lunes, 11 de julio de 2022

DOSH: UN DIMINUTIVO PALLASQUINO

Ustedes saben, sin duda, a qué aluden las siguientes expresiones bisílabas "-ito", "-ita", "-illo", "-illa"; "-ico", "-ica". Efectivamente, son sufijos. Sufijo -como también lo saben- es una partícula que, pospuesta a una palabra (o “base léxica”, o en muchos casos a la raíz de la palabra), hace que esta modifique de algún modo su significado. Por ejemplo, si el sufijo "-ito" lo uno a la raíz de la palabra "gato" ("gat"), obtendré "gatito", y se habrá producido una variación en el significado, pero no sustancialmente: la palabra seguirá refiriéndose a un gato, solo que de modo cariñoso o haciendo alusión a su edad o tamaño -tierno o pequeño- (estaremos, pues, ante un hipocorístico o un diminutivo); en cambio, si a la misma palabra o base le unimos el sufijo "-illo", la cosa será diferente: estaremos generando una nueva palabra que en nada tendrá que ver con el felino doméstico, sino con otra cosa: con el disparador de un arma de fuego, por ejemplo, y, como sabemos, "gatillo" no es un gato chiquito; no se tratará, pues, de un diminutivo, aunque este haya sido su origen. Bien: "-ito", "-ita"; -illo", "-illa"; "-ico", "-ica", son, pues, sufijos que sirven para convertir en diminutivos o hipocorísticos a ciertas palabras: "poquito", "librico", "pastelillo", "Jorgito"... 

Sin embargo, como en el ejemplo de "gatillo", no solo diminutivos o hipocorísticos (palabras para designar cariñosa, familiar o eufemísticamente) son los que pueden generarse sino, también, otras palabras con significados completamente diferentes (se las conoce como "diminutivos lexicalizados"). 

Bien. Ya vimos algunos de los sufijos con los que se generan diminutivos o hipocorísticos. Les cuento. En gran parte de la zona norte del Perú (prácticamente, desde Pallasca) se emplea un sufijo (en algunos casos, infijo) distinto a los mencionados, un sufijo que algunos estudiosos creen que proviene de una lengua extinta que se hablaba allí, el culli o culle. (A mí me parece que, en todo caso, sería el sonido lo heredado de esa lengua y no propiamente el sufijo ni menos en su condición de diminutivo, porque no creo que en el culli haya funcionado así). Me refiero a "asho", "asha" o "sha" o solo "sh", con los que se generan diminutivos o hipocorísticos como estos: "Gringasho", "cholasho", "amigasho", "Shesha", "Roshita". 

Bueno, este sonido –en el que se hace presente el dígrafo "sh"- es el que interviene decisivamente en el vocablo que da título a esta nota: "Dosh". En los ejemplos que acabo de mencionar, los diminutivos o hipocorísticos se forman uniendo este dígrafo ("sh") a una vocal, así: "sho", "sha", "she", "shi"). ¿Y qué pasa con "dosh"? Veremos. 

"Dosh" corresponde literalmente, en verdad, a la particular pronunciación del número "2", en Pallasca (y en algunos otros lugares de la sierra norte peruana), pero -he aquí el pero- no para designar estrictamente y con su exacto significado a esa cifra. A ver, para que se entienda mejor: En Pallasca -al contar, ascendentemente, los números naturales- no se dice, por ejemplo: "uno, dosh, tresh, cuatro, cinco...". "Dosh" (así, con el sonido "sh") se dice en otras circunstancias, en otro contexto, pero (ya voy llegando al tema) no para hacer referencia -estrictamente hablando, repito- a la segunda cifra de los números naturales, el 2, sino a otra cosa. Con el vocablo "Dosh" se designa a una cantidad que, a pesar de ser imprecisa, es fácilmente entendida: "Juan le preguntó a Pedro: ‘¿Cuánto de alfalfa te dio don Roberto?’, y Pedro respondió: ‘Dosh; es que siempre fue un miserable, pue’". ¿Le dio dos ramitas de alfalfa? No. Lo que quiso decir Pedro es que don Roberto le dio solo un poquito de alfalfa, por “miserable”.

Como ha podido advertirse desde el principio de esta nota, para que un sustantivo o un adjetivo se conviertan en diminutivos, es decir, en palabras con las que se expresa (voy a decirlo de un modo medio burdo, es decir, nada “académico”), el “empequeñecimiento” del objeto nombrado, lo que se hace es agregar a su base o raíz un sufijo cuya finalidad es, precisamente hacer que nominalmente algo disminuya o se reduzca. Entonces, ¿qué pasó con “dosh”?, ¿dónde está el bendito sufijo? No sé si sea el único, pero la verdad es que se trata de un caso muy particular de diminutivos en que no interviene sufijo alguno. Lo único que ha ocurrido, simplemente, es que una palabra en español ha dejado de sonar como corresponde a esa lengua y ha pasado a ser aquello de que estamos hablando: un diminutivo. O sea, estamos ante un asunto de carácter fonético, nada más: en vez de “dos”, ahora es “dosh”.

Pero, eso sí, este vocablo, que, digamos, fue y sigue siendo monosílabo pero con una variación fonética evidente, ya nada tiene que ver con el nombre dado a la segunda cifra válida de la numeración ascendente: no es la representación literal del “2”. ¿Qué es, entonces? Es una palabra que significa esto: “un poquito” o “muy poquito”. Es un diminutivo -en el castellano pallasquino- que alude a cantidades pequeñísimas de algo (pequeñísimas, y no como el montón de cariño que yo siento por ustedes, amigos del alma; el cariño que es igual al que también encontrarán –se los aseguro- en mi inolvidable Pallasca, Pallasquita linda -la tierra de los "chupabarros"- que los espera con los brazos siempre abiertos y la bondad a flor de piel: visítenla, pero vayan sabiendo que allí, definitivamente, se quedará su corazón).

                                                                                                                                                                                                                                © Bernardo Rafael Álvarez