidos, con el "pétalo de una rosa", nada bueno se habrá ganado. Inclusión no es sinónimo de sobreprotección. Si algo de bueno tiene el vals que cantaba Abanto Morales, es su título: "Cholo soy, y no me compadezcas!"
martes, 14 de febrero de 2012
CARRASPERA
Qué desorden fructuoso sobre el escritorio
Junto a la computadora
En los estantes
Casi en el piso
Casi un aniego de luz
Cojo un libro y leo/
El tiempo se contrae y deslíe
Como lágrima descolgando pesares
De tumbo en tumbo por las cornisas del templo
Extiendo los brazos
Hablo solo
El verbo es una crisálida y un resplandor
Dejo el libro y leo/
Y converso expuesto a las brasas del día perdido
La euforia de los árboles desnudos que bostezan
Escupiendo sombras sobre la luna indiscreta
De aquella ventana lenguaraz
Y la tímida melodía de los pájaros que picotean
La rala espesura de la niebla y su imprudencia
Conspiran candorosa y torpemente contra
Los gargajos de la libertad ovillada en sus alas rotas
Estropeo el libro y leo/
Casi muerto casi borroso
Cargo el montón de memorias y esperanzas
De las horas enmohecidas
Como escarabajo estercolero
Y apelo a las palabras de Kafka
Como alegato y ofensa
Como frágil soporte y desasida compañía
Como arena movediza y precipicio amordazado:
“saltar por la ventana”
Desde el asfalto llega el vaho y la duda
Pierdo el libro y leo/
A ver si sobrevivo a mi sombra reseca
De corteza desdeñada por el musgo y las polillas
Clavo mi mirada de cincel enmohecido
En la piel espuria del sol vespertino
Que tritura mi carcajada azarosa y grotesca
Y sueño con encontrar allí en ese fuego impío
Entre apuntes poemas y frustraciones
Recupero el libro y leo/
La indiscreción irresponsable de la carraspera me condena
Y se empeña en yugular el verbo y su carne
Es probable que de tanto soñar y lamer la sal sobrante del mediodía
La realidad desmesurada se convierta en estropajo/
El libro se estremece/ su palabra es agua/ Kafka estornuda
________________
(7 de marzo 2011)
sábado, 11 de febrero de 2012
¡ASU MARE!
De frente al grano. Siempre me he preguntado por qué se suele escribir una muy usual, pintoresca y contundente interjección peruana, de este modo: "Asu mare". Carlos Alcántara, hace unos años estrenó un desternillante "unipersonal" al que le puso por nombre "Asu mare". "Mare", obviamente, es una degeneración muy familiar del sustantivo "madre". En esto, todo claro. Pero el vocablo "asu" (que, por cierto, no aparece en ningún diccionario) ¿de dónde salió, qué significado concreto puede tener? Pues -aunque parezca increíble- creo que no es muy difícil averiguarlo; la forma como se le emplea ayuda a entenderlo. Se trata obviamente de una suerte de interjección que -según el caso- puede ser de sorpresa, de fastidio o queja, o de indignación. Desde mucho tiempo atrás se se le ha venido usando no solo individualmente, sino seguido de "diablo", "madrina", "entierro", "macho" y, claro, también "madre" o "mare" (¡Asu, diablo! ¡Asu, macho!...). Sin embargo, el "asu", me parece medio descabellado. Yo he tenido -aún la tengo- esta hipótesis o sospecha (en realidad, el convencimiento): su origen y la manera más razonable y "correcta" de escribir la expresión resultante es la siguiente: "¡Ah, su madre!", en la que, como puede advertirse, el "su" no cumple papel de adjetivo ni de nada que pueda tener un significado específico, sino simplemente -lo cual es legítimo- sirve como un conector, entre la interjección que allí aparece ("ah") y el sustantivo "madre", y cuya única finalidad es darle énfasis (y hasta, si se quiere, "eufonía") a la expresión; y el "mare" simplemente es la caprichosa y nada reprobable deformación popular de "madre". Mi amigo, el escritor Julio Carmona, tiene otra hipótesis, que me parece también razonable; "podría derivar -afirma- de "Para su madre" (convertida en "pa' su madre"). Pero, en realidad, son dos formas expresivas usadas desde hace mucho tiempo: "Ah, su..." y "pa' su...". La más antigua sería la segunda de las mencionadas, aquella a la cual se refiere Julio. Efectivamente, recuerdo haberla escuchado y dicho cuando niño: "Pa' su diablo!", "¡Pa' su, machu!", etc. Me atrevo a proponer, sin embargo, otra hipótesis que (aunque suene aventurada o atrevida) me parece muy cercana a la realidad. "Asu mare" sería una forma eufemística de "mentar a la madre", no con ánimo de agravio sino como simple expresión -ya lo dije antes- de sorpresa, de fastidio o queja, o de indignación e incluso de celebración y, en tal sentido, sería la versión más depurada o refinada de "¡'cha su madre!" o "¡'cha su mare!", cuyo empleo suele darse como en este ejemplo: "'cha su mare, qué bacán!" (o "che su mare"). En tal sentido, el "¡asu mare!" sería, pues la interjección formada por dos elementos: la contracción de una expresión "impronunciable" que ha sido escamoteada por una aféresis digamos extrema y un simple adjetivo posesivo, y la voz "vulgarizada" de la palabra "madre" ("mare"). Me explico. La aféresis a la que me refiero corresponde a la letra "a" (de "cha" o, más claramente, de "concha") y el adjetivo posesivo es "su". En resumen: el "¡asu mare!" sería la versión "decente" del terrible "¡Concha de su madre!"; repito, no como agravio o insulto, sino solo como expresión de sorpresa o de celebración, de indignación o de queja. Pero si la muy famosa interjección la escribiéramos de este modo: “¡Ah, su mare!”, lograríamos hacerla “menos agramatical”. En fin, sea como sea, lo cierto es que -si no me equivoco- ¡estamos frente a un peruanismo bien peruanazo! (Y la forma como sea escrita es lo de menos).
jueves, 2 de febrero de 2012
BERNARDO RAFAEL ÁLVAREZ RESPONDE A BONIFACIO
1) ¿Tienes alguna objeción contra el mar?
Contra el mar, ninguna. Todo lo contrario. Me alegra saber que no solo somos tierra, que hay una inmensidad salada, azul, intranquila que choca con el cielo y a veces es parte de él, al menos en nuestros ojos. Mi reproche, más bien, se dirige contra mí mismo por no saber nadar y no poder zambullirme en sus profundidades pobladas de luz y colores que pugnan por emerger.
2) ¿En qué partes de la Tierra crees que se podría plantar árboles de poesía?
Yo los plantaría justo allí donde debió haber sido plantado el "árbol de la ciencia del bien y del mal": en el filo de la navaja. Al costado podría un letrerito, como aquellos que prohíben pisar el césped, en el que diga: "Este es el árbol del bien. Lo demás es abismo."
3) ¿Es la soledad principio o fin de todo lo que existe?
Es el principio y es el fin. Pero a veces, muchas veces, se comporta como una compañía protectora y nutritiva de la existencia. Como lo he escrito en un poema, la soledad ya no es, ahora, lo que era antes: “ya no es un desierto, ahora es un bosque”. La tecnología ha hecho eso. Las “redes sociales” ha creado el regocijo de la bulliciosa soledad compartida.
4) ¿Qué prefieres ser: buen escritor pero desdichado o uno mediocre o pasable pero feliz?
Quisiera ser un buen escritor, pero no desdichado. Solo me he quedado en ser humano medianamente feliz. Creo que aún tengo, al menos, un cuarto de hora por delante para lograr hacer realidad mis deseos.
5) ¿Es la locura un ingrediente básico del verdadero genio?
Creo, más bien, que la genialidad podría ser un ingrediente básico de la locura: Porque la genialidad, si bien no implica una vocación por el deicidio, sí es una virtual suplantación de Dios. Y esto es, pues, una reverenda y bendita locura. Pero, claro, hay genios y genios: hay el genio de razón y pasión, y hay el genio de mente.
6) Sinceramente, ¿qué piensas de todos aquellos que te rodean y que no escriben o no se dedican a ninguna actividad artística?
Pienso que son más valiosos que yo, o, para no ser tan patético, menos inútiles. No hay ley (ni de Dios ni de los hombres) que mande, ni necesidad que obligue, a que todos sean escritores o artistas. Quienes me rodean son mis seres queridos. Y eso me hace dichoso.
7) ¿Has dicho la verdad cuando has mentido o mentido cuando hablabas en serio?
El hecho de dedicarme a escribir poemas ya es razón para pensar que, efectivamente, miento y digo la verdad en un zas. Pero, ojo, la mentira del poeta o del artista no es lo mismo que la mentira de un político, pues la de este es mendacidad; por eso, aún bien bañado, hiede. La poesía es aroma, a pesar de su drama.
8) ¿Qué o a quién no soportas?
Son insoportables las personas que insultan. Acepto discrepancias, pero jamás insultos. Porque yo no insulto a nadie. Como reza el dicho, respetos guardan respetos.
9) ¿Cuál es tu principal fobia o miedo, cuál tu principal placer o amor?
Mi principal placer el amor, mi principal amor, el de mis hijos. ¿Fobia? Más que fobia, cólera: cuando veo que apedrean a los perros por el solo hecho de ladrar, como si esperaran que en lugar de emitir ladridos estos animales piaran graznaran relincharan o rebuznaran. Pero, sí, tengo alguna fobia: subir por los cerros.
10) Si alguien te dijera que en realidad no le gusta tu trabajo literario, del tipo que sea, aunque muchos digan lo contrario, ¿cómo te sentirías y qué le dirías?Me alegraría, porque así tendría yo la certeza de que alguien, al menos, me ha leído y ha tenido el cuidado de poner atención en mis escritos. Es insoportable (ojo: he aquí otra cosa que no soporto) que todo el mundo te diga, “oye, qué bacán tu poesía”, solo para complacerte sin siquiera haberla leído, lo cual, además, en lugar de ayudarte, te adormece, no te estimula.
11) ¿Alguna opinión sobre los políticos y la política de tu medio?
¿Sobre los políticos y nuestra política? Pues doy gracias a Dios por su existencia (la de los políticos, digo), porque gracias a ellos tenemos humor del bueno los fines de semana.
12) ¿Por qué no has leído todos los libros que reposan en tu biblioteca? ¿Haces poda periódica de ellos?
Alguien me contó alguna vez que un Presidente -probablemente Miguel Iglesias- le preguntó a don Ricardo Palma, al ver su frondosa biblioteca, si había leído todos los libros que allí se encontraban. El genial tradicionista respondió: “Sí, dos veces”. Mi biblioteca es microscópica en comparación a la de nuestro escritor miraflorino (apenas dos mil o algo más de volúmenes), pero algunos libros solo los he hojeado, eso: dos veces. Hace muchos años cogí unos libros que me parecieron deleznables y los llevé a Tacora; pedí una cantidad por ellos y me ofrecieron la quinta parte afirmando, por añadidura, que se trataba de “librejos”. Avergonzado, regresé a casa con la bolsa de mercado, ese día llena de cultura, y nunca más me atreví a cometer semejante torpeza. Pero hay algunos libros que di en préstamo a más de un amigo. Nunca me los devolvieron. Muy tarde conocí esta gran verdad: zonzo es quien presta libros, pero más zonzo es el que los devuelve.
13) ¿Crees que ya has llegado a escribir el libro que querías?
Los libros que he escrito son los que he querido escribir. Que hayan salido con yaya, con un dedo demás o con los ojos saltados, es otra cosa.
14) De lo anterior, ¿por qué seguir escribiendo si, en su momento, ya se dijo bien lo que se tenía que decir? ¿Por qué seguir usando las palabras?
Bueno, es la verdad, ya “se dijo bien lo que se tenía que decir”, y esto ha ocurrido no solo en uno sino en muchos momentos a través de la historia. La razón de ser y de sobrevivir de la literatura no está, precisamente, en aceptar que las cosas se dijeron y que por ello ya no hace falta repetirlas, sino en decirlas y volver a decirlas de un modo diferente, desde una óptica diversa y con un propósito distinto. Las palabras debemos seguir empleándolas, porque gracias a la palabra es que somos. ¿Alguien se ha puesto a pensar qué sería del mundo, de la humanidad, si despareciera la palabra?
15) ¿Libros de cabecera, de sala, de micro, de metro, de baño?
Vallejo, sin dudas ni murmuraciones: desconcertante y muy familiar: Poemas humanos. El otoño del patriarca y Cien años de soledad de Gabo. De cabecera, de sala, de micro, de metro. ¿De baño? Juez justo, la revista.
16) ¿Qué sucedería si no existieran las ostras y las uvas Malbec?
Existirían los chochos de Huaraz y los cuyes de Pallasca. Un vaso de chicha de jora para el brindis. Y la vida continuaría.
17) Si no fueras humano, ¿qué cosa concreta o abstracta te gustaría ser?
Abstracta y concreta: la Torre de Babel, para comprender la confusión medio apocalíptica del mundo.
18) ¿Has amado u odiado más de lo debido?
Puede amarse más de lo debido y es probable que yo aún no haya hecho eso. Pero, ¿odiar más de lo debido? Nadie debe odiar. Resentirse, patalear, pero nunca odiar.
19) ¿Piensas que el mundo sería distinto si no existiera la poesía?
Cada día el mundo es distinto, con la poesía o a pesar de la poesía. El mundo, con sus dramas, alegrías y locuras, es quien hace que la poesía cambie. La poesía nos hace bien, pero no nos transforma. Es una actividad humana, nada más. No es la razón de ser del mundo.
20) ¿Qué prefieres: al poeta o su poesía?
Sin pensarlo dos veces: la poesía. El poeta es uno más de los seres humanos, con lucidez o locuras, pero uno más, con errores o aciertos, pero uno más. Es falso aquello de la tan mentada “consecuencia”. Eso es una falacia. No hay nada que obligue al poeta ser como su poesía. El poeta es un hacedor, como lo es un escultor, un fabricante de carteras, de tazas, etc. Importa lo que hace, no lo que es.
21) Los artistas, como ellos así lo creen, sufren y gozan más intensamente que los demás mortales?
Todos somos distintos e iguales al mismo tiempo. Nadie tiene el privilegio del sufrimiento. Hay poetas que comen cuatro veces al día y otros que apenas sobreviven. Igual pasa con los demás seres humanos. Los poetas no somos una clase diferente, ni una raza, ni una casta. Menos un gueto.
22) ¿Algún problema con el suicidio?
Es una estupidez.
23) ¿Qué tanto de lo que crees que proyectas en los demás consideras cierto en ti?
Casi nada, creo que casi nada. Soy consciente de que a pesar de sus verdades, la poesía es producto de una suerte de burla que ejercemos los poetas contra el mundo, porque no lo aceptamos como tal. Por eso existen las metáforas, como una rebelión contra la “normalidad” y su monotonía. Una mentira cierta, verdadera.
24) ¿Cuál ha sido tu déjà vu más persistente?
Esta pregunta me causa gracia, no por ella misma sino porque me he dado cuenta de que ha desconcertado a más de uno; alguien incluso, según he comprobado, tuvo que recurrir a “Wikipedia” para no pecar de ignorante respecto de la sugestiva expresión francesa. ¿Mi déjà vu? Levantarme a medianoche y a partir de un simple impulso, levantar los brazos y volar por encima de la ciudad, mientras los demás duermen o se emborrachan.
25) Si hoy a la medianoche fuera el fin del mundo, ¿exactamente qué es lo que harías?
Me bajaría en la esquina más cercana, correría en busca de mis hijos y los abrazaría como jamás abracé a nadie. Y cerraría los ojos.
BERNARDO RAFAEL ÁLVAREZ, poeta peruano
Contra el mar, ninguna. Todo lo contrario. Me alegra saber que no solo somos tierra, que hay una inmensidad salada, azul, intranquila que choca con el cielo y a veces es parte de él, al menos en nuestros ojos. Mi reproche, más bien, se dirige contra mí mismo por no saber nadar y no poder zambullirme en sus profundidades pobladas de luz y colores que pugnan por emerger.
2) ¿En qué partes de la Tierra crees que se podría plantar árboles de poesía?
Yo los plantaría justo allí donde debió haber sido plantado el "árbol de la ciencia del bien y del mal": en el filo de la navaja. Al costado podría un letrerito, como aquellos que prohíben pisar el césped, en el que diga: "Este es el árbol del bien. Lo demás es abismo."
3) ¿Es la soledad principio o fin de todo lo que existe?
Es el principio y es el fin. Pero a veces, muchas veces, se comporta como una compañía protectora y nutritiva de la existencia. Como lo he escrito en un poema, la soledad ya no es, ahora, lo que era antes: “ya no es un desierto, ahora es un bosque”. La tecnología ha hecho eso. Las “redes sociales” ha creado el regocijo de la bulliciosa soledad compartida.
4) ¿Qué prefieres ser: buen escritor pero desdichado o uno mediocre o pasable pero feliz?
Quisiera ser un buen escritor, pero no desdichado. Solo me he quedado en ser humano medianamente feliz. Creo que aún tengo, al menos, un cuarto de hora por delante para lograr hacer realidad mis deseos.
5) ¿Es la locura un ingrediente básico del verdadero genio?
Creo, más bien, que la genialidad podría ser un ingrediente básico de la locura: Porque la genialidad, si bien no implica una vocación por el deicidio, sí es una virtual suplantación de Dios. Y esto es, pues, una reverenda y bendita locura. Pero, claro, hay genios y genios: hay el genio de razón y pasión, y hay el genio de mente.
6) Sinceramente, ¿qué piensas de todos aquellos que te rodean y que no escriben o no se dedican a ninguna actividad artística?
Pienso que son más valiosos que yo, o, para no ser tan patético, menos inútiles. No hay ley (ni de Dios ni de los hombres) que mande, ni necesidad que obligue, a que todos sean escritores o artistas. Quienes me rodean son mis seres queridos. Y eso me hace dichoso.
7) ¿Has dicho la verdad cuando has mentido o mentido cuando hablabas en serio?
El hecho de dedicarme a escribir poemas ya es razón para pensar que, efectivamente, miento y digo la verdad en un zas. Pero, ojo, la mentira del poeta o del artista no es lo mismo que la mentira de un político, pues la de este es mendacidad; por eso, aún bien bañado, hiede. La poesía es aroma, a pesar de su drama.
8) ¿Qué o a quién no soportas?
Son insoportables las personas que insultan. Acepto discrepancias, pero jamás insultos. Porque yo no insulto a nadie. Como reza el dicho, respetos guardan respetos.
9) ¿Cuál es tu principal fobia o miedo, cuál tu principal placer o amor?
Mi principal placer el amor, mi principal amor, el de mis hijos. ¿Fobia? Más que fobia, cólera: cuando veo que apedrean a los perros por el solo hecho de ladrar, como si esperaran que en lugar de emitir ladridos estos animales piaran graznaran relincharan o rebuznaran. Pero, sí, tengo alguna fobia: subir por los cerros.
10) Si alguien te dijera que en realidad no le gusta tu trabajo literario, del tipo que sea, aunque muchos digan lo contrario, ¿cómo te sentirías y qué le dirías?Me alegraría, porque así tendría yo la certeza de que alguien, al menos, me ha leído y ha tenido el cuidado de poner atención en mis escritos. Es insoportable (ojo: he aquí otra cosa que no soporto) que todo el mundo te diga, “oye, qué bacán tu poesía”, solo para complacerte sin siquiera haberla leído, lo cual, además, en lugar de ayudarte, te adormece, no te estimula.
11) ¿Alguna opinión sobre los políticos y la política de tu medio?
¿Sobre los políticos y nuestra política? Pues doy gracias a Dios por su existencia (la de los políticos, digo), porque gracias a ellos tenemos humor del bueno los fines de semana.
12) ¿Por qué no has leído todos los libros que reposan en tu biblioteca? ¿Haces poda periódica de ellos?
Alguien me contó alguna vez que un Presidente -probablemente Miguel Iglesias- le preguntó a don Ricardo Palma, al ver su frondosa biblioteca, si había leído todos los libros que allí se encontraban. El genial tradicionista respondió: “Sí, dos veces”. Mi biblioteca es microscópica en comparación a la de nuestro escritor miraflorino (apenas dos mil o algo más de volúmenes), pero algunos libros solo los he hojeado, eso: dos veces. Hace muchos años cogí unos libros que me parecieron deleznables y los llevé a Tacora; pedí una cantidad por ellos y me ofrecieron la quinta parte afirmando, por añadidura, que se trataba de “librejos”. Avergonzado, regresé a casa con la bolsa de mercado, ese día llena de cultura, y nunca más me atreví a cometer semejante torpeza. Pero hay algunos libros que di en préstamo a más de un amigo. Nunca me los devolvieron. Muy tarde conocí esta gran verdad: zonzo es quien presta libros, pero más zonzo es el que los devuelve.
13) ¿Crees que ya has llegado a escribir el libro que querías?
Los libros que he escrito son los que he querido escribir. Que hayan salido con yaya, con un dedo demás o con los ojos saltados, es otra cosa.
14) De lo anterior, ¿por qué seguir escribiendo si, en su momento, ya se dijo bien lo que se tenía que decir? ¿Por qué seguir usando las palabras?
Bueno, es la verdad, ya “se dijo bien lo que se tenía que decir”, y esto ha ocurrido no solo en uno sino en muchos momentos a través de la historia. La razón de ser y de sobrevivir de la literatura no está, precisamente, en aceptar que las cosas se dijeron y que por ello ya no hace falta repetirlas, sino en decirlas y volver a decirlas de un modo diferente, desde una óptica diversa y con un propósito distinto. Las palabras debemos seguir empleándolas, porque gracias a la palabra es que somos. ¿Alguien se ha puesto a pensar qué sería del mundo, de la humanidad, si despareciera la palabra?
15) ¿Libros de cabecera, de sala, de micro, de metro, de baño?
Vallejo, sin dudas ni murmuraciones: desconcertante y muy familiar: Poemas humanos. El otoño del patriarca y Cien años de soledad de Gabo. De cabecera, de sala, de micro, de metro. ¿De baño? Juez justo, la revista.
16) ¿Qué sucedería si no existieran las ostras y las uvas Malbec?
Existirían los chochos de Huaraz y los cuyes de Pallasca. Un vaso de chicha de jora para el brindis. Y la vida continuaría.
17) Si no fueras humano, ¿qué cosa concreta o abstracta te gustaría ser?
Abstracta y concreta: la Torre de Babel, para comprender la confusión medio apocalíptica del mundo.
18) ¿Has amado u odiado más de lo debido?
Puede amarse más de lo debido y es probable que yo aún no haya hecho eso. Pero, ¿odiar más de lo debido? Nadie debe odiar. Resentirse, patalear, pero nunca odiar.
19) ¿Piensas que el mundo sería distinto si no existiera la poesía?
Cada día el mundo es distinto, con la poesía o a pesar de la poesía. El mundo, con sus dramas, alegrías y locuras, es quien hace que la poesía cambie. La poesía nos hace bien, pero no nos transforma. Es una actividad humana, nada más. No es la razón de ser del mundo.
20) ¿Qué prefieres: al poeta o su poesía?
Sin pensarlo dos veces: la poesía. El poeta es uno más de los seres humanos, con lucidez o locuras, pero uno más, con errores o aciertos, pero uno más. Es falso aquello de la tan mentada “consecuencia”. Eso es una falacia. No hay nada que obligue al poeta ser como su poesía. El poeta es un hacedor, como lo es un escultor, un fabricante de carteras, de tazas, etc. Importa lo que hace, no lo que es.
21) Los artistas, como ellos así lo creen, sufren y gozan más intensamente que los demás mortales?
Todos somos distintos e iguales al mismo tiempo. Nadie tiene el privilegio del sufrimiento. Hay poetas que comen cuatro veces al día y otros que apenas sobreviven. Igual pasa con los demás seres humanos. Los poetas no somos una clase diferente, ni una raza, ni una casta. Menos un gueto.
22) ¿Algún problema con el suicidio?
Es una estupidez.
23) ¿Qué tanto de lo que crees que proyectas en los demás consideras cierto en ti?
Casi nada, creo que casi nada. Soy consciente de que a pesar de sus verdades, la poesía es producto de una suerte de burla que ejercemos los poetas contra el mundo, porque no lo aceptamos como tal. Por eso existen las metáforas, como una rebelión contra la “normalidad” y su monotonía. Una mentira cierta, verdadera.
24) ¿Cuál ha sido tu déjà vu más persistente?
Esta pregunta me causa gracia, no por ella misma sino porque me he dado cuenta de que ha desconcertado a más de uno; alguien incluso, según he comprobado, tuvo que recurrir a “Wikipedia” para no pecar de ignorante respecto de la sugestiva expresión francesa. ¿Mi déjà vu? Levantarme a medianoche y a partir de un simple impulso, levantar los brazos y volar por encima de la ciudad, mientras los demás duermen o se emborrachan.
25) Si hoy a la medianoche fuera el fin del mundo, ¿exactamente qué es lo que harías?
Me bajaría en la esquina más cercana, correría en busca de mis hijos y los abrazaría como jamás abracé a nadie. Y cerraría los ojos.
BERNARDO RAFAEL ÁLVAREZ, poeta peruano
Suscribirse a:
Entradas (Atom)