El Arzobispo Primado de Lima, Juan Luis Cipriani, ha criticado, por razones de caracter moral, el fallo del Tribunal Constitucional referido a las relaciones sexuales entre adolescentes (http://peru21.pe/politica/cipriani-critica-fallo-tc-sobre-sexo-consentido-entre-adolescentes-2112183).
Creo, sinceramente, que las críticas del Cardenal no tienen razón de ser.
Es una aberración que debería ya pasar a la papelera de reciclaje y de allí al incinerador aquello de que el sexo es inmoral. Lo que ha hecho el Tribunal Constitucional es lo más acertado que pudo haberse aprobado (despenalizar las relaciones sexuales entre personas de 14 a 18 años). Ya es tiempo de darnos cuenta de que el placer natural, humano, muy humano, no puede ser objeto de prohibición y castigo. No podemos ir, a cada paso, convirtiendo en delito cada acto humano y someter a un temor permanente a las personas y especialmente a los jóvenes porque "si hago esto o lo otro corro el riego de ir a la cárcel". ¿Una espada de Damócles debe pender siempre sobre todos nosotros? Prohíbase, rechácese, castíguese, todo aquello que haga daño. No pongan en la lista de lo indeseable al placer, que el placer no es -ya no debe ser- un pecado y mucho menos un delito. El tema de las violaciones es otra cosa. La madurez de una persona (y un joven es una persona hecha y derecha) no está condicionada por el grado mayor o menor de vergüenza de los mayores, sino por su propio desarrollo psicosomático; desde los trece o catorce años ya todos (con las explicables excepciones, naturalmente) tenemos la capacidad (y disculpen si esto les parece grotesco) de "comer con la mano". Hagan memoria y véanse a esa edad, ¿eran aún niños?
¿Saben por qué hay casos en que tras una relación sexual consentida, alguna adolescente puede sentirse culpable, "dañada", avergonzada? No es porque le falte madurez. Es por culpa nuestra: porque le hemos hecho saber que eso es "sucio", que es malo, que es reprobable. Simplemente por eso.
Apertura, señores, más apertura es lo que necesitamos. Caminemos, avancemos hacia la liberación de la humanidad, no hacia la reducción de sus libertades.
Los mayores no tenemos derecho (porque es injusto) de decidir cuándo deben ser felices nuestros hijos. Ayudémosles sí, naturalmente.
Ver donde otros no ven, o no quieren ver, no es cosa del otro mundo. Es cuestión de ver únicamente; así de simple. Ah, pero para ello es recomendable emplear la mirada y dejar de lado las anteojeras y también la ojeriza. Apasionarse en la vehemencia, no en el odio ni en el fanatismo. Ser tolerantes, pero no tontos. Ser perspicaces, no adivinos. Ser claros y objetivos. Ser decentes y sinceros. Justos. No esperar el aplauso fácil. Buscar la verdad. Respetar.